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UN GLOBO AEROSTĂTICO, UNA NAVE ESPACIAL, UN SUBMARINO, UN ARMARIO
susan sontag (1933-2004)
âLlega un punto en que uno tiene que elegir entre la Vida y el Proyectoâ, afirmĂł Sontag en una entrevista de 1978. Y nunca tuvo ninguna duda sobre cuĂĄl era la mejor opciĂłn para ella. Desde que descubriĂł la colecciĂłn de libros Modern Library de niña mientras curioseaba en una papelerĂa de Tucson (Arizona), Sontag decidiĂł escapar de âesa larga sentencia de prisiĂłn que era mi infanciaâ para entrar en el mundo de los escritores e intelectuales que idolatraba. âNunca pensĂ© que serĂa incapaz de llevar el tipo de vida que querĂa âexplicĂł años mĂĄs tardeâ. Nunca pensĂ© que habrĂa algo que pudiera detenerme [âŠ]. Yo lo veĂa todo muy simple: el motivo por el cual la gente con metas y aspiraciones no llega a realizar lo que habĂa soñado de joven es que se rinde. Y pensĂ©, bueno, pues yo no me voy a rendirâ.
Sontag no malgastĂł casi ningĂșn minuto en no perseguir sus metas. Se graduĂł en el instituto a los quince años, entrĂł en la University of Chicago a los diecisĂ©is, se casĂł a los diecisiete y dio a luz a un hijo tan solo un año y medio mĂĄs tarde. Su marido era un profesor de sociologĂa once años mayor que ella y le propuso matrimonio diez dĂas despuĂ©s de conocerla. Aunque al principio Sontag estaba entusiasmada con su vida entre los intelectuales de la universidad, su matrimonio carecĂa de pasiĂłn, por lo que en 1959 decidiĂł separarse y mudarse con su hijo de siete años a Nueva York para empezar de cero. A pesar de tener poco dinero, Sontag rechazĂł la pensiĂłn alimenticia y aceptĂł un trabajo temporal en el periĂłdico Commentary, y mĂĄs tarde una serie de puestos como profesora. En pocos años, ya tenĂa una novela publicada y estaba escribiendo los ensayos con los que lograrĂa hacerse un nombre.
En gran medida el Ă©xito de Sontag se debĂa a su inagotable energĂa. Desde el momento en que puso un pie en Nueva York quiso leer todos los libros, ver todas las pelĂculas, ir a todas las fiestas y participar en todas las conversaciones. Un amigo recuerda, medio en broma, que âveĂa veinte pelĂculas japonesas y leĂa cinco novelas francesas a la semanaâ; otro dijo que, para Sontag, âtener como objetivo un libro al dĂa no era demasiadoâ. Su hijo, David Rieff, mĂĄs tarde escribiĂł: âSi tuviera que escoger una palabra que describiera cĂłmo estaba en el mundo, esa serĂa avidez. No habĂa nada que no deseara ver, hacer o conocerâ. La propia Sontag reconocĂa su avidez: âMĂĄs que nunca ây de nuevoâ vivo la vida como una cuestiĂłn de niveles de energĂaâ, escribiĂł en su diario en 1970, y unos pĂĄrrafos mĂĄs adelante añadiĂł: âLo que quiero: energĂa, energĂa, energĂa. Dejad de querer nobleza, serenidad, sabidurĂa, ÂĄidiotas!â.
La curiosidad imparable de Sontag la ayudĂł a llenar densamente sus escritos de referencias y a dar ese aire inconfundible de autoridad, pero tambiĂ©n era precisamente lo que le impedĂa sentarse a escribir. Aunque estaba convencida de que lo mejor era escribir un poco cada dĂa, Sontag nunca fue capaz de lograrlo. En vez de eso, escribĂa en âperiodos muy largos, intensos y obsesivosâ de dieciocho o veinticuatro horas, a menudo motivados por una fecha lĂmite que habĂa estado ignorando completamente, pero que al final no podĂa seguir ignorando. ParecĂa necesitar que la presiĂłn se acumulara hasta niveles casi intolerables hasta ponerse finalmente a escribir, sobre todo porque para ella el proceso de escritura era increĂblemente difĂcil. âNo soy en absoluto el tipo de autora que escribe con facilidad y rapidez, y que luego tan solo tiene que corregir un poco o hacer cuatro cambios âconfesĂł en 1980â. Mi proceso de escritura es extremamente minucioso y difĂcil, y el primer borrador suele ser horribleâ. SegĂșn dijo, para ella la parte mĂĄs complicada era terminar ese primer borrador. Una vez conseguĂa escribirlo, ya tenĂa algo sobre lo que seguir trabajando, y entonces se ponĂa a reescribir repetidamente, llegando a elaborar entre diez y veinte borradores, por lo que con frecuencia necesitaba meses para terminar un solo ensayo. A medida que pasaron los años se fue volviend...