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VIVIENDA
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¿Cómo transforma la sociedad de la información la habitabilidad en el åmbito privado de los ciudadanos? ¿Qué nuevas funciones incorporan las viviendas en una sociedad en red?
La vivienda es la pieza central de la habitabilidad de las personas. Es, como afirmaba Marshall McLuhan, su «Ășltima piel individual».
Internet ha cambiado la capacidad de interacciĂłn de las personas desde el ĂĄmbito de lo privado y por ello la escala del mundo.
Si la doctrina tradicional decĂa que la ciudad es un lugar donde se vive, se trabaja y se descansa, un lugar para el comercio y el encuentro, las nuevas tecnologĂas permiten que la vivienda hoy acoja potencialmente todas esas funciones. Ya lo hemos explicado anteriormente. La vivienda incorpora los nodos a escala individual de mĂșltiples redes que existen en la ciudad. Contiene los terminales del sistema neuronal de la ciudad.
En el siglo XX hemos asistido a un proceso de «objetivaciĂłn» de las funciones. Muchas actividades que antes requerĂan de un espacio y una infraestructura ahora se realizan a travĂ©s de una mĂĄquina. El lavadero de la plaza del pueblo, y la actividad social en torno a Ă©l, ha desaparecido sustituido por el electrodomĂ©stico-lavadora, que casi toda vivienda incorpora. La cinta de correr ha sustituido las carreras en el campo. El ordenador ha sustituido, al menos parcialmente, decenas de actividades vinculadas al espacio fĂsico y reproduce estas acciones virtualmente. Y los objetos, a su vez, se han hecho mĂĄs pequeños.
EL PROYECTO MEDIA HOUSE
En el año 2001, en el primer año acadĂ©mico del MĂĄster en Arquitectura Avanzada, desarrollamos el Media House Project junto con The Center for Bits and Atoms del MIT. En aquel momento comenzamos a colaborar con Neil Gershenfeld, que dirigĂa el programa «Things That Think» dentro del Media Lab, quizĂĄs el centro de tecnologĂa digital mĂĄs importante de aquel momento.
La idea era desarrollar un prototipo de una vivienda informacional uniendo el potencial de la cultura americana, mĂĄs orientada a los objetos y a las tecnologĂas que pueden ser desarrolladas en mĂșltiples diseños de forma general, y de la cultura europea, mĂĄs orientada al espacio, capaz de integrar en un solo proyecto recursos pĂșblicos y privados para experimentar sobre el futuro de la vivienda.
De la misma manera que el acceso a la electricidad y al agua potable transformĂł el espacio fĂsico de la vivienda a principios del siglo XX con la incorporaciĂłn de nuevos espacios y funciones, el objetivo era investigar quĂ© cambios funcionales o espaciales se podĂan experimentar con las nuevas tecnologĂas de la informaciĂłn.
Neil propuso utilizar una tecnologĂa desarrollada por su centro basada en los servidores IP mĂĄs pequeños del mundo. Si en los años sesenta un servidor de Internet ocupaba el espacio de una habitaciĂłn y costaba millones de dĂłlares, ahora eran capaces de fabricarlo del tamaño de una moneda de un dĂłlar.
La idea era dotar de inteligencia a la vivienda a partir de la creaciĂłn de una red de microservidores embebidos en cualquier objeto de forma que se creara un sistema de computaciĂłn distribuido. La inteligencia de la casa no debĂa residir en ninguno de sus objetos en concreto, sino que debĂa emerger de la relaciĂłn de todas sus partes. El proyecto proponĂa que si cualquier elemento de la vivienda tiene una identidad digital, todas las cosas podrĂan estar conectadas con todas a travĂ©s de la red del edificio, de forma no centralizada. Y, para ello, la red del edificio se debĂa construir al mismo tiempo que se construĂa su estructura fĂsica.
En los años veinte del siglo XX, con el desarrollo de las estructuras de hormigón, se separó la forma del edificio de su estructura y se desplegó el concepto de «planta libre». Los diferentes sistemas mecånicos del edificio quedaron embebidos en falsos techos y otros elementos que permitieron organizar el edificio por capas cuya responsabilidad era de especialistas diferentes.
Sin embargo, en los sistemas naturales, desarrollados para optimizar el consumo energĂ©tico, la forma y estructura de los seres vivos se construyen siguiendo la misma lĂłgica. Y en la mayorĂa de los casos coinciden en un solo elemento.
La arquitectura de Antoni GaudĂ fue utilizada en muchas ocasiones como ejemplo de edificio en el que la forma emerge directamente de las fuerzas que lo conforman y en el que los diversos sistemas funcionales se integran en un solo elemento constructivo.
En el proyecto propusimos fabricar una red espacial formada por barras que definĂan la estructura fĂsica del edificio, con la estructura energĂ©tica y la estructura lĂłgica en un mismo elemento de secciĂłn tubular. Cualquier elemento elĂ©ctrico se podĂa conectar o desconectar de la red de forma transparente, y el sistema reconocĂa la llegada de un nuevo elemento y se reconfiguraba para interactuar con Ă©l. De este modo, no existe ningĂșn elemento que controle el resto de la vivienda, sino que la inteligencia emerge de la interacciĂłn de decenas de pequeños elementos con una inteligencia mĂnima.
Marvin Minsky, uno de los padres de la inteligencia artificial, afirmaba en su libro The Society of Mind que le asombraba cĂłmo la relaciĂłn de millones de cosas no inteligentes (las neuronas) podĂa generar inteligencia. Nuestro acercamiento era similar. Y era totalmente diferente a los sistemas centralizados «domĂłticos» que todavĂa existen en algunos edificios. En ellos, la inteligencia del edificio se gestiona desde un ordenador central desde el que se toman las decisiones que los diversos mecanismos deben ejecutar, de forma que si el ordenador central falla, el edificio «se cuelga».
Si querĂamos dotar de inteligencia a las cosas de forma que pudiĂ©ramos medir valores de ellas (con sensores) y asĂ manipularlas (con actuadores), debĂamos saber quĂ© categorĂas de cosas existen en el espacio fĂsico de un espacio habitable. Y lo debĂamos saber con el fin de conocer quĂ© parĂĄmetros debĂamos medir y manipular. El control del aire en los edificios de oficinas es muy ilustrativo: hoy somos capaces de saber la temperatura y la humedad del aire en el interior de un espacio (mediante sensores) y manipular sus condiciones con impulsores de aire previamente tratado (actuadores) que garantizan (si todo funciona bien) una temperatura y una humedad constante segĂșn los deseos del usuario.
Pues bien, llegamos a la conclusiĂłn de que si dividimos el espacio interior de una vivienda en milĂmetros cĂșbicos y vemos quĂ© contiene cada uno de ellos, solo encontramos seis categorĂas de elementos de naturaleza diferente: seres vivos, objetos, espacio, redes, lĂmites y contenidos. Cada uno de ellos se puede medir a partir de parĂĄmetros diferentes, y si queremos cambiar su comportamiento se deberĂan poder definir actuadores diferentes.
Evidentemente, para poder establecer relaciones o algoritmos para su comportamiento, deberĂamos comenzar a comprender quĂ© es la inteligencia, cuĂĄntos tipos de inteligencia podemos establecer en un espacio y quĂ© tipo de relaciones sociales, emocionales o econĂłmicas ocurren cuando se manipulan los elementos de la vivienda.
El proyecto fue presentado en septiembre de 2001 en el Mercat de les Flors de Barcelona como el inicio de un work in progress que se ha desarrollado en los años posteriores.
Para el proyecto creamos una estructura espacial donde se podĂan conectar objetos y moverlos libremente a otra posiciĂłn, conservando las relaciones lĂłgicas con otros objetos mediante sus microservidores embebidos. De esta forma se pudo experimentar un espacio habitable con algunas de las propiedades de los sistemas digitales, donde todo es reprogramable, a diferencia de las viviendas tradicionales, donde las funciones y la posiciĂłn de los objetos en el espacio son fijas y estĂĄn vinculadas a los sistemas elĂ©ctricos que las soportan.
No construimos una casa con un ordenador central que la controlaba. La Media House se construyó bajo el principio «La casa es el ordenador. ...