Diario del año de la peste
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Diario del año de la peste

Daniel Defoe

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Diario del año de la peste

Daniel Defoe

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En 1720 la peste, que prĂĄcticamente habĂ­a desaparecido de Europa despuĂ©s del gran brote de 1665, volvĂ­a inopinadamente a declararse en Marsella. En Londres muchos recordaban esa tragedia de su niñez; en cada casa se contaban terribles historias sucedidas a parientes y amigos. Las noticias que llegaban de Marsella traĂ­an ahora de nuevo el pĂĄnico y la inseguridad. Daniel Defoe, que se ganaba la vida como periodista, aunque habĂ­a publicado ya dos novelas en torno —precisamente— a un personaje sometido a la angustia de una situaciĂłn lĂ­mite (Robinson Crusoe y Moll Flanders), habĂ­a sido uno de esos niños que en 1665 sobrevivieron a la epidemia. Su preocupaciĂłn por la actualidad y lo que podrĂ­a ocurrir en caso de que sobreviniera otro «azote» le llevĂł en 1722 a escribir el Diario del año de la peste, bajo la forma de las memorias de un superviviente de la catĂĄstrofe. AquĂ­ el personaje no es, sin embargo, un individuo, sino toda una ciudad, y al recrear sus padecimientos con tanta viveza y realismo —sirviĂ©ndose de estadĂ­sticas y tratados de medicina tanto como de patĂ©ticos episodios personales— Defoe consiguiĂł algo insĂłlito: como apunta Anthony Burgess en la introducciĂłn a esta ediciĂłn, el motivo de que este libro se haya convertido en un clĂĄsico es que «ademĂĄs de aceptarlo como ficciĂłn, cada generaciĂłn lo ha leĂ­do tambiĂ©n como Historia».

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Informations

Éditeur
Alba Editorial
Année
2020
ISBN
9788490657102
Sous-sujet
Classics
DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE
Fue hacia principios de septiembre de 1664 cuando yo, al igual que el resto de mis vecinos, supe incidentalmente que la peste habĂ­a vuelto a invadir Holanda; pues ya habĂ­a azotado violentamente aquel paĂ­s, sobre todo Amsterdam y Rotterdam, en el año 1663, cuando, decĂ­an, habĂ­a sido introducida, segĂșn unos desde Italia, segĂșn otros desde Oriente, con unas mercaderĂ­as que transportaba su flota de TurquĂ­a; otros decĂ­an que habĂ­a venido de CandĂ­a6; otros de Chipre. Pero poco importaba de donde viniese; lo cierto es que todos estaban de acuerdo en que ahora habĂ­a vuelto a invadir Holanda.
En aquella Ă©poca aĂșn no tenĂ­amos diarios impresos que difundieran los rumores y las noticias, y que las embelleciesen por obra de la imaginaciĂłn de los hombres, como luego he visto que se hacĂ­a. Sino que entonces nos enterĂĄbamos de tales cosas gracias a cartas de mercaderes y otras personas que tenĂ­an correspondencia con paĂ­ses extranjeros, y la noticia sĂłlo circulaba de boca en boca; de modo que tales cosas no se difundĂ­an instantĂĄneamente por toda la naciĂłn, como ahora ocurre. Pero parece ser que el Gobierno tenĂ­a informes precisos y que celebrĂł diversas reuniones para decidir los medios de evitar que llegase a nuestro paĂ­s; pero todo se guardĂł en secreto. Y asĂ­ fue como aquel rumor no tardĂł en desaparecer, y la gente empezĂł a olvidarlo, como algo que apenas nos concernĂ­a y que esperĂĄbamos que no fuese cierto, hasta fines de noviembre o principios de diciembre de 1664, cuando dos hombres, segĂșn dijeron franceses, murieron de la peste en Long Acre, o, mejor dicho, en la parte alta de Drury Lane. Las familias con las que vivĂ­an intentaron ocultarlo hasta donde les fue posible, pero algo se supo por los rumores de la vecindad, y los secretarios de Estado se enteraron y, decididos a hacer averiguaciones, ordenaron que, para cerciorarse de la verdad, dos mĂ©dicos y un cirujano fueran a las casas e hicieran un informe. AsĂ­ lo hicieron; y como encontraron señales evidentes del mal en los dos cadĂĄveres, dieron fe pĂșblica de que ambos habĂ­an muerto de la peste. Este informe pasĂł a la parroquia, y de allĂ­ lo remitieron a la administraciĂłn; y en la lista semanal de defunciones, se imprimiĂł del modo habitual, es decir:
Peste: 2 Parroquias contaminadas: 1
Esto causĂł una gran inquietud entre la gente, y la alarma empezĂł a cundir por toda la ciudad, sobre todo cuando, en la Ășltima semana de diciembre de 1664, muriĂł otro hombre en la misma casa y del mismo mal. Y luego volvimos a estar tranquilos unas seis semanas, en las que no muriĂł nadie con señales de la epidemia, y se dijo que el mal habĂ­a desaparecido; pero mĂĄs adelante, creo que fue hacia el 12 de febrero, hubo otra muerte en otra casa, pero en la misma parroquia, y en las mismas circunstancias.
Esto hizo que la gente se fijara con gran atenciĂłn en aquel extremo de la ciudad, y, como las listas semanales demostraban que en la parroquia de St. Giles habĂ­a habido mĂĄs entierros de lo que era normal, empezĂł a sospecharse que en aquel extremo de la ciudad habĂ­a peste, y que ya habĂ­an muerto muchos de ella, aunque habĂ­an cuidado de que se enterara la menos gente posible. Esto inquietĂł mucho a todos, y eran pocos los que pasaban por Drury Lane o por cualquier otra parte de las calles sospechosas, a menos que algĂșn asunto importante les obligara a ello.
Este aumento en las listas de defunciones fue como sigue: el nĂșmero normal de entierros semanales en St. Giles-in-the-Fields y St. Andrew, Holborn, oscilaba de doce a diecisiete o diecinueve, en cada una de las dos parroquias, poco mĂĄs o menos; pero a partir de los dĂ­as en que empezaron a darse casos de peste en la parroquia de St. Giles, se observĂł que el nĂșmero de entierros aumentaba de un modo anormal:
Del 27 de diciembre al 3 de enero
St. Giles
St. Andrew
16
27
Del 3 al 10 de enero
St. Giles
St. Andrew
12
25
Del 10 al 17 de enero
St. Giles
St. Andrew
18
18
Del 17 al 24 de enero
St. Giles
St. Andrew
23
16
Del 24 al 31 de enero
St. Giles
St. Andrew
24
15
Del 30 de enero al 7 de febrero
St. Giles
St. Andrew
21
23
Del 7 al 14 de febrero
St. Giles
24
(uno de ellos apestado)
Un aumento semejante se observĂł en las parroquias de St. Bride, que limitaba con la parroquia de Holborn, y en la parroquia de St. James, Clerkenwell, que limitaba con Holborn por el otro lado; y en estas dos parroquias el nĂșmero ordinario de muertes semanales oscilaba entre cuatro y seis u ocho, mientras que por estas fechas aumentĂł del modo siguiente:
Del 20 al 27 de diciembre
St. Bride
St. James
0
8
Del 27 de diciembre al 3 de enero
St. Bride
St. James
6
9
Del 3 al 10 de enero
St. Bride
St. James
11
7
Del 10 al 17 de enero
St. Bride
St. James
12
9
Del 17 al 24 de enero
St. Bride
St. James
9
15
Del 24 al 31 de enero
St. Bride
St. James
8
12
Del 31 de enero al 7 de febrero
St. Bride
St. James
13
5
Del 7 al 14 de febrero
St. Bride
St. James
12
6
Por otra parte también se observó, con gran inquietud por parte de la gente, que las listas generales de mortalidad que se daban cada semana, también aumentaban considerablemente durante estas semanas, a pesar de ser una época del año en que de ordinario son muy moderadas.
El nĂșmero habitual de entierros, segĂșn las listas semanales de defunciones, solĂ­a oscilar, poco mĂĄs o menos, entre doscientos cuarenta y trescientos. Esta Ășltima cifra se consideraba ya muy alta; pero no tardamos en ver que las listas daban cada vez cifras mĂĄs elevadas:
Entierros
Aumento
Del 20 al 27 de diciembre
291
–
Del 27 de diciembre al 3 de enero
349
58
Del 3 al 10 de enero
394
45
Del 10 al 17 de enero
415
21
Del 17 al 24 de enero
474
59
Esta Ășltima lista era realmente alarmante, ya que desde la epidemia anterior de 1656 nunca habĂ­a habido tantos entierros en una semana.
Sin embargo, esta situaciĂłn no durĂł mucho, y, como hacĂ­a mucho frĂ­o, y las heladas, que habĂ­an empezado en diciembre, se prolongaron hasta casi finales de febrero, y muy rigurosas ademĂĄs, acompañadas de vientos vivos, aunque moderados, las listas volvieron a decrecer, la ciudad recuperĂł su salubridad y todo el mundo empezĂł a considerar que el peligro habĂ­a pasado; sĂłlo que el nĂșmero de entierros en St. Giles continuaba siendo muy elevado. Concretamente, desde principios de abril, la cifra se estancĂł en unos veinticinco cada semana, hasta la semana que fue del 18 al 25, en la que hubo treinta muertes en la parroquia de St. Giles, dos de peste, y ocho de tabardillo pintado, que se consideraba como lo mismo; en la lista general tambiĂ©n aumentĂł el nĂșmero de vĂ­ctimas de tabardillo pintado, que fueron ocho la semana anterior, y doce en la semana que ya he dicho.
Esto volviĂł a alarmarnos a todos y la gente volviĂł a ser presa de terribles temores, sobre todo debido a que el tiempo habĂ­a cambiado, y se hacĂ­a cada vez mĂĄs caluroso, y estĂĄbamos ya a las puertas del verano. Sin embargo, a la semana siguiente pareciĂł que aĂșn habĂ­a esperanzas; las listas eran poco nutridas, el total de muertes sĂłlo habĂ­a sido de trescientos ochenta y ocho, ninguna debida a la peste, y sĂłlo cuatro al tabardillo pintado.
Pero a la semana siguiente volvió a aparecer, y el mal se extendió por dos o tres parroquias mås: St. Andrew, Holborn; St. Clement Danes; y, ante la gran inquietud de la ciudad, hubo una muerte dentro del recinto amurallado, en la parroquia de St. Mary Woolchurch, es decir, en Bearbinder Lane, cerca de la Bolsa; en total hubo nueve muertes de peste, y seis del tabardillo pintado. Sin embargo se averiguó que el francés que había muerto en Bearbinder Lane había vivido en Long Acre, cerca de las casas contaminadas, y se había mudado por miedo a la epidemia, sin saber que ya se le había contagiado.
Esto fue a principios de mayo, y el tiempo aĂșn era templado, variable y bastante fresco, y la gente todavĂ­a tenĂ­a algunas esperanzas. Lo que les animaba era que no habĂ­a ocurrido prĂĄcticamente nada dentro del recinto de las murallas, y entre las noventa y siete parroquias del recinto sĂłlo habĂ­a habido cincuenta y cuatro muertes, y empezamos a confiar en que el mal se hallaba confinado a aquel extremo de la ciudad, y en que no se extendiera por Ă©sta; y sobre todo porque a la semana siguiente, que fue del 9 al 16 de mayo, la peste no causĂł mĂĄs que tres muertes, ninguna de ellas dentro del recinto de la ciudad ni en las liberties7; y en St. Andrew no hubo mĂĄs que quince muertes, cifra muy baja. Claro que en St. Giles hubo treinta y dos, pero como sĂłlo una de Ă©stas habĂ­a sido debida a la peste, la gente empezĂł a tranquilizarse. La cifra general fue tambiĂ©n muy baja, pues la semana anterior la lista habĂ­a sido de trescientos cuarenta y siete, y en la semana ya citada de trescientos cuarenta y tres. Seguimos alimentando esperanzas unos pocos dĂ­as mĂĄs, pero sĂłlo muy pocos, pues la gente ya no podĂ­a seguir dejĂĄndose engañar de este modo; registraron las casas y vieron que lo cierto era que la peste se extendĂ­a en todas direcciones, y que eran muchos los que cada dĂ­a morĂ­an de ella. De modo que no habĂ­a paliativos, ni tampoco ya nada que ocultar; mĂĄs aĂșn, no tardĂł en descubrirse que la epidemia se habĂ­a extendido hasta tal punto que ya no habĂ­a esperanzas de que pudiese ser dominada; que en la parroquia de St. Giles habĂ­a invadido varias calles, y en una serie de casas toda la familia tenĂ­a que guardar cama; y, en efecto, en la lista de la semana siguiente, los hechos se hicieron patent...

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Defoe, D. (2020). Diario del año de la peste ([edition unavailable]). Alba Editorial. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2559711/diario-del-ao-de-la-peste-pdf (Original work published 2020)

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Defoe, Daniel. (2020) 2020. Diario Del Año de La Peste. [Edition unavailable]. Alba Editorial. https://www.perlego.com/book/2559711/diario-del-ao-de-la-peste-pdf.

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Defoe, D. (2020) Diario del año de la peste. [edition unavailable]. Alba Editorial. Available at: https://www.perlego.com/book/2559711/diario-del-ao-de-la-peste-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Defoe, Daniel. Diario Del Año de La Peste. [edition unavailable]. Alba Editorial, 2020. Web. 15 Oct. 2022.