La creatividad en 7 verbos
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La creatividad en 7 verbos

Natalia Zuleta, Catalina Zuleta

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La creatividad en 7 verbos

Natalia Zuleta, Catalina Zuleta

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¿Quiénes son los seres más curiosos? ¿Qué grupo de personas demuestra la expresión más libre y la imaginación más viva? ¿Y quién tiene de lejos la mayor energía y entusiasmo? ¡Los niños! Todo niño sano nace con el potencial para ser un genio. Infortunadamente, la mayoría de las escuelas tienen un efecto "des-genializador". En vez de fomentar la curiosidad, tienden a recompensar sólo las "respuestas correctas" y, en lugar de cultivar la autoexpresión, la imaginación y el entusiasmo, los limitan. [...] En este libro, Natalia y Catalina comparten una maravillosa recopilación de historias personales, emocionantes descubrimientos, ejemplos históricos y ejercicios prácticos para adultos que desean experimentar un Renacimiento de su don natural de la creatividad. En el proceso, nos guían para jugar con siete verbos que pueden ayudarnos a todos a experimentar un renacimiento de nuestro poder creativo: CONECTAR, EXPLORAR, PREGUNTAR, INTEGRAR, DUDAR, INNOVAR Y CRECER. Vivimos en un momento maravilloso pero peligroso de la historia. En lugar de aprender a pensar por sí mismos, los niños y niñas son alimentados con opiniones y prejuicios "predigeridos". Hay una avalancha sin precedentes de información inexacta, explotadora y descaradamente tóxica que acecha en cada esquina electrónica. Al mismo tiempo, nunca ha habido un acceso tan fácil a todo conocimiento humano y los niños que crecen aprendiendo a usar ese conocimiento de manera creativa y positiva siguen siendo la esperanza más grande de la humanidad. Esos niños necesitan padres y maestros con la habilidad de CONECTAR, EXPLORAR, PREGUNTAR, INTEGRAR, DUDAR, INNOVAR Y CRECER; padres y maestros que puedan pensar creativamente y guiarlos a hacer lo mismo. Este libro te ayudará. Hoy esto es más importante que nunca antes.

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Information

Year
2019
ISBN
9789587577136

CRECER Y EXPANDIRSE

«La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original».
ALBERT EINSTEIN
Crecer es un verbo de grandes acciones, implica moverse de lugares comunes no sin antes fijar un destino, definir una mirada, encontrar un propósito. Es también un hecho imprescindible y natural como nuestro entorno. Estamos llamados a evolucionar y al cambio, nunca seremos los mismos a lo largo de los días. Desde nuestro nacimiento somos seres en permanente transformación. Crecer implica soltar para recibir, florecer para descubrir. Este capítulo abarca la etapa de crecimiento como un hito esencial en el proceso creativo. Al crear ampliamos nuestra visión del mundo, progresamos y nos fortalecemos como seres humanos. Contribuimos también a un todo más allá de nuestro alcance y nos reconocemos como seres trascendentes. La creatividad es un motor para la permanente reinvención y el movimiento, por eso nos hace crecer en lo intelectual, emocional y espiritual. Saber reconocer nuestro punto de partida, así como nuestro propósito nos abre la puerta para caminar en una travesía llena de sorpresas y descubrimientos. Crecer al crear y crear al crecer.

PELÍCANOS Y GAVIOTAS A LA MAR

Las montañas y el mar son una poderosa combinación para inspirar. Habíamos decidido escapar de nuevo de la congestión y velocidad de una ciudad como Bogotá. Necesitábamos encontrarnos de nuevo con nuestros pensamientos. Sabíamos a través de este recorrido que la rutina es una amenaza para la creatividad. El cielo abierto es un lienzo fértil para la imaginación. Esta vez nuestro destino nos llevó a Cartagena, una ciudad por muchos visitada pero aún virgen e inexplorada en muchas de sus dimensiones. Esa mañana nos reunió en el balcón de Puerto Velero. Un lugar-refugio para encuentros prósperos con el silencio y la observación. De nuevo estaba sentada frente a esta página en blanco, buscando los caminos correctos para que transitara nuestra voz interior. Una voz diversa y de múltiples tonos que parecía recorrernos en los momentos de escritura. Un reto de nuestras mentes a estar en sintonía para dar vida a un escrito congruente e inspirador.
Existe el proverbio que dice que las huellas de los que viajan juntos nunca se borran y yo añadiría que las mentes y corazones de los que caminan en esos viajes se conectan de maneras espontáneas y sutiles. Mi hermana y yo habíamos ya recorrido diversos caminos en esta aventura de la creatividad. Desde la China (Hong Kong), pasando por Nueva York y atravesando parajes de Centro América (Costa Rica y Salvador) para regresar a casa. Nuestra escritura se había convertido en catarsis de aprendizajes y descubrimientos, hacía parte de una historia por contar y eso era un aliciente grandioso para nuestra imaginación. En los viajes hay reencuentros, abandonos y aprendizajes. Puedes conjugar de manera desprevenida verbos como soltar, abrir, arriesgar, traspasar y regresar. Eso los hace instancias del ser humano valiosas y catalizadores de crecimiento. Crecer es dejar atrás ideas, prejuicios, miedos, para moverse y avanzar en dirección de la transformación.
En esta página en blanco en particular, me sentía diferente, algo dentro de mí florecía, un llamado, una ilusión. Ni mi hermana ni yo éramos las mismas de cinco capítulos atrás. La madurez parecía reconstruirse en una nueva mirada, en la realización de saber que estábamos trabajando por un mundo mejor a través de What If? y nuestra metodología para desarrollar mentes creativas. Conscientes más que nunca del enorme valor de la creatividad como herramienta de superación humana. Habíamos avanzado en este proceso de escritura que se había convertido en un alimento para nuestro espíritu, así como esperábamos que lo fuera para los demás. Habíamos crecido y el crecer era en sí una confirmación de los grandes regalos ocultos que tiene para nosotros la creatividad.
Pensaba que de alguna manera los lugares nos escogen para habitarlos y para contarnos historias. Cartagena evocaba recuerdos de infancia, momentos de celebración y reencuentros de paseos en familia. Es también una ciudad cargada de connotaciones históricas y culturales y esto la hace un destino enriquecedor, patrimonio cultural de la humanidad. Ciudad de guerras y conquistas, de leyendas e historias de amor, de afluencia de artistas e intelectuales, paraíso de turistas. El balcón de Puerto Velero desde un piso 11 enmarcaba el mar, la playa y las montañas. Tres elementos poéticos que seguro nos iban a inspirar. El edificio había sido cuidadosamente diseñado para tener una estética que se integrara a su entorno natural, estructuras curvas que asemejan olas y una arquitectura fluida y fresca como la brisa circulante.
Uno de los pensamientos que llegó a mí fue la pregunta: ¿Qué pasaría si la creatividad creciera de nuestra mano? Definitivamente sería uno de los detonantes para este capítulo, así como la duda de cómo puede ayudarnos la creatividad a crecer y evolucionar. De inmediato un sinnúmero de ideas vino a mi cabeza para convertirse en imágenes, metáforas y anécdotas, listas para fluir en el papel.
Miré al frente y en medio de la expectación por este nuevo recorrido descubrí cómo el sonido del mar me habló del coraje y la valentía que requieren el crecimiento y la expansión. La marea alta en su ímpetu no es más que una revelación de la naturaleza para conectarnos con nuestras posibilidades de cambio.
Estar en Cartagena, en el silencio del viento y la soledad de atardeceres de múltiples colores, nos hizo recapitular. Parar y enfocar de nuevo nuestra mirada para descubrir en el horizonte el vuelo intercalado de gaviotas y pelícanos que nos saludaban con un aleteo sutil.
Las aves, como símbolo de libertad, nos invitaban a entrar en un modo de soltura y albedrío más allá de nuestros pensamientos. Colombia como paraíso en el que convergen más de 1898 especies de aves que vuelan para inspirar. Siempre al visualizar un estado más allá del habitual entramos en una especie de tensión positiva que nos incita a movernos y expandirnos. Cartagena con su magia y riqueza natural era en sí misma una invitación a concretar las ideas. Un lugar en donde convergen aves migratorias de diversos y lejanos lugares del mundo, trayendo consigo un halo de renovación y recordándonos la grandeza de la tierra. Las gaviotas, aves marinas y fuente de inspiración, eran una premonición para esta etapa del camino. Su ingenio, curiosidad e inteligencia les permiten adaptarse a las estructuras sociales del hombre y desarrollar complejos métodos de comunicación. Símbolo de libertad y también de destino, al avisar a los marineros su cercanía a tierra firme. Su aparición era una metáfora a nuestra cercanía con el destino final de esta aventura creativa. Era el llamado a reconocernos al final de una jornada y prepararnos para la próxima con todas las certezas y osadía necesarias. En Australia las gaviotas tienen un carácter sagrado, su nombre Sivri es el llamado al tiempo de los sueños de las culturas aborígenes. Un llamado a conectarnos con la alegría del baile, los tambores, la música y las danzas. Algo similar al aire de una ciudad costera como la que nos acogía, ningún lugar mejor para terminar nuestro libro.

ATARDECER EN PUERTO VELERO

El atardecer llegó majestuoso para sorprendernos, una paleta de colores lila, naranja y amarillo que se fusionaban una y otra vez en el cielo. Cambios constantes a medida que llegaba la noche para hacernos entender la fortuna de estar a la orilla del mar. Para hacer un paralelo con el proceso creativo. Nada es estático ni lineal, es como si cada uno de esos colores, cuando cambiaban, reflejaran nuestro crecimiento al crear. Escribir este relato era una forma de agradecer a la vida por cada paraje al que nos había llevado a lo largo de la escritura de nuestro libro.
Frente a nosotros un mar pausado y sonoro en el que navegaban veleros, lanchas y catamaranes. Los puertos son lugares con gran esencia simbólica, lugares de llegadas y partidas, de fluir y corrientes que traen consigo energías. Cartagena es un lugar singular en el mar Caribe, uno de los puertos más importantes de América Latina, escenario de convergencia de patrimonios artísticos y culturales. Una ciudad rica en sensaciones y eventos. A donde llegamos y partimos siendo diferentes. Porque una vez nos marchamos de los lugares que visitamos, algo germina en nosotros, alguna llama se enciende para hacernos ver el poder transformador de los viajes. Viajar es crecer pues implica coraje y valentía para adaptarse a nuevos escenarios y acoger tal aventura. La ruta creativa es el viaje cuyo destino final es innovar, crecer y trascender.
Todo crecimiento es un hecho propio de la existencia. Las plantas florecen desde una semilla para develar el milagro de la naturaleza, los árboles encausan sus raíces en la tierra para extender sus ramas hacia el cielo y el hombre nace de la célula más pequeña para habitar el planeta. Esto es la evolución en el sentido más sencillo de la palabra, crecimiento que da origen a la vida y a la creación. Los seres humanos nos descubrimos en cada paso de la existencia reflejados en nuestro entorno. La cultura y la sociedad son espejos del hombre, narraciones de su transitar por el planeta y de su creación.
Cómo lo decía Jacob Bronowski en su libro El acenso del hombre15:
«El hombre asciende al descubrir la plenitud de sus propios dones y lo que va creando en el camino son monumentos en cada una de las etapas de comprensión de sí mismo y de la naturaleza».
El mensaje de este científico y filósofo británico es ilustrativo de la historia de la evolución humana. Como toda evolución que implica cambio y crecimiento, Borowski plantea un viaje a través de la historia intelectual del hombre para comprender su adaptación al entorno. El hombre, a diferencia de los animales, deja huella no de su mera existencia sino de sus creaciones, pues no se adapta a un solo hábitat como los otros seres vivos, sino que por medio de sus capacidades intelectuales logra habituarse a diversos contextos. Es aquí cuando podemos hablar de una evolución que no es biológica sino cultural. Un crecimiento en el más amplio sentido de la palabra, sustentado en la capacidad de imaginar y anticipar el tiempo. Para Borowski la imaginación es un telescopio del tiempo, que nos permite crear grandiosas oportunidades y ser agentes activos de nuestra existencia. El avance y crecimiento del hombre parten de un compromiso entre su intelecto y sus emociones. Ese diálogo constante de imaginación, emociones y razón es lo que hace que busquemos transformar el entorno.
Las invenciones no son más que formas de conectarnos con la vida en conversaciones productivas y trascendentes, lo que para Bronowski es una nueva forma de buscar la coherencia con el mundo. Los grandes monumentos históricos se convierten en hitos que enmarcan etapas de la existencia. Machu Picchu y la Alhambra son creaciones y descubrimientos tan relevantes para la humanidad como la arquitectura del ADN. El mensaje interesante de esta mirada es que todos somos artesanos de la historia, que con nuestras creaciones generamos nuevos caminos y visiones que alimentan la evolución cultural. A diferencia de los animales, que se adaptan a un ambiente particular, el hombre busca por medio de la imaginación habitar y cambiar cada uno de sus contextos.
En este ámbito la evolución y el crecimiento implican creación. Desafiar la cotidianidad y la rutina y desechar la quietud como estadio. La creatividad se constituye en un motor de progreso que abarca no sólo el interior del hombre que renace al crear sino un espectro más amplio que impacta el entorno. «El mundo no puede ser comprendido desde la contemplación sino desde la acción», nos dice Bronowski. Desde luego el emprender una acción determinada como acto de exploración genera incertidumbre por conocer los resultados. En el acto más sencillo de la vida hay miles de vacilaciones con respecto al desenlace. Cuando tomamos decisiones, actuamos, nos movemos para obtener resultados. Nos fijamos metas para sentir que acertamos y nos acercamos a lo esperado. En nuestra vida profesional y de pareja siempre estamos buscando formas de crecer y alcanzar sueños. El acto de crecer se manifiesta en logros en el trabajo, reconocimiento a nuestras buenas ideas, un regalo o una celebración son actos humanos que nos hacen sentir vivos y confirmar nuestra capacidad de progreso, de cambio, de movimiento. Si tan sólo fuéramos más conscientes del enorme potencial creativo que tenemos todos dentro nuestras posibilidades de expansión, nuestra vida sería más próspera en todos los aspectos: intelectual, espiritual y emocional.
Estábamos allí sentadas frente a un atardecer que no quería convertirse en noche. Un aura prolongada de colores que acompañaba nuestra escritura. La mesa de trabajo era un bodegón de objetos desordenados, marcadores de colores, gafas, cuadernos con mapas mentales, botellas de agua y dos copas de vino rosé que alimentaban nuestra imaginación. Era la mejor metáfora del caos creativo que produce grandes ideas. Allí encontrábamos rutas para nuestra escritura, con un mar danzante que nos hablaba de fondo sobre la serenidad.
—Es increíble cómo un atardecer puede decir tantas cosas —afirmó mi hermana.
— ¿Qué te dice? —pregunté.
—Me recuerda mucho la última visita que hicimos al abuelo aquí en Cartagena en su casa de la ciudad amurallada. En medio del deterioro de su salud aún desfogaba su espíritu infantil, sus gestos transmitían alegría y calidez. Entre sus cuadros podíamos descubrir sus sentimientos al pintar.
—Sí, de acuerdo, era como si pintara el destino, como si quisiera tomarse por adelantado instantes de tiempo. Al fin y al cabo es un poco lo que hacen los artistas, pintan realidades pasadas, presentes y futuras. Es como si pudieran viajar en el tiempo, crecer en su pintura y regresar para ser niños de nuevo, llenos de imaginación y curiosidad.
—Un día le pregunté de dónde salía su sentido del humor y él me contestó que era un secreto del cual yo sería siempre confidente y es que jamás había dejado de ser niño.
Recordé con las palabras de mi hermana lo frágiles que en ocasiones somos ante el paso del tiempo. La creatividad es un estado que nos mueve entre diversas sensaciones y sentimientos. Entre preguntas trascendentales y efímeras, entre certezas y dudas. Crecer es el resultado de conjugar todos estos verbos en nuestra vida y aceptar que nunca somos los mismos. Estamos en una búsqueda permanente de preguntas y respuestas acerca de quiénes somos y cuál es nuestro propósito. Somos seres vivos en un permanente fluir y debemos permitirnos vivir en esa esencia. El temor bloquea las posibilidades, nos paraliza y detiene frente a los caminos. Por el contrario, una actitud creativa nos impulsa a crear una vida con sentido. La nostalgia de crecer o la ansiedad por el destino siempre estarán presentes. Como lo dijo Pablo Neruda:
«Quién diría que algún día extrañaríamos la infancia, si nuestro mayor deseo es crecer».
Comprendemos entonces que más allá de las cuestiones científicas o visiones de la filosofía, habitamos el mundo no sólo para pensar sino también para trascender desde la creación. Para evolucionar no sólo con la mente sino con el corazón. Pero ¿quién ha dicho que crecer es abandonar a nuestro niño interior?
Muchos escritores nos dan lecciones al respecto, como Patrick Ness en su libro Un Monstruo viene a verme:
Cumplir años es envejecer, crecer es otra cosa. Es darse cuenta de que la vida no es lo que esperas. No es justa ni predecible, ni controlable. Es comprobar que a veces se gana y otras se pierde. Y, sobre todo, que a veces se gana y se pierde al mismo tiempo. Crecer es aceptar la incertidumbre.

INSPIRACIÓN AL DESPERTAR

Despertar en el mar es una de las sensaciones más placenteras e inspiradoras de la existencia. Dejar que el sonido de las olas se cuele lentamente en nuestro sueño profundo para traernos de vuelta en un ritmo pausado de ecos en la playa. Abrir los ojos para descubrir la inmensidad del océano y sentir el inigualable olor a salitre. Una mañana que prometía llenarnos de razones para escribir.
Sentadas en el balcón curvilíneo y transparente, el silencio nos acompañaba para alimentar la introspección. Observé de nuevo el pelícano que el día anterior volaba en lo alto de nuestra mirada. Las alas como sinónimo de libertad me transportaron a historias fantásticas de esta gran ciudad. El asombro y la curiosidad de niñas regresaban para traer en pertinencia absoluta relatos y leyendas que habíamos atesorado en nuestras previas visitas a la costa colombiana. Las gaviotas en busca de tierra firme y en danza con el mar nos recordaron la importancia de dejar volar nuestra imaginación.
Por más que intentaba mantener mi atención, aparecían referencias de piratas y corsarios. De aventuras de hombres intrépidos y emblemáticos por su coraje y osadía. Después de todo Cartagena con su encanto había atraído a estos personajes de connotaciones míticas y algo oscuras, para quedar marcada por sus historias. Considerada una Ciudad Heroica por las batallas que resistió, era un lugar de inspiración y fuerza. Bucaneros y marineros de diversos orígenes que traían creencias y saqueaban legados. Pero ¿qué podría enseñarnos un corsario como Francis Drake sobre crecimiento y creatividad? Si miramos la historia de las grandes batallas de la humanidad siempre han estado marcadas por hombres y mujeres que se fijan un rumbo y una ruta para seguirla hasta el final. Las historias de piratas y corsarios son en sí mismas cruentas y difíciles, pero también nos dejan entrever cómo el ímpetu explorador del hombre, unido al coraje y valentía, lo han llevado a atravesar océanos en búsqueda d...

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