CAPÍTULO 1
CONQUISTA LA MENTE
ELLIOTT ERA UN PROMINENTE HOMBRE DE NEGOCIOS. SU ÉXITO NO SOLO SE LIMITABA a sus proyectos y empresas, sino que también era un padre y esposo modelo. Sin embargo, de un momento a otro, todo se había venido abajo: había destruido su matrimonio y decimado sus negocios. Su vida estaba en caída libre y no se entendía el porqué.
En el punto de inflexión de la vida de Elliott, había ocurrido una operación quirúrgica en su cerebro. Debido a un tumor que había crecido en la parte frontal de su cerebro, tuvo que ser sometido a una operación para removerlo. En ese proceso, Elliott sufrió un daño del lóbulo frontal.
Luego de la operación se le hicieron todos los exámenes pertinentes y se determinó que la operación había sido todo un éxito: Elliott reaccionaba bien, respondía a las preguntas correctamente, no había perdido memoria de manera significativa e inclusive su coeficiente intelectual se había mantenido muy cerca del nivel en que estaba antes de la operación.
Sin embargo, al poco tiempo comenzaron a notar en él una baja motivación y una inexistente expresión emocional. Aunque los exámenes habían dado resultados positivos, las personas cercanas a Elliott sabían que no era el mismo de antes.
El doctor António Damásio, un prominente profesor y médico neurólogo comenzó a tratar a Elliott. En su libro El Error de Descartes: La emoción, la razón y el cerebro humano1 comenta cómo Elliott jamás dio ni una muestra de dolor (aunque estaba viendo su vida destruirse en frente de él). Siempre estaba controlado. A pesar de las muchas horas de conversación nunca mostró frustración, impaciencia o tristeza.
Con el tiempo se dieron cuenta de que la parte que había sido afectada en el cerebro de Elliott era el área donde se cree residen las emociones. Se había convertido en un hombre sin emociones.
Elliott era el hombre más racional sobre la tierra.
Qué excelente oportunidad se le había presentado al doctor Damásio para estudiar a Elliott. Podría por fin aislar la lógica de las emociones y estudiar las consecuencias de un cerebro solo dominado por la razón. ¿Podría Elliott continuar su vida solamente tomando las decisiones correctas? ¿Cómo podría vivir un ser humano sin emociones?
Sin embargo, inmediatamente empezó a notar un problema.
Elliott tenía una capacidad «pura» para racionalizar y analizar su vida, pero era incapaz de tomar decisiones.
Cualquier decisión, así fuera pequeña, le tomaba horas a Elliott. Su manera de pensar lo llevaba a debates internos interminables. Hacer una cita le podía tomar treinta minutos. Escoger dónde comer le tomaba toda una mañana. Inclusive escoger el color del bolígrafo que iba a utilizar era una pesadilla.
Cuenta el doctor António que si le preguntabas a dónde le gustaría comer, Elliott comenzaba un debate de preguntas y respuestas facilitado y respondido por él mismo sin muestras de resolución.
—Podemos ir al restaurante X —decía. Luego él mismo se afirmaba—. Pero ese restaurante no está muy lleno, lo cual puede ser indicativo de que la comida no es tan buena —a lo cual se volvía a responder— pero a lo mejor sí es buena, y como no hay tanta gente, nos atienden rápido.
Y así continuaba:
—Aunque cerca hay un restaurante que está más lleno que este, ese debe ser definitivamente el mejor —para entrar en el mismo ciclo interminable—. Pero si esperamos mucho para que nos atiendan, estaremos cansados y con hambre, y no disfrutaremos la comida.
Estos ciclos de preguntas y respuestas, de monodebates interminables, mantenían a Elliott en un estado que no le permitía tomar decisiones. La consecuencia de su falta de emoción, unida con su incapacidad de tomar decisiones cotidianas, había llevado la vida de Elliott a la ruina.
De este estudio, junto con otras experiencias similares, el doctor António Damásio concluyó que las emociones son la pieza fundamental para la toma de decisiones.
Los seres humanos somos seres emocionales, no racionales.
Aunque muchos crean que son personas lógicas, y que las emociones no controlan sus decisiones en la vida, la realidad es que la razón por la cual toman dichas decisiones es por una emoción de certeza, seguridad o control.
Por ejemplo, una persona puede decidir no comprar un auto de lujo porque «racionalmente» no es el momento, o no tiene el dinero necesario, o tiene planes de ahorro para el futuro; sin embargo, el hecho de no comprar el auto de lujo y en consecuencia tener más holgura financiera, le genera una emoción de estabilidad y control sobre su futuro.
Los seres humanos somos seres emocionales, no racionales.
#tumomentoahora.com
Al final, la diferencia entre tener un dólar en el banco, tener mil o tener cien mil, es totalmente emocional. Aunque el tener o no el dinero es real, el hecho de tenerlo nos genera una emoción de seguridad: una paz y tranquilidad si tenemos cien mil, o una angustia y estrés si tenemos el saldo en rojo.
Por eso es que puedes colocar a dos personas, exactamente en la misma situación: ambas pueden tener una gran deuda, una enfermedad o inclusive acabar de recibir una gran noticia, y ambas tendrán estados emocionales totalmente diferentes. Una persona puede estar totalmente feliz a pesar de no saber que va a comer mañana mientras otra persona, que lo tiene todo y más, está llena de ansiedad porque no sabe si podrá mantener su estilo de vida en el futuro.
Otro ejemplo es cuando negamos un placer temporal por el bien en el largo plazo. Aunque parezca una decisión racional, ha sido tomada emocionalmente, simplemente el individuo es capaz de darle más peso a la emoción del bien para el futuro frente al placer temporal. La emoción que puedo sentir de seguridad y certeza por tener buena salud en mi vejez supera la emoción temporal que puedo sentir al pasar con hambre cerca de un restaurante de comida rápida.
Comprender que somos seres emocionales es el primer paso en el camino al éxito y la felicidad. Invertimos años aprendiendo la lógica y desarrollando nuestro pensamiento racional, y descuidamos el epicentro de la felicidad y la plenitud del ser humano: las emociones.
Por eso, lo cual discutiremos a fondo más adelante, la diferencia no está entre individuos emocionales y racionales, sino más bien entre individuos que buscan emociones de variedad contra individuos que buscan la emoción de certeza y seguridad. Sé que estoy etiquetando y estereotipando un poco, pero esa no es mi intención, sino simplemente explicar que existen los extremos de variedad y certeza, y que a las personas que se identifican más con la variedad las etiquetamos como «emocionales», mientras que a las que se identifican más con la certeza las etiquetamos como «racionales». Pero ambos tipos de personas buscan una emoción.
Comprender que somos seres emocionales es el primer paso en el camino al éxito y la felicidad. Invertimos años aprendiendo la lógica y desarrollando nuestro pensamiento racional, y descuidamos el epicentro de la felicidad y la plenitud del ser humano: las emociones.
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De la misma manera que Elliott estaba imposibilitado para tomar decisiones por la falta de la sección del cerebro que controla las emociones, también es cierto que nuestras emociones manejan las decisiones que tomamos día a día.
¿Alguna vez renunciaste a un proyecto, relación o negocio y quizás hoy te arrepientes? ¿No fue una emoción en el momento que te llevó a tomar la decisión de renunciar? O por el contrario, una serie de situaciones te llevaron a tener una emoción de frustración o inclusive rabia que te llevó a tomar la decisión de comenzar un negocio, o terminar una relación que no tenía futuro o cambiar la dirección de tu vida para siempre.
Si reflexionas un poco te darás cuenta de que los puntos de inflexión en tu vida —¡comenzamos ya!, ¡se acabó!, ¡renuncio!, ¿te casas conmigo?, ¡sí!, ¡no!, ¡hasta aquí!, etc.— fueron momentos profundamente emocionales. Esas emociones te llevaron a tomar decisiones.
Nuestras emociones manejan las decisiones que tomamos día a día.
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