Rituales cotidianos
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Rituales cotidianos

Las artistas en acciĂłn

Mason Currey

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  1. 368 pages
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Rituales cotidianos

Las artistas en acciĂłn

Mason Currey

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À propos de ce livre

Aislarse por completo o celebrar fiestas multitudinarias, recurrir a los estupefacientes o a la vida saludable, renunciar a los hijos o dejar que pululen por el estudio... Los modos de enfrentarse a la creación son innumerables, como refleja el irónico y sagaz testimonio de las protagonistas de este libro.Pintoras, compositoras, escultoras, científicas, cineastas e intérpretes revelan las pequeñas y grandes decisiones que tuvieron que tomar en su vida cotidiana. Nos muestran cómo han logrado vencer los obståculos que afronta cualquier artista, pero también los que tenían por el hecho de ser mujeres: la conciliación familiar, la presión social o la intendencia del hogar.Aparecen, entre otras, Pina Bausch, Nina Simone, Diane Arbus, Louisa May Alcott, Dorothy Parker, Grace Paley, Marlene Dietrich, Susan Sontag, Marie Curie, Virginia Woolf, Emily Dickinson, Patti Smith, Joan Didion...

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Informations

Éditeur
Turner
Année
2020
ISBN
9788417866839
Sujet
Art
vi
UN GLOBO AEROSTÁTICO, UNA NAVE ESPACIAL, UN SUBMARINO, UN ARMARIO
susan sontag1 (1933-2004)
“Llega un punto en que uno tiene que elegir entre la Vida y el Proyecto”,2 afirmĂł Sontag en una entrevista de 1978. Y nunca tuvo ninguna duda sobre cuĂĄl era la mejor opciĂłn para ella. Desde que descubriĂł la colecciĂłn de libros Modern Library de niña mientras curioseaba en una papelerĂ­a de Tucson (Arizona), Sontag decidiĂł escapar de “esa larga sentencia de prisiĂłn que era mi infancia”3 para entrar en el mundo de los escritores e intelectuales que idolatraba. “Nunca pensĂ© que serĂ­a incapaz de llevar el tipo de vida que querĂ­a –explicĂł años mĂĄs tarde–. Nunca pensĂ© que habrĂ­a algo que pudiera detenerme [
]. Yo lo veĂ­a todo muy simple: el motivo por el cual la gente con metas y aspiraciones no llega a realizar lo que habĂ­a soñado de joven es que se rinde. Y pensĂ©, bueno, pues yo no me voy a rendir”.4
Sontag no malgastĂł casi ningĂșn minuto en no perseguir sus metas. Se graduĂł en el instituto a los quince años, entrĂł en la University of Chicago a los diecisĂ©is, se casĂł a los diecisiete y dio a luz a un hijo tan solo un año y medio mĂĄs tarde. Su marido era un profesor de sociologĂ­a once años mayor que ella y le propuso matrimonio diez dĂ­as despuĂ©s de conocerla. Aunque al principio Sontag estaba entusiasmada con su vida entre los intelectuales de la universidad, su matrimonio carecĂ­a de pasiĂłn, por lo que en 1959 decidiĂł separarse y mudarse con su hijo de siete años a Nueva York para empezar de cero. A pesar de tener poco dinero, Sontag rechazĂł la pensiĂłn alimenticia y aceptĂł un trabajo temporal en el periĂłdico Commentary, y mĂĄs tarde una serie de puestos como profesora. En pocos años, ya tenĂ­a una novela publicada y estaba escribiendo los ensayos con los que lograrĂ­a hacerse un nombre.
En gran medida el Ă©xito de Sontag se debĂ­a a su inagotable energĂ­a. Desde el momento en que puso un pie en Nueva York quiso leer todos los libros, ver todas las pelĂ­culas, ir a todas las fiestas y participar en todas las conversaciones. Un amigo recuerda, medio en broma, que “veĂ­a veinte pelĂ­culas japonesas y leĂ­a cinco novelas francesas a la semana”;5 otro dijo que, para Sontag, “tener como objetivo un libro al dĂ­a no era demasiado”.6 Su hijo, David Rieff, mĂĄs tarde escribiĂł: “Si tuviera que escoger una palabra que describiera cĂłmo estaba en el mundo, esa serĂ­a avidez. No habĂ­a nada que no deseara ver, hacer o conocer”.7 La propia Sontag reconocĂ­a su avidez: “MĂĄs que nunca –y de nuevo– vivo la vida como una cuestiĂłn de niveles de energĂ­a”,8 escribiĂł en su diario en 1970, y unos pĂĄrrafos mĂĄs adelante añadiĂł: “Lo que quiero: energĂ­a, energĂ­a, energĂ­a. Dejad de querer nobleza, serenidad, sabidurĂ­a, ÂĄidiotas!”.9
La curiosidad imparable de Sontag la ayudĂł a llenar densamente sus escritos de referencias y a dar ese aire inconfundible de autoridad, pero tambiĂ©n era precisamente lo que le impedĂ­a sentarse a escribir. Aunque estaba convencida de que lo mejor era escribir un poco cada dĂ­a, Sontag nunca fue capaz de lograrlo. En vez de eso, escribĂ­a en “periodos muy largos, intensos y obsesivos”10 de dieciocho o veinticuatro horas, a menudo motivados por una fecha lĂ­mite que habĂ­a estado ignorando completamente, pero que al final no podĂ­a seguir ignorando. ParecĂ­a necesitar que la presiĂłn se acumulara hasta niveles casi intolerables hasta ponerse finalmente a escribir, sobre todo porque para ella el proceso de escritura era increĂ­blemente difĂ­cil. “No soy en absoluto el tipo de autora que escribe con facilidad y rapidez, y que luego tan solo tiene que corregir un poco o hacer cuatro cambios –confesĂł en 1980–. Mi proceso de escritura es extremamente minucioso y difĂ­cil, y el primer borrador suele ser horrible”.11 SegĂșn dijo, para ella la parte mĂĄs complicada era terminar ese primer borrador. Una vez conseguĂ­a escribirlo, ya tenĂ­a algo sobre lo que seguir trabajando, y entonces se ponĂ­a a reescribir repetidamente, llegando a elaborar entre diez y veinte borradores, por lo que con frecuencia necesitaba meses para terminar un solo ensayo. A medida que pasaron los años se fue volviend...

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