Cartas I (bolsillo, rústica)
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Cartas I (bolsillo, rústica)

Josemaría Escrivá de Balaguer

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Cartas I (bolsillo, rústica)

Josemaría Escrivá de Balaguer

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Con este volumen se inicia la edición pública de las Cartas largas que san Josemaría escribió a los miembros del Opus Dei. Para transmitirles el mensaje de santidad en la vida ordinaria se sirvió de la predicación oral y de los escritos. Entre ellos destacan las Instrucciones y las Cartas, en las que explica la naturaleza y los apostolados del Opus Dei.Ahora ven la luz las cuatro primeras Cartas de tema espiritual, inspiradas en sus primeros años en Madrid (1930-1933). Todas ellas iluminan el itinerario de la vida cristiana en medio del mundo, y se abren así a todos los lectores interesados en el mensaje de santidad en la propia existencia.Estas cuatro primeras Cartas tratan sobre la vida corriente como camino de santidad, la humildad, la misión del cristiano en la vida social, y la caridad en la transmisión de la fe.

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Information

Year
2021
ISBN
9788432153129
CARTA 1
[Sobre la vida corriente como camino de santidad, también conocida por el íncipit Singuli dies; estáfechada el 24 de marzo de 1930 y fue impresa por primera vez en enero de 1966]
1
Todos los días, hijos queridísimos, deben presenciar nuestro afán por cumplir la misión divina que, por su misericordia, nos ha encomendado el Señor. El corazón del Señor es corazón de misericordia, que se compadece de los hombres y se acerca a ellos. Nuestra entrega, al servicio de las almas, es una manifestación de esa misericordia del Señor, no sólo hacia nosotros, sino hacia la humanidad toda. Porque nos ha llamado a santificarnos en la vida corriente, diaria; y a que enseñemos a los demás −providentes, non coacte, sed spontanee secundum Deum[1], prudentemente, sin coacción; espontáneamente, según la voluntad de Dios− el camino para santificarse cada uno en su estado, en medio del mundo.
Vio Jesús a la muchedumbre −nos cuenta el Evangelio−, y tuvo misericordia de ella[2]. Hijos míos, el Señor tiene puestos los ojos y el corazón en la muchedumbre, en todas las gentes; nosotros también, como Jesús: ésa es la razón de la llamada divina, que hemos recibido.
La perfección cristiana es para todos
2
Hemos de estar siempre de cara a la muchedumbre, porque no hay criatura humana que no amemos, que no tratemos de ayudar y de comprender. Nos interesan todos, porque todos tienen un alma que salvar, porque a todos podemos llevar, en nombre de Dios, una invitación para que busquen en el mundo la perfección cristiana, repitiéndoles: estote ergo vos perfecti, sicut et Pater vester caelestis perfectus est [3]; sed perfectos, como lo es vuestro Padre celestial.
Siguieron a Cristo los mártires, pero no ellos solos, escribía San Agustín; y continuaba con un estilo gráfico, pero barroco: hay en el jardín del Señor no sólo las rosas de los mártires, sino los lirios de las vírgenes, y la hiedra de los casados, y las violetas de las viudas. Queridísimos, que nadie desespere de su vocación: por todos ha muerto Cristo[4].
¡Con cuánta fuerza ha hecho resonar el Señor esa verdad, al inspirar su Obra! Hemos venido a decir, con la humildad de quien se sabe pecador y poca cosa −homo peccator sum[5], decimos con Pedro−, pero con la fe de quien se deja guiar por la mano de Dios, que la santidad no es cosa para privilegiados: que a todos nos llama el Señor, que de todos espera Amor: de todos, estén donde estén; de todos, cualquiera que sea su estado, su profesión o su oficio. Porque esa vida corriente, ordinaria, sin apariencia, puede ser medio de santidad: no es necesario abandonar el propio estado en el mundo, para buscar a Dios, si el Señor no da a un alma la vocación religiosa, ya que todos los caminos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cristo.
Es el nuestro un camino con muy diversas maneras de pensar en lo temporal −en el terreno profesional, en el científico, en el político, en el económico, etc.−, con libertad personal y con la consiguiente responsabilidad también personal, que nadie puede atribuir a la Iglesia de Dios ni a la Obra, y con la que cada uno sabe valiente y lógicamente cargar. Por eso, nuestra diversidad no es, para la Obra, un problema: por el contrario, es una manifestación de buen espíritu, de vida corporativa limpia, de respeto a la legítima libertad de cada uno, porque ubi autem Spiritus Domini, ibi libertas[6]; donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
3
Quisiera que, al considerar estas cosas en la presencia de Dios, se os llenara el corazón de agradecimiento y, a la vez, de afán apostólico, de deseos de llevar a las gentes la noticia de esa caridad de Cristo. No lo olvidéis: dar doctrina es la gran misión nuestra.
En esto consiste el gran apostolado de la Obra: mostrar a esa multitud, que nos espera, cuál es la senda que lleva derecha hacia Dios. Por eso, hijos míos, os habéis de saber llamados a esa tarea divina de proclamar las misericordias del Señor: misericordias Domini in aeternum cantabo[7], cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Dar a conocer esa llamada a todos los hombres
4
Os he dicho, desde el primer día, que Dios no espera de nosotros cosas extraordinarias, singulares; y que quiere que llevemos esta bendita llamada divina por todo el mundo, y que invitéis a muchos a seguirla. Pero nuestro proselitismo[*a] hemos de hacerlo con sencillez, con el ejemplo de nuestra conducta: mostrando que muchos −si no todos− pueden, con la gracia de Dios, convertir en camino divino la vida ordinaria y corriente, del mismo modo que vosotros habéis sabido hacer divina vuestra vida, también corriente y ordinaria.
Nuestro modo de ser ha de estar empapado de naturalidad, para que se nos puedan aplicar aquellas palabras de la Sagrada Escritura: había un varón en la t...

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