1. LA ESCUCHA
«No quiero escuchar únicamente lo que dices. Quiero sentir lo que quieres decir».
Hugh Prather en Palabras a mí mismo (2014)
EL OBLIGADO PUNTO DE PARTIDA EN LA COMUNICACIÓN ENTRE PERSONAS
Un libro sobre comunicación entre personas debe empezar enfatizando la importancia de la escucha. Es lógico: la comunicación necesita emisores y receptores y, si los receptores no reciben adecuadamente el mensaje, no hay comunicación posible.
La base y el elemento clave para comunicarnos radica en poner el foco en la habilidad de escuchar. Escuchar implica mucho más que actuar como receptor de un mensaje; es acoger, acompañar, respetar e incluso amar al otro. Un amor generoso y fácil porque, en principio, no tiene por qué comprometer emocionalmente y aporta algo positivo a quienes lo comparten y lo reciben. Émile Zola decía: «Si la gente simplemente ama a los demás solo un poco, puede ser muy feliz»; en mi opinión, la escucha puede contribuir a «ese poco de amor» que tanto va a enriquecernos.
La escucha no tiene por qué incluir un «contagio emocional»; de hacerlo, convertiría esta potencial fuente de empatía en un distanciamiento producido por la simpatía, que no tiene nada que ver con el encanto personal de una persona, sino que simboliza dicha contaminación emocional. Veamos un ejemplo para aclararlo: imaginemos a un psicólogo o a un médico llorando frente al torrente de emociones dolorosas expresadas por su paciente y pongámonos en su piel; ¿imaginas el desamparo que sentirías?
Una de las características más relevantes del tecnificado mundo que habitamos es la inmediatez. No estamos lo suficientemente mentalizados sobre la necesidad de practicar una escucha de calidad que nos ayude a entender y sentir mejor la presencia viva de los demás.
Los actuales sistemas de comunicación a distancia —telefonía móvil, redes sociales o internet— han hecho que evolucionemos nuestro nivel y capacidad de atención. Estos dispositivos reclaman la concentración que antes se prestaba mayoritariamente a un interlocutor humano presente.
Escuchar es vital para comunicarse y es un regalo para quien es escuchado.
VENTAJAS DE LA ESCUCHA
Las principales ventajas son:
- Facilita la resolución de problemas. Si son los tuyos, porque vas a obtener toda la información para encontrar su solución; si son de otro, porque haciéndole preguntas, escuchándole y consiguiendo que se escuche a sí mismo le vas a ayudar a que encuentre las claves para resolver los problemas que le afectan. La escucha es útil incluso para prevenirlos, pues al escuchar se reduce la potencial aparición de conflictos por malas interpretaciones.
- A nivel relacional, mejora las relaciones humanas e interpersonales. Escuchar es un estímulo para otros, pues hace que se sientan importantes y, además, es uno de los mayores elementos motivadores. Si buscas halagar a alguien a quien le molestan u ofenden las lisonjas, la solución está bien clara: ¡escúchale con atención y te lo meterás en el bolsillo!
- A nivel individual, permite obtener toda la información. De este modo, nos permite conocer mejor a las personas y los motivos que las mueven. Por otra parte, al escuchar se aprende de los conocimientos y percepciones del otro, por lo que se amplía el marco de referencia, cultura e intereses del que escucha.
- A nivel social, una persona que escucha con atención proyecta una poderosa imagen de respeto e inteligencia.
¿DEBEMOS ESCUCHAR A TODO EL MUNDO?
Esto dependerá de tu disposición, tu tiempo y, sobre todo, tu generosidad. Un amigo mío bromeaba diciendo: «Escuchar bien es estupendo, lo malo es que luego vienen ¡y te lo cuentan!». Cinismos y bromas aparte, lo que debería estar claro a estas alturas es que escuchar es un acto complejo que requiere actitud, concentración, entrenamiento e, indudablemente, generosidad, valentía… y tiempo. ¿Tenemos todas estas cosas?
Aprender la técnica de escuchar bien es lo más sencillo. El entrenamiento se consigue con la práctica, y entrenar la escucha resulta de gran utilidad.
La actitud y la concentración implican un acto de voluntad por parte de cada uno. Los pongo juntos porque, para escuchar bien, es necesario querer escuchar bien, y me temo que no todo el mundo está dispuesto a ello, al menos no en todas las ocasiones, lo cual es perfectamente comprensible cuando estamos sometidos a presión o a un elevado nivel de requerimiento personal.
Y esto nos conduce a abordar el tiempo. ¿Tenemos tiempo para escuchar a todo el mundo? Lo más seguro es que no. Entonces, ¿qué deberíamos hacer? Escucha a quien desees o a quien te interese. Eso sí, cuando escuches, escucha muy muy bien, adoptando la actitud de escuchar sin juzgar y, si te es posible, de aceptar a esa persona incondicionalmente —ya sabes, respetando sus opiniones y puntos de vista, aunque no estés de acuerdo con ellos—. No olvides recurrir a tu lado más zen mientras escuchas. Es sencillo: en el momento de escuchar, saca lo mejor de ti para hacerlo, regálale al otro toda tu atención y, mientras continúe la acción de escuchar, concéntrate para que no exista otra cosa en el mundo para ti aparte de escuchar a esa persona.
Si tienes un espacio de tiempo limitado, díselo de antemano, antes de empezar, por ejemplo: «Estoy apretado de tiempo y solo tengo treinta minutos para escucharte. ¿Te parece suficiente o buscamos otro momento?». Si acepta, escucha como el mejor esa media hora.
OÍR VERSUS ESCUCHAR. ¿QUÉ SIGNIFICA ESCUCHAR?
La primera acepción del Diccionario de la Real Academia para el término escuchar es «Prestar atención a lo que se oye», una atención cuya gran diferencia es el hecho de diferenciarse con lo que se entiende por oír. Sin embargo, consultando la RAE de nuevo, la primera acepción del verbo oír es «Percibir con el oído los sonidos».
Por otra parte, en inglés, la separación entre listen y hear es muy rígida; sin embargo, en latín se confundían ambos conceptos (audire y auscultare) y, quizá por eso, la confusión entre ambos viene de antiguo en nuestro idioma. Así, utilizamos expresiones y palabras derivadas de nuestra raíz idiomática que implican cierta imprecisión, como «auditor», «audiencia», «oyente» o «derecho a ser oído».
6 NIVELES DE ESCUCHA
Escuchar implica muchísimo más que oír. Según el nivel de atención prestado durante el acto de escucha, podemos distinguir seis niveles.
1. «Esperar el turno de hablar yo», es decir, «ni caso de atención y a ver si te callas para que hable yo». Esto, además de la falta de atención, incluye una ofensiva falta de respeto. Por desgracia, podemos incurrir en esta actitud con más frecuencia de la que nos damos cuenta.
2. «Oír» significaría «te escucho, pero te ignoro», una actitud igualmente mala o, cuando menos, insuficiente, suponiendo que haya una expectativa de atención por parte del interlocutor.
3. Escucha parcial, es decir, «hago como si te escuchara», lo que supone una atención intermedia. El interlocutor lo nota y probablemente lo padece. Se traduce en la mirada perdida del escuchante o en su atención puesta en algo ajeno a la conversación, como un ordenador, un teléfono móvil o un texto.
4. Escucha selectiva, es decir, o bien se escuchan correctamente solo aquellas partes de la conversac...