Torreciudad es un lugar de la provincia de Huesca donde se venera desde antiguo a la Madre de Dios. En 1975 se construyĂł allĂ un Santuario Mariano, demostraciĂłn de la fe y del amor que san JosemarĂa EscrivĂĄ de Balaguer tenĂa a la Virgen, y de la fe de sus hijos del Opus Dei que secundaron su deseo. Por un costado de la explanada que recibe a los peregrinos desciende un camino empedrado que baja a la Ermita . Y en ese camino se encuentran âguarecidas del viento por una hilera de pinos y litanerosâ las representaciones de los Dolores y Gozos de San JosĂ© que en este librito se ofrecen para medicaciĂłn.
Necesitamos silencio interior y exterior que nos permitan el diĂĄlogo con Dios y con los santos, y a eso tiende esca popular devociĂłn. Los Dolores y Gozos se pueden meditar, uno a uno, durante los siete domingos que preceden al 19 de marzo, o bien se puede hacer el ejercicio completo recorriendo las catorce escenas.
Lo que importa es que contemplemos a aquĂ©l que, despuĂ©s de MarĂa ây junto a Ellaâ, ha sido quien ha estado mĂĄs unido a JesĂșs en esta tierra; de Ă©l aprenderemos muchas cosas para nuestra propia vida, y en especial la disponibilidad para dedicarnos a las cosas que se refieren al servicio de Dios.
El Papa Juan Pablo II ha afirmado que «las almas mĂĄs sensibles a los impulsos del amor divino ven con razĂłn en JosĂ© un luminoso ejemplo de vida interior» No es de extrañar que el Fundador del Opus Dei tuviera gran devociĂłn al esposo de MarĂa y deseara no separar la devociĂłn a la Virgen de la de San JosĂ© âpues Dios les uniĂł en esta tierraâ. Por eso quiso que en Torreciudad los peregrinos pudieran realizar el ejercicio de los Gozos y Dolores de San JosĂ©.
A Ă©l le gustaba invocarle con un tĂtulo entrañable: Nuestro Padre y Señor. «San JosĂ© es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegiĂł y acompañó a JesĂșs mientras crecĂa y se hacĂa hombre. TratĂĄndole se descubre que el Santo Patriarca es, ademĂĄs, Maestro de vida interior: porque nos enseña a conocer a JesĂșs, a convivir con El, a sabernos parce de la familia de Dios».
Y hablaba de San JosĂ© como de una persona muy cercana, de alguien a quien se trata: «Yo me lo imagino âdecĂaâ joven, fuerte, quizĂĄ con algunos años mĂĄs que Nuestra Señora, pero en la plenitud de la edad y de la energĂa humana», y añadĂa que «de las narraciones evangĂ©licas se desprende la gran personalidad humana de JosĂ©: en ningĂșn momento se nos aparece como un hombre apocado o asustado anee la vida; al contrario, sabe enfrentarse con los problemas, salir adelante en las situaciones difĂciles, asumir con responsabilidad e iniciativa las rareas que se le encomiendan».
Dios cuenca con los hombres y las mujeres para realizar la redenciĂłn en la historia, pero necesita que ellos se confĂen plenamente en Ăl y pongan a su servicio rodo lo suyo: su libertad, su iniciativa, codas sus capacidades. San JosemarĂa âque tenĂa esa experienciaâ impulsĂł a muchas personas a dedicar sus mĂĄs nobles energĂas âroda su vidaâ a esta tarea de la santidad y el apostolado. Porque a cada uno le llama Dios en las circunstancias normales de su existencia.
Y ponĂa como ejemplo al santo patriarca: «JosĂ© era efectivamente un hombre corriente, en el que Dios se confiĂł para obrar cosas grandes. Supo vivir, tal y como el Señor querĂa, todos y cada uno de los acontecimientos que compusieron su vida. Por eso, la Escritura Santa alaba a JosĂ©, afirmando que era justo».
Cada uno tenemos nuestro trabajo, nuestra familia, nuestras amistades; Dios nos ha puesto ahĂ, con nuestras circunstancias, para hacernos santos y llevar todo hacia Ăl. «Se trata, en definitiva, de la santificaciĂłn de la vida cotidi...