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Educación sin violencia: Construir una cultura de paz
FERNANDO BARRAGÁN MEDERO
Una vez establecida la relación opresora,
está inaugurada la violencia.
De ahí que jamás haya sido esta, hasta hoy en la historia, iniciada por los oprimidos. ¿Cómo podrían los oprimidos
dar comienzo a la violencia si ellos son el resultado
de una violencia?
PAULO FREIRE
Educación para el presente sin violencia: Construir una cultura de paz
La violencia de género –también denominada violencia doméstica según los ámbitos culturales y geográficos– es una expresión ilegítima de poder ejercida sobre personas, con una peculiaridad que la diferencia de otras formas de violencia: generalmente es selectiva, es decir, se ejerce mayoritariamente sobre las mujeres, las adolescentes y las niñas. El término ha sido cuestionado o ignorado desde diferentes enfoques teóricos (Tubert, 2014) defendiendo que debería denominarse violencia sexual o violencia sexista cuando se explica como una expresión de la discriminación o desigualdad entre mujeres y hombres. La denominación violencia doméstica alude a un ámbito en que se produce, pero recordemos que también puede expresarse fuera del ámbito privado. Sea cual sea su denominación, lo cierto es que la violencia contra las mujeres, las adolescentes y las niñas es una forma de crueldad humana insoportable e inaceptable, contraria a los derechos humanos (Szarota, 2015), por lo que existe un compromiso ineludible de la educación para erradicarla. Se prefiere el término violencia de género porque se alude a las relaciones de poder y opresión establecidas en la organización social patriarcal como una forma de violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo o en las relaciones homosexuales y lésbicas en las que también se está produciendo.
La mejora de las relaciones interpersonales y la gestión de conflictos han implicado la elaboración del denominado ciclo del conflicto. El conflicto implica una confrontación de intereses individuales o sociales cuyo carácter puede ser personal, económico, político. La confrontación significa que existen varias perspectivas posibles ante un fenómeno social, pero que son excluyentes. Los conflictos están presentes en las relaciones interpersonales entre grupos e instituciones como la familia, el Estado y otras organizaciones sociales y requieren destrezas interpersonales y cognitivas que se desarrollan a través del trabajo en equipo (Torres, 2011). La agresividad es la primera respuesta al conflicto como procedimiento de imposición de una perspectiva sobre otras ante la ausencia de habilidades para la negociación o ante la imposibilidad de la misma. La violencia surge cuando se emplea la intimidación, el lenguaje agresivo o discriminatorio o la fuerza física. La violencia atenta directamente contra la integridad personal, física o sexual de una persona o un colectivo.
Existe una diferencia entre problema y conflicto que hemos de clarificar: el primero no implica confrontación de perspectivas excluyentes, el segundo sí. Por ejemplo, un problema es no disponer de dinero para comprar algún objeto; un conflicto es el desacuerdo excluyente entre dos personas respecto a la forma en que hemos de emplear el dinero.
Aunque en ocasiones empleamos los términos agresividad y violencia como sinónimos, la agresividad implica confrontación mientras que la violencia es un atentado contra la voluntad de otra persona o de un colectivo o, como señala Ortega (1998), la violencia es «el uso deshonesto, prepotente y oportunista de poder sobre el contrario, sin estar legitimado para ello» (p. 21).
Tanto la agresividad como la violencia son formas de comportamiento estereotipadas desde la perspectiva de género, es decir, están asociadas a los hombres en la mayor parte de las culturas conocidas, aunque no implica la defensa del supuesto carácter innato de ambas sino una socialización diferencial. La vinculación entre el conflicto y la violencia ha sido expresada por la antropología (Miller, 2011), así como en un excelente ensayo: «El porqué de la guerra», en el que Harris (1995) señala:
Las potencialidades congénitas para la agresividad deben formar parte de la naturaleza humana para que pueda existir cualquier grado de sexismo o de actividad bélica, pero la selección cultural tiene el poder de activar o desactivar estas potencialidades en bruto y las encauza hacia expresiones culturales específicas. (p. 3)
Desde la perspectiva de una ideología patriarcal de la masculinidad, la socialización de género ha implicado, asimismo, contraponer agresividad asociada a los hombres con afectividad asociada a las mujeres. El término violencia de género significa entender la violencia como una expresión ilegítima de poder.
La vinculación entre violencia, poder y masculinidad adquirió una explicación en la construcción de la superioridad de los «hombres de Oxbridge» –se hace referencia al modelo de educación patriarcal y sexista en universidades británicas como Oxford y Cambridge– poniendo énfasis en la heterosociabilidad, que se volvió vital para la formación (Deslandes, 2005) –contínua, como dice Miller (2004, p. 17)– para explicar la violencia de los hombres en la guerra, que es el resultado de la educación: «No es más que un método de entrenamiento sistemático que utiliza ejemplos para mostrarles cómo destruir a los demás» y –desde la visión de la sociología de Newton (1994)– establece un vínculo entre la prisión y las masculinidades.
La falta de una perspectiva de género ha sido señalada por Messerchmidt (1993) en las ciencias jurídicas con el concepto de «criminología ciega al género».
La idea de «hacer género», como ha señalado Krienert (2003), fue introducida por West y Zimmerman en 1987. Conceptualizan el género como el logro de un hábito que se crea y mantiene a través de la interacción diaria. Este argumento identifica la forma en que la expresión de la masculinidad está directamente relacionada con el comportamiento criminal, especialmente el uso de la violencia (Walklate, 1995, p. 172). En lugar de ver la masculinidad como algo que solo sucede a los hombres o se hace a los hombres, la masculinidad se ve como algo que hacen l...