El despertar de los muertos
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El despertar de los muertos

John Eldredge

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El despertar de los muertos

John Eldredge

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Hay una gloria en la vida, que la mayoría de las personas, incluyendo los creyentes, nunca ven. En este libro nuevo y revelador, John Eldredge presenta al corazón como el centro de la vida. Construyendo sobre estas verdades fundamentales, Eldredge muestra a los lectores por qué el verdadero cristianismo es un proceso de restauración.

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Informations

Éditeur
Grupo Nelson
Année
2014
ISBN
9780718024499



TERCERA PARTE

LAS CUATRO CORRIENTES
¿Sentiste temblar las tinieblas?
Cuando todos los santos se unieron en una canción
Y todas las corrientes fluyeron como un río
Para llevarse con ellas nuestro quebrantamiento.
—MARTIN SMITH, «Did You Feel the Mountains Tremble?»
Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en Cuatro Corrientes.
—GÉNESIS 2.10 (MOFFAT)
En el huerto llamado Edén había un río. Sus aguas brotaban de las profundidades de la tierra y se convirtieron en un poderoso río, el cual se repartió en cuatro brazos o corrientes. San Buenaventura vio aquí una figura, un símbolo mítico de «una fuente que siempre fluye», como él la llamó, «que se convierte en un río grande y vivo con cuatro canales para regar el jardín de toda la Iglesia». Yo creo que si usted se fija de nuevo en la manera como Cristo rescata a la gente, los medios por los cuales él hace que un hombre o una mujer lleguen a estar completamente vivos, encontrará que él nos ofrece su vida a través de Cuatro Corrientes. Esas corrientes son: discipulado, asesoramiento, sanidad y guerra espiritual.
Los términos pueden sonar familiares, pero para muchos de nosotros lo son de la misma manera en que hemos escuchado que el planeta Saturno tiene anillos alrededor, y que la Antártica es un continente helado. Nuestra experiencia real de las Cuatro Corrientes no es lo que debería ser. Si lo fuera, a estas alturas seríamos los gloriosos «santos» e «íntegros» que tanto complacen a Dios (Salmo 16.3). Ayudará pensar en estas cuatro corrientes en términos de: «Caminar con Dios», «Recibir el consejo íntimo de Dios», «La restauración profunda», y «La guerra espiritual».
Hace mucho que estas corrientes han sido separadas. Me imagino que todos hemos tomado algunos sorbos de una o dos de ellas. Ahora ha llegado la hora de que fluyan juntas nuevamente. Así es como nuestra gloria es restaurada, así encontramos la vida que Cristo ofrece, así es como vivimos en su Historia. Para descubrir por sí mismo que la gloria de Dios es el hombre completamente vivo, usted debe beber profundamente de las Cuatro Corrientes que Cristo le envía.



CAPÍTULO SEIS

CAMINAR CON DIOS
Porque estrecha es la puerta, y angosto es el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
—JESÚS (MATEO 7.14)
Me mostrarás la senda de la vida.
—REY DAVID (SALMO 16.11)
Después que el Camino había avanzado un trecho, y habiendo dejado atrás la colina Bree, alta y color café, llegaron a un trecho angosto que conducía al Norte. «Aquí es donde dejamos el camino abierto y tomamos uno menos prominente», dijo Trancos.
«Espero que no sea un atajo», le dijo Pippin. «Nuestro último atajo a través del bosque casi terminó en un desastre».
«Ah, pero entonces yo no estaba con ustedes», se rió Trancos. «Mis atajos terminan bien». Miró hacia arriba y abajo por el Camino. No había nadie a primera vista. Con rapidez él se dirigió por la ruta hacia el valle lleno de árboles…
Trancos los guió confiadamente entre los muchos pasos que cruzaban, pero si hubieran tomado la izquierda habría sido terrible para ellos. Él los llevaba en un curso lleno de vueltas que les obligaba a devolverse a fin de evitar cualquier persecución… Bien fuese debido a la habilidad de Trancos o por alguna otra razón, no vieron ni un indicio ni escucharon ningún sonido de ningún ser viviente durante todo aquel día…
No habían avanzado mucho aquel quinto día cuando dejaron atrás los charcos y las cañas a lo largo de los pantanos. La tierra delante de ellos comenzó a elevarse suavemente otra vez. Lejos, en la distancia hacia el este, vieron una hilera de cerros. El más alto de ellos se encontraba a la derecha de la hilera y estaba un poco separado de los demás. Tenía una cima en forma de cono, apenas aplastada en la parte superior. «Ese es Weathertop», dijo Trancos…
Permanecieron de pie en silencio en la cima de esa colina, cerca de su extremo sur. En ese lugar solitario fue donde Frodo se dio cuenta por primera vez que era un lugar inhóspito y peligroso. Con amargura deseó que su buena fortuna lo hubiera guiado a su tranquilo y amado Shire. Miró hacia abajo al odiado Camino que llevaba hacia el oeste, a su hogar. De pronto se dio cuenta de que dos manchas negras se movían lentamente a lo largo del camino, yendo hacia el oeste. Al fijarse de nuevo vio que otras tres se acercaban lentamente desde el este hacia ellos. Emitió un grito y se agarró con fuerza al brazo de Trancos. «Mira», dijo señalando hacia abajo. En un instante Trancos se tiró al suelo detrás del arruinado círculo, lanzando a Frodo con él. Merry también se tiró al suelo al lado de ellos.
Lentamente, gatearon hasta llegar otra vez al borde del anillo, y miraron a través de una hendidura entre dos piedras filosas. La luz ya no brillaba, porque la clara mañana se había desvanecido… ni Frodo ni Merry podían distinguir las figuras con claridad. Sin embargo, algo les dijo que en el Camino más allá del pie de la colina, había Jinetes Negros aprestándose. «Sí», dijo Troncos, cuya vista más aguzada no le dejó ninguna duda. «¡El enemigo está aquí!» (J. R. R. Tolkien, La hermandad del anillo).
GUIADO
Me encontraba en el piso de abajo un martes temprano en el mes septiembre. Era una mañana fría y llena de niebla, así que me arropé con una frazada mientras leía. Estaba tratando de pasar unos momentos con Dios antes que el torbellino del día me envolviera, y vi un pasaje sobre el perdón. Creo que usted sabrá lo que quiero decir cuando digo que pareció «hablarme» más alto y con más claridad que ninguna de las otras cosas que había estado leyendo. No podía dejarlo de lado. Traté de continuar leyendo, pero sentí que el Espíritu Santo me decía: Regresa a aquel pasaje, y quédate allí. Traté de continuar leyendo, pero todo lo demás no me decía nada nuevo. Me devolví para leer el pasaje otra vez. Allí estaba de nuevo, aquel toque, aquella inquietud, esa sensación de a esto quiero que prestes atención. El pasaje era una advertencia acerca de los peligros de un corazón que no perdona y lo dañino que puede ser.

¿Soy una persona que no perdona, Señor? ¿Es eso lo que me tratas de decir?

No, te estoy advirtiendo. Recuerda esto. Vas a necesitar perdonar.

En menos de una hora recibí una llama telefónica que solamente puede describirse usando la palabra traición. Fue algo devastador. Algunas personas a quienes habíamos pedido que nos ayudaran con un proyecto que era muy importante para nosotros, nos llamaron diciendo que no iban a trabajar con nosotros, cambiando de idea a mitad de camino, yéndose de la batalla cuando recién había comenzado. Me quedé aturdido, sin habla. Era algo tan sorprendente, tan inusual en ellos, que no supe qué decir. La herida fue doble por su intento de echarnos la culpa: Fue debido a nuestras actitudes que ellos decidieron abandonar el barco.
Me sentí aturdido y como si me habían apuñalado por la espalda, y pensé: Esto no puede hacer feliz a Dios. Pregunté si había alguna forma de arreglar las cosas. No. ¿Había algo que pudiéramos hacer para mejorar la situación? No. Cuando insistí con un deseo sincero de buscar la manera de reconstruir la amistad, la historia se volvió increíblemente pobre y contradictoria. Se iban a ir y eso era todo. Además, la culpa era nuestra.
Cuando las noticias se asentaron, quise enojarme. Estaba herido. Me sentí atravesado con una espada. Entonces, como un zorro que en la noche olfatea a mi puerta queriendo entrar, sentí que el resentimiento estaba tratando de entrar. Después de todo, parecía una respuesta totalmente justificable. Cuando estaba casi a punto de abrirle la puerta, recordé la advertencia del Señor. Oh… esto es lo que quisiste decir. Perdonar. Cerré la puerta firmemente, negándole la entrada al resentimiento. Diez minutos más tarde, mientras nuestra conversación continuaba de la forma en que continúan algunas conferencias de paz, otro asunto llegó tratando de ganar entrada y me sentí tentado a reprocharme a mí mismo. Aunque no pensaba que hubiéramos hecho algo que se mereciera esa traición, yo estaba dispuesto a pensar que sí. No… esto no es culpa tuya. Simplemente debes perdonarlos. Después de casi una hora, la conversación no iba a ningún lado. La posición de ellos me estaba haciendo enojar mucho más y quise recurrir al orgullo. Era bien claro que nosotros estábamos en lo cierto. No, no admitas el orgullo. Simplemente perdónalos.
Extenuado, colgué el auricular. Después tuve que llamar a varios de nuestros asociados más cercanos y hacer lo mejor posible para darles un informe imparcial y lleno de gracia sobre lo que había sucedido, tratando de honrar las razones que habían expuesto, tratando de reconocer nuestra parte en la ruptura. Cada nueva conversación trajo consigo un nuevo vuelco de emociones: traición, y con ella enojo, dolor, resentimiento, indignación, un sentido falso de culpa. Toda la horrible colección completa, como una jauría de coyotes dando vueltas alrededor del campamento. Simplemente hay que perdonarlos. Tranca la puerta. Cualquier otra emoción o reacción se sentía peligrosa, cargada con un mal mayor. Cuando caí en cama aquella noche, me sentí como si hubiera sido guiado por alguien sabio como Aragorn a través de un nubarrón de fuerzas oscuras, con cien vueltas equivocadas por todos lados. Me sentí rescatado.
Mis diarios personales están llenos de historias semejantes. Debe haber cientos, tal vez mil a estas alturas. Dios me ha sacado de toda clase de lugares peligrosos, ha salvado mi vida más de una vez, literalmente salvado. También me ha guiado a toda clase de bellas sorpresas y aventuras. Bueno, tal vez yo sea una persona que aprende despacio, y Dios le está dando gracia adicional a un hombre que necesita ayuda. Es verdad que la necesito, pero no creo que él me hable a mí más de lo que habla a otras personas; creo que es que yo he aprendido a esperarlo, a necesitarlo, a mantenerme alerta esperándolo. Es una perspectiva completamente diferente en cuanto a la manera en que enfocamos nuestros días. Nosotros nos despertamos ya sea para llevar a cabo nuestra «lista de cosas que hacer», y las hacemos guiados por nuestros principios morales y cualquiera que sea la claridad que tengamos en ese momento, o nos despertamos en medio de una Historia peligrosa, como aliados íntimos de Dios, siguiéndole hacia lo desconocido.
Si usted no va en pos de una búsqueda peligrosa con su vida, bueno, entonces no necesita un Guía. Si no se encuentra en medio de una guerra feroz, entonces no necesita un Capitán con experiencia. Si usted ha decidido en su mente que este es un mundo bastante neutral y usted simplemente está tratando de vivir lo mejor que puede, entonces es probable que pueda arreglárselas con el cristianismo de sugerencias y técnicas. Tal vez. Le doy cincuenta por ciento de probabilidades de supervivencia. Ahora bien, si usted tiene la intención de vivir en la Historia que Dios le está relatando, y si quiere la vida que él ofrece, entonces va a necesitar más que un puñado de principios, así estos sean muy nobles. Hay demasiados recodos y vueltas en el camino por delante, demasiadas emboscadas esperando que sólo Dios sabe dónde, hay demasiado en juego. Es imposible que usted se prepare para cada situación. Jesús dijo que el camino es angosto. ¿Cómo podemos estar seguros de encontrarlo? Necesitamos a Dios íntimamente, y lo necesitamos desesperadamente.
David dijo: «Me mostrarás la senda de la vida» (Salmo 16.11). Sí, así es, y en todas las entradas y salidas de esta aventura que llamamos existencia, hay un camino angosto que conduce a la vida, y necesitamos ayuda para encontrarlo.
¿QUÉ ES EL DISCIPULADO?
Por otro lado, está lo que hemos llegado a aceptar como discipulado. Hace poco, un amigo me dio un programa de una iglesia grande y exitosa que queda en lo que llamamos el oeste central del país. Es un ejemplo bastante bueno de lo que ha llegado a ser la idea. El plan de ellos para el discipulado involucra, en primer lugar, llegar a ser miembro de esa iglesia en particular. A continuación lo alientan para que tome un curso sobre doctrina. Que sea «fiel» en la asistencia a los cultos del domingo de mañana y a un grupo pequeño de confraternidad. Completar un curso sobre el crecimiento cristiano. Vivir una vida que demuestra una evidencia clara del crecimiento espiritual. Completar una clase de evangelismo. Buscar oportunidades para evangelizar. Completar un curso sobre finanzas, otro sobre el matrimonio, y otro sobre la crianza de los hijos (si usted es casado o tiene hijos). Completar un curso sobre liderazgo, un curso sobre hermenéutica, un curso sobre los dones espirituales, y otro sobre consejería bíblica. Participar en las misiones e involucrarse activamente en el ministerio de la iglesia local.
Tal vez se sorprenda de que yo ponga en tela de juicio este tipo de programa; la mayor parte de las iglesias están tratando de que sus miembros completen algo por el estilo, de una forma u otra. No hay duda de que así se suministra una gran cantidad de información útil. No dudo que usted podría obtener un bachillerato con toda esta información, pero permítame preguntarle: Un programa como ese, ¿le enseña a una persona a aplicar principios de vida o a caminar con Dios? No son la misma cosa. Si se cambia el contenido, cualquier culto o religión falsa puede hacer lo mismo. Lo que quiero decir es que Gandhi fue un gran hombre, como también lo fueron Lao-tzu, Confucio y Thomas Jefferson. Todos ellos tenían principios para una vida mejor, pero solamente el cristianismo le puede enseñar a usted a caminar con Dios.
Renunciamos a nuestra primogenitura cuando llevamos a la gente a través de un programa de discipulado en el cual dominan una cantidad de principios cristianos y no se dan cuenta de la cosa más importante de todas, por la cual fuimos creados: La intimidad con Dios. Después de todo, tenemos esas palabras perturbadoras que dijo Jesús a todos los que estaban haciendo todas las cosas «bien». Se encuentran en Mateo 7.23: «Y entonces les declararé: Nunca os conocí». Conocer a Dios. He aquí de lo que se trata.
Tal vez recuerde el antiguo dicho: «Déle un pescado a un hombre, y lo está...

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