Macrobiótica I
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Macrobiótica I

Alimentación según diagnostico morfológico

Loli Curto

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  1. 260 pages
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Macrobiótica I

Alimentación según diagnostico morfológico

Loli Curto

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Con este libro he querido recopilar y transmitir una visión más concreta y unos conceptos claves para entender cómo empezar a gestionar nuestra propia salud de forma preventiva rompiendo teorías y normas que no son correctas y que damos por validas sin investigarlas ni comprobarlas. Dedicada a la salud, como he comentado estudié durante largos años una gran cantidad de disciplinas y teorías médicas de varias fuentes, también la dietética occidental, las plantas medicinales y la aromaterapia, que practiqué simultáneamente. Lo que más captó mi interés durante ese largo periodo fueron las situaciones con personas donde todos estos conocimientos no fueron suficientes, es decir, no funcionaron.Fue un reto y un estímulo permanente de búsqueda e investigación para encontrar las respuestas concretas a los interrogantes que me planteaba, especialmente uno: por qué la misma terapia dietética funciona en un 50 % de los casos y por qué en el otro 50 % no lo hace. Si persistes y no te desmoralizas ni abandonas, al final comprendes qué sucede en cada caso. La respuesta es muy fácil: lo que sirve para resolver un problema no lo hace para otro, ya que las causas no son las mismas, aunque los síntomas sean similares. Según la filosofía y la medicina oriental, se considera que un ciclo de vida son seis periodos de diez años; cuando se cumplen esos sesenta años, la vida vuelve a empezar otro ciclo nuevo."Rectificar es de sabios" es una de mis frases preferidas. Esa actitud me ha funcionado mucho mejor que cuando me basaba en todo lo que había estudiado y aprendido. Ahora la vida me ha permitido descubrir el conocimiento no racional ni teórico producto de la práctica y la experiencia que fui acumulando sin ser consciente. Descubrí que "cada caso es un mundo y lo que sirve para uno no sirve para otro". Es un inicio con cada persona, nada es lo que parece; no puedes dar nada por hecho, hay que aprender de cada situación algo nuevo: 1) Intentar poner un poco de orden en el caos informativo que circula sobre alimentación equilibrada, salud integral y medicina natural. Durante años estudie diferentes métodos de medicina natural, me fueron transmitidas teorías y conceptos que, con la práctica y la experiencia, he podido averiguar que eran completamente erróneos, pero que nadie podía saberlo en ese momento y aún se siguen transmitiendo.2) Aportarlas experiencias recogidas durante 45 años tratando a personas sanas y enfermas con terapia dietética y alimentación macrobiótica equilibrada, así como con plantas medicinales y aromaterapia. 3) Porque en estos momentos los avances tecnológicos de la ciencia van destapando muchos de esos errores. Esto nos va demostrando que algunos de los conceptos milenarios que aplica la medicina tradicional oriental.

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Information

Publisher
Olelibros
Year
2020
ISBN
9788417307585

Capítulo 07.

FUNDAMENTOS DE LA ALIMENTACIÓN MACROBIÓTICA

«Un grano, diez mil granos». Esta frase alude a la multiplicación de un grano plantado y el rendimiento que produce durante varios ciclos. En Macrobiótica, como ocurre en otras filosofías, todo es relativo: no existen alimentos que sean bue­nos o recomendados para todos y otros malos pro­hi­bi­dos. Adaptando los alimentos adecuados a cada uno de forma individual pretendemos provocar unas reacciones en nuestro cuerpo y producir unos resultados concretos. El criterio más importante es que puedan ser digeridos y apro­vechados por nuestro organismo. Muchas personas no sa­ben que la mayoría de alimentos que comen no los digieren. Y, por supuesto, no los asimilan.
Pero es evidente que unos alimentos resultan más bene­ficiosos que otros para las necesidades específicas de nuestro orga­nismo, que en cada uno de nosotros es diferente. En gene­ral, la pau­ta a seguir es consumir el mínimo posible de alimen­tos muertos, procesados —aunque sea de forma artesana—, congelados, deshidratados, liofilizados, en con­ser­va y de origen animal, y evitar en todos los casos los ali­men­tos procesados de forma industrial. La razón de lo expuesto es obvia: la vida ge­nera vida, y cuanto más directo y natural sea, más tendrá la posibilidad de que pueda llegar a conver­tirse en energía vital.
La muerte no puede producirnos longevidad, esta es una de las diferencias entre las filosofías oriental y occidental. Como ejemplo diré que la medicina antigua oriental no es­tudiaba los cadáveres porque ya no tienen energía, que es lo que produce la vida. Lo más importante para ellos —según muestran los grandes tratados de medicina tradicional china de hace más de 10 000 años— es el conocimiento de la di­námica de la energía que alimenta la vida y produce el movi­miento continuo de los seres vivos. En Occidente siempre se estudió medicina con cadáveres, y eso ha permitido ser grandes expertos en cirugía y trasplantes. Pero actualmen­te se desconoce la complejidad de la red de circulación de la energía por el organismo humano en la totalidad y de sus vehículos o cuerpos.
Según estos criterios, no cualquier alimento puede repa­rarnos y alimentar nuestra energía; se necesita un conocimien­to profundo del funcionamiento energético del organismo y de los alimentos, ya que uno depende del otro. Por eso los criterios de selección que aplicamos desde el punto de vista de la macrobiótica medicinal no tienen absolutamente nada que ver con los criterios nutricionistas actuales, aunque al­guna vez podamos unirlos y coincidir en algún punto.
En Occidente, la manera como afrontamos la alimenta­ción es en función de qué nos gusta y apetece comer. Esta atracción o apetencia no se produce libremente como creemos, sino que los alimentos que hemos consumido en la co­mida anterior están reclamándonos un balance inmediato. A esta situación nos referimos con «me gusta mucho tal ali­mento» y «me va bien comer tal otro». Solo es una polaridad, el yin y el yang actuando. Si comimos un alimento yin determinado, este nos exige ingerir en la siguiente comida el alimento yang que lo compensa, y así generamos un ciclo sin fin. Creemos que somos libres de comer lo que nos da la gana, pero en rea­lidad no es así: somos esclavos de nuestros propios desequilibrios, que nos obligan a elegir sin tener en cuenta lo que nos conviene y equilibra.

ALIMENTOS QUE PRODUCEN LONGEVIDAD

Sabemos que los cereales o pseudocereales, bien conserva­dos, pueden vivir miles de años. Se han dado casos, incluso, de granos encontrados en pirámides y cuevas que han podi­do germinar y multiplicarse después de milenios. En este campo de la arqueología se han recuperado varias especies de grano que ya se habían perdido, como el trigo kamut, que pertenece a un pasado muy remoto y actualmente está de nue­vo en el mercado, aunque eso no signifique que tengamos que comerlo. Solo es un ejemplo de un alimento longevo versus una fruta, que, si la colocas en cualquier lugar, por es­pecífico que sea, en breve estará podrida. Los alimentos que pueden producir longevidad tienen unas características re­pa­radoras de la energía que otros no poseen, y hay que sa­ber cómo transferir esas propiedades al organismo. No es algo que se produzca de forma espontánea, es una gestión correc­ta del manejo de la energía. Algo que en Occidente se desconoce.
Para decidirnos por un alimento en concreto deberíamos previamente saber qué características posee, pero muy lejos de la información falsa que hace que parezca que algunos de ellos tienen todas las propiedades y casi al leerlas en internet nos sentimos obligados a consumir tal o cual alimen­to «panacea». Lo primero que deberíamos saber es que no existe ninguno cien por cien bueno, con solo mara­villas que nos salvarán la vida, absolutamente ninguno. Dicho esto, podemos entender que pretender encontrar las llaves de la inmortalidad en un alimento es absurdo e infantil. La longe­vidad solo se puede producir por haber aplicado durante toda una vida o gran parte de ella un método perfecto no solo dietético, sino de ejercicio físico y respiración, así como de comportamiento o actitud, que permita una reparación total de todos los cuerpos que forman el ser humano. Sabe­mos que en cuanto disminuyen ciertos nutrientes y en­tran otros no adecuados, tóxicos, en el organismo se produ­ce una oxidación constante o envejecimiento que, junto a la inflamación de ciertos tejidos y la deshidratación celular, constituyen las tres causas que producen el envejecimiento. La ciencia demuestra que es el acortamiento que se va pro­duciendo de la secuencia de ADN la causa del deterioro que nos envejece. Pero, sobre todo, según la filosofía y medicina oriental es el cuerpo energético el que se va desgastando, y no sabemos cómo repararlo, ya que este con todas las redes de diferentes energías es el que vitaliza o in­funde vida y energía al cuerpo físico.

Los longevos de Okinawa

La ciencia actual está estudiando con mucho interés a estas personas, hombres y mujeres por igual, que viven en esta isla japonesa, y entre las que hay un gran número que sobrepa­sa los cien años. No es la edad lo que más sorprende a la comu­nidad científica, sino las condiciones de buena salud en que se encuentran, y aún más la calidad de vida que llevan: no vi­ven en residencias de ancianos, sino que hacen su vida nor­mal en sus casas; la mayoría en solitario, pero participan cada día de muchas actividades en grupos de ejercicio físico como yoga, taichí, qi gong… Se reúnen todas las mañanas, incluso en parques y jardines, después van a comprar y cocinan sus alimentos, y, tras comer, se reúnen en grupos de amigos para participar en juegos diversos. No tienen alzhéimer ni las en­fermedades que sufren los mayores en Occidente.
Los científicos están estudiando los nutrientes de su die­ta, convencidos de que hay algo especial que provoca esa salud tan extraordinaria, y a veces llegan a conclusiones bajo mi punto de vista absurdas. En Okinawa, por motivos clima­tológicos y geológicos, nunca se cultivó arroz como en el res­to de Japón, por lo que en su dieta ancestral prácticamen­te no ha habido. En sustitución, ellos comen un tubérculo pa­recido a la patata de la familia de la Convolvuceae, la Ipomea batatas, y los científicos creen que esa es la clave de su lon­ge­vidad, ya que es el único alimento que consumen en exclusi­vidad. Este tubérculo no tiene ningún nutriente que pueda producir esos resultados y por eso siguen investigando.
Bajo mi punto de vista esa creencia es errónea, pues lo lógico es entender que toda su vida, ya en el vientre materno, han comido de forma muy equilibrada según los criterios que presentamos aquí, sin alimentos procesados de ningún tipo. Su dieta diaria es macrobiótica: algas, verduras, legum­bres, sopas, algo de pescado que ellos mismos capturan cada día, no frutas, no harinas ni todos sus derivados, no bebidas comerciales… Prácticamente no compran en los supermer­cados porque, además, son muy pobres. Para mí es un ejem­plo claro de equilibrio y buena salud durante toda su vida. La industria americana está fabricando productos a partir de la Ipomea batatas con la intención de venderlos como alimen­tos que alargan la vida. ¿Te parece acertado? ¿Crees que al­guien que tome un fármaco sacado de la patata de Okinawa conseguirá esa longevidad y esa calidad de vida, solo por to­mar una pastilla sacada de la Ipomea?
Entre los alimentos más recomendables en la Dieta Macro­biótica Equilibrada existen algunos que consumirás de forma asidua y otros que pondrás en tu plato de vez en cuando. A continuación, te detallo los alimentos más habituales y los de uso menos frecuente para que te puedas ha­cer una idea del aspecto final de tus platos. Pero recuerda en todo momento que estas recomendaciones son generalizadas, a mu­chas personas pueden no encajarles del todo bien. Por esta razón, los que esperan ver aparecer listas, menús, rece­tas y tablas, que sepan que solo son referencias comparati­vas y muy estándares, que no tienen ninguna precisión ni son específicas ni funcionales para nadie en concreto.

CLASIFICACIÓN DE LOS ALIMENTOS Y SU YIN Y ...

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