«Un grano, diez mil granos». Esta frase alude a la multiplicación de un grano plantado y el rendimiento que produce durante varios ciclos. En Macrobiótica, como ocurre en otras filosofías, todo es relativo: no existen alimentos que sean buenos o recomendados para todos y otros malos prohibidos. Adaptando los alimentos adecuados a cada uno de forma individual pretendemos provocar unas reacciones en nuestro cuerpo y producir unos resultados concretos. El criterio más importante es que puedan ser digeridos y aprovechados por nuestro organismo. Muchas personas no saben que la mayoría de alimentos que comen no los digieren. Y, por supuesto, no los asimilan.
Pero es evidente que unos alimentos resultan más beneficiosos que otros para las necesidades específicas de nuestro organismo, que en cada uno de nosotros es diferente. En general, la pauta a seguir es consumir el mínimo posible de alimentos muertos, procesados —aunque sea de forma artesana—, congelados, deshidratados, liofilizados, en conserva y de origen animal, y evitar en todos los casos los alimentos procesados de forma industrial. La razón de lo expuesto es obvia: la vida genera vida, y cuanto más directo y natural sea, más tendrá la posibilidad de que pueda llegar a convertirse en energía vital.
La muerte no puede producirnos longevidad, esta es una de las diferencias entre las filosofías oriental y occidental. Como ejemplo diré que la medicina antigua oriental no estudiaba los cadáveres porque ya no tienen energía, que es lo que produce la vida. Lo más importante para ellos —según muestran los grandes tratados de medicina tradicional china de hace más de 10 000 años— es el conocimiento de la dinámica de la energía que alimenta la vida y produce el movimiento continuo de los seres vivos. En Occidente siempre se estudió medicina con cadáveres, y eso ha permitido ser grandes expertos en cirugía y trasplantes. Pero actualmente se desconoce la complejidad de la red de circulación de la energía por el organismo humano en la totalidad y de sus vehículos o cuerpos.
Según estos criterios, no cualquier alimento puede repararnos y alimentar nuestra energía; se necesita un conocimiento profundo del funcionamiento energético del organismo y de los alimentos, ya que uno depende del otro. Por eso los criterios de selección que aplicamos desde el punto de vista de la macrobiótica medicinal no tienen absolutamente nada que ver con los criterios nutricionistas actuales, aunque alguna vez podamos unirlos y coincidir en algún punto.
En Occidente, la manera como afrontamos la alimentación es en función de qué nos gusta y apetece comer. Esta atracción o apetencia no se produce libremente como creemos, sino que los alimentos que hemos consumido en la comida anterior están reclamándonos un balance inmediato. A esta situación nos referimos con «me gusta mucho tal alimento» y «me va bien comer tal otro». Solo es una polaridad, el yin y el yang actuando. Si comimos un alimento yin determinado, este nos exige ingerir en la siguiente comida el alimento yang que lo compensa, y así generamos un ciclo sin fin. Creemos que somos libres de comer lo que nos da la gana, pero en realidad no es así: somos esclavos de nuestros propios desequilibrios, que nos obligan a elegir sin tener en cuenta lo que nos conviene y equilibra.
ALIMENTOS QUE PRODUCEN LONGEVIDAD
Sabemos que los cereales o pseudocereales, bien conservados, pueden vivir miles de años. Se han dado casos, incluso, de granos encontrados en pirámides y cuevas que han podido germinar y multiplicarse después de milenios. En este campo de la arqueología se han recuperado varias especies de grano que ya se habían perdido, como el trigo kamut, que pertenece a un pasado muy remoto y actualmente está de nuevo en el mercado, aunque eso no signifique que tengamos que comerlo. Solo es un ejemplo de un alimento longevo versus una fruta, que, si la colocas en cualquier lugar, por específico que sea, en breve estará podrida. Los alimentos que pueden producir longevidad tienen unas características reparadoras de la energía que otros no poseen, y hay que saber cómo transferir esas propiedades al organismo. No es algo que se produzca de forma espontánea, es una gestión correcta del manejo de la energía. Algo que en Occidente se desconoce.
Para decidirnos por un alimento en concreto deberíamos previamente saber qué características posee, pero muy lejos de la información falsa que hace que parezca que algunos de ellos tienen todas las propiedades y casi al leerlas en internet nos sentimos obligados a consumir tal o cual alimento «panacea». Lo primero que deberíamos saber es que no existe ninguno cien por cien bueno, con solo maravillas que nos salvarán la vida, absolutamente ninguno. Dicho esto, podemos entender que pretender encontrar las llaves de la inmortalidad en un alimento es absurdo e infantil. La longevidad solo se puede producir por haber aplicado durante toda una vida o gran parte de ella un método perfecto no solo dietético, sino de ejercicio físico y respiración, así como de comportamiento o actitud, que permita una reparación total de todos los cuerpos que forman el ser humano. Sabemos que en cuanto disminuyen ciertos nutrientes y entran otros no adecuados, tóxicos, en el organismo se produce una oxidación constante o envejecimiento que, junto a la inflamación de ciertos tejidos y la deshidratación celular, constituyen las tres causas que producen el envejecimiento. La ciencia demuestra que es el acortamiento que se va produciendo de la secuencia de ADN la causa del deterioro que nos envejece. Pero, sobre todo, según la filosofía y medicina oriental es el cuerpo energético el que se va desgastando, y no sabemos cómo repararlo, ya que este con todas las redes de diferentes energías es el que vitaliza o infunde vida y energía al cuerpo físico.
Los longevos de Okinawa
La ciencia actual está estudiando con mucho interés a estas personas, hombres y mujeres por igual, que viven en esta isla japonesa, y entre las que hay un gran número que sobrepasa los cien años. No es la edad lo que más sorprende a la comunidad científica, sino las condiciones de buena salud en que se encuentran, y aún más la calidad de vida que llevan: no viven en residencias de ancianos, sino que hacen su vida normal en sus casas; la mayoría en solitario, pero participan cada día de muchas actividades en grupos de ejercicio físico como yoga, taichí, qi gong… Se reúnen todas las mañanas, incluso en parques y jardines, después van a comprar y cocinan sus alimentos, y, tras comer, se reúnen en grupos de amigos para participar en juegos diversos. No tienen alzhéimer ni las enfermedades que sufren los mayores en Occidente.
Los científicos están estudiando los nutrientes de su dieta, convencidos de que hay algo especial que provoca esa salud tan extraordinaria, y a veces llegan a conclusiones bajo mi punto de vista absurdas. En Okinawa, por motivos climatológicos y geológicos, nunca se cultivó arroz como en el resto de Japón, por lo que en su dieta ancestral prácticamente no ha habido. En sustitución, ellos comen un tubérculo parecido a la patata de la familia de la Convolvuceae, la Ipomea batatas, y los científicos creen que esa es la clave de su longevidad, ya que es el único alimento que consumen en exclusividad. Este tubérculo no tiene ningún nutriente que pueda producir esos resultados y por eso siguen investigando.
Bajo mi punto de vista esa creencia es errónea, pues lo lógico es entender que toda su vida, ya en el vientre materno, han comido de forma muy equilibrada según los criterios que presentamos aquí, sin alimentos procesados de ningún tipo. Su dieta diaria es macrobiótica: algas, verduras, legumbres, sopas, algo de pescado que ellos mismos capturan cada día, no frutas, no harinas ni todos sus derivados, no bebidas comerciales… Prácticamente no compran en los supermercados porque, además, son muy pobres. Para mí es un ejemplo claro de equilibrio y buena salud durante toda su vida. La industria americana está fabricando productos a partir de la Ipomea batatas con la intención de venderlos como alimentos que alargan la vida. ¿Te parece acertado? ¿Crees que alguien que tome un fármaco sacado de la patata de Okinawa conseguirá esa longevidad y esa calidad de vida, solo por tomar una pastilla sacada de la Ipomea?
Entre los alimentos más recomendables en la Dieta Macrobiótica Equilibrada existen algunos que consumirás de forma asidua y otros que pondrás en tu plato de vez en cuando. A continuación, te detallo los alimentos más habituales y los de uso menos frecuente para que te puedas hacer una idea del aspecto final de tus platos. Pero recuerda en todo momento que estas recomendaciones son generalizadas, a muchas personas pueden no encajarles del todo bien. Por esta razón, los que esperan ver aparecer listas, menús, recetas y tablas, que sepan que solo son referencias comparativas y muy estándares, que no tienen ninguna precisión ni son específicas ni funcionales para nadie en concreto.