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Rosa Parks
Mi historia
Rosa Parks, Jim Haskins
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Rosa Parks
Mi historia
Rosa Parks, Jim Haskins
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"De lo Ășnico que estaba cansada era de rendirme."El 1 de diciembre de 1955, Rosa Parks se negĂł a ceder su sitio a un hombre blanco en un bus segregado, provocando el boicot de los autobuses de Montgomery (Alabama). Un año despuĂ©s, cuando ÂŹ finalmente este terminĂł, la segregaciĂłn en los buses fue declarada inconstitucional, el movimiento por los derechos civiles se convirtiĂł en una causa nacional y Rosa Parks perdiĂł su trabajo. Pero hay mucho mĂĄs de esta historia que no conocemos, y que va mĂĄs allĂĄ de un acto de desobediencia. Recurriendo a un lenguaje sencillo y conmovedor, Rosa Parks narra su papel crucial en la lucha por la igualdad de los norteamericanos.Su dedicaciĂłn fue inspiradora; su lucha, inolvidable.
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BiografĂas histĂłricas1. El principio
Una tarde, a principios de diciembre de 1955, estaba sentada en la primera fila de asientos para personas de color en un autobĂșs de Montgomery, Alabama. Los blancos ocupaban la secciĂłn blanca. Subieron mĂĄs personas blancas y todos los asientos de la secciĂłn blanca quedaron ocupados. Cuando eso sucedĂa, nosotros, los negros, debĂamos ceder nuestros asientos a los blancos. Pero no me movĂ. El conductor, blanco, me dijo: «Deja libre esa primera fila». No me levantĂ©. Estaba cansada de ceder ante los blancos.«HarĂ© que te arresten», me dijo el conductor.«SĂ, puede hacerlo», respondĂ yo.Llegaron dos policĂas y preguntĂ© a uno de ellos por quĂ© nos trataban asĂ.«No lo sĂ©, pero la ley es la ley y estĂĄs arrestada», respondiĂł.
Durante la mitad de mi vida, en el sur estadounidense hubo leyes y costumbres que mantenĂan a los afroamericanos segregados de los caucĂĄsicos y que permitĂan a los blancos tratar a los negros con total falta de respeto. Siempre lo considerĂ© injusto e intentĂ© protestar contra ello desde niña. Sin embargo, era muy difĂcil hacer nada contra la segregaciĂłn y el racismo cuando los blancos contaban con el respaldo de la ley.
TenĂamos que cambiar la ley de alguna manera. Y, para conseguirlo, necesitĂĄbamos que un nĂșmero suficiente de blancos se pusieran de nuestra parte. Cuando me neguĂ© a ceder mi asiento en el autobĂșs de Montgomery, no tenĂa la menor idea de que ese pequeño acto contribuirĂa a poner fin a las leyes de segregaciĂłn en el sur. Lo Ășnico que sabĂa era que estaba cansada de que me maltrataran. Era una persona normal, tan vĂĄlida como cualquier otra. A lo largo de mi vida, unas cuantas personas blancas me habĂan tratado como una persona normal, por lo que conocĂa la sensaciĂłn. HabĂa llegado el momento de que el resto de personas blancas me trataran de esa misma manera.
Uno de mis primeros recuerdos de infancia es oĂr hablar a mi familia acerca de la extraordinaria ocasiĂłn en la que un hombre blanco me habĂa tratado como a una niña pequeña normal en lugar de como a una niña pequeña negra. Fue justo despuĂ©s de la Primera Guerra Mundial, hacia 1919. TenĂa unos cinco o seis años de edad y Moses Hudson, el propietario de la plantaciĂłn junto a nuestras tierras en Pine Level, Alabama, vino de visita desde la ciudad de Montgomery y se detuvo frente a nuestra casa. VenĂa acompañado de su yerno, un soldado del norte. Vinieron a ver a mi familia. En aquella Ă©poca, los del sur llamĂĄbamos yanquis a los del norte. El soldado yanqui me acariciĂł la cabeza y dijo que era una niña monĂsima. Luego, esa misma tarde, mi familia conversĂł acerca de cĂłmo el soldado yanqui me habĂa tratado como a una niña mĂĄs, no como a una niña negra. En aquel entonces, en el sur, los blancos no trataban a los niños negros igual que a los niños blancos y el modo en que el soldado yanqui me habĂa tratado incomodĂł enormemente a Moses Hudson. Mi abuelo dijo que el rostro se le habĂa encendido como un carbĂłn ardiendo y estallĂł en carcajadas.
CrecĂ en la casa de mis abuelos, en Pine Level, en el condado de Montgomery, cerca de Montgomery, Alabama. Toda la familia de mi madre, Leona Edwards, procedĂa de Pine Level. Mi padre era de Abbeville, Alabama. Se llamaba James McCauley y era un carpintero y albañil especialmente hĂĄbil en la construcciĂłn con ladrillo y piedra.
El cuñado de mi padre, el reverendo Dominick, estaba casado con mi tĂa Addie y era el pastor de la Iglesia Episcopal Metodista Africana Sion de Pine Level y fue allĂ donde mi padre conociĂł a mi madre, que era maestra. Se casaron tambiĂ©n allĂ, en Pine Level, el 12 de abril de 1912. Ambos tenĂan veinticuatro años.
Una vez casados, se trasladaron a Tuskegee, Alabama. AllĂ estaba el Instituto Tuskegee, que Booker T. Washington habĂa fundado en 1881 como una escuela para negros. Mis padres vivĂan cerca. Tanto los lĂderes blancos como los negros consideraban la ciudad de Tuskegee un modelo de buenas relaciones raciales, y es posible que ese fuera el motivo por el que mi padre se quiso mudar allĂ. AdemĂĄs, en el condado de Macon, Alabama, abundaba el empleo en la construcciĂłn. Mi madre empezĂł a trabajar como maestra.
No tardaron demasiado en empezar una familia. NacĂ el 4 de febrero de 1913 en Tuskegee y me llamaron Rosa, por Rose, mi abuela materna. Mi madre tenĂa unos veinticinco años cuando nacĂ, pero siempre dijo que no estaba preparada para ser madre. Supongo que lo pasĂł mal, porque mi padre trabajaba construyendo casas en distintos lugares y la dejaba sola durante mucho tiempo. Cuando nacĂ, se vio obligada a dejar de dar clases y siempre hablaba de lo triste que habĂa estado, embarazada y sin conocer a casi nadie. En aquella Ă©poca, las embarazadas no salĂan, no paseaban ni se relacionaban como hacen ahora. Se quedaban en casa. Mi madre explicaba que se pasĂł gran parte del embarazo llorando, acongojada y sin saber cĂłmo se las arreglarĂa ni quĂ© harĂa, porque no sabĂa cĂłmo cuidar a un bebĂ©.
Entonces nacĂ. Fui una niña enfermiza y pequeña para mi edad. Es muy probable que a mi madre le costara cuidar de mĂ. AdemĂĄs, el hermano pequeño de mi padre vino a vivir con nosotros, asĂ que era otra persona para la que cocinar y lavar. Mi tĂo Robert tambiĂ©n era carpintero y se habĂa matriculado en clases de carpinterĂa y albañilerĂa en el Instituto Tuskegee. Sin embargo, mi madre siempre dijo que el tĂo Robert ya sabĂa tanto acerca de lo que intentaban enseñarle que era Ă©l quien acababa enseñando a los maestros. Cada vez que le enseñaban un plano de construcciĂłn, decĂa: «No, creo que deberĂamos hacerlo de este otro modo». Lo hacĂan del modo que habĂa sugerido y salĂa bien. No fue alumno del Instituto Tuskegee durante demasiado tiempo.
Tengo fotografĂas de las casas que construyeron mi padre y mi tĂo. Eran preciosas. Creo que aprendieron de su padre. Ciertamente, no aprendieron nada en Tuskegee.
Sin embargo, Tuskegee seguĂa siendo el mejor sitio en Alabama para que los afroamericanos pudieran estudiar y mi madre se querĂa quedar allĂ. Su idea era que mi padre trabajara en el Instituto Tuskegee. En aquella Ă©poca, los maestros recibĂan casas, para que tuvieran un lugar donde vivir. Los otros hijos que pudieran tener, y yo misma, tendrĂamos la oportunidad de estudiar en el instituto. En aquel entonces, los niños negros en el sur apenas tenĂan posibilidad de acceder a la educaciĂłn. Sin embargo, mi padre no estuvo de acuerdo con la idea. QuerĂa seguir trabajando en la construcciĂłn y ganar mĂĄs dinero. Mi madre y Ă©l no estaban de acuerdo en sus planes de futuro.
Mi padre decidiĂł que no se querĂa quedar en Tuskegee. QuerĂa volver con su familia, a Abbeville. Y mi madre no tuvo mĂĄs remedio que ir con Ă©l.
AsĂ que nos fuimos a Abbeville, para vivir con la familia de mi padre. Era una familia muy numerosa, con muchos niños. Mi abuela habĂa empezado a tener hijos pronto y no parĂł durante mucho tiempo. Cuando nacĂ, el hermano mĂĄs pequeño de mi padre, George Gaines McCauley, tenĂa ocho años. SolĂa decirme que al principio tuvo celos de mĂ, porque llevaba ocho años siendo el bebĂ© de la familia y no le gustaba en absoluto que ahora lo fuera yo. Sin embargo, a medida que fui creciendo le fui gustando mĂĄs.
Mi joven tĂo George me explicĂł todo lo que sĂ© acerca de mi familia paterna. Me dijo que no se sabĂa quiĂ©n habĂa sido el abuelo de mi padre y que alguien habĂa comentado que habĂa sido uno de los soldados yanquis que lucharon en el sur durante la guerra de SecesiĂłn. La abuela de mi padre era una esclava y tenĂa sangre india o algo asĂ. Es todo lo que sĂ©. Si mi madre sabĂa algo mĂĄs, no me lo explicĂł nunca. Creo que sentĂa que no era tan compatible con su familia polĂtica como tendrĂa que haberlo sido.
Aunque creo que mi madre dio algunas clases en Abbeville, no se quedĂł allĂ demasiado tiempo. Mi padre decidiĂł viajar al norte y mi madre no quiso quedarse en casa de su familia si Ă©l no estaba. Para entonces ya estaba embarazada de mi hermano y decidiĂł volver a casa de sus padres, que tenĂan una pequeña granja en Pine Level y estaban solos despuĂ©s de que su sobrina, a la que habĂan criado, se hubiera casado y marchado. Mi madre explicaba que pensĂł en la casa de Abbeville, con una madre, un padre y muchos niños, y en sus padres, que no tenĂan a nadie. AsĂ que hizo las maletas y se fue a vivir con ellos.
Mi madre me llevĂł a vivir con sus padres en Pine Level, Alabama, cuando aĂșn era muy pequeña. Mi padre se reuniĂł con nosotros mĂĄs adelante y vivimos todos juntos, como una familia, hasta que yo tuve dos años y medio. Se fue de Pine Level para buscar trabajo y no volvĂ a verlo hasta que tuve cinco años. Se quedĂł con nosotros unos dĂas y volviĂł a irse. Cuando volvĂ a ver a mi padre, ya era adulta y estaba casada.
Mis padres nunca volvieron a estar juntos. Les resultaba imposible coordinar sus vidas, porque Ă©l querĂa viajar y ella querĂa un hogar permanente.
Tengo unos recuerdos muy claros de los padres de mi madre. De hecho, mi primer recuerdo es de una vez que mi abuelo me llevĂł al mĂ©dico para que me examinara la garganta. Tuve amigdalitis crĂłnica durante toda mi infancia, pero esto fue cuando aĂșn era muy pequeña. No podĂa tener mucho mĂĄs de dos años y medio, porque es la Ășnica vez que recuerdo ser la Ășnica niña en casa. Mi madre no fue, creo que se encontraba mal (tuvo que ser justo antes de que naciera mi hermano). Mi abuelo me llevĂł a una tienda, porque no habĂa consultorio mĂ©dico. Me sentĂł en el mostrador y recuerdo que llevaba un abriguito de terciopelo rojo y un bonete. El mĂ©dico me pidiĂł que abriera la boca y la abrĂ; recuerdo que seguĂ todas sus instrucciones sin rechistar. Todo el mundo se quedĂł asombrado de que, siendo tan pequeña, no diera el menor problema. AbrĂ la boca y me introdujo algo (una cuchara o algo parecido, creo) para mantener la lengua abajo. Cuando mi abuelo me llevĂł de vuelta a casa, les explicĂł a mi madre y a mi abuela lo bien que me habĂa portado. Es lo primero que puedo recordar acerca de mĂ. Siempre me gustĂł que me elogiaran, por trivial que fuera el motivo. Que mi abuelo pensara que era una niña tan buena me hizo feliz.
AprendĂ mucho acerca de la historia de la familia de mi madre mientras vivĂ en casa de mis abuelos. Mi bisabuelo, el padre de mi abuela, se apellidaba Percival. Era un joven irlandĂ©s-escocĂ©s que habĂa llegado a los Estados Unidos en barco. Era blanco, pero no era libre.
En aquel entonces, en Europa, a veces los blancos pobres eran criados ligados por contrato. Firmaban un acuerdo por el que, a cambio del pasaje a AmĂ©rica, se comprometĂan a trabajar para alguien durante un nĂșmero determinado de años. Durante esos años carecĂan de derechos y podĂan ser tratados como esclavos.
Mi bisabuelo llegĂł a los Estados Unidos por el puerto de Charleston, Carolina del Sur, y de ahĂ lo llevaron a Alabama para que trabajara para una familia, los Wright, en Pine Level. No le cambiaron el apellido de Percival, que imagino que trajo consigo de su paĂs. Esa era una de las diferencias entre los esclavos negros y los criados blancos ligados por contrato. Por lo general, los esclavos negros no podĂan conservar sus nombres y tenĂan que llevar el que les pusieran sus propietarios.
Se casĂł con Mary Jane Nobles, de ascendencia africana y sin antepasados blancos. Era esclava y matrona y ayudaba en los partos y a cuidar de los bebĂ©s. Se casaron y tuvieron tres hijos, dos niñas y un niño, antes de que el presidente Abraham Lincoln decretara la libertad. Sus otros seis hijos nacieron libres. Mi abuela Rose era su hija mayor y tenĂa cinco años cuando la guerra de SecesiĂłn terminĂł con la victoria de la UniĂłn sobre los Estados Confederados.
Mi abuela me explicó que, antes de que llegaran los soldados de la Unión, los propietarios de las plantaciones hicieron que los esclavos cavaran zanjas en las que enterraron sus posesiones mås valiosas (vajillas, plata y joyas). Entonces, ordenaron que los niños esclavos mås pequeños se sentaran a jugar sobre la tierra recién removida, para asentarla.
El fin de la guerra trajo consigo el fin de la esclavitud, pero muchos de los antiguos esclavos permanecieron donde estaban. No sabĂan adĂłnde ir y no querĂan abandonar sus hogares. Mis bisabuelos se quedaron en su pequeña cabaña de troncos en la tierra de los Wright y siguieron trabajando par...