Traducción y notas
Bibicharifa Jakimziánova y Jorge Saura
Prólogo
María Knébel
Introducción
El legado literario de Mijaíl A. Chéjov –o Michael Chéjov, como se rebautizó tras su establecimiento definitivo en Estados Unidos– es poco conocido en España, a pesar de que en la esfera de la profesión y de la enseñanza teatral se le mencione con bcoastante frecuencia. Esta aparente contradicción ha dado pie a la aparición de algunos mitos y tópicos que tal vez este libro ayude a despejar.
Lo que se sabe en España sobre la vida y la obra de Chéjov pertenece casi en su totalidad al período norteamericano, a los veinte últimos años de su vida, y aun esas dos décadas son escasamente conocidas para el actor o el lector español. Tan solo dos libros –Sobre la técnica de la actuación y Lecciones para el actor profesional– de su extensa producción literaria se han traducido a nuestro idioma. Tan solo una película –Spellbound de Alfred Hitchcock, que se tituló Recuerda en España– es fácilmente asequible de entre las más de veinte que interpretó en Hollywood. Se desconoce casi todo de su período ruso, que es el período de formación, de búsquedas, de lucha contra su propia personalidad, que desemboca en el período de madurez, el norteamericano, donde cristalizan todas las pruebas, las búsquedas espirituales y la observación del trabajo de los más importantes actores y directores europeos de su época.
Las dos autobiografías que este libro ofrece al lector abarcan ese período tan escasamente conocido del actor, director y pedagogo ruso. La primera, El camino del actor, fue un encargo de la editorial Academia y se publicó en Leningrado en 1928, cuando su autor tenía treinta y siete años y aún no había abandonado la Unión Soviética. La segunda, Vida y encuentros, fue publicada por entregas en la revista The New Review entre 1944 y 1945, a partir de un original escrito en ruso, cuando su autor ya era un prestigioso actor de cine y teatro y había creado varias escuelas en Inglaterra y Estados Unidos. Se detiene en 1935, diez años antes de su publicación, cuando Chéjov se dispone a partir hacia Estados Unidos y no dice nada de los diez años siguientes: da, pues, la impresión de ser una obra inacabada.
Las dos autobiografías van precedidas en nuestra edición por el prólogo de la edición rusa de 1984, escrito por María Knébel, una prestigiosa directora y pedagoga rusa, discípula directa de Konstantín Stanislavski y que fue también alumna de Chéjov en el Estudio dirigido por él dentro del Teatro de Arte; se trata, por lo tanto, de una gran conocedora de la actividad como actor, director y pedagogo de Mijaíl Chéjov. Tras muchos años de dificultades para que el lector ruso pudiese acceder a su obra, en 1984 se publicó una edición en dos volúmenes que contenía lo más importante de los escritos conservados en el Archivo Central Estatal de Arte y Literatura y en diversos fondos privados; la recopilación contenía documentos pertenecientes tanto a la etapa rusa como a la norteamericana y algunos de ellos se publicaban por primera vez. Cada volumen incluía una introducción de María Knébel y por eso el lector encontrará en ella algunas referencias a materiales que no están en las autobiografías.
Ambos libros se apartan del modelo característico de la autobiografía, pues su autor da constantemente saltos en el tiempo, mezcla acontecimientos de diferentes épocas y pasa sin transición, a veces en el mismo párrafo, del relato de un hecho a una reflexión personal, a la interpretación de un pensamiento filosófico o a la descripción de un recurso actoral. Ambos libros están escritos con sentido del humor, con una fina ironía con la que Chéjov parece burlarse de todo, incluido él mismo. En muchas ocasiones se relatan acontecimientos grotescos, ridículos por su absurdo desarrollo; no significa eso que él viviera en un mundo absurdo, sino que, al relatar lo que consideraba más relevante de su vida, hacía una selección de acontecimientos, quedándose con los más grotescos; Chéjov se sentía a gusto en lo grotesco: es un fiel reflejo de su personalidad y del comportamiento que observó durante años, que, según sus contemporáneos, era el de un actor genial de pensamiento caótico.
Todos cuantos conocieron a Chéjov y han dejado testimonio escrito de su relación con él coinciden en que era un actor inimitable e imprevisible, sobre todo durante el período ruso. Cuando actuaba, su ilimitada capacidad de improvisación descubría en cada función ángulos nuevos del personaje y de la obra, pero no entraba en contradicción con la dirección ni con las ideas que transmite el texto. Sin embargo, durante mucho tiempo el propio actor fue incapaz de decir qué recursos o qué procedimientos técnicos empleaba para actuar así. Si le preguntaban por qué un día había hecho una determinada acción que, a pesar de no haber sido ensayada, no contradecía el texto ni la dirección, contestaba: «No lo sé».
La respuesta era sincera. No se trataba de una pose de artista extravagante ni de una excusa para ocultar un procedimiento técnico que no quería compartir con nadie. Realmente no sabía por qué actuaba así; como mucho decía que se había dejado llevar por un impulso emocional cuya causa le resultaba desconocida. En las autobiografías pueden encontrarse varios ejemplos de situaciones en las que ocurrió algo semejante. Eso es algo que durante años llenó de desasosiego a Chéjov, pues, además de actuar, era profesor de interpretación y no conseguía transmitir de forma satisfactoria su arte a los alumnos.
Sin embargo, también se puede encontrar en las autobiografías el origen de la respuesta a las preguntas que durante años permanecieron sin responder. Chéjov era una persona que se observaba mucho a sí misma, tanto que en una etapa de su vida llegó a obsesionarse con el estudio de sus propios procesos mentales. Pero el estudio de sí mismo también le llevó a descubrir relaciones e influencias mutuas entre la creación de imágenes mentales abstractas y estados emocionales, entre sonidos y emociones, entre colores y sonidos, relaciones que con el tiempo se convertirían en el fundamento de un sistema de entrenamiento actoral muy diferente al de su maestro Stanislavski. Fue la observación de sí mismo lo que permitió a Chéjov elaborar su sistema de interpretación.
Dos personas ejercieron una gran influencia en Chéjov a la hora de encontrar respuesta a sus preguntas: el novelista Andréi Bieli y el filósofo Rudolf Steiner. De ambos escribe ampliamente el actor y pedagogo y de ambos se percibe el influjo que tuvieron sobre el pensamiento y la metodología chejoviana.
Si el lector compara estas autobiografías con los libros sobre técnica actoral escritos por Chéjov, observará que hay una clara relación entre ellos. La técnica interpretativa descrita por el actor y profesor de interpretación representa la culminación de un proceso, la madurez a la que se llega tras un prolongado período de tormentosa búsqueda, de experimentos que solo en una pequeña parte han surtido efecto.
Nada más queda por señalar, salvo desear al lector que disfrute del relato que Mijaíl Chéjov hace de su propia vida.
Jorge Saura
Acerca de Mijaíl Chéjov y su legado artístico
El lector tiene ante sí el legado artístico del gran actor ruso Mijaíl Aleksándrovich Chéjov. Para ser más exactos, aquella parte que ha quedado registrada en libros, cartas, ensayos, artículos y conferencias.
Lamentablemente la obra íntegra de un actor existe únicamente mientras está vivo. Los recuerdos de los que vieron a Chéjov en escena son más ricos y tienen más fuerza que las páginas escritas por su mano. En aquellos que experimentaron la conmoción del encuentro con el Chéjov actor, cuando lean sus libros y artículos, surgirá inevitablemente el amargo pensamiento acerca de cuán frágil y casi imposible de reconstruir es eso que llamamos el milagro del arte actoral.
Chéjov empuñaba la pluma cuando quería explicar lo que era el proceso creativo. Él (lo mismo que Stanislavski) confiaba en que es posible descifrar los misterios del arte, y por consiguiente, transmitirlos del maestro al discípulo, generación tras generación. También creía (siguiendo así una de las más importantes tradiciones de la cultura rusa) que el artista, ya sea escritor o actor, debe ser completamente sincero: en la v...