Psicoterapia breve con niños y adolescentes
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Psicoterapia breve con niños y adolescentes

Begoña Aznárez

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Psicoterapia breve con niños y adolescentes

Begoña Aznárez

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Si algo se ha demostrado imprescindible para que el ser humano crezca saludable, integrado y siendo capaz de desarrollar por completo todo su potencial, es una relación buena con sus figuras de cuidado. Entender, manejar, disfrutar y transformar esa relación es una tarea que, aunque compleja, no tiene por qué ser ingrata, ni mucho menos imposible.Padres y profesionales de la salud y la educación (profesores, psicólogos, psiquiatras, pediatras, asistentes sociales...) desarrollan, cada día, una delicada tarea con la que influyen en esa relación y la modelan. Conocer las claves para llevar a cabo esa labor de manera óptima, garantiza que los niños se conviertan en adultos seguros de sí mismos, conscientes, responsables, adaptados y felices.A lo largo de este manual, Begoña Aznárez desarrolla un modelo de trabajo en psicoterapia con niños y adolescentes que incluye una exhaustiva evaluación y una contrastada metodología de intervención, ambas enmarcadas dentro del paradigma de la psicoterapia breve. Asimismo, la autora expone su particular manera de entender el desarrollo del ser humano y lo estructura sobre un esquema que incorpora elementos imprescindibles de la teoría del apego, sistémica, intervención en trauma con EMDR, disociación, inteligencia emocional y terapias narrativas.Además, en la parte inferior de la primera página del libro, se facilita el código de acceso que le permitirá descargar, desde editorialsentir.info, y de forma totalmente gratuita, las tarjetas que representan las emociones básicas con las que se propone trabajar en el libro, diseñadas por el artista Juan Marín (Conimor).Begoña Aznárez es licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y Psicoterapeuta acreditada por la EFPA (European Federation of Psychologist's Associations). Vicepresidenta de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia desde hace más de 20 años. Especialista en Psicoterapia Breve con Niños y Adolescentes, creó su propio modelo de comprensión e intervención. Fundadora y presidenta del Instituto para el Desarrollo y la Aplicación de EMDR (IDAE). Directora de los cursos Experto en Clínica e Intervención en Trauma y Psicoterapia Breve con Niños y Adolescentes, títulos propios de la Universidad de San Jorge (Zaragoza). Codirectora del estudio clínico "Impacto del tratamiento con EMDR sobre los síntomas somáticos en pacientes con fibromialgia y trastorno de estrés postraumático".

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Información

Año
2020
ISBN
9788426729392
Edición
1
Categoría
Education

CAPÍTULO III: EL INFORME Y LA ENTREVISTA DE DEVOLUCIÓN

Teniendo en consideración todas las premisas presentadas en los dos capítulos anteriores, encaramos la redacción del informe. Lo leeremos con los padres el día que los citamos para lo que conocemos como entrevista de devolución.
Por alusiones, antes de seguir con las especificidades de la redacción del informe, permítanme que me pare a hacer una (o varias) reflexiones sobre ese momento clave que supone la sesión de devolución. Ya hemos expuesto algunas de ellas, pero, aun así, me arriesgo a repetirme por la relevancia que juzgo que tienen:
- En primer lugar, debemos sentarnos frente a los padres recordando que lo que se está poniendo sobre la mesa (el informe que hemos redactado tan concienzudamente) se ha hecho para y por el bien del chiquitín motivo de la reunión que ahí estamos desarrollando, y no para demostrar a todo el mundo lo buenos profesionales que somos. No para quedar bien con el colega que nos recomendó y, desde luego, no para darles a los padres en la cara con unos papeles que dicen que lo están haciendo todo mal, que, «si fuera mío el niño, otro gallo cantaría… porque yo lo que hago en estos casos, veréis, es muy sencillo…»
A menudo, he supervisado a otros colegas antes de una entrevista de devolución y, al trabajar las ansiedades que les despertaba ese momento (esas que les hacían vivir a la mamá o al papá tan persecutoriamente; esas que les impelían a tachar la psicoterapia infantil de imposible, tortuosa y canalla; esas que les obligaban a pertrecharse de una artillería que ni que fuese que ha estallado la tercera guerra mundial), se ha hecho evidente enseguida que, lo que estaba pasando tenía que ver con ellos mismos y su historia, y no con los papás, el niño, la psicoterapia infantil o la globalización (aunque sean temas controvertidos, de peso y nada inocentes en sí mismos…).
Así pues, toca conminar, de nuevo (ustedes me perdonarán), a todos y cada uno de los psicoterapeutas infantiles a mirarnos lo nuestro y a dejarlo fuera del despacho antes de tener esa entrevista tan trascendente con los padres.
- Además, conviene ver detrás (o, a menudo, delante) de mamá y papá una niña y un niño interno, de cada uno de ellos, que está asustado y nervioso, probablemente a la defensiva, expectante, que teme más que a un nublado lo que vamos a contarle y que está experimentando y reexperimentando tanto o más que nosotros mismos. Conviene verles y, no solo eso, sino, además, legitimar su estado emocional y empatizar. Y esto no solo por ser buenas personas, que nunca está de más, sino porque nos conviene (no está elegido el verbo al azar). Si de verdad queremos ayudar al chiquitín y, secundariamente, hacer bien nuestro trabajo y ser conocidos y reconocidos como psicoterapeutas extraordinarios, nos conviene tener a esos niños (los de los papás, repito) de nuestra parte. Y solo vamos a conseguirlo si los hemos visto, entendido y legitimado, y si no dejamos de hacerlo durante la hora que dure esa dichosa entrevista de devolución.
- Tampoco debemos desatender la necesidad de no triangular, a pesar (o precisamente por eso) de que seamos tres personas en el despacho, y vernos de repente convertidos (como ya hemos advertido anteriormente) en salvadores, víctimas o perpetradores…
¡Qué fácilmente caemos en la trampa! ¿Y por qué? Pues seguramente por todo lo que ya hemos venido exponiendo. Porque hay factores de naturaleza inconsciente, que están influyendo en estos encuentros y que a nosotros, los profesionales, no deberían escapársenos, pero que se nos escapan. Como decíamos, los padres tienen miedo y, desde ahí, es fácil que, a pesar de su aspiración consciente a ver a su hijo mejor y a resolver los conflictos familiares que se están poniendo de manifiesto, saboteen el proceso.
A su vez, nosotros podremos desear que sea de otra manera, por supuesto, (desear es siempre sano, estupendo y legitimable), pero, a menudo, insisto en que no olvidemos lo siguiente: no conviene convertir nuestros deseos en necesidades o nos veremos frente a unas metas absolutamente imposibles de alcanzar.
Podemos, entonces, desear que los papás nos lo pongan todo lo más fácil posible pero no debemos necesitarlo como condición para hacer bien nuestro trabajo. No deberíamos, entonces, aferrarnos a la tan frecuente excusa de que ellos no se han mostrado totalmente colaboradores para justificar nuestra ineficacia. Como decía Bowlby, «solo podemos interpretar la resistencia cuando hemos fracasado en nuestro intento de lograr la cooperación del paciente a través de la empatía». También decía Bowlby allá por 1968 que, «cuando no hay sintonía, los pacientes reaccionan con síntomas de desesperación y agresividad». La sintonía es clave para un buen psicodiagnóstico y es en sí misma terapéutica. Sintonicemos, pues. También con los papás, por supuesto.
Teniendo claras todas estas cuestiones, parece que ya estamos en condiciones (con toda la empatía del mundo, muy conscientes y en clara sintonía con los estados mentales de los papás y con los nuestros, pero también con la contundencia, la tranquilidad y la seguridad que nos da nuestro trabajo bien hecho y la solidez de nuestras conclusiones) de sentarnos a leer y comentar el informe.
Un momento, toca rebobinar para ir atrás en el tiempo. Recuerden que habíamos introducido la cuña de la entrevista de devolución por alusiones, pero nos disponíamos a enfrentar la redacción del informe. Hagamos un flashback y volvamos a esos momentos en los que nos encontrábamos sentados frente a todo material recogido, disponiéndonos a hacer un profundo análisis del mismo. Estábamos ya listos para redactar nuestro informe

1. EL INFORME

Circulan muchos modelos de informe clínico en los libros que nos van a resultar muy útiles como guías a la hora de desarrollar el nuestro.
La organización común a todos ellos recomienda estructurarlos más o menos así:
– Información identificativa
– Referencia y motivo de consulta
– Situación familiar y sociocultural
– Antecedentes
– Observaciones de la conducta del sujeto o grupo
– Áreas evaluadas y resultados obtenidos
– Diagnóstico o formulación diagnóstica
– Tratamiento o recomendaciones
Revisando lo incluido en capítulos anteriores, veremos que no es difícil completar lo que nos piden algunos de esos epígrafes que debe incluir nuestro informe:
– No parece que vaya a causarnos demasiado problema organizar los datos de filiación, de dónde viene referido el paciente o cuál es la situación familiar y sociocultural.
– Tampoco nos quitará el sueño la recapitulación de antecedentes, la descripción de los instrumentos utilizados en la evaluación y de las observaciones acerca del comportamiento manifestado por el niño y los papás.
– Así mismo, no será difícil describir la evolución del problema (epígrafe que considero interesante y conveniente), porque la narrativa de todos suele estar cargada de problemas.
– Pero otros puntos pueden ser más complejos, sobre todo, esos que se refieren a los resultados obtenidos, el diagnóstico y las recomendaciones. Estos puntos serán tan amplios como nuestra mirada desee abarcar. Recuerden que les hemos invitado a que lo abarque todo…
Veamos cómo abordarlo pues, si hemos recogido la información según lo sugerido en nuestro modelo de evaluación, nos encontramos en condiciones de exponer nuestras conclusiones y las indicaciones terapéuticas.
En mi opinión, el primer paso es tener claro hacia dónde nos dirigimos. Y no me refiero solo en el caso concreto sobre el que estemos trabajando en este momento, no, me refiero a saber, a tener un modelo general que nos explique, hacia dónde se dirige o debería dirigirse todo ser humano para sentirse bien. Nuestro modelo, como ya hemos venido comentando, se apoya consistentemente en la teoría del apego. Veamos muy muy brevemente hacia dónde propone dicha teoría que se dirige el ser humano.
Bowlby sostenía que la salud mental supone la gestión satisfactoria de los conflictos. Y también que la mejor manera de abordar satisfactoriamente los conflictos que nos trae la vida a diario es poseer una base segura desde la que haber aprendido a mirarnos y a mirar el mundo. Esa que nos permite generar unos modelos de interpretación y unos esquemas de funcionamiento adaptativos. Esa a la que recurrir para recomponernos en los momentos de tensión y desde donde conectar con nuestras fortalezas. Esa que nos ayuda a poner la distancia necesaria entre la experiencia interna y la externa para aprender a distinguirlas con claridad y a reflexionar sobre ellas, de manera que nos resulte posible elegir la forma de responder que consideremos más oportuna en cada momento. Porque esa es la mejor garantía de bienestar para todos.
¿En qué se traduce esto? Por parte del niño, algo así como lo siguiente:
• Un modelo de sí mismo como alguien capaz de buscar y conseguir ayuda cuando la necesita.
• Un modelo del otro, de los otros (representados fundamentalmente como mamá y papá) como alguien en quienes se puede confiar.
Ahí es nada.
A nuestro parecer, para obtener un modelo de uno mismo como alguien capaz de buscar y conseguir ayuda, debo lograr:
1. Inteligencia emocional. Solo conociendo mis emociones y las de los demás, aprendiendo a etiquetarlas correctamente, a regularlas y a expresarlas de forma adecuada voy a poder conocer y entender qué me está pasando y cómo y a quién pedir la ayuda que necesito. La inteligencia emocional es la base para ir adquiriendo…
2. Un modo adaptativo de explicar lo que sucede dentro y fuera de mí: esquemas conscientes de funcionamiento, locus de control, estilo atributivo, etc. Lo que tan poéticamente describe M. Seligman como «inmunización psicológica». Con ello, y paralelamente, irem...

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