Poesia completa

Jaime Torres Bodet

• Editorial: Fondo de Cultura Económica
• Año: 2017
• ISBN:
  9786071649553
• Categoría: Literatura
• Categoría: Poesía

Poseedor de una de las plumas más notables e incisivas de nuestra lengua y pieza clave en la consolidación de las instituciones educativas de México, Jaime Torres Bodet nos lega en su libro "Poesía" una selección de poemas que, al incluir los de distintas épocas de su vida, permiten un acercamiento global al autor.

SIN TREGUA

[1957]

Caminando sin tregua en torno de la noria

para beber, un día,

el agua lenta y dura del desierto…

DEDICATORIA

Todo el año, contigo, es primavera

y todo el día —hasta el ocaso— aurora,

pues rosa inmarcesible y luz sincera

se ganan duramente, hora tras hora.

Pasó la edad en que la vida entera

parece un blando y repentino ahora.

Y vemos hoy la dicha verdadera:

del llanto emerge y, sonriendo, aflora.

El vago abril que el tiempo nos depara,

si con los días va, con ellos huye.

Lo conocemos sólo por su ausencia.

Pero la juventud que se construye

sobre la madurez de un alma clara

crece conforme avanza la existencia.

REPARACIÓN

De la arena del tiempo, removida

quién sabe por qué viento en la memoria,

surgen cúpulas níveas, templos muertos,

murallas espontáneas,

horas que fueron torres: monumentos

que sólo existen hoy porque los ojos

que un día los miraron, existieron.

Legiones implacables,

estrellas como espadas, inauditas,

templadas en el frío inmenso y puro,

arados destructores como siglos,

pasaron sobre todo lo creado

—y fue, durante años, en mi alma,

la vida un gran desierto

y el tiempo arena, en vano arrepentida.

Estatuas destronadas, los minutos

rodaban sin rumor por los peldaños

de una blanda escalera, sorda y lenta.

Vacíos de sentido, los deseos

se alzaban sobre el cielo inevitable

como rotas columnas

ansiosas de encontrar sus capiteles…

El tiempo era de arena. Y, en la arena,

las huellas duran lo que el viento quiere.

Pero ¡cómo, de pronto, se levantan

—surtidores de mármol— los recuerdos!

¡Qué alto minarete el de la aurora

desde cuyo balcón descubrí el mundo

y no lo vi mayor que mi conciencia!

Ante ese altar sufrí. Tras esa puerta,

oí pasar ejércitos vencidos.

Y en esta fuente seca está cantando

el corazón de un manantial extinto…

De nuevo en piedra se condensa el polvo.

Prevaleció la vida sobre el tiempo.

Pues de cuanto viví nada fue nunca

tan mío y verdadero

como lo es, ahora, entre playas de arena,

esta blanca ciudad resucitada

porque lo quiso el viento:

el viento que a la vez hiela y abrasa,

el que alumbra y deslumbra al mismo instante,

el viento de la última justicia,

¡el vient...