Naturalezas
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Naturalezas

Ralph Waldo Emerson

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Naturalezas

Ralph Waldo Emerson

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"Lo que hace vigente hoy el pensamiento de R.W. Emerson es su visión de la naturaleza, ese grandioso escenario que nos empeñamos en destruir con ahínco pero que nos sigue aportando razones, verdades e imágenes para reconstruir un nuevo orden de la existencia. Emerson es tan actual porque encarna la figura del moralista que vuelve a poner en valor las lecciones del mundo natural: el vaivén de cambio y permanencia, el milagro de la regeneración, o el balanceo de materia y espíritu como danza sin fin. volumenEn este volumen reunimos los dos textos más importantes que el autor dedicó al tema de la naturaleza, de los que emanan las bases para construir un nuevo mundo sostenible en sus fines y sustento de una humanidad, ahora tan perdida, pero que haría bien en prever su permanencia. Si el primero nos ofrece una reflexión teórica para fundamentar lo político y social; el segundo es su aplicación, el método emersoniano para encauzarlo. "Reunirlos juntos, y separados de otras obras de Emerson, ofrecen al lector la posibilidad de captar sin distracción el núcleo fundamental de su pensamiento", afirma Carlos Muñoz Gutiérrez en la espléndida introducción a este Virgilio norteamericano, tan útil hoy para hacernos comprender la complejidad de los vínculos y relaciones que nos atan a la vida.

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Informations

Année
2016
ISBN
9788415958536
Édition
1

NATURALEZA

adorno2
Una cadena sutil de incontables anillos
en la que el cercano lleva al más lejano,
el ojo lee por doquier presagios,
la rosa se expresa en todas las lenguas,
y, luchando por ser un hombre, el gusano
asciende por las espirales de la forma.

INTRODUCCIÓN

Nuestro tiempo es retrospectivo. Levanta los sepulcros de nuestros padres. Escribe biografías, historias y crítica. Las generaciones precedentes contemplaban a Dios y a la naturaleza cara a cara; nosotros a través de su mirada. ¿Por qué no habríamos de disfrutar también nosotros de una relación original con el Universo? ¿Por qué no habríamos de tener una poesía y una filosofía surgida de nuestra intuición, y no de la tradición, y una religión revelada a nosotros, y no transmitida a través de la historia de lo que les fue revelado? Inmersos por un tiempo en la naturaleza, cuyos flujos vitales nos envuelven y atraviesan, nos invitan con sus poderes a la acción, ¿por qué deberíamos andar a tientas por entre los restos secos del pasado, o disfrazar a la generación viva con una mascarada de marchito guardarropa? El sol también brilla hoy. Hay más lana y lino en nuestros campos. Hay nuevas tierras, nuevos hombres, nuevos pensamientos. Exijamos nuestras propias leyes, obras y cultos.
Sin duda cualquiera de nuestras preguntas tiene respuesta. Confiemos en la perfección de la creación y en lo que, cualquiera que sea la curiosidad del orden de cosas que ha despertado en nuestra mente, ese mismo orden puede satisfacer. Cada una de las condiciones del hombre es una solución en jeroglífico a las preguntas que nos hacemos. Actúa como la vida, antes de comprenderla como verdad. De forma semejante la naturaleza, a través de sus formas y tendencias, traza su propio sentido. Interroguemos a la gran aparición que brilla apaciblemente a nuestro alrededor. Preguntemos ¿cuál es el fin de la naturaleza?
Toda ciencia tiene un objetivo que es elaborar una teoría sobre la naturaleza. Tenemos teorías sobre las razas y las funciones, pero apenas vislumbramos un remoto enfoque sobre la idea de la creación. Estamos ahora tan lejos del camino de la verdad que los maestros de la religión discuten y se odian entre sí, mientras que los hombres reflexivos son tenidos por insensatos y frívolos. Pero, respecto al juicio certero, la verdad más abstracta es la más práctica. Cada vez que aparece una nueva teoría, se convierte en su verdadera evidencia. Es la constatación que explicará todos sus fenómenos. Ahora se piensa que no solo muchos son inexplicados, sino que son inexplicables, como el lenguaje, el sueño, la locura, los sueños, los animales, el sexo.
Considerado filosóficamente, el universo se compone de naturaleza y alma. Hablando en sentido estricto todo lo que está separado de nosotros, todo lo que filosóficamente se distingue como un NO YO, es decir, la naturaleza y el arte, el resto de la humanidad y mi propio cuerpo, pueden ser contemplados bajo el mismo término: span NATURALEZA. En la enumeración de los valores de la naturaleza y en su suma, utilizaré esta palabra en dos sentidos: en el común y en el de su valor filosófico. En preguntas tan generales como las nuestras en este momento, no es importante la inexactitud, no habrá confusión. Naturaleza, en su sentido común, se refiere a las esencias inalteradas de lo humano: el espacio, el aire, el río, la hoja. Arte se aplica a la mezcla de su voluntad con esas mismas cosas, tales como la casa, un canal, una escultura, un cuadro. Pero sus operaciones, tomadas en su conjunto, son tan insignificantes —desbastar, cocer, remendar, lavar…— que en una impresión de conjunto, tan vasta como la del mundo en la mente humana, no produce variación sobre el resultado.

I. NATURALEZA

Para estar en soledad las personas necesitan retirarse tanto de su habitación como de la sociedad. No estoy solo mientras leo o escribo, aunque nadie esté a mi lado. Pero si alguien quiere estar realmente solo que mire a las estrellas. Los rayos que provienen de esos mundos celestes le separarán de lo que toca. Podríamos pensar que la atmósfera se hizo transparente con la finalidad de dar al hombre, a través de los cuerpos celestes, la presencia perpetua de lo sublime. ¡Qué grandes parecen desde las calles de las ciudades! Si una noche aparecen las estrellas cada mil años, ¡cómo las adorarían los hombres y las preservarían para futuras generaciones en recuerdo de la morada de Dios que les fue mostrada! Pero esas emisarias de la belleza vienen cada noche e iluminan el universo con su admonitoria sonrisa.
Las estrellas inspiran cierta reverencia porque aunque siempre están presentes, son inaccesibles, pero todos los elementos naturales dejan una impresión semejante, cuando la mente está abierta a su influencia. La naturaleza nunca muestra una apariencia mezquina. Ningún hombre sabio vulnera su secreto, ni sacia su curiosidad desvelando toda su perfección. La naturaleza no se convierte en juguete para un espíritu elevado. Las flores, los animales, las montañas, reflejan la sabiduría de su mejor momento, tanto como habían deleitado la sencillez de su infancia.
Así, cuando hablamos de naturaleza, lo hacemos en otro sentido, desde una idea más poética. Nos referimos a la totalidad de la impresión formada por diversos objetos naturales. Es esto lo que distingue la madera del leñador, del árbol del poeta. El delicioso paisaje que contemplé esta mañana, indudablemente estaba compuesto por veinte o treinta granjas. El dueño de este campo es Millar, Locke el de aquel, y Manning el del bosque que hay atrás, pero ninguno de ellos es dueño del paisaje. Hay una propiedad en el horizonte que nadie posee salvo quien tiene un ojo integrador y es el poeta. Eso es lo mejor respecto a los granjeros, aunque ninguna escritura lo certifique.
Para hablar claro, pocos adultos son capaces de ver la naturaleza. La mayor parte de las personas no ven el sol, o al menos su visión es superficial. El sol solo ilumina el ojo humano pero brilla en la mirada y el corazón del niño. El amante de la naturaleza es aquel cuyos sentidos internos y externos están realmente ajustados entre sí; aquel que retiene el espíritu de la infancia aunque llegue a la edad adulta. Su relación con el cielo y la tierra se convierte en su alimento diario. En presencia de lo natural, un delicioso sentimiento salvaje recorre a las personas a pesar de sus penas. La Naturaleza dice «esta es mi criatura» y a pesar de sus impertinencias disfrutará conmigo. No solo el sol o el verano, sino que cada momento y estación rinde su tributo de deleite. Cada momento, cada cambio corresponde a un estado diferente de la mente, desde el mediodía jadeante a la tenebrosa medianoche. La naturaleza es una configuración que se adapta así de bien tanto a la comedia como a la tragedia. Con buena salud, el aire es un acicate de increíbles virtudes. En el crepúsculo, atravesando un simple campo, charcos de nieve, bajo un cielo nublado, sin que cruzara por mis pensamientos nada de especial fortuna, disfruté de una alegría perfecta, una emoción vecina al temor. También en los bosques el hombre puede dejar atrás su edad, como la serpiente su piel, y ser un niño a pesar del tiempo. En los bosques se siente la eterna juventud. En estas plantaciones de Dios reina el decoro y la santidad, y se celebra un festival perenne en el que el invitado no podría cansarse de ello ni en mil años. En los bosques regresamos a la razón y la fe. Si me fijo bien, siento que nada malo puede acontecer en mi vida, ninguna desgracia, ninguna calamidad que la naturaleza no pueda reparar. Sobre la tierra desnuda —con mi cabeza bañada por el aire libre e inmerso en el espacio infinito—, desaparece todo rastro de egoísmo. Me convierto en un transparente globo ocular; no soy nada; veo todo; las corrientes del Ser Universal me atraviesan; soy parte o partícula de Dios. El nombre del amigo cercano suena entonces ajeno y accidental: ser hermano o conocido, dueño o sirviente, es entonces una nimiedad y un trastorno. Soy amante de la belleza incontenible e inmortal. En la naturaleza salvaje encuentro algo más amado y afín que en las calles o las aldeas. En la tranquilidad de un paisaje, y especialmente en la lejana línea del horizonte, el hombre observa algo tan hermoso como su propia naturaleza.
La mayor delicia que proporcionan los campos y bosques es la sugerencia de la oculta relación entre humanos y plantas. Ni estoy solo, ni soy ningún extraño. Me saludan y yo a ellos. En medio de la tormenta el balanceo de las ramas es a la vez para mí nuevo y antiguo. Me sorprende, y a la vez no me es desconocido. El efecto que produce es el mismo que cuando un pensamiento elevado, o una intensa emoción me embarga, siento que es justo y que ocurre lo correcto.
Sin embargo es cierto que el poder que produce esta delicia no reside en la naturaleza, sino en el hombre, o en la armonía entre ambos. Es necesario usar estos placeres con templanza, porque la naturaleza no siempre se disfraza con ropajes festivos, sino que la misma escena que ayer desprendía perfume y brillaba para acoger la danza de las ninfas, hoy arroja su manto de melancolía. La naturaleza siempre se viste con los colores del espíritu. Para quien es víctima de la desgracia, el calor de su propio fuego le inspira tristeza. Hay una especie de desprecio del paisaje en el sentimiento de quien acaba de perder un amigo querido. El cielo se empequeñece y devalúa lo que cobija de la humanidad.

II. BIENES MATERIALES

Quienquiera que considere la causa final del mundo discernirá una multitud de usos que forman parte del resultado. Podemos considerar que pueden incluirse en uno de estos tipos: bienes materiales, belleza, lenguaje y disciplina.
Con la denominación general de bienes materiales incluyo todo aquello beneficioso que nuestros sentidos deben a la naturaleza. Por supuesto hablamos de un beneficio pasajero, no definitivo, en su servicio al alma. Pero aunque inferior, es perfecto en su especie, y es el único uso de la naturaleza que todos los hombres comprenden. La miseria humana parece petulancia infantil cuando exploramos la firme y pródiga provisión hecha para su sustento y deleite en esta esfera verde que flota en el cielo. ¿Qué ángeles inventaron tan espléndidos ornamentos, tan deliciosas comodidades; océano de aire por arriba, océano de agua por abajo, y el firmamento de tierra entre ambos?, ¿el zodíaco luminoso, la cubierta de nubes que exhala su agua, el abrigo variado de los climas, las cuatro estaciones del año? Animales, fuego, agua, piedra y cereales a su disposición. El campo es a la vez su suelo, su lugar de trabajo, de juego, su jardín y su lecho.
Más servidores cuidan al hombre de los que él conoce20
La naturaleza, en relación a lo humano, no es solo materia, sino también proceso y resultado. Todos sus elementos trabajan incesantemente colaborando entre sí para el provecho de la humanidad. El sol evapora el agua del mar; el viento esparce el vapor sobre los campos y planta la semilla; la planta nutre al animal, y así ella alimenta al hombre en el incesante círculo de la caridad divina.
Las artes prácticas concebidas por el ingenio humano son nuevas combinaciones y reproducciones de esos benefactores naturales. Ya no hay que esperar el viento favorable, sino que gracias al vapor se hace realidad la fábula del soplo de Eolo y lleva los treinta y dos vientos21 en la caldera de su barca. Para disminuir la fricción, cubre el camino con barras de hierro y en vagones cargados de hombres, animales y mercancías, atraviesa de ciudad en ciudad, el país, como un águila, o una golondrina atraviesa el aire. ¡Desde los tiempos de Noé a los de Napoléon, cuánto ha cambiado la faz del mundo con todas estas ayudas! Para el hombre sin recursos hay a su disposición ciudades, barcos, canales, puentes… Va a la oficina de correos y el género humano distribuye sus mensajes; va a la librería y el género huma...

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