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El retrato sin modelo
¿Qué eres?
INTENTEMOS RESPONDER A ESTA PREGUNTA de manera simple y sencilla, prescindiendo de todo adorno. Apelemos al sentido comĂșn.
Este nos dice que eres tu cuerpo, lo cual resulta evidente por cómo hablas cuando te refieres a ti mismo. Por ejemplo, si tu estatura sobrepasa la media, dices: «Soy alto». Si alguien te da un puñetazo en la nariz, dices: «Me ha golpeado». Cuando muere el cuerpo de alguien, dices que esa persona «ha muerto». Hasta los filósofos dicen cosas como que «han cenado muy bien», en lugar de referirse a lo bien que ha cenado su cuerpo.
Es evidente que nos consideramos a nosotros mismos como nuestro cuerpo. El sentido comĂșn te dice que, independientemente de quĂ© otras cosas puedas ser, tĂș eres tu cuerpo y tu cuerpo eres tĂș
¿Qué es tu cuerpo?
SegĂșn el sentido comĂșn, es una masa de carne y huesos que pesa unos setenta kilos, mide mĂĄs o menos un metro sesenta y estĂĄ equipado con piernas, brazos, etc. Los detalles del interior podemos dejarlos en manos de los mĂ©dicos, pues se ocupan precisamente de eso. En lo que a ti respecta, tu cuerpo es precisamente lo que parece ser. Sabes lo que es.
MĂrate la mano. AhĂ estĂĄ, es un objeto sĂłlido que aparece a unos treinta centĂmetros de distancia de tus ojos, una imagen familiar que no entraña nada particularmente misterioso.
Pero examinemos con mĂĄs detalle cĂłmo te ves la mano.
La luz incide sobre tu piel, rebota y se dirige a cada uno de tus ojos. Una vez allĂ impacta en una pantalla ubicada en la parte posterior del globo ocular y produce la imagen de la mano. AhĂ estĂĄ tu mano, dentro del globo ocular, diminuta, aplanada y colgando boca abajo.
Aunque sigue siendo reconocible, tu mano ya no es lo que era al principio. No obstante, aĂșn han de producirse transformaciones mĂĄs drĂĄsticas. El proceso de la visiĂłn no termina con estas imĂĄgenes invertidas que aparecen dentro de tus ojos, pues esas imĂĄgenes han de traducirse a una especie de cĂłdigo elĂ©ctrico y ser enviadas a tu cerebro. Entonces tu cerebro tiene que descifrar el mensaje y, con los datos recibidos, elaborar un tipo de imagen completamente nuevo, una imagen mental de tu mano que te hace tener la impresiĂłn de que la mano vuelve a ser sĂłlida, que ha salido de tu cabeza y se encuentra a unos treinta centĂmetros de distancia, que se ha agrandado hasta recuperar su tamaño original y se ha girado nuevamente, de modo que recupera la posiciĂłn correcta. Cuando creas esta imagen mental es cuando «ves tu mano».
Seguramente todo esto no sea nuevo para ti, sobre todo si eres aficionado a la fotografĂa, Âżpero te has parado alguna vez a considerar que este proceso tan bien conocido de la vista reduce al sentido comĂșn a un puro sinsentido? Si lo haces, el mundo nunca volverĂĄ a ser el mismo lugar que era antes para ti.
Veamos de nuevo en quĂ© consiste el proceso de la vista, pero esta vez de un modo mucho mĂĄs preciso. En primer lugar, decimos que lo que une o relaciona a la mano de ahĂ fuera con la mano que se forma dentro de tus ojos es la luz. Pero ÂżquĂ© es exactamente la luz? Tenemos la costumbre de pensar que por el mero hecho de haberle puesto nombre a algo y haber observado someramente cĂłmo se comporta ya entendemos lo que es. Es cierto que los cientĂficos han elaborado teorĂas que explican cĂłmo se desplaza la luz de un lugar a otro; saben a quĂ© velocidad viaja y en quĂ© circunstancias es capaz de doblar las esquinas, pero en realidad no pueden decirnos quĂ© es la luz. O, si pueden, lo hacen explicĂĄndola en tĂ©rminos de un misterio igualmente profundo como son los fotones o la propagaciĂłn de ondas en el Ă©ter.
¿Qué ocurre en el espacio que separa a la mano «real» de ahà fuera de la mano que se forma en los globos oculares?
Al parecer, algo, sea lo que sea, ha de recorrer ese trecho, pero ciertamente ese algo no es tu mano, ni tan siquiera una imagen de la misma. Lo que sea que realice ese recorrido no se parece ni a lo que existe en el punto de partida ni a lo que hay en el punto de destino. Es como si tu mano tuviese que transmitir en código Morse una descripción detallada de sà misma que, después, tus ojos recogen, descifran y usan como instrucciones para, por asà decirlo, pintar una imagen.
En el colegio dibujĂĄbamos diagramas que mostraban el comportamiento de la luz y creĂamos que, al realizarlos, explicĂĄbamos algo. Todas aquellas lĂneas rectas y flechas tenĂan una apariencia satisfactoria, un aspecto de conclusiĂłn resolutiva. ParecĂa que ponĂan fin al asunto. Nunca se nos pasĂł por la cabeza que tal vez resultase tan imposible dibujar un diagrama que explicase cĂłmo A-B llega hasta B-A como, por ejemplo, podrĂa ser hacer un dibujo que explicase lo contentos que estĂĄbamos en vacaciones.
Pero si no sabemos prĂĄcticamente nada sobre la forma en que la informaciĂłn atraviesa el espacio que va de nuestra mano a nuestro ojo ni sobre cĂłmo se realiza este viaje, ÂżquĂ© garantĂa tenemos de que no se producen alteraciones por el camino?
ÂżCĂłmo sabemos que el mensaje original se tradujo correctamente en forma de cĂłdigo? ÂżCĂłmo sabemos que dicho mensaje nos estĂĄ dando toda la informaciĂłn sobre nuestra mano, sin dejarse nada por el camino? ÂżCĂłmo sabemos que la imagen que aparece en nuestros ojos no se ha distorsionado al formarse?
Sabemos que estĂĄ distorsionada, hasta el punto de que estĂĄ al revĂ©s, es plana y mucho mĂĄs reducida que la original. AsĂ pues, no tenemos ninguna garantĂa de que no se haya visto distorsionada o alterada de muchas otras maneras.
Sea como fuere, lo cierto es que esas dos imĂĄgenes coloreadas de tu mano estĂĄn ahĂ, en la parte posterior de tus ojos, y tu cerebro ha de ponerse en contacto con ellos de algĂșn modo.
CĂłmo ocurre esto es todo un misterio. Ni siquiera los expertos saben prĂĄcticamente nada sobre cĂłmo todos los detalles inmensamente complicados de las imĂĄgenes que se forman en tus ojos pasan a convertirse en una especie de descripciĂłn, un informe o una lista de datos, ni tampoco sobre cĂłmo se envĂa esa informaciĂłn a travĂ©s de los cables telegrĂĄficos mediante los cuales llega al cerebro. Hablar de cambios electroquĂmicos en las fibras nerviosas (por ejemplo) puede sonar impresionante, pero lo cierto es que no nos explica nada. Este tipo de «explicaciones», que no hacen mĂĄs que agrandar el misterio, pueden suponer conocimientos interesantes e importantes, pero no son explicaciones en absoluto.
Sin embargo, lo que ocurre en ese trayecto, si bien resulta muy enigmĂĄtico...