Lejos del mundanal ruido
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Lejos del mundanal ruido

Thomas Hardy

  1. 576 páginas
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Lejos del mundanal ruido

Thomas Hardy

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Lejos del mundanal ruido fue publicada mensualmente en Cornhill Magazinede manera anónima en 1874 y si bien es la cuarta novela de Thomas Hardy, fue la primera obra del autor que alcanzó éxito literario. En ella, Hardy nos sitúa en la región de Wessex, donde vive la joven Bathsheba Everdene, una mujer libre e independiente que se dedica a la administración de la finca que ha heredado de su tío. Sin embargo, la muchacha no es ajena a los dilemas del amor, que la hacen dudar entre el sargento Troy, un hombre egoísta y mujeriego, William Boldwood, un hacendado serio y elegante, y Gabriel Oak, un desafortunado pastor. Pero como otros personajes femeninos de la obra de Hardy, aunque Bathsheba vive en un mundo dominado por hombres, es una mujer fuerte y decidida que nunca verá en el matrimonio una solución de futuro ni la única vía para la felicidad. Considerada como una de las mejores novelas románticas de la literatura inglesa, Lejos del mundanal ruido presenta un hermoso cuadro de la Inglaterra rural victoriana, en el que vibran con fuerza las pasiones en un mundo aparentemente idílico.

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Información

Año
2019
ISBN
9788446048107
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos
CAPÍTULO VIII
La maltería – La charla – Noticias
La maltería de Warren estaba rodeada por un viejo muro envuelto en hiedra, y aunque a esta hora no se distinguía muy bien el exterior, el tipo de edificio, cuya silueta se recortaba contra el cielo, dejaba a las claras su función. Partiendo de las paredes, el tejado saledizo de paja se elevaba formando un pico en el centro sobre el que se alzaba un pequeño farol de madera sujeto por las cuatro caras con lamas, a través de cuyas aberturas se escapaba una neblina que se percibía vagamente y que se fundía en el aire de la noche. No tenía ventanas en la parte delantera, sino un único agujero cuadrado en la puerta cubierto por un panel de vidrio del que se escapaban unos agradables rayos rojizos que llegaban hasta el muro cubierto de hiedra que tenían delante. En el interior se oían voces.
Oak pasó suavemente la mano por la puerta extendiendo los dedos como el mago Elimas[1] hasta que se topó con la correa de piel y tiró de ella. Esta a su vez levantó el pestillo de madera y la puerta se abrió.
El interior estaba iluminado únicamente por el resplandor rojizo de la boca del horno que se desparramaba sobre el suelo con la horizontalidad de los rayos del sol poniente y que proyectaba hacia arriba las sombras de los rasgos faciales de todos aquellos sentados a su alrededor. El suelo de losas de piedra estaba desgastado marcando el camino desde la puerta hasta el horno, mientras que en el resto del espacio mostraba un aspecto ondulado. Un banco curvo de roble sin cepillar ocupaba uno de los lados y en un rincón alejado había un pequeño catre y una cama, cuyo propietario y frecuente inquilino era el maltero[2].
El anciano se encontraba ahora sentado frente al fuego, y su pelo y su barba escarchados y descuidados cubrían su figura retorcida como el musgo gris y el liquen que se adhieren a un manzano sin hojas. Llevaba unos calzones y unos botines con cordones que le cubrían el tobillo y mantenía los ojos fijos en el fuego.
El olfato de Gabriel se vio asaltado por un ambiente cargado con el olor dulzón de la malta nueva. La conversación (que al parecer versaba sobre el origen del fuego, cesó de inmediato) y todos se lo recriminaron expresando su objeción hasta tal punto que lo observaron arrugando la frente y mirándolo con los ojos entrecerrados, como si se tratase de una luz demasiado intensa para su vista. Una vez terminada esta operación, varios exclamaron con aire meditabundo:
—Ah, es el nuevo pastor, me parece.
—Nos había parecido oír que alguien toqueteaba la puerta en busca del pomo del pestillo, pero no estábamos seguros de que no pudiera ser alguna hoja seca arrastrada por el viento –dijo otro−. Pase pastor; es usted bienvenido, aunque no sepamos cómo se llama.
—Me llamo Gabriel Oak, vecinos. –El viejo maltero, que estaba sentado en medio de los demás, se giró, y cuando lo hizo, se movió como una grúa vieja y herrumbrosa.
—En la vida podría ser el nieto de Gable Oak de Norcombe, ¿verdad? ¡No puede ser! –dijo, eligiendo esta fórmula para expresar su sorpresa pero que nadie debía interpretar literalmente.
—Tanto mi padre como mi abuelo respondían al nombre de Gabriel –dijo plácidamente el pastor.
—¡Ya me pareció reconocer esa cara cuando lo vi subido al almiar! ¡Desde luego que me lo pareció! ¿Y por dónde anda trabajando ahora, pastor?
—Estoy pensando en quedarme a vivir aquí –dijo el señor Oak.
—¡Conocí y traté a su abuelo muchos, muchos años! –continuó el maltero, cuyas palabras parecían fluir por su propia cuenta como si el primer impulso fuese suficiente.
—¿Ah, sí?
—Y conocí a su abuela.
—¿A ella también?
—Y también conocí a su padre cuando no era más que un niño. Mi hijo, Jacob, que está ahí, y su padre eran como hermanos. Vaya si lo eran, ¿a que sí, Jacob?
—Desde luego –dijo el hijo, un joven de unos sesenta y cinco años, medio calvo y que tenía un solo diente en la parte izquierda de la mandíbula superior, que se daba mucha importancia puesto que lo tenía salido hacia afuera y aparecía como un mojón junto a la ribera−. Aunque fue Joe el que más lo trató. Sin embargo, mi hijo William debió de conocer a este hombre antes que nosotros, ¿no, Billy? ¿Antes de que te vinieras de Norcombe?
—No, ese fue Andrew –dijo Billy, el hijo de Jacob, un niño de cuarenta años más o menos, que tenía la peculiaridad de poseer un alma alegre encerrada en un cuerpo triste y cuyos bigotes empezaban a adoptar el tono de la chinchilla por aquí y por allí.
—Recuerdo a un Andrew –dijo Oak−; era un hombre que andaba por allí cuando yo era muy niño.
—Sí; el otro día, yo y mi hija pequeña, Liddy, fuimos al bautizo de mi nieto –continuó Billy−. Y estuvimos hablando precisamente de esta familia. Fue el día de la Candelaria, cuando se reparten los intereses[3] entre los pobres, como ya sabe, pastor, y me acuerdo del día porque todos tuvieron que entrar en procesión hasta la sacristía. Sí, de la familia de este mismo hombre.
—Acérquese a tomar algo, pastor. Aquí todos nos echamos un traguito, nada de lujos –dijo el maltero apartando del fuego los ojos llorosos, que habían adquirido un tono bermellón de tanto mirarlo durante muchos años−. Coge el Dios-me-perdone, Jacob. Mira a ver si está tibio, Jacob.
Jacob se inclinó sobre el Dios-me-perdone, que era un jarro alto con dos asas colocado entre las cenizas, agrietado y achicharrado por el calor. La parte de afuera estaba cubierta de una materia extraña, especialmente en las hendiduras de las asas y en las redondeces más escondidas, que probablemente no habían visto la luz del sol desde hacía varios años precisamente por lo que tenían incrustado y que, básicamente, no era más que ceniza que se había mojado al derramarse la sidra por accidente y que se había endurecido con el calor. Aunque, para cualquiera con sentido común, aquello no hacía que la jarra desmereciera, puesto que el interior y el borde estaban incontestablemente limpios. Quizá convenga observar que a este tipo de jarra se le llama un Dios-me-perdone en Weatherbury y sus alrededores por razones que no están muy claras; es probable que se llame así debido a que, por razón de su tamaño, cualquier borrachín que llegue a verle el culo después de apurar el contenido, se avergüence de sí mismo.
Al recibir la orden de comprobar si la bebida estaba lo suficientemente caldeada, Jacob introdujo tranquilamente el dedo índice a modo de termómetro y al considerar que había alcanzado la temperatura adecuada, cogió la jarra y trató, a modo de cortesía, de quitarle parte de las cenizas que llevaba adheridas a la base con el faldón del guardapolvo, teniendo en cuenta que el pastor Oak era un desconocido.
—Una jarra limpia para el pastor –dijo con voz autoritaria el maltero.
—No, no, en absoluto –dijo Gabriel, negándose por consideración−. No soy de los que hacen ascos porque algo esté sucio, y menos cuando sé de qué clase de suciedad se trata. –Cogió la jarra y vació un par de pulgadas el contenido, para pasársela después al hombre que tenía al lado−. Ni se me pasaría por la cabeza provocar semejante molestia a los vecinos obligándolos a ponerse a fregar con la cantidad de trabajo que tenemos ya –continuó Oak, que había recuperado el habla tras quedarse sin aliento, algo ocasionado por los tragos tan largos que se dan a las jarras cuando son muy grandes.
—Un hombre muy sensato –dijo Jacob.
—Cierto, cierto. ¡Eso no se puede negar! –comentó un hombre joven y vital llamado Mark Clark, un caballero agradable y cordial para el que cualquiera que se encontrara en sus viajes se convertía en conocido, lo que a su vez significaba que terminarían bebiendo juntos y lo que a su vez, desafortunadamente, venía a significar que tendría que pagarle las rondas.
—Y aquí queda algo de pan y beicon del que ha mandado la señora, pastor. La sidra le entrará mejor si la acompaña de algo de comer. No lo mastique con demasiada fuerza, pastor, porque se me cayó el beicon en mitad del camino cuando lo traía y puede que tenga algo de tierra, pero no es más que eso, y ya todos sabemos lo que es, como bien dice, y ya hemos visto que no es usted quisquilloso, pastor.
—Cierto, cierto; en absoluto –dijo Oak en tono amistoso.
—Si no deja que los dientes lleguen a juntarse, no notará para nada la arenilla. ¡Ah, qué maravilla la de cosas que se pueden hacer sin prepararlas!
—Eso mismo pienso yo, vecino.
—¡No hay duda de...

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Estilos de citas para Lejos del mundanal ruido

APA 6 Citation

Hardy, T. (2019). Lejos del mundanal ruido ([edition unavailable]). Ediciones Akal. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2043244/lejos-del-mundanal-ruido-pdf (Original work published 2019)

Chicago Citation

Hardy, Thomas. (2019) 2019. Lejos Del Mundanal Ruido. [Edition unavailable]. Ediciones Akal. https://www.perlego.com/book/2043244/lejos-del-mundanal-ruido-pdf.

Harvard Citation

Hardy, T. (2019) Lejos del mundanal ruido. [edition unavailable]. Ediciones Akal. Available at: https://www.perlego.com/book/2043244/lejos-del-mundanal-ruido-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Hardy, Thomas. Lejos Del Mundanal Ruido. [edition unavailable]. Ediciones Akal, 2019. Web. 15 Oct. 2022.