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Los yanquis en MĂ©xico
Guillermo Prieto
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Los yanquis en MĂ©xico
Guillermo Prieto
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Este cuaderno reĂșne dos de los artĂculos que Guillermo Prieto escribiĂł para los Apuntes sobre la guerra con los Estados Unidos y con una crĂłnica acerca de cĂłmo se portaron heroicamente los "pelados" de la ciudad durante la invasiĂłn estadunidense en 1847, la cual culminĂł, en su aspecto militar, con la toma de la Ciudad de MĂ©xico por las tropas que comandaba el general Winfield Scott.
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Mexican HistoryEL MOLINO DEL REY
El general Scott, en el parte oficial que dio al gobierno de los Estados Unidos, asienta que el armisticio fue roto por parte del general Santa Anna, mandando hacer en la ciudad y sus inmediaciones obras de fortificaciĂłn. Nosotros, como el gobierno de la Ă©poca, creemos que por parte de los americanos no se guardĂł la buena fe debida, y que, enorgullecidos con sus triunfos y no queriendo desperdiciar la oportunidad que se les presentaba de acabar, como ellos decĂan, la conquista de los palacios de los Moctezumas, se preparaban al ataque, eligiendo aquel punto que ofrecĂa mĂĄs dificultades y resistencia, porque, una vez vencido, la ciudad caerĂa naturalmente en su poder.
Los datos oficiales presentados a las cĂĄmaras de los Estados Unidos nos dan otra luz. El general Scott, mal informado evidentemente, creyĂł que en el Molino del Rey, donde se habĂa establecido una fundiciĂłn de cañones, existĂa considerable material de guerra. La orden nĂșmero 95 del mismo general Scott prevenĂa expresamente que se asaltasen los edificios del Molino del Rey y Casa Mata, se destruyera todo el material de guerra que se encontrara y, concluida esta operaciĂłn, regresaran las tropas a sus cuarteles de Tacubaya. Parece que este plan desagradĂł al general Worth; pero tuvo al fin que obedecer.
Sentados estos ligeros antecedentes, el lector nos acompañarĂĄ, por decirlo asĂ, en los dĂas 7 y 8 de septiembre de 1847.
Una vez rotas las negociaciones, el enemigo eligiĂł para el combate un terreno que calificamos los mexicanos de favorable, y donde todavĂa el patriotismo y el entusiasmo nos hicieron presentir un triunfo.
La ciudad presentaba un aspecto imponente, y se notaba la agitaciĂłn febril que precede a los grandes acontecimientos. La campana de la Catedral resonaba como un lĂșgubre y prolongado gemido: la policĂa multiplicaba sus providencias, y se notaba el marcado contraste entre aquellos que, patriotas diligentes y activos, cooperaban a que MĂ©xico se defendiera con la heroicidad de Numancia y Zaragoza, y los egoĂstas o espantadizos, que se preparaban a huir, desanimando a todos con los mĂĄs funestos y sombrĂos presagios.
En cuanto al general Santa Anna, altamente indignado de las humillaciones a que los americanos habĂan tratado de sujetar a la naciĂłn, habĂa celebrado pocos dĂas antes en el Palacio una junta de jefes, en la cual se decidiĂł que la defensa no se limitase al interior de la ciudad, sino que las tropas saldrĂan afuera a buscar al enemigo.
Combinada, pues, la resoluciĂłn del general americano de destruir la fundiciĂłn, con el acuerdo del presidente de la RepĂșblica, debĂa dar por resultado una batalla, y precisamente una batalla en las lomas de Tacubaya.
PASEMOS UN MOMENTO AL TERRENO
Al occidente del cerro de Chapultepec hay un edificio conocido con el nombre del Molino del Rey, dividido en dos secciones por un acueducto. Una secciĂłn del edificio es el molino de harinas conocido de pocos años a esta parte con el nombre de El Salvador, y la otra el antiguo molino de pĂłlvora, en la Ă©poca de que vamos hablando, destinado a la fundiciĂłn de cañones. Fuera de estos edificios se halla un ĂĄrea enteramente descubierta. Limitan el conjunto de estas construcciones, que aunque arruinadas son de tezontle y canterĂa, al norte una calzada llamada de Anzures, que quiebra para la conocida con el nombre de la VerĂłnica, y al sur las paredes de los mismos edificios, que miran a los campos y lomas de Tacubaya.
Ataque al Molino del Rey. Carl Nebel. Ca. 1847-1851. LitografĂa con gouache y acuarela.
El vasto edificio que hemos descrito tiene el frente medio hundido en una quiebra del terreno, que vulgarmente se conoce con el nombre de las Lomas del Rey, y es mĂĄs bien una extensa mesa con muy pocas desigualdades, circundada de colinas poco elevadas, que en Ășltimo tĂ©rmino dejan ver una parte de la pintoresca cordillera que rodea el valle de MĂ©xico.
Al noroeste de los molinos hay otro edificio aislado, que se destinaba a depositar la pĂłlvora, y se llama Casa Mata. Es de tezontle y cal, de forma cuadrada, y rodeado de un pequeño foso y de algunas obras de fortificaciĂłn defectuosa que, aunque se aumentĂł en esos dĂas, presentĂł muy dĂ©bil resistencia.
General Winfield Scott. C. G. Crehen. Ca. 1847-1850. LitografĂa. Biblioteca del Congreso, Washington, EUA.
Estos edificios se hallaban protegidos por los fuegos del castillo de Chapultepec, que estaba coronado de cañones.
Veamos cĂłmo se estableciĂł la batalla sobre este terreno.
Se formĂł una lĂnea oblicua, apoyĂĄndose la izquierda en los edificios de los molinos; la derecha, en la Casa Mata, y el centro, en una pequeña zanja seca, que ponĂa a cubierto a la tropa de una parte de los fuegos que pudiera hacer el enemigo.
Las fuerzas que cubrieron esta lĂnea de batalla, segĂșn la orden del 6 al 7 del general Santa Anna, y de cuya exactitud estamos perfectamente seguros por los diversos informes que hemos adquirido, eran las siguientes:
En los molinos, izquierda de la lĂnea: brigada del general LeĂłn, compuesta de los batallones de Guardia Nacional Libertad, UniĂłn, QuerĂ©taro y Mina. Esta tropa fue reforzada en la mañana del 7 por la brigada del general Rangel.
En la Casa Mata, derecha de la lĂnea: El 4Âș ligero y el 11Âș de lĂnea, que formaban parte de la brigada del general graduado don Francisco PĂ©rez.
En el terreno intermedio entre los molinos y la Casa Mata, centro de la lĂnea: La brigada del general RamĂrez, compuesta de los batallones 2Âș ligero, Fijo de MĂ©xico, y 1Âș y 2Âș de lĂnea, con seis piezas de artillerĂa.
La reserva, compuesta de los batallones 1Âș y 3Âș ligeros, en el bosque de Chapultepec.
La fuerza que habĂa de decidir por nosotros la batalla era la caballerĂa, compuesta de cuatro mil hombres.
Se situĂł esta fuerza, al mando del general Ălvarez, en la hacienda de los Morales, a menos de una legua de distancia de Chapultepec. En la tarde del mismo dĂa 7, el general Santa Anna ordenĂł que la caballerĂa se situase a tiro de fusil de la Casa Mata, con las instrucciones necesarias para que obrara con decisiĂłn rompiendo el flanco izquierdo del enemigo. El terreno, si no era absolutamente plano, sĂ al menos bastante a propĂłsito para ejecutar un rompimiento con Ă©xito.
El mismo general Santa Anna colocĂł en persona estas fuerzas con la tranquilidad y confianza de quien espera un triunfo con una fe ciega. Respecto del general Juan Ălvarez, fue minucioso en sus instrucciones, pues hasta le marcĂł el terreno por donde debĂa desfilar. Como un hecho sentamos que en lo general estas disposiciones fueron no sĂłlo aplaudidas sino calificadas de buenas y acertadas. Debe añadirse a esto la armonĂa que reinaba entre la tropa de lĂnea y la Guardia Nacional, y el entusiasmo de todos los defensores de la capital, que se manifestĂł de una manera notable cuando se divisĂł una columna enemiga en el camino que conduce de Tacubaya a las lomas. Era tanto el orden y la confianza que reinaba en nuestra lĂnea, que el comandante del 3Âș ligero de infanterĂa señalĂł frente de sus soldados la distancia de un tiro de fusil, ordenando que, hasta que el enemigo no llegara a ese punto, no se rompiera fuego.
En la tarde, el campamento era un paseo. El general Santa Anna, rodeado de sus ayudantes, recorriĂł todos los puntos de la batalla, recibiendo aplausos.
Hasta aquĂ no puede notarse una sola medida que no hubiese sido acertada: en lo de adelante, el lector, sĂłlo por la simple y verĂdica narraciĂłn de los hechos, conocerĂĄ los errores que se cometieron.
Al anochecer del dĂa 7 esta lĂnea de batalla tan admirablemente formada se desbaratĂł en parte. El general Santa Anna ordenĂł que varios cuerpos de la derecha, centro e izquierda, pernoctasen en diversos puntos.
En la Casa Mata permanecieron dos cuerpos, el 4Âș y el 11Âș. De la brigada del general Rangel, una parte se situĂł en la casa de Alfaro (calzada de MĂ©xico a Chapultepec) y otra entrĂł en la capital. El 3Âș ligero durmiĂł en Chapultepec.
Las seis piezas de artillerĂa del centro de la lĂnea, que se colocaron en un magueyal frente a la casa del molino, quedaron durante la noche absolutamente sin custodia, a pesar de las activas diligencias e instancias del general Carrera, que estaba persuadido de la entidad y consecuencias de tamaña falta o de tan inconcebible descuido.
Ya se conoce perfectamente que la lĂnea de batalla en la noche no era igual a la que existĂa por la tarde.
Nos ocuparemos ahora del ejĂ©rcito americano. El general Scott habĂa establecido su cuartel general en Tacubaya, y allĂ fue donde dio la orden nĂșmero 95, que hemos mencionado al principio, por la cual prevenĂa se atacasen las posiciones del Molino y la Casa Mata; esto lo rectificamos porque aun hemos oĂdo decir a muchos, que esta batalla no fue originada sino por un reconocimiento que el enemigo intentĂł hacer de Chapultepec.
General Antonio LĂłpez de Santa Anna. A. Hoffy. Ca. 1847. LitografĂa. Biblioteca del Congreso, Washington, EUA.
La brigada al mando del general Worth, a quien fue encomendada esta funciĂłn de guerra, fue reforzada por tres compañĂas de dragones fuertes de doscientos setenta hombres; por dos piezas de artillerĂa ligeras; por dos de sitio de a veinticuatro, y por la brigada del general Cadwallader, compuesta de setecientos ochenta hombres. La fuerza total con que los enemigos emprendieron el ataque fue de tres mil quinientos infantes, ocho piezas de artillerĂa y trescientos caballos.
AsĂ, mientras los americanos habĂan aumentado su...