La ciudad autosuficiente
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La ciudad autosuficiente

Vicente Guallart

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  1. 256 pages
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La ciudad autosuficiente

Vicente Guallart

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Internet ha cambiado nuestras vidas pero todavía no ha cambiado nuestras ciudades. Toda revolución tecnológica lleva emparejadas transformaciones radicales en las formas de vida. Si la era del automóvil y el petróleo conformó las ciudades del siglo XX, la sociedad de la información configurarå las del siglo XXI. Es una evolución imparable que, sin embargo, hay que saber conducir con criterio. Se trata de aprovechar las experiencias urbanas acumuladas durante siglos por los humanos y tener presente que el crecimiento no puede ser ilimitado y que los recursos energéticos que ofrece nuestro planeta tienen fecha de caducidad.Vicente Guallart expone este fascinante proceso en un libro cargado de ideas, datos y propuestas.En calidad de observador, de pensador y de pionero de la arquitectura del futuro, Guallart propone la regeneración de las ciudades (de la vivienda a la metrópolis) para impulsar una nueva economía de la innovación urbana. Un camino con destino a la autosuficiencia local en materia de recursos y a la conectividad global en materia de conocimiento e información. Porque la autosuficiencia conectada hace que las ciudades y las personas que las habitan sean mås fuertes, libres e independientes.

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Informations

Éditeur
RBA Libros
Année
2014
ISBN
9788490562710

1

VIVIENDA
(1-10)
¿Cómo transforma la sociedad de la información la habitabilidad en el åmbito privado de los ciudadanos? ¿Qué nuevas funciones incorporan las viviendas en una sociedad en red?
La vivienda es la pieza central de la habitabilidad de las personas. Es, como afirmaba Marshall McLuhan, su «Ășltima piel individual».
Internet ha cambiado la capacidad de interacciĂłn de las personas desde el ĂĄmbito de lo privado y por ello la escala del mundo.
Si la doctrina tradicional decĂ­a que la ciudad es un lugar donde se vive, se trabaja y se descansa, un lugar para el comercio y el encuentro, las nuevas tecnologĂ­as permiten que la vivienda hoy acoja potencialmente todas esas funciones. Ya lo hemos explicado anteriormente. La vivienda incorpora los nodos a escala individual de mĂșltiples redes que existen en la ciudad. Contiene los terminales del sistema neuronal de la ciudad.
En el siglo XX hemos asistido a un proceso de «objetivación» de las funciones. Muchas actividades que antes requerían de un espacio y una infraestructura ahora se realizan a través de una måquina. El lavadero de la plaza del pueblo, y la actividad social en torno a él, ha desaparecido sustituido por el electrodoméstico-lavadora, que casi toda vivienda incorpora. La cinta de correr ha sustituido las carreras en el campo. El ordenador ha sustituido, al menos parcialmente, decenas de actividades vinculadas al espacio físico y reproduce estas acciones virtualmente. Y los objetos, a su vez, se han hecho mås pequeños.
EL PROYECTO MEDIA HOUSE
En el año 2001, en el primer año académico del Måster en Arquitectura Avanzada, desarrollamos el Media House Project junto con The Center for Bits and Atoms del MIT. En aquel momento comenzamos a colaborar con Neil Gershenfeld, que dirigía el programa «Things That Think» dentro del Media Lab, quizås el centro de tecnología digital mås importante de aquel momento.
La idea era desarrollar un prototipo de una vivienda informacional uniendo el potencial de la cultura americana, mĂĄs orientada a los objetos y a las tecnologĂ­as que pueden ser desarrolladas en mĂșltiples diseños de forma general, y de la cultura europea, mĂĄs orientada al espacio, capaz de integrar en un solo proyecto recursos pĂșblicos y privados para experimentar sobre el futuro de la vivienda.
De la misma manera que el acceso a la electricidad y al agua potable transformó el espacio físico de la vivienda a principios del siglo XX con la incorporación de nuevos espacios y funciones, el objetivo era investigar qué cambios funcionales o espaciales se podían experimentar con las nuevas tecnologías de la información.
Neil propuso utilizar una tecnología desarrollada por su centro basada en los servidores IP mås pequeños del mundo. Si en los años sesenta un servidor de Internet ocupaba el espacio de una habitación y costaba millones de dólares, ahora eran capaces de fabricarlo del tamaño de una moneda de un dólar.
La idea era dotar de inteligencia a la vivienda a partir de la creación de una red de microservidores embebidos en cualquier objeto de forma que se creara un sistema de computación distribuido. La inteligencia de la casa no debía residir en ninguno de sus objetos en concreto, sino que debía emerger de la relación de todas sus partes. El proyecto proponía que si cualquier elemento de la vivienda tiene una identidad digital, todas las cosas podrían estar conectadas con todas a través de la red del edificio, de forma no centralizada. Y, para ello, la red del edificio se debía construir al mismo tiempo que se construía su estructura física.
En los años veinte del siglo XX, con el desarrollo de las estructuras de hormigón, se separó la forma del edificio de su estructura y se desplegó el concepto de «planta libre». Los diferentes sistemas mecånicos del edificio quedaron embebidos en falsos techos y otros elementos que permitieron organizar el edificio por capas cuya responsabilidad era de especialistas diferentes.
Sin embargo, en los sistemas naturales, desarrollados para optimizar el consumo energético, la forma y estructura de los seres vivos se construyen siguiendo la misma lógica. Y en la mayoría de los casos coinciden en un solo elemento.
La arquitectura de Antoni GaudĂ­ fue utilizada en muchas ocasiones como ejemplo de edificio en el que la forma emerge directamente de las fuerzas que lo conforman y en el que los diversos sistemas funcionales se integran en un solo elemento constructivo.
En el proyecto propusimos fabricar una red espacial formada por barras que definĂ­an la estructura fĂ­sica del edificio, con la estructura energĂ©tica y la estructura lĂłgica en un mismo elemento de secciĂłn tubular. Cualquier elemento elĂ©ctrico se podĂ­a conectar o desconectar de la red de forma transparente, y el sistema reconocĂ­a la llegada de un nuevo elemento y se reconfiguraba para interactuar con Ă©l. De este modo, no existe ningĂșn elemento que controle el resto de la vivienda, sino que la inteligencia emerge de la interacciĂłn de decenas de pequeños elementos con una inteligencia mĂ­nima.
Marvin Minsky, uno de los padres de la inteligencia artificial, afirmaba en su libro The Society of Mind que le asombraba cómo la relación de millones de cosas no inteligentes (las neuronas) podía generar inteligencia. Nuestro acercamiento era similar. Y era totalmente diferente a los sistemas centralizados «domóticos» que todavía existen en algunos edificios. En ellos, la inteligencia del edificio se gestiona desde un ordenador central desde el que se toman las decisiones que los diversos mecanismos deben ejecutar, de forma que si el ordenador central falla, el edificio «se cuelga».
Si querĂ­amos dotar de inteligencia a las cosas de forma que pudiĂ©ramos medir valores de ellas (con sensores) y asĂ­ manipularlas (con actuadores), debĂ­amos saber quĂ© categorĂ­as de cosas existen en el espacio fĂ­sico de un espacio habitable. Y lo debĂ­amos saber con el fin de conocer quĂ© parĂĄmetros debĂ­amos medir y manipular. El control del aire en los edificios de oficinas es muy ilustrativo: hoy somos capaces de saber la temperatura y la humedad del aire en el interior de un espacio (mediante sensores) y manipular sus condiciones con impulsores de aire previamente tratado (actuadores) que garantizan (si todo funciona bien) una temperatura y una humedad constante segĂșn los deseos del usuario.
Pues bien, llegamos a la conclusiĂłn de que si dividimos el espacio interior de una vivienda en milĂ­metros cĂșbicos y vemos quĂ© contiene cada uno de ellos, solo encontramos seis categorĂ­as de elementos de naturaleza diferente: seres vivos, objetos, espacio, redes, lĂ­mites y contenidos. Cada uno de ellos se puede medir a partir de parĂĄmetros diferentes, y si queremos cambiar su comportamiento se deberĂ­an poder definir actuadores diferentes.
Evidentemente, para poder establecer relaciones o algoritmos para su comportamiento, deberíamos comenzar a comprender qué es la inteligencia, cuåntos tipos de inteligencia podemos establecer en un espacio y qué tipo de relaciones sociales, emocionales o económicas ocurren cuando se manipulan los elementos de la vivienda.
El proyecto fue presentado en septiembre de 2001 en el Mercat de les Flors de Barcelona como el inicio de un work in progress que se ha desarrollado en los años posteriores.
Para el proyecto creamos una estructura espacial donde se podían conectar objetos y moverlos libremente a otra posición, conservando las relaciones lógicas con otros objetos mediante sus microservidores embebidos. De esta forma se pudo experimentar un espacio habitable con algunas de las propiedades de los sistemas digitales, donde todo es reprogramable, a diferencia de las viviendas tradicionales, donde las funciones y la posición de los objetos en el espacio son fijas y estån vinculadas a los sistemas eléctricos que las soportan.
No construimos una casa con un ordenador central que la controlaba. La Media House se construyó bajo el principio «La casa es el ordenador. ...

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