INTRODUCCIĂN
LA ELEVACIĂN ES EL TEMA DE LA GRACIA, un don sobrenatural muy grande otorgado por Dios al hombre. Este es un amplio tema que aparece tanto en la Sagradas Escrituras como en la TradiciĂłn y el Magisterio de la Iglesia, que resumiremos brevemente. Luego se indicarĂĄ cĂłmo lo describe Polo.
a) La gracia en las Sagradas Escrituras
La palabra âgraciaâ se emplea de muchas maneras en el texto sagrado. Por una parte, se usa abundantemente en el sentido de âdar gracias a Diosâ, serle agradecido por los dones recibidos. Por otra, se emplea para designar âel haber hallado gracia a los ojos de alguienâ, en especial, âde Diosâ. Asimismo, se entiende como âdon recibido de Diosâ. Si nos centramos en esta Ășltima acepciĂłn, enseguida se ve en los relatos bĂblicos que los favores divinos a los hombres son de dos tipos: sensibles y espirituales.
Entre los primeros estĂĄ la protecciĂłn divina a la vida de sus fieles frente a los enemigos, ante situaciones adversas para la supervivencia, curaciones de enfermedades, lesiones, muerte, e incluso la resurrecciĂłn del cuerpo. El mismo Cristo hizo muchos milagros en este sentido. Los segundos, los dones divinos espirituales, aunque no son directamente visibles, son mĂĄs relevantes que los primeros, pues de ellos se dice que âtu gracia vale mĂĄs que la vidaâ. Ps., LXIII, 4; tambiĂ©n son de no menos tipos que los sensibles: perdĂłn de los pecados, bendiciones, dones permanentes como la filiaciĂłn divina sobrenatural, dones actuales como el caer en la cuenta de algo que antes no se veĂa, etc..
En algunos textos bĂblicos se distingue la gracia de la gloria, aunque suelen ir unidas: âEl Señor da la gracia y la gloriaâ. Ps., LXXXIV, 12, lo cual indica que dentro de los dones inmateriales los puede haber de dos clases: âespirituales y celestialesâ, lo que da pie a distinguir entre gracia creada e increada (EspĂritu Santo). De los santos de Dios se dice que estĂĄn en su gracia. Pero sĂłlo de una criatura, MarĂa, se declara que es âllena de graciaâ en este tipo de dones, pues, aunque tambiĂ©n se dice que Cristo es âlleno de gracia y de verdadâ, Ă©l no es criatura. Precisamente por esa plenitud, Cristo otorga a los demĂĄs âgracia sobre graciaâ, y derivadamente, la otorga Santa MarĂa.
En cuanto a la Ăndole de la gracia creada de corte permanente, se ve claro que esta no es algo accidental o perifĂ©rico, sino que seguramente incide en el acto de ser personal humano. El texto de san Pablo en el que el apĂłstol de las gentes declara âpor la gracia de Dios soy lo que soyâ es bastante indicativo al respecto, pues habla de âserâ, no de âtenerâ. Por tanto, si bien parece correcto decir que tal gracia âes habitualâ, sin embargo, caracterizar dicha gracia creada como un âhĂĄbitoâ no parece preciso, porque en rigor los hĂĄbitos âcomo su nombre indicaâ son del orden del âtenerâ, no del âserâ. Es claro que en nosotros son del orden del tener los hĂĄbitos adquiridos de la inteligencia y las virtudes de la voluntad, asĂ como los hĂĄbitos innatos. Todos ellos son naturales, no sobrenaturales. Pero si bien âcomo veremosâ hay gracias sobrenaturales que inciden sobre ellos (ej. los dones del EspĂritu Santo), no todos son asĂ, porque otros indicen directamente en el acto de ser personal humano (ej. las virtudes teologales), y a estos no se los puede caracterizar como un âtenerâ, porque la persona tampoco lo es, ya que es un âacto de serâ. MĂĄs aĂșn, si todas las gracias fuesen âtenenciasâ, no se podrĂa hablar del EspĂritu Santo como de âgracia increadaâ, porque obviamente la Tercera Persona de la Trinidad no es âtenerâ alguno, sino âserâ. En cualquier caso, como Polo no trata de este asunto, dejaremos este tema a la discusiĂłn de los expertos.
b) Los tratados clĂĄsicos sobre la gracia y el Catecismo de la Iglesia CatĂłlica
Los tratados sobre la gracia son abundantes en la historia del cristianismo. AsĂ, de entre los clĂĄsicos se pueden mencionar algunos lugares en los que TomĂĄs de Aquino trata de ella, por ejemplo, en las Cuestiones Disputadas sobre la Verdad, dedicĂĄndole una cuestiĂłn y en la primera parte de la Suma TeolĂłgica, dedicĂĄndole cinco cuestiones. El enfoque tomista de este estudio fue secundado posteriormente sobre todo por diversos autores de la Escuela de Salamanca e incluso recientes. Son asimismo numerosos los actuales manuales sobre la gracia, asĂ como los libros de espiritualidad que versan sobre este tema. Demorarnos en su estudio y comparaciĂłn con lo que Polo entiende por âgraciaâ serĂa excesivo.
En consecuencia, parece mejor indicar brevemente quĂ© entiende el Catecismo de la Iglesia CatĂłlica por âgraciaâ, porque este documento del Magisterio es muy claro y sintĂ©tico al respecto. AsĂ, luego, cuando se describa quĂ© entiende Polo por este don divino, se podrĂĄ apreciar mejor su sintonĂa con lo que se dice en este compendio de la doctrina catĂłlica. En primer lugar, hay que indicar que el Catecismo atribuye la gracia al EspĂritu Santo y que esta tiene dos vertientes, el perdĂłn y la elevaciĂłn: âLa gracia del EspĂritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos la justicia de Dios por la fe en Jesucristo (Rom., III, 22) y por el Bautismo (cfr. Rom., VI, 3-4)â. SĂ, el perdĂłn o la justificaciĂłn es la primera gracia del EspĂritu Santo, justificaciĂłn que âestablece la colaboraciĂłn entre la gracia de Dios y la libertad del hombreâ. En segundo lugar añade que la gracia es la elevaciĂłn de la persona humana: âLa gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf. Jn., I, 12-18), hijos adoptivos (cf. Rom., VIII, 14-17), partĂcipes de la naturaleza divina (cf. II P 1, 3-4), de la vida eterna (cf. Jn., XVII, 3)â. Esto Ășltimo se expresa en el nĂșmero siguiente del Catecismo: âLa gracia es una participaciĂłn en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitariaâ.
Seguidamente dicho documento explicita que tal participaciĂłn en la vida divina equivale a la vocaciĂłn, y que âesta vocaciĂłn a la vida eterna es sobrenaturalâ. Indica asimismo que âla gracia santificante es un don habitual, una disposiciĂłn estable y sobrenaturalâ, lo cual no significa que sea un âhĂĄbitoâ. AsĂ distingue la gracia habitual de las actuales, y mĂĄs abajo, de la de estado. En sĂntesis, y en primer lugar, hay que recordar que âla gracia es, ante todo y principalmente, el don del EspĂritu Santo que nos justifica y nos santificaâ: se trata de la gracia increada. âPero la gracia comprende tambiĂ©n âañade el mismo puntoâ los dones que el EspĂritu Santo nos concede para asociarnos a su obraâ, y en este ĂĄmbito se alude a la gracia de los sacramentos, de los carismas, y de los demĂĄs dones y frutos que nos otorga la Tercera Persona divina. De todo ello se tratarĂĄ seguidamente siguiendo los textos de Leonardo Polo.
c) Añadidos polianos
Lo que Polo añade al planteamiento precedente se puede resumir en esta expresión: precisión al radicar los diversos dones divinos en cada una de las distintas dimensiones humanas. Esto quier...