DIARIO DEL AĂO DE LA PESTE
Fue hacia principios de septiembre de 1664 cuando yo, al igual que el resto de mis vecinos, supe incidentalmente que la peste habĂa vuelto a invadir Holanda; pues ya habĂa azotado violentamente aquel paĂs, sobre todo Amsterdam y Rotterdam, en el año 1663, cuando, decĂan, habĂa sido introducida, segĂșn unos desde Italia, segĂșn otros desde Oriente, con unas mercaderĂas que transportaba su flota de TurquĂa; otros decĂan que habĂa venido de CandĂa; otros de Chipre. Pero poco importaba de donde viniese; lo cierto es que todos estaban de acuerdo en que ahora habĂa vuelto a invadir Holanda.
En aquella Ă©poca aĂșn no tenĂamos diarios impresos que difundieran los rumores y las noticias, y que las embelleciesen por obra de la imaginaciĂłn de los hombres, como luego he visto que se hacĂa. Sino que entonces nos enterĂĄbamos de tales cosas gracias a cartas de mercaderes y otras personas que tenĂan correspondencia con paĂses extranjeros, y la noticia sĂłlo circulaba de boca en boca; de modo que tales cosas no se difundĂan instantĂĄneamente por toda la naciĂłn, como ahora ocurre. Pero parece ser que el Gobierno tenĂa informes precisos y que celebrĂł diversas reuniones para decidir los medios de evitar que llegase a nuestro paĂs; pero todo se guardĂł en secreto. Y asĂ fue como aquel rumor no tardĂł en desaparecer, y la gente empezĂł a olvidarlo, como algo que apenas nos concernĂa y que esperĂĄbamos que no fuese cierto, hasta fines de noviembre o principios de diciembre de 1664, cuando dos hombres, segĂșn dijeron franceses, murieron de la peste en Long Acre, o, mejor dicho, en la parte alta de Drury Lane. Las familias con las que vivĂan intentaron ocultarlo hasta donde les fue posible, pero algo se supo por los rumores de la vecindad, y los secretarios de Estado se enteraron y, decididos a hacer averiguaciones, ordenaron que, para cerciorarse de la verdad, dos mĂ©dicos y un cirujano fueran a las casas e hicieran un informe. AsĂ lo hicieron; y como encontraron señales evidentes del mal en los dos cadĂĄveres, dieron fe pĂșblica de que ambos habĂan muerto de la peste. Este informe pasĂł a la parroquia, y de allĂ lo remitieron a la administraciĂłn; y en la lista semanal de defunciones, se imprimiĂł del modo habitual, es decir:
Peste: 2 Parroquias contaminadas: 1
Esto causĂł una gran inquietud entre la gente, y la alarma empezĂł a cundir por toda la ciudad, sobre todo cuando, en la Ășltima semana de diciembre de 1664, muriĂł otro hombre en la misma casa y del mismo mal. Y luego volvimos a estar tranquilos unas seis semanas, en las que no muriĂł nadie con señales de la epidemia, y se dijo que el mal habĂa desaparecido; pero mĂĄs adelante, creo que fue hacia el 12 de febrero, hubo otra muerte en otra casa, pero en la misma parroquia, y en las mismas circunstancias.
Esto hizo que la gente se fijara con gran atenciĂłn en aquel extremo de la ciudad, y, como las listas semanales demostraban que en la parroquia de St. Giles habĂa habido mĂĄs entierros de lo que era normal, empezĂł a sospecharse que en aquel extremo de la ciudad habĂa peste, y que ya habĂan muerto muchos de ella, aunque habĂan cuidado de que se enterara la menos gente posible. Esto inquietĂł mucho a todos, y eran pocos los que pasaban por Drury Lane o por cualquier otra parte de las calles sospechosas, a menos que algĂșn asunto importante les obligara a ello.
Este aumento en las listas de defunciones fue como sigue: el nĂșmero normal de entierros semanales en St. Giles-in-the-Fields y St. Andrew, Holborn, oscilaba de doce a diecisiete o diecinueve, en cada una de las dos parroquias, poco mĂĄs o menos; pero a partir de los dĂas en que empezaron a darse casos de peste en la parroquia de St. Giles, se observĂł que el nĂșmero de entierros aumentaba de un modo anormal:
Del 27 de diciembre al 3 de enero | | St. Giles St. Andrew | 16 27 |
Del 3 al 10 de enero | | St. Giles St. Andrew | 12 25 |
Del 10 al 17 de enero | | St. Giles St. Andrew | 18 18 |
Del 17 al 24 de enero | | St. Giles St. Andrew | 23 16 |
Del 24 al 31 de enero | | St. Giles St. Andrew | 24 15 |
Del 30 de enero al 7 de febrero | | St. Giles St. Andrew | 21 23 |
Del 7 al 14 de febrero | | St. Giles | 24 |
| | (uno de ellos apestado) |
Un aumento semejante se observĂł en las parroquias de St. Bride, que limitaba con la parroquia de Holborn, y en la parroquia de St. James, Clerkenwell, que limitaba con Holborn por el otro lado; y en estas dos parroquias el nĂșmero ordinario de muertes semanales oscilaba entre cuatro y seis u ocho, mientras que por estas fechas aumentĂł del modo siguiente:
Del 20 al 27 de diciembre | | St. Bride St. James | 0 8 |
Del 27 de diciembre al 3 de enero | | St. Bride St. James | 6 9 |
Del 3 al 10 de enero | | St. Bride St. James | 11 7 |
Del 10 al 17 de enero | | St. Bride St. James | 12 9 |
Del 17 al 24 de enero | | St. Bride St. James | 9 15 |
Del 24 al 31 de enero | | St. Bride St. James | 8 12 |
Del 31 de enero al 7 de febrero | | St. Bride St. James | 13 5 |
Del 7 al 14 de febrero | | St. Bride St. James | 12 6 |
Por otra parte también se observó, con gran inquietud por parte de la gente, que las listas generales de mortalidad que se daban cada semana, también aumentaban considerablemente durante estas semanas, a pesar de ser una época del año en que de ordinario son muy moderadas.
El nĂșmero habitual de entierros, segĂșn las listas semanales de defunciones, solĂa oscilar, poco mĂĄs o menos, entre doscientos cuarenta y trescientos. Esta Ășltima cifra se consideraba ya muy alta; pero no tardamos en ver que las listas daban cada vez cifras mĂĄs elevadas:
| Entierros | Aumento |
Del 20 al 27 de diciembre | 291 | â |
Del 27 de diciembre al 3 de enero | 349 | 58 |
Del 3 al 10 de enero | 394 | 45 |
Del 10 al 17 de enero | 415 | 21 |
Del 17 al 24 de enero | 474 | 59 |
Esta Ășltima lista era realmente alarmante, ya que desde la epidemia anterior de 1656 nunca habĂa habido tantos entierros en una semana.
Sin embargo, esta situaciĂłn no durĂł mucho, y, como hacĂa mucho frĂo, y las heladas, que habĂan empezado en diciembre, se prolongaron hasta casi finales de febrero, y muy rigurosas ademĂĄs, acompañadas de vientos vivos, aunque moderados, las listas volvieron a decrecer, la ciudad recuperĂł su salubridad y todo el mundo empezĂł a considerar que el peligro habĂa pasado; sĂłlo que el nĂșmero de entierros en St. Giles continuaba siendo muy elevado. Concretamente, desde principios de abril, la cifra se estancĂł en unos veinticinco cada semana, hasta la semana que fue del 18 al 25, en la que hubo treinta muertes en la parroquia de St. Giles, dos de peste, y ocho de tabardillo pintado, que se consideraba como lo mismo; en la lista general tambiĂ©n aumentĂł el nĂșmero de vĂctimas de tabardillo pintado, que fueron ocho la semana anterior, y doce en la semana que ya he dicho.
Esto volviĂł a alarmarnos a todos y la gente volviĂł a ser presa de terribles temores, sobre todo debido a que el tiempo habĂa cambiado, y se hacĂa cada vez mĂĄs caluroso, y estĂĄbamos ya a las puertas del verano. Sin embargo, a la semana siguiente pareciĂł que aĂșn habĂa esperanzas; las listas eran poco nutridas, el total de muertes sĂłlo habĂa sido de trescientos ochenta y ocho, ninguna debida a la peste, y sĂłlo cuatro al tabardillo pintado.
Pero a la semana siguiente volviĂł a aparecer, y el mal se extendiĂł por dos o tres parroquias mĂĄs: St. Andrew, Holborn; St. Clement Danes; y, ante la gran inquietud de la ciudad, hubo una muerte dentro del recinto amurallado, en la parroquia de St. Mary Woolchurch, es decir, en Bearbinder Lane, cerca de la Bolsa; en total hubo nueve muertes de peste, y seis del tabardillo pintado. Sin embargo se averiguĂł que el francĂ©s que habĂa muerto en Bearbinder Lane habĂa vivido en Long Acre, cerca de las casas contaminadas, y se habĂa mudado por miedo a la epidemia, sin saber que ya se le habĂa contagiado.
Esto fue a principios de mayo, y el tiempo aĂșn era templado, variable y bastante fresco, y la gente todavĂa tenĂa algunas esperanzas. Lo que les animaba era que no habĂa ocurrido prĂĄcticamente nada dentro del recinto de las murallas, y entre las noventa y siete parroquias del recinto sĂłlo habĂa habido cincuenta y cuatro muertes, y empezamos a confiar en que el mal se hallaba confinado a aquel extremo de la ciudad, y en que no se extendiera por Ă©sta; y sobre todo porque a la semana siguiente, que fue del 9 al 16 de mayo, la peste no causĂł mĂĄs que tres muertes, ninguna de ellas dentro del recinto de la ciudad ni en las liberties; y en St. Andrew no hubo mĂĄs que quince muertes, cifra muy baja. Claro que en St. Giles hubo treinta y dos, pero como sĂłlo una de Ă©stas habĂa sido debida a la peste, la gente empezĂł a tranquilizarse. La cifra general fue tambiĂ©n muy baja, pues la semana anterior la lista habĂa sido de trescientos cuarenta y siete, y en la semana ya citada de trescientos cuarenta y tres. Seguimos alimentando esperanzas unos pocos dĂas mĂĄs, pero sĂłlo muy pocos, pues la gente ya no podĂa seguir dejĂĄndose engañar de este modo; registraron las casas y vieron que lo cierto era que la peste se extendĂa en todas direcciones, y que eran muchos los que cada dĂa morĂan de ella. De modo que no habĂa paliativos, ni tampoco ya nada que ocultar; mĂĄs aĂșn, no tardĂł en descubrirse que la epidemia se habĂa extendido hasta tal punto que ya no habĂa esperanzas de que pudiese ser dominada; que en la parroquia de St. Giles habĂa invadido varias calles, y en una serie de casas toda la familia tenĂa que guardar cama; y, en efecto, en la lista de la semana siguiente, los hechos se hicieron patent...