Afilar el lapicero
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Afilar el lapicero

Daniel Cassany, Óscar Morales,Daniel Cassany

  1. 176 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (adapté aux mobiles)
  4. Disponible sur iOS et Android
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Afilar el lapicero

Daniel Cassany, Óscar Morales,Daniel Cassany

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¿Pendiente de concluir un escrito comprometido? ¿Angustiado ante la redacción del «artículo definitivo»? ¿Con responsabilidades en la revisión de los textos? ¿Interesada en la calidad comunicativa?, ¿en la formación de comunicadores? ¡Éste es tu libro! Redactar es mucho más que transmitir datos: escribiendo se «elabora» el conocimiento, se construye la identidad del autor, se elige al lector, se ejerce el poder, se organiza el mundo... Dominar la escritura es esencial en esta sociedad letrada en que vivimos. ¡Qué contundente, delicado o resolutivo puede ser el discurso si se usa con perspicacia! Pero ¡qué zafio, confuso e irritante llega a ser en manos de la torpeza! Hace años, Cassany abrió La cocina de la escritura a las miradas curiosas para mostrar el abecé de esta herramienta. Ahora se dirige a los más iniciados para enseñarles cómo pueden afilar todavía más el lapicero. Autores, editores, supervisores y lectores encontrarán aquí nuevos criterios para cumplir con sus tareas con mayor pertinencia.

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Informations

1. SOBRE EL LECTOR

Escribir es como saltar un canal o un arroyo. Antes de hacerlo conviene fijarse bien en la otra orilla: la arena, las piedras, la altura, la pendiente... Si no calculas bien la distancia o el estado del terreno, fallas en el salto y acabas en el agua.

PRESENTACIÓN

Todos los estudios sobre comunicación profesional destacan la importancia de analizar al lector, es decir, de tener en cuenta el destinatario. Saber qué intereses tiene, qué conocimientos previos, qué punto de vista o incluso qué manías lingüísticas, ayuda a evitar malentendidos. Concretar qué hará con nuestro escrito, cuándo lo leerá, cómo o por qué, nos puede ayudar a decidir cómo tenemos que escribirlo. Veámoslo:
1a La propuesta de formación se basaba en algunas teorías de Sigmund Freud, un psiquiatra austriaco de principios del siglo XX que se considera el fundador del psicoanálisis.
1b La multinacional propone un estilo homogéneo y refuta las conocidas teorías de Canagarajah.
Ambos fragmentos fracasan. El primero nos insulta, porque presupone que ignoramos quién es Freud. En el mejor de los casos nos aburre, porque explica lo que ya sabemos. En cambio, el segundo no lo entendemos: presupone que dominamos la teoría del lingüista Suresh Canagarajah sobre cómo se proyecta la identidad de la lengua y la cultura propias cuando se escribe en un segundo idioma. Esta teoría sugerente es reciente y tan poco conocida como su autor, originario de Sri Lanka. En ambos casos, pues, el autor calcula erróneamente el conocimiento previo del lector y provoca efectos negativos. En este capítulo estudiaremos los principales tipos de lector.

INVESTIGACIÓN

La relación entre autor y lector es estrecha y sutil. Algunos sostienen que, al fin y al cabo, el estilo del documento está determinado por el destinatario. El autor toma decisiones retóricas sobre su escrito según el lector al que imagina dirigirse. Es el mismo documento el que busca al lector, el que lo selecciona o lo construye.
La investigación ha mostrado que los redactores expertos tienen más capacidad para representarse la situación comunicativa. El experto se imagina mejor y con más facilidad a su lector. Calcula qué sabe y qué no, qué quiere encontrar en el escrito, cómo lo leerá. Luego utiliza esta información para decidir qué incluye o no en el escrito, cómo lo ordena y con qué estilo lo presenta.
¡Pero no es tan fácil! Muchos escritos tienen audiencias múltiples, heterogéneas o desconocidas. A veces lectores distintos buscan cosas diferentes en un mismo texto. A veces un documento pretende cumplir funciones variadas. A menudo es imposible establecer un perfil común de los lectores. Incluso cuando nos dirigimos a un lector individual, conocido y próximo, puede ser complicado discernir sus intereses, conocimientos y puntos de vista.
Analizar al lector es una tarea reflexiva, prospectiva, intuitiva. Lo hacemos antes de escribir y mientras escribimos. Suele ser individual e interior, pero también podemos conversar con nuestros coautores, si no estamos trabajando solos. De hecho, es mucho mejor así.

CRITERIOS GENERALES

Fijémonos primero en lo que podemos analizar del lector. Las preguntas de la izquierda permiten encontrar respuestas para seguir los criterios que se formulan a la derecha:
Así, las instrucciones para utilizar un inhalador bucal deberían valorar que se dirigen a un colectivo amplio y heterogéneo de asmáticos, que sólo pretenden administrarse el medicamento. No quieren conocer la estructura del aparato inhalador o el proceso con que se elabora la sustancia inhalada. Ignoran términos como budesonida, propelente o corticoide, no dominan las formulaciones químicas y prefieren los dibujos figurativos a los esquemáticos. Pueden ser ancianos con problemas de vista o temblores en las manos, de manera que conviene una letra grande y papel grueso.
En cambio, la memoria de una prospección geográfica para construir carreteras describe la orografía para modificarla. Debe ser extremadamente precisa; se dirige a especialistas calificados que trabajan en equipo, que dominan la terminología de la disciplina, que tienen destrezas refinadas para interpretar mapas de nivel y que analizarán meticulosamente el documento, con todo el tiempo que haga falta.
Está claro que tener en cuenta estas variables permite tomar decisiones más acertadas para confeccionar ambos escritos. Pero no siempre tenemos toda la información necesaria para responder esas preguntas.

LECTORES ESPECIALIZADOS

En el siglo XX se identificaron los principales prototipos de lector especializado, que representan todas las situaciones posibles. Racker (1959) distingue cinco niveles de lectores en la ingeniería, situados en una escala progresiva de menor a mayor calificación: el operario no técnico, el técnico, el técnico avanzado, el ingeniero y el científico. Pero la clasificación más conocida es la de Pearsall (1969), que establece cinco categorías, combinando dos criterios básicos: el conocimiento del tema y la profesión:
Profano. Lee desde fuera del campo especializado, no conoce ni la terminología o los conceptos ni los fundamentos teóricos. Tampoco domina las habilidades específicas de procesamiento. Sólo quiere hacerse una idea del escrito o entender algunos datos. Ejemplo: una estudiante de arte que lee un artículo semidivulgativo sobre los problemas bioéticos que suscita la inseminación artificial o la clonación de embriones.
Ejecutivo. Es semejante al profano, pero busca más detalles. Debe tomar decisiones y, por eso, le interesan las justificaciones y la visión prospectiva de los hechos. Busca argumentos a favor y en contra, valora las consecuencias y los proyectos. Tiene poco tiempo y necesita entender bien los datos. Ejemplo: el director de una empresa farmacéutica que debe decidir si fabrica y comercializa un producto a partir de los informes químicos, médicos, comerciales y jurídicos.
Experto. Conoce bien el campo porque es un científico, un ingeniero o un doctor universitario. Lee con estímulo y espíritu crítico, contrastando los datos del texto con los que ya sabe; se fija en todo. Exige el uso de la terminología, las teorías y los recursos propios del campo (estadística, fórmulas químicas, diagramas). Ejemplo: una especialista en trasplantes de corazón que lee el último artículo publicado por un reputado colega sobre una controvertida técnica nueva.
Técnico. Tiene un nivel variable de conocimientos previos sobre la disciplina, con frecuencia superior al del ejecutivo e inferior al del experto. Tiene interés por la resolución práctica y lo aturden las abstracciones. Debe aplicar, desarrollar, trasladar a la realidad la información del documento. Ejemplo: un analista informático que lee el informe sobre las necesidades de los contables y auditores de una empresa para elaborar un programa nuevo.
Operario. Combina el nivel de conocimientos del profano con la necesidad de aplicación práctica del técnico. Sólo pretende entender lo que afecta a su trabajo. Ejemplo: un empleado de una fábrica de coches, que trabaja en una cadena de montaje y que lee las instrucciones para realizar una tarea.
Esta clasificación puede ayudarnos a imaginar el lector. Podremos determinar cómo debe ser el escrito, sobre todo cuando se trata de un lector colectivo, diverso o desconocido. Aunque estos prototipos no son excluyentes: muchos documentos se dirigen igual a lectores diferentes y ubicados en posiciones intermedias entre las figuras anteriores.

CATEGORIZAR LECTORES

Desde otra perspectiva, hay lectores durante todo el proceso de confección del documento y a lo largo de su ciclo comunicativo. Muchos documentos se escriben a cuatro manos o más, llevan el visto bueno de un superior o fueron revisados o corregidos por otros. A veces los primeros lectores son los coautores, los secretarios, los jefes o los correctores.
Una vez terminado y enviado, un escrito inicia un recorrido dilatado en que va encontrando varios lectores que lo leen con diferentes propósitos. Por ejemplo, una instancia para la Administración la ve primero la persona encargada del registro, la hojea después quien distribuye el correo entre los departamentos, quizá la revisa a continuación un secretario de la persona a quien se dirige y, al final, la lee con atención quien la debe responder –que quizá tampoco sea aquel a quien se dirige oficialmente. En definitiva, la recepción de un escrito no es un proceso simple, unidireccional o acotado.
Este esquema muestra los principales lectores a lo largo del proceso comunicativo. Las circunferencias identifican cada figura, marcada con la L– inicial de lector:
En el ámbito de la emisión o de la producción del discurso:
• El lector coautor engloba las diversas formas de colaboración que hay en la autoría: corresponsabilidad completa del escrito, autoría de un fragmento, asesoría externa, etc. Pueden ser desde dos médicas que coescriben un manual de la disciplina hasta un artículo de investigación que firman conjuntamente el autor de una tesis de doctorado y su director (que esconde formas asimétricas de colaboración). En todos los casos, el autor puede preferir un estilo o una estructura determinada para complacer a los coautores, al margen del lector.
• El lector supervisor tiene estatus superior a los coautores (más calificación, cargo s...

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