El inconsciente escolar
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El inconsciente escolar

Guillermo Federico Sperr

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El inconsciente escolar

Guillermo Federico Sperr

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La presente obra intenta realizar un aporte a la elaboración de un modelo conceptual que permita la lectura del fenómeno educativo desde una perspectiva ecléctica. Esto quiere decir que el autor recurre a líneas de pensamiento de diferentes campos, principalmente la filosofía del lenguaje, el análisis institucional, el psicoanálisis, el esquizoanálisis y la sociología para poner en tensión aquello que se ha gestado en el ámbito escolar como "saber no sabido" y que de este modo se dispone como inconsciente institucional al momento que se toma a ese "saber" como textura que condiciona o determina las prácticas en todos los ámbitos de la vida humana. En este caso, analizamos específicamente algunas de las prácticas educativas instituidas desde el modelo propuesto, lo que permite, a docentes, estudiantes, y sobre todo, a responsables de gestión, intervenir sobre la vertiente intitucionalizada de la práctica educativa para poder producir lógicas alternativas a la "reproducción de la ideología dominante" descripta por los desarrollos sociológicos y políticos críticos del dispositivo escolar tal y como se encuentra en nuestros días y en nuestras latitudes.

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Informations

ISBN
9789878717999
Édition
1

1. Introducción


El presente escrito intenta sistematizar algunas ideas propias y de diferentes autores en un modelo para comprender lo institucional, desde una perspectiva que podríamos denominar ecléctica, para construir un dispositivo hermenéutico para lo que llamaremos “lo institucional”, como también para poder operativizar dispositivos de intervención sobre los segmentos institucionalizados de la realidad.
Las principales líneas teóricas de las que se nutre el nuestro trabajo recogen lecturas de Foucault, Deleuze, Heidegger, Wittgenstein, Freud, Frege, Lacan, Bourdieu, Freire, entre otros.
En este sentido, no queremos dejar de poner de manifiesto las notas provenientes de la lingüística, la filosofía, el psicoanálisis y la política, cuestión que nos arrastra no sólo a concebir una naturaleza discursiva de lo real, sino también en este punto nos es necesario recurrir a una epistemología que autorice el argumento constructivista y no naturalista, pudiendo, a partir de allí, presentar un modelo que permita articular no solamente los fenómenos como hechos perceptivos, sino como un complejo constructo en el cual interviene una dimensión virtual que estructura la posibilidad de sentido de lo que percibimos.
Más allá de esto, no puedo dejar de mencionar que también en este texto al efecto artístico a través de la cita de textos de escritores como Borges o Cortázar.
¿Estaría mal decir que este texto, esta máquina de interpretar, crear e intervenir, tiene una impronta borgeana-foucaultiana?
Tomamos la multiplicidad como potencia. Buscamos construir una máquina para poder ver, sentir, interrogar, interpretar, pensar, etcétera, para lo cual, muchas veces debemos alejarnos de las frías teorías para acercarnos al calor de los mitos, los cuentos, la pintura o la música para producir ese efecto extraño y atractivo que produce la obra de arte: “la sensación de que algo va a suceder”, “la inminencia del suceso desconocido”.
Esa intriga es la que nos lleva a crear mundos posibles, a caminar hacia un horizonte que no conocemos del todo, a buscar una explicación o, en el mejor de los casos, múltiples explicaciones sobre lo que acontece.
No podemos abordar la realidad educativa sin esclarecer de qué material está constituida, según nuestro modelo. Cuáles son los elementos constituyentes de la realidad educativa, de toda realidad. En definitiva, poner de manifiesto con la mayor claridad posible el artificio del que forma parte nuestro dispositivo hermenéutico y de intervención no solo sobre las instituciones del campo de la educación, sino del resto de las instituciones sociales, que, en definitiva, son las mismas que existen y que reproduce la escuela.
Es decir, si llevamos estas consideraciones al campo de la educación, podríamos preguntarnos: ¿qué es la escuela?, o ¿qué es el jardín de infantes? ¿Es solo esa suma de paredes, puertas, alumnos y docentes?, ¿o es algo más?
¿Cuáles son los elementos que constituyen la realidad educativa? ¿Estos elementos se encuentran armoniosamente vinculados o más bien su relación está tensada por el conflicto? ¿Alumnos, docentes, examen, niño-niña-más (+), maestro, maestra, currículum, contenidos, espacios, tiempos, actos, bandera, baño de niña, baño de niño, portera o portero, mingitorio, ESI, gremios, caer en la educación pública, salario docente, transporte, trabajo, familia, hambre, padres, analfabetismo, TGD, aprendizaje, inteligencia, psicopedagoga, secundaria, inútil, pruebas PISA, adornos en las paredes, tizas, pizarrón, bancos, la espalda del compañero, la cara del docente, educación física, hora libre, arte, danza, juguete, siesta? Rizoma.
Luego de estas (raras y no tanto) preguntas iniciales, proponemos varias hipótesis para desarrollar, muchas veces siguiendo la senda que han recorrido otros autores.
Lo que intentaremos crear en un principio es un argumento que les permita admitir que la realidad educativa está constituida por una serie de elementos (lugares vacíos) que entenderemos como covariantes, pero principalmente de relaciones, y estas relaciones se encuentran tensionadas en vínculos conflictivos en los cuales los diferentes agentes que forman parte de dicha realidad buscan, a través de mecanismos más o menos violentos, establecer las categorías o las etiquetas que dan sentido a lo real.
Por lo tanto, si podemos considerar admisible que una de las estofas de la realidad son los sentidos que tienen las cosas, la ontología de lo escolar se halla entramada en un texto que establece los sentidos de lo que sucede en el campo educativo, y estos sentidos son objeto de disputa, ya que el plano del sentido, podríamos decir, es una dimensión texturada, es decir, hecha de texto.
Por esto mismo la psicología institucional no puede dejar de lado la cuestión de que su propia construcción supone desde el inicio, al momento de plantear un determinado modelo, un sustrato ontológico, aunque también este mismo sustrato es considerado en sí mismo un artificio.
Sin embargo, para poder avanzar en la explicación del modelo que proponemos para la lectura de lo social, lo institucional y también lo individual, partimos de una ontología en la cual el orden del discurso es considerado como la estofa misma de lo que experimentamos como realidad subjetiva (individual, colectiva).
Con todo esto, no queremos proponer un modelo que abone al dualismo que sostiene dos realidades, ya que, si existen dos, ¿por qué no puede haber tres, o cien?
Sobre esta cuestión volveremos una y otra vez a lo largo de este texto: el dualismo es también un artificio, un supuesto que forma parte de la manera en que Occidente concibe “institucionalmente” la realidad.
Si bien sostenemos la artificialidad de la concepción dualista, y toda concepción de la realidad, queremos ser convincentes con la hipótesis que afirma que es el discurso, el lenguaje, el elemento necesario de nuestro modelo que establece una lógica para comprender los fenómenos.
En resumen, incluimos al leguaje como dimensión de la realidad, y si somos un poco más arriesgados, incluso podremos aventurarnos un poco más, afirmando que esta misma concepción nos permite poder sostener cómo ciertas realidades son “creadas” por lo que llamamos lenguaje, y no solamente “nominadas” por éste.
Es en este punto en donde conviene también incluir cuál es nuestra perspectiva respecto de la concepción del “poder” en el modelo que estamos estudiando. En este sentido, nos orientamos a un modo de entender el ejercicio del poder, que se da no únicamente en el plano vincular, sino que es hijo del régimen de relaciones que se dan en el plano del discurso. El poder se da de un modo des-sustancializado, y es el resultado del conjunto de relaciones de un determinado campo, y que permiten constituir un tipo de pensamiento como posible o verdadero a través de un proceso que podemos llamar de “naturalización”, de “obviedadización”. Así, si en un determinado momento los elementos de un campo se relacionan de una determinada manera, el ejercicio del poder y su resistencia estarán dados no por los elementos en sí mismos, sino por el conjunto de relaciones que se han establecido en ese campo. De este modo, hay discursos que se establecen como sentido común, es decir que establecen el modo de pensar lo que sucede, y allí radica la fortaleza de su poder, en tanto los individuos interpretamos lo que se nos presenta a partir de un saber establecido previamente, y que en nuestra concepción opera como “saber no sabido”, como “discurso del otro” o como “saber inconsciente”.
A partir de aquí, ¿podríamos pensar en cuáles son los discursos que hoy nos dominan?, ¿qué enunciados son los que establecen el sentido de lo que experimentamos como realidad?
Como pueden observar, desde nuestra perspectiva, los individuos son un elemento más en la trama del discurso, por lo que entendemos que existen discursos específicos e interesados que se posicionan de determinada manera para reproducirse y naturalizarse, así como para perpetuarse en determinadas prácticas.
No es ya la idea instrumental sobre el lenguaje y el discurso en el cual el individuo lo “utiliza” como medio de comunicación, como si cada individuo pudiera seleccionar las palabras que emplea, las categorías a través de las que comprende el mundo, o incluso, el “magma de significados” (Castoriadis, C., 1975) en el cual ese individuo desarrolla su existencia.
Como notarán, estos supuestos sobre el lenguaje humano nos parecen limitados al concebirlo simplemente como un elemento, como un objeto más del mundo. Por esta razón, nos proponemos una utilización de la noción de lenguaje como dimensión necesaria para la experiencia humana del mundo, por lo que agregamos a la concepción comunicativa la concepción ontológica del lenguaje. Es más bien poder pensar que hay ciertas disposiciones que nos llevan a “entender” las cosas de determinada manera, según determinados intereses, que no son propios, porque son previos, ni responden a nuestra voluntad, sino a un más allá, que solamente podemos entender si introducimos la categoría de virtualidad o de inconsciente social para explicarlo.
Es hacia aquellas disposiciones a las que se dirige la psicología social e institucional. Busca mostrarlas o develarlas, deconstruirlas, construirlas o destruirlas, en definitiva, operar con ellas o sobre ellas.
Voy a recurrir, para finalizar con esta larga introducción, a un fragmento del cuento de Jorge Luis Borges, “El encuentro” (en El informe de Brodie, 1970), para intentar introducir una serie conceptos que circularán en todo este texto, y que forman parte de nuestra propuesta, para poder pensarnos como personajes de un texto que nos excede y nos constituye conflictivamente, y que tal vez, sin saberlo, natural y obviamente, nos conduzca a realizar determinadas acciones que, si las pensamos bien, nos es imposible concebir como propias.
“Maneco Uriarte no mató a Duncan; las armas, no los hombres, pelearon. Habían dormido, lado a lado, en una vitrina, hasta que las manos las despertaron. Acaso se agitaron al despertar; por eso tembló el puño de Uriarte, por eso tembló el puño de Duncan. Las dos sabían pelear —no sus instrumentos, los hombres— y pelearon bien esa noche. Se habían buscado largamente, por los largos caminos de la provincia, y por fin se encontraron, cuando sus gauchos ya eran polvo. En su hierro dormía y acechaba un rencor humano.
Las cosas duran más que la gente. Quién sabe si la historia concluye aquí, quién sabe si no volverán a encontrarse”.

2. Ideas, preguntas, problemas

O de cómo el “recortar” puede convertirse en un acto político

“… desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido más lato, pero enteramente legítimo.” Psicología de las masas y análisis del yo.
Sigmund Freud

¿Qué sucedería si nos percatáramos de que lo que pensamos, todo lo que pensamos, ya fue pensado antes por otros? ¿Cómo nos afectaría saber que lo que decimos y sentimos, todo lo que decimos y sentimos, no lo digo o lo siento “yo”, sino que viene digitado desde “otro lugar”? ¿Cómo actuaríamos si pensáramos que no pensamos con la mente?
¿Podremos estar tan seguros de nuestros juicios y de nuestras valoraciones? ¿Podremos actuar con la misma certeza con que actúa el subordinado delirante?
Propongo comenzar este texto como un andar, un devenir que transcurre como un recorrido por una geografía, un parque, o mejor, como la propuesta y a la vez la lectura de un mapa, una topología. Un mapa sobre la psicología institucional, sobre lo social el alma y el cuerpo.
Un mapa sobre nosotros mismos y sobre los otros. Un mapa sobre la realidad educativa, y tal vez, sobre la realidad toda.
Pero también el presente texto es presentado como un desafío: crear juntos una psicología social e institucional que nos permita preguntarnos cuál es la relación entre las instituciones, las prácticas y los aprendizajes en los niveles inicial, primario y medio, ya que este texto es en sí mismo elaborado como texto para la formación de futuros decentes de los niveles mencionados, por lo que no busca ser un texto meramente técnico.
Es decir que el presente texto fue pensado para acompañar las trayectorias educativas de los y las futuras docentes del nivel inicial, primario y medio, deconstruyendo algunas concepciones respecto de “lo institucional” que forman parte del sentido común, y proponer un dispositivo de lectura e intervención sobre lo social y lo institucional que a la vez nos permita constatar la importancia de esta perspectiva en la función docente.
También es un intento de sistematización de ideas que buscan amarrarse en el puerto de lo programático. Es decir, organizar cierta línea de pensamiento arraigada en conceptos de autores muy diversos y de diferentes campos, pero que, puestos en determinado orden, podríamos decir que hablan un dialecto común, y que, en nuestro caso puntual, apuntan a producir saberes no dogmáticos que se orienten a una práctica crítica, reflexiva y situada.

a. Psicología: ¿individual o social?
Consecuencias lógicas de dos concepciones sobre la psicología, lo social y lo institucional

¿Por qué psicología social e institucional? ¿Qué relación hay entre lo individual y lo colectivo? ¿Cómo establecer un dispositivo que permita intervenir sobre lo instituido, sobre lo que ya está establecido, lo que funciona?
El enfoque que intentaré desarrollar resulta de importancia, ya que entiendo los límites en términos de conceptualización que ofrecen los modelos actuales para la comprensión de las complejísimas situaciones que se producen en el campo educativo, por lo que considero necesario un abordaje conceptual transdisciplinario que nos permita lecturas creativas y novedosas respecto de los fenómenos educativos en particular, y sociales en general. Si somos exitosos en esta empresa, habremos habilitado, al menos en términos argumentales, una serie de prácticas que puedan dar material de análisis e intervención conforme a las necesidades actuales en lo que refiere a la práctica docente.
Conviene iniciar con una propuesta actitudinal frente a todo lo que se presenta como saber tanto sobre el campo educativo, como también para otros campos. Esto es, el dispositivo de la “duda” y la “desconfianza” incluso sobre las ideas que intento demostrar a partir de la presente propuesta. En este sentido, por ejemplo, podemos dudar de la diferencia tajante entre individuo y sociedad, entre cuerpo y mente, o desconfiar de las ideas que sostienen el saber del docente sobre la ignorancia del estudiante, o dudar incluso de la “naturaleza” esencial de la escuela, o del interés del Estado en la educación, o el interés “privado” por la gestión de instituciones escolares, etcétera.
Para ser más concretos, diré que optamos por la perspectiva pragmática que pregunta; ¿nos son útiles los modelos actuales para abordar las problemáticas que se presentan en el ámbito de la educación, la cultura y los saberes?
Pero volviendo a lo que nos convoca en este apartado, que es la cuestión de los límites, de los márgenes o de las fronteras que se piensan de manera “establecida” respecto del individuo y la sociedad, de la naturaleza y la cultura, de la institución escolar y su comunidad de referencia.
Tal vez, nos convenga, en términos estratégicos, establecer márgenes grises, difuminados entre lo que se nos presenta o como claramente diferente, o como claramente continuo.
Si admitimos esta hipótesis, podríamos aceptar incluso que la escuela se extiende aún más allá de sus muros, que la intervención de una docente se extiende más allá del individuo al que se expuso una estrategia de enseñanza, etcétera. O al revés. Tal vez los problemas familiares y sociales se hagan presentes en cada una de las prácticas que se llevan adelante dentro del aula, o la escuela. La falta de trabajo en una sociedad, la muerte de un referente comunitario, el debate que se da en el Congreso Nacional respecto de la interrupción legal del embarazo, el desarrollo del mundial de fútbol, la discusión del salario docente, el aislamiento social obligatorio, etcétera, no pueden ser dejados de lado al momento de intentar comprender por qué un estudiante no aprende, o por qué este estudiante tiene problemas de conducta, o por qué un docente tiene tal o cual expresión en una clase, o por qué el mismo docente se encuentra más o menos frustrado con su práctica, etcétera.
Si no admitimos que las paradojas se dan debido a la manera en que categorizamos el mundo, el enunciado que reúna las palabras “psicología” y “social”, es decir, la “psicología social”, se presenta como una contradicción, y ya partimos de un problema, ya que, si “suponemos” que lo mental es individual, es decir, de los individuos, y lo social tendría que ver con los otros, ¿cuál sería el punto de contacto posible entre lo social y lo individual, entre yo y el otro?, ¿o que no hay sujeto sin la figura del otro?
Si bien sabemos que “lo social” representa en sí mismo un concepto abstracto, podemos decir que desde el sentido común “lo social” se muestra, se percibe o se piensa como la suma de individuos que constituyen un entorno necesario para la supervivencia del individuo humano, pero claramente y de ningún modo “lo social” podría constituirnos. Lo social, desde el sentido común, está afuera del individuo. Se da como suma de personas.
Sin embargo, desde nuestra propuesta, ¿podríamos admitir la idea de que “somos lo social”?, ¿o que somos el otro?, ¿o que el sujeto es “en” el campo del otro?
Cabe aquí nuestra primera aclaración: no es lo mismo cuando hablamos de sujeto que cuando hacemos referencia al individuo. Diremos, en principio, que un individuo hace referencia a una entidad tridimensional, podríamos decir, un ser vivo considerado independiente de los demás, separado de los otros. En un sentido etimológico, la palabra individuo viene del latín individuus, que quiere decir indivisible (la unidad mínima y no divisible menor en un grupo es el individuo). De aquí podríamos decir que esta idea de “individuo” es tomada como referencia, principalmente para el discurso de la biología, pero también para otras disciplinas que buscan dar cuentas de las conductas, en nuestro caso, de los seres humanos.
Pero también sabemos que un individuo es divisible. Hay órganos, tejidos, células. Dividamos como se quiera el cuerpo del humano. ¿Podremos ser uno y muchos a la vez?
En este texto, sin embargo, utilizaremos la palabra “sujeto”, que no es sinónimo de individuo. Cuando hacemos referencia a un “sujeto”, hacemos referencia a una composición. Un sujeto no es sólo un individuo. Un sujeto es también un conjunto de elementos históricos y sociales en tensión. Un sujeto no es un individuo, sino que los individuos estamos capturados por los entramados de elementos que conforman un sujeto, en el sentido de una traza textual, epocal, social e histórica.
Desde el presente modelo, haremos referencia a los dos conceptos, aunque con estos dos sentidos específicamente establecidos.
Por ejemplo, si optamos por una perspectiva individualistas en la cual los seres humanos serán concebidos como individuos, es decir, como entidades biológicas tridimensionales, la relación con otros individuos será como la rel...

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