Está todo por hacer
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Está todo por hacer

Pau García-Milà

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  1. 114 páginas
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Está todo por hacer

Pau García-Milà

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Vamos a poner en práctica tus ideas. Sí, eso que has pensado muchas veces que algún día tendrías que poner en solfa. ¿Que no tienes ideas? ¿Cómo que no tienes ideas? Todos tenemos ideas y todos podemos llevarlas a la práctica. En Está todo por hacer, Pau Garcia-Milà, un joven que un buen día desarrolló el cloud computing antes de que lo hicieran grandes empresas como Google, explica el proceso a seguir para refinar poco a poco las ideas hasta seleccionar las mejores y convertirlas en un proyecto viable. Un breve manual de lectura ágil y con numerosos ejemplos que aborda temas que van desde la creatividad y su estímulo hasta cuestiones prácticas como fuentes de financiación y la gestión de la pequeña empresa.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2011
ISBN
9788415577294
Categoría
Business
1.
Aspirina o vitamina
 
El mundo se mueve a partir de ideas-aspirina (aquellas que solventan problemas concretos por los que pagarías para que te den una solución, como un dolor de cabeza que se soluciona con una aspirina) e ideas-vitamina (las que proponen soluciones que todavía no necesitas, pero que mejoran algo).
Ya que cada día aparecen nuevos problemas y esos problemas necesitan nuevas soluciones es fácil decir que, en realidad, está todo por hacer.
Me llamo Pau Garcia-Milà Pujol, nací en Olesa de Montserrat en 1987. Olesa es un pueblo de veinte mil habitantes situado a treinta kilómetros de Barcelona conocido por tener una obra de teatro (La Passió) infinitamente mejor que la de Esparreguera, el pueblo vecino.
He de admitir que no me gusta demasiado la palabra «emprendedor», aunque si rebusco en la memoria, debería retroceder hasta el final de la adolescencia para ver cómo conecté por primera vez con esta palabra, que hizo que acabara escribiendo Está todo por hacer: Cuando tenía diecisiete años, mi amigo Marc Cercós y yo nos planteamos hacer pequeños proyectos en Internet como excusa para aprender a programar y a diseñar. Sin saberlo, decidimos hacernos emprendedores y empezamos a probar una cosa tras otra.
Hicimos un periódico web sobre lo que pasaba en Olesa, un servicio que servía para que los que no sabían cómo hacerlo pudieran crearse una página web, juegos que nunca funcionaban y mil pequeñas cosas más. Queríamos crear aspirinas que solucionaran los males de miles de personas y, en realidad, creábamos vitaminas que a veces eran más placebo para los creadores que mejoras reales en la vida de alguien… pero así aprendimos, crecimos (aunque no demasiado) y nos dimos cuenta de que intentarlo era tan difícil como divertido. Y que valía la pena.
Entre los proyectos que empezamos, uno de ellos era claramente distinto por dos razones: en primer lugar, porque al principio no nos dimos cuenta de que era un proyecto en sí; en segundo lugar, porque respondía a una necesidad que el hecho de estar trabajando en los otros proyectos había creado: Olesa está en pendiente, y vivíamos bastante separados. Cuando uno de los dos iba a casa del otro para trabajar, tenía que subir la cuesta o bajarla durante diez minutos; hasta aquí, todo perfecto. Sin embargo, el problema surgía cuando te olvidabas un archivo en la otra casa, lo que significaba que tenías que deshacer el camino y, luego, regresar.
Afortunadamente, hace cinco años los pendrive tenían muy poca capacidad. Y digo que esta fue una circunstancia afortunada porque quizá con uno de estos discos duros portátiles que existen en la actualidad, no hubiésemos tenido un problema y, por tanto, no nos habríamos preocupado de buscarle solución.
Por tanto, tratamos de hallar una respuesta a nuestro problema y nos planteamos algo muy sencillo: ¿Por qué no creamos algo que nos permita dejar nuestros archivos en Internet y recuperarlos desde la casa del otro (¡o donde sea!)?
Este fue el embrión del proyecto que llamamos más tarde «eyeOS», la respuesta a una necesidad y al hecho de que ambos fuésemos despistados –algo que sí era difícil de cambiar– . Cuando llevábamos un mes pensando en la idea, vimos el documental-película Los piratas de Silicon Valley, dirigida por Martyn Burke, que relata los inicios de los ordenadores personales, así como la rivalidad entre Microsoft y Apple. Aunque como película no es ninguna maravilla, a nosotros nos sirvió para creernos que podíamos cambiar el mundo igual que los protagonistas y, sobre todo, para pensar en grande con nuestras ideas. Eso que habíamos creado no solamente era un pequeño programa para acceder a los archivos; era mucho más: el principio del Sistema Operativo Web, o el poder trabajar desde cualquier lugar con cualquier ordenador del mundo… Y sonó tan convincente que nos lo creímos.
En agosto de 2005 publicamos la primera versión de eyeOS –por cierto, el nombre salió en una cena, y demostró eso de que al final tu madre siempre te salva de los grandes dilemas de la vida–. Con todo el convencimiento del mundo –y, quizá, con la valentía o la desvergüenza que da la juventud–, publicamos la noticia asegurando que éramos el paso siguiente en la era de informática e Internet: un sistema operativo que funcionaba desde la web (al contrario de los sistemas operativos que se encuentran en cada ordenador). Realmente no esperábamos que nadie lo viera, digamos, tan ambiciosamente como nosotros, pero el periódico digital OS News, especialista en Sistemas Operativos, lo publicó en portada anunciando el Sistema Operativo del futuro: eyeOS. Resultado: al cabo de pocas horas había un par de centenares de comentarios de lectores que venían a decir algo así como: «¡Pero qué tontería habéis publicado!», «Esto no tiene sentido ni tiene futuro»…
A pesar de los comentarios críticos (algunos muy críticos), pensamos que íbamos a seguir adelante, porque si a nosotros nos resultaba útil, quizá podía serlo para alguien más.
Y aquí estamos, cinco años más tarde y, en parte, gracias a que dos años después de empezar estallase lo que hoy se conoce como cloud computing o «computación en la nube» (y de no haber desistido inicialmente cuando la gente nos decía que no había mercado, un mercado que «apareció» dos años después). Actualmente, eyeOS se ha posicionado como la principal alternativa a los grandes, está presente en 55 países, se ha traducido a cuarenta idiomas y cuenta con cerca de dieciséis mil voluntarios en la comunidad técnica. Hemos ganado un Premio Nacional de Comunicaciones y un Premio de los Príncipes de Asturias y de Girona IMPULSA Empresa, entre muchos reconocimientos importantes en el medio técnico.
 
Este ha sido y todavía es, sin duda, un viaje que me ha enseñado el significado de ser emprendedor y a saber que no todo depende del capital inicial. Tener la oportunidad de escribir este libro es una parada más del camino, y espero poder guardarlo y releerlo de vez en cuando para recordarme que, aunque medio mundo opine lo contrario, no hay nada hecho ni inventado. En realidad, está todo por hacer.
2.
El porqué de este libro
Más que resumir los cinco años pasados, con este libro pretendo resumir los cinco que empiezan ahora.
«Hay unos pequeños momentos en los que,
sin darnos cuenta, estábamos decidiendo
lo que hoy existe, lo que creamos.»
PAU GARCIA-MILÀ, Fundador de eyeOS
Si tuviera que dedicar este libro a alguien, no lo haría solamente a mi padre, que me ayudó en todos y cada uno de los momentos desde que empecé a querer crear cosas con cinco años hasta llegar, cuando tenía dieciocho, a contarme anécdotas de cómo funciona una empresa siendo totalmente consciente de que esa era toda mi formación en la gestión de empresas.
Tampoco lo dedicaría exclusivamente a mi madre, que dio nombre a eyeOS y vio cómo todos los medios del mundo se olvidaban de mi segundo apellido (incluso a veces de la segunda mitad del primero).
Aunque parezca raro, tampoco se lo dedicaría todo a mis hermanas, abuelos o amigos que cuando nadie más se creía que una idea pudiese funcionar intentaban engañarme para que creyera que ellos lo usarían y que era una buena idea. Ni tampoco a un Felipe (S.A.R. el Príncipe) ni a otro Felipe (el expresidente) que aceptaron generosamente abrir y cerrar el libro con sus reflexiones, que seguro que os han sorprendido.
No, no. Debería dedicarlo de manera muy especial a un grupo de personas, algunas de las cuales conozco personalmente y otras que no; todas ellas tienen en común el hecho de que no pare ni un solo día de querer cambiar el mundo. El grupo formado por todas esas personas que me dijeron que perdía el tiempo, que no se puede crear una empresa sin haber estudiado dos carreras y tener un MBA, aquellos quienes insistieron en que las historias bonitas en este mundo sólo podían pasar en Silicon Valley. Al principio eran tres o cuatro, ahora ya estoy seguro de que se podrían contar en decenas. Son todos los que nos llamaron ingenuos por creernos que...

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