Hilo 1. Medrando
Cuando las personas adultas hablamos de los cambios que se producen en los pequeños desde su entrada en el centro, solemos decir «ha crecido», «ha dado un estirĂłn» o «se ha hecho mayor», e incluso se lo repetimos del mismo modo a los niños. Si las que hablamos somos docentes, entonces utilizamos un cĂłdigo diferente y nos referimos a adquisiciĂłn de destrezas, consecuciĂłn de objetivos, dominios de competencia, etc., registrĂĄndolo de ese modo en los correspondientes documentos escolares. Sin embargo, en pocas ocasiones se le muestra al alumnado la paulatina evoluciĂłn de sus conquistas, de sus logros y de su crecimiento, cuando, a nuestro entender, esto puede ser determinante. Por ello, desde el momento en el que acogemos a un nuevo grupo de alumnado, nos gusta evidenciarles lo que, en nuestro idioma âel gallegoâ denominamos as medras. As medras son los signos de crecimiento, generalmente referidos a los estirones que dan, a la conformaciĂłn de su cuerpo, que paulatinamente va pasando de casi bebĂ© a niño, a los cambios faciales, a la caĂda de los dientes, etc. Pero nos gusta hacer extensivo ese balance de medras a otros muchos indicadores de su crecimiento: la progresiva adquisiciĂłn de autonomĂa y de hĂĄbitos, la soltura con la que se manejan por el centro, el enriquecimiento de su habla, el control emocional, lo relacional, la complejizaciĂłn de su juego o la ampliaciĂłn de su mirada y de su comprensiĂłn.
Cuando empezamos a hablar con ellos de sus medras, transcurridos ya algunos meses desde la entrada en la escuela, siempre les leemos el libro Cuando yo nacĂ (2007), que comienza asĂ:
Cuando yo nacĂ nunca habĂa visto nada. Solo la oscuridad, muy oscura en la barriga de mi madre.
Esta afirmaciĂłn del protagonista se refuerza con una primera pĂĄgina en negro, aunque en las sucesivas, poco a poco va entrando la luz y desvelando el color de un mundo por estrenar, que descubre gracias a sus sentidos y a su inteligencia, hasta que en la Ășltima concluye diciendo:
Cuando yo nacĂ no sabĂa casi nada. Ahora, por lo menos, una cosa ya aprendĂ. AĂșn hay un mundo entero por conocer, millones y millones de cosas y lugares donde mis manos nunca llegarĂĄn. [âŠ] Mas una cosa tambiĂ©n es cierta. Todos los dĂas descubro un trocito. Y eso es la cosa mĂĄs fantĂĄstica que hay.
Este libro es una fiesta a la vida, al hecho de estar vivo creciendo cada dĂa al descubrir una nueva cosa. Precisamente esa es la idea que intentamos transmitir a nuestro alumnado de lo que significa crecer y de lo que la escuela puede hacer por ellos ayudĂĄndoles a estrenar un mundo nuevo.
Es por ello que, en nuestras aulas, al igual que hay cintas mĂ©tricas en las que registramos los estirones, hay tambiĂ©n paneles y fotografĂas de ellos mismos a lo largo del tiempo, asĂ como carteles que resumen muchas de las actividades realizadas. Con cada grupo, siempre partimos de un aula en blanco, casi vacĂa, de modo que se irĂĄ llenando de huellas de nuestras vivencias en conjunto, que siempre son un referente de lo aprendido y vivido; asĂ, en muchas ocasiones, nuestras conversaciones integran esos signos que actĂșan como hitos indicĂĄndonos los kilĂłmetros recorridos.
Figura 1. Zonas de control de altura y peso con cintas métricas para cada niño/a.
En verdad, en los primeros años juntos nos centramos mĂĄs en los cambios fĂsicos, vinculĂĄndolos con otras conquistas, tal y como mostraremos en las experiencias «Creciendo por los pies» y «La caĂda de los primeros dientes: homenaje al diente caĂdo».
Creciendo por los pies
Una medra a la que casi nunca se le presta atenciĂłn es a la de los pies, siendo como son importantes para ayudarles a ir conquistando el mundo. Dice MarĂa Solar en Tengo unos pies perfectos (2015) que Melchor SabichĂłn podĂa ser el niño mĂĄs listo del planeta, ya que sabĂa de dinosaurios, de estrellas y de planetas, pero sabĂa de casi todo menos de sus pies, pese a ser los que le permitĂan andar, correr y conocer el mundo. AsĂ, pensamos en cĂłmo podrĂamos visibilizar su crecimiento y lo que esto les permite. QuerĂamos hacerlo de un modo que facilitase verlos tanto individualmente como con respecto al grupo.
Figura 2. A la bĂșsqueda de los pies mĂĄs grandes de clase.
Inicialmente dibujamos el contorno del pie de todos y, aprovechando que estaban descalzos, mirĂĄbamos el nĂșmero de zapato y lo anotĂĄbamos encima. SucediĂł que, finalizadas todas las plantillas, las juntamos y nos dimos cuenta de que apenas habĂa diferencia, pese a que habĂamos anotado nĂșmeros muy dispares. Esto nos llevĂł a pensar que, a veces, el tamaño de pie no se corresponde exactamente con el nĂșmero del calzado y, por supuesto, tampoco con el contorno del zapato o de la bota. Hablamos con una madre que tiene una zapaterĂa, quien nos dejĂł una plantilla con todas las medidas en centĂmetros, asĂ como la talla estĂĄndar europea. Pero la soluciĂłn la aportĂł una compañera maestra que nos trajo unos medidores de pies. AhĂ ya pudimos establecer fielmente la medida de cada uno, tanto calzados como descalzos.
Figura 3. Apreciando la diferencia de medida de un pie descalzo y de otro calzado.
Ya solo habĂa que pensar en cĂłmo registrar los cambios a lo largo del tiempo de un modo que resultara muy evidente para ellos. Pedimos a las familias que anotasen, sobre una plantilla que les facilitamos, la medida del pie de su hijo/a al nacer, cuando tenĂa un año, dos y tres. Hubo incluso quien nos mandĂł la huella en escayola hecha a los pocos dĂas de nacer; y tambiĂ©n hubo quien nos mandĂł patucos o zapatitos de cuando eran bebĂ©s.
Con la medida del pie de cada año hicimos una plantilla en acetato de color, una por cada año (1, 2, 3), y las superpusimos sobre una hoja de acetato transparente en la que fotocopiamos las medidas estĂĄndar, lo cual permitĂa ver con claridad cĂłmo habĂa ido aumentando de tamaño.
Figura 4. Un ritual del dĂa del cumpleaños es comprobar los estirones del pie.
Mientras buscamos informaciĂłn sobre las razones por las que crecen los pies, a quĂ© se debe, para quĂ©, si tan solo crecĂan los dedos, las uñas o todo el pie. Esto nos llevĂł a todo tipo de hipĂłtesis. TambiĂ©n hablamos de la correspondencia entre altura/años/medida de los pies y de otras muchas cosas mĂĄs.
LlegĂł un momento en el que habĂa que saber mĂĄs de esta parte tan importante de nuestro cuerpo, por lo que fuimos a verle los pies a Pepe, el esqueleto de la biblioteca. AllĂ quedaron sorprendidos con la cantidad de huesos que tenĂan y de lo que les permitĂan hacer. De paso, tambiĂ©n le tomamos la medida a Pepe para saber quĂ© nĂșmero de zapato usarĂa.
Figura 5. Observando la estructura Ăłsea del pie de Pepe y averiguando quĂ© nĂșmero calzarĂa.
Ahora tenemos expuestos en el ventanal del aula todos los «estirones» de nuestros pies, porque asĂ, con la entrada de luz, se ven incluso mejor si estĂĄn superpuestas. PermanecerĂĄn allĂ hasta que los niños/as se vayan de esta escuela; entonces se los llevarĂĄn como recuerdo de su crecimiento junto con las cintas de altura y peso; les haremos una caja especial en la que guardarĂĄn as medras en Infantil. Mientras tanto, cada vez que un niño o una niña estĂĄ de cumpleaños âentre otros muchos de nuestros ritualesâ, les tomamos la medida del pie y constatamos que crecen con ellos. Completando esta exposiciĂłn «permanente» en el aula, se van añadiendo fotografĂas de acciones que nos permiten nuestros pies: correr, saltar, caminar, acercarnos a las personas queridas, volver a casa, jugar en la arena, hacernos reĂr con las cosquillas, notar el frĂo o el calor, identificar objetos que pisamos, sentir lo mullida que estĂĄ la hierba, saltar en los charcos, hasta incluso pintar, pintarlos o hacer un personaje de teatro con ellos.
La caĂda de los primeros dientes. Homenaje al diente caĂdo
Es bastante habitual que con un grupo de 5 años vivamos episodios de caĂda de los primeros dientes. Ellos esperan el momento de la primera caĂda con ilusiĂłn porque, de algĂșn modo, intuyen que eso es un indicio de que ya no son bebĂ©s, que pronto serĂĄn «mayores» y, cĂłmo no, tambiĂ©n por el Ratoncito PĂ©rez.
A veces esto sucede en la escuela y tenemos que procurar que no se asusten si les sangra un poco y guardar cuidadosamente el diente para que se lo lleven a casa en una cajita, como si de un trofeo o una joya se tratase.
Llegado el momento, aprovechamos para hablar sobre cuĂĄles son los dientes que primero caen y si esto guarda algĂșn tipo de relaciĂłn con los que primero salen o con los que se emplean en las «tareas» dentales mĂĄs duras. Iremos haciendo un cuadro de doble entrada que nos permite ver las estadĂsticas con grĂĄficos de barras. Al mismo tiempo, implicamos a las familias y se les pregunta por el momento de apariciĂłn de su primer diente, la edad que tenĂan y la posiciĂłn de este. Como curiosidad, descubrimos que pueden nacer bebĂ©s con dientes y sus inconvenientes.
Esto da mucho juego, se puede llevar por el campo de la higiene bucodental, de los håbitos de salud, etc., pero decidimos tirar por el camino literario. Cómo no mencionar al mås «genuino» personaje infantil español, el Ratón Pérez y de sus «homólogos» en otras culturas. Hay tal abundancia que nos comprometimos a tener un cuento distinto del Ratón Pérez o de sus similares para cada diente que se cayera.
Con los niños de ...