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Fiestas y supersticiones de los antiguos mexicanos en la "Historia general" de SahagĂșn
fray Bernardino de SahagĂșn
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Fiestas y supersticiones de los antiguos mexicanos en la "Historia general" de SahagĂșn
fray Bernardino de SahagĂșn
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Pilar MĂĄynez presenta una selecciĂłn de los textos, extraĂdos de la Historia general de las cosas de Nueva España de fray Bernardino de SahagĂșn, sobre las fiestas, los rituales y las supersticiones de los antiguos mexicanos. Ante la imaginaciĂłn del lector desfilarĂĄn la indumentaria de los participantes en las ceremonias, sus formas de abstinencia y los diferentes sacrificios que hacĂan cada mes. Asimismo se enterarĂĄ de cĂłmo concebĂan el universo los antiguos mexicanos y del destino que les deparaba el signo calendĂĄrico de su nacimiento. El pensamiento mĂĄgico y la profunda religiosidad de nuestros orĂgenes aparecen en este volumen.
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Sujet
HistoriaSous-sujet
Historia mexicanaLibro Segundo
QUE TRATA DEL CALENDARIO, FIESTAS Y CER[E]MONIAS, SACRIFICIOS Y SOL[EM]NIDADES QUE ESTOS NATURALES [DE ESTA] NUEVA ESPAĂA HACĂAN A HONRA DE SUS DIOSES
PRĂLOGO
Todos los escr[it]ores1 traba[j]an [en] autorizar sus escr[it]uras lo mejor que pueden, unos con testigos fidedignos, otros con otros escr[it]ores que ante[s de ellos] han escr[it]o, los testimonios de los cuales son habidos por ciertos; otros con testimonio de la Sagrada Escr[it]ura. A mĂ me han faltado todos estos fundamentos para autorizar lo que en estos doce libros tengo escr[it]o, y no hallo otro fundamento para autorizarlo sino poner aquĂ la rela[c]iĂłn de la diligen[c]ia que hice para saber la verdad de todo lo que en estos libros he escr[it]o. Como en otros prĂłlogos [de esta] obra he dicho, a mĂ me fue mandado por sa[nt]a obediencia de mi prelado mayor que escribiese en lengua mexicana lo que me pareciese ser Ăștil para la doctrina, cultura y manutenencia de la cristiandad [de estos] naturales [de esta] Nueva España, y para ayuda de los obreros y ministros que los doctrinan. Recibido este mandamiento, hice en lengua castellana una minuta o memoria de todas las materias de que habĂa de tratar, que fue lo que estĂĄ escr[it]o en los doce libros, y la postilla y cĂĄnticos. Lo cual se puso de prima tijera en el pueblo de Tepepulco, que es de la provincia de Aculhuacan o Tezcucu. HĂzose [de esta] manera: en el dicho pueblo hice juntar todos los principales con el señor del pueblo, que se llamaba don Diego de Mendoza, hombre anciano, de gran marco y habilidad, muy e[x]perimentado en todas las cosas curiales, bĂ©licas y polĂticas, y aun idolĂĄtricas. HabiĂ©ndolos juntado, propĂșseles lo que pretendĂa hacer, y pedĂles me diesen personas hĂĄbiles y e[x]perimentadas con quien pudiese platicar y me supiesen dar razĂłn de lo que l[e]s preguntase. Ellos me respondieron que se hablarĂan [a]cerca de lo propuesto, y que otro dĂa me responderĂan, y a[s]Ă se despidieron de mĂ. Otro dĂa vinieron el señor con los principales, y hecho un muy sole[m]ne parlamento, como ellos entonces le usaban hacer, señalĂĄronme hasta diez o doce principales ancianos, y di[j]Ă©ronme que con aquellos podĂa comunicar y que ellos me darĂan razĂłn de todo lo que les preguntase. Estaban tambiĂ©n allĂ hasta cuatro latinos, a los cuales yo pocos años antes habĂa enseñado la gramĂĄtica en el Colegio de Santa Cruz en el Tlatilulco. Con estos principales y gramĂĄticos, tambiĂ©n principales, platiquĂ© muchos dĂas, cerca de dos años, siguiendo [el] orden de la minuta que yo tenĂa hecha. Todas las cosas que conferimos me las dieron por pinturas, que aquĂ©lla era la escr[it]ura que ellos antiguamente usaban, y los gramĂĄticos las declararon en su lengua, escribiendo la declara[c]iĂłn al pie de la pintura. Tengo aĂșn a[h]ora estos originales. TambiĂ©n en este tiempo dictĂ© la postilla y los cantares. EscribiĂ©ronlos los latinos en el mismo pueblo de Tepepulco.
Cuando al capĂtulo donde cumpliĂł su hebdĂłmada el padre fray Francisco Toral, el cual me impuso esta carga, me mudaron de Tepepulco; llevando todas mis escrituras, fui a morar a Sa[nt]iago del Tlatelulco, donde juntando los principales l[e]s propuse el nego[c]io de mis escrituras y l[e]s demandĂ© me señalasen algunos principales hĂĄbiles con quien examinase y platicase las escr[it]uras que de Tepepulco traĂa escr[it]as. El gobernador con los alcaldes me señalaron hasta ocho o diez principales escogidos entre todos, muy hĂĄbiles en su lengua y en las cosas de sus antiguallas, con los cuales y con cuatro o cinco colegiales, todos trilingĂŒes, por espacio de un año y algo mĂĄs, encerrados en el Colegio, se enmendĂł, declarĂł y añadiĂł todo lo que de Tepepulco tr[aj]e escr[it]o, y todo se tornĂł a escribir de nuevo, de ruin letra, porque se escribiĂł con mucha pr[i]sa. En este escrutinio o examen el que mĂĄs traba[j]Ăł de todos los colegiales fue MartĂn Jacobita, que entonces era rector del Colegio, vecino del Tlatilulco, del barrio de Sa[nt]a Ana.
Habiendo hecho lo dicho en el Tlatilulco, vine a morar a San2 Francisco de MĂ©xico, con todas mis escr[it]uras, donde por espacio de tres años pasĂ© y repasĂ© a mis solas todas mis escr[it]uras, y las tornĂ© a enmendar y dividĂlas por libros, en doce libros, y cada libro por capĂtulos, y algunos libros por capĂtulos y pĂĄrrafos. DespuĂ©s [de esto], siendo provincial el padre fray Miguel Navarro y guardiĂĄn del Convento de MĂ©xico el padre fray Diego de Mendoza, con su favor se sacaron en blanco, de buena letra, todos los doce libros, y se enmendĂł y sacĂł en blanco la postilla y los cantares, y se hizo un arte de la lengua mexicana con un vocabulario [como] apĂ©ndi[ce], y los mexicanos enmendaron y añadieron muchas cosas a los doce libros cuando se iba sacando en blanco, de manera que el primer cedazo por donde mis obras se cernieron fueron los de Tepepulco; el segundo, los del Tlatilulco; el tercero, los de MĂ©xico, y en todos estos escrutinios hubo gramĂĄticos colegiales. El principal y mĂĄs sabio fue Antonio Valeriano, vecino de Azcaputzalco; otro, poco menos que Ă©ste, fue Alonso Vegerano, vecino de Cuauhtitlan; otro fue MartĂn Jacobita, de[l] que arriba hice menciĂłn. Otro, Pedro de San Buenaventura, vecino de Cuauhtitlan; todos e[x]pertos en tres lenguas: latina, española y indiana. Los escribanos que sacaron de buena letra todas las obras son Diego de Grado, vecino del Tlatilulco, del barrio de la Concep[c]iĂłn; Bonifacio Maximiliano, vecino del Tlatilulco, del barrio de San MartĂn; Mateo Severino, vecino de Xuchimilco, de la parte de Ullac. [DespuĂ©s que]3 estas escrituras estuvieron sacadas en blanco, con el favor de los padres arriba nombrados, en que se gastaron hartos tomines con los escribientes, el autor [de ellas] demandĂł al padre comisario, fray Francisco de Ribera, que se viesen de tres o cuatro religiosos, para que aquellos di[j]esen lo que les parecĂa [de ellas], en el capĂtulo provincial que estaba propincuo.4 Los cuales l[a]s vieron y dieron relaciĂłn [de ellas] al d[e]finitorio en el mismo capĂtulo, diciendo lo que los parecĂa; y di[j]eron en el d[e]finitorio que eran escrituras de mucha estima, y que debĂan ser favorecidas para que se acabasen. Algunos de los d[e]finidores les pareciĂł que era contra la pobreza gastar dineros en escribi[rse] aquellas escrituras, y [asĂ] mandaron al autor que despidiese a los escribanos y que Ă©l solo escribiese de su mano lo que quisiese en ellas; el cual, como era mayor de setenta años y por temblor de la mano no pu[do] escr[i]bir nada, ni se pudo alcanzar dispensaciĂłn [de este] mandamiento, estuvieron las escrituras sin hacer nada en ellas mĂĄs de cinco años. En este tiempo, en el capĂtulo siguiente, fue elegido por custos custodum para el capĂtulo general el padre fray Miguel Navarro, y por provincial fray Alonso de Escal[o]na. En este tiempo el autor hizo un sumario de todos los libros y de todos los capĂtulos de cada libro, y los prĂłlogos, donde en brevedad se decĂa todo lo que se contenĂa en los libros. Este sumario llevĂł a España el padre fray Miguel Navarro y su compañero el padre fray JerĂłnimo de Mendieta. Y [asĂ] se supo en España lo que estaba escrito acerca de las cosas [de esta] tierra. En este medio tiempo el padre provincial tomĂł todos los libros al dicho autor y se esparcieron por toda la Provincia, donde fueron vistos de muchos religiosos y aprobados por muy preciosos y provechosos. DespuĂ©s de algunos años, volviendo de[l] capĂtulo general el padre fray Miguel Navarro, el cual vino por comisario [de estas] partes, en censuras tornĂł a recoger los dichos libros a peticiĂłn del autor, y [despuĂ©s que] estuvieron recogidos, [de ahĂ] a un año, poco mĂĄs o menos, vinieron a poder del autor. En este tiempo ninguna cosa se hizo en ellos, ni hubo quien favoreciese para acabarse de traducir en romance,5 hasta que el padre comisario general fray Rodrigo de Sequera vino a estas partes y los vio, y se contentĂł mucho [de ellos], y mandĂł al dicho autor que los tradu[j]ese en romance, y proveyĂł de todo lo necesario para que se escribiesen de nuevo, la lengua mexicana en una colu[m]na y el romance en la otra, para los enviar a España, porque los procurĂł el ilustrĂsimo señor don Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias, porque tenĂa noticia [de estos] libros por razĂłn del sumario que el dicho padre fray Miguel Navarro habĂa llevado a España, como arriba se di[j]o. Todo lo sobredicho hace al propĂłsito de que se entienda que esta obra ha sido examinada y apurada por muchos, y en muchos años, y se han pasado muchos trabajos y desgracias hasta ponerla en el estado que a[h]ora estĂĄ.
AL SINCERO LECTOR
Es de notar, para la inteligencia del calendario que se sigue, que los meses son desiguales de los nuestros en nĂșmeros y en dĂas, porque los meses [de estos] naturales son diez y ocho, y cada uno [de ellos] no tiene mĂĄs de veinte dĂas. Y asĂ son todos los dĂas que se contienen en estos meses trescientos y sesenta. Los cinco dĂas postreros del año no vienen en cuenta de ningĂșn mes, mas antes los de[j]an fuera de la cuenta por baldĂos. Van señalados los meses [de estos] naturales al principio del calendario por su cuenta y letras del abecĂ©. De la otra parte contraria van señalados los nuestros meses por letras del abecĂ©, y por su cuenta. Y [asĂ] se puede fĂĄcilmente entender cada fiesta de las suyas en quĂ© dĂa caĂa de los nuestros meses. Las fiestas movibles que estĂĄn al fin del calendario recopiladas salen de otra manera de cuenta que usaban en el arte adivinatoria, que contiene doscientos y sesenta dĂas, en la cual hay fiestas, y como esta cuenta no va con la cuenta del año, ni tiene tantos dĂas, vienen las fiestas a variarse, cayendo en dĂas diferentes un año de otro.
1 Dice escriptores y mĂĄs adelante escripturas y escriptos.
2 En el original dice Sanct.
3 Como en otras partes de la obra, dice desque.
4 Cercano, prĂłximo.
5 Quiere decir al español.
CAPĂTULO XX
De la fiesta y sacrificios que hacĂan en las calendas del primero mes, que se llamaba Atlcahualo o Cuahuitlehua1
NO HAY necesidad en este Segundo Libro de poner confutaciĂłn2 de las cer[e]monias idolĂĄtricas que en Ă©l se cuentan, porque ellas de suyo son tan crueles y tan inhumanas que a cualquiera que las leyere le pondrĂĄn horror y espanto. Y asĂ, no harĂ© mĂĄs que poner la relaciĂłn simplemente a la letra.
En las calendas del primero mes del año, que se llama Cuahuitlehua, y los mexicanos le llamaban Atlcahualo, el cual comenzaba [el] segundo dĂa de [f]ebrero, hacĂan gran fiesta a honra de los dioses del agua o de la lluvia llamados...