Apéndices
I
«En la amable intimidad, todos ellos
se regocijaban a costa de la defensa…».
El Comité Central encontró en los despachos del Ministerio de Guerra la siguiente carta del comandante superior de la artillería del ejército al general Suzane, publicada el 25 de abril en el Officiel:
París, 12 de diciembre de 1870
Mi querido Suzane:
Entre los jóvenes ayudantes, no he podido encontrar a su protegido Hetzel, pero sí a un Hessel. ¿Se trata del mismo?
Dígame lo que desea con toda franqueza y lo haré. Puedo meterlo en mi Estado Mayor, donde se aburrirá porque no tendrá nada que hacer, o bien enviarlo al monte Valérien, donde correrá menos peligro que en París (esto lo digo por los padres) y podrá disparar cañones al aire según el método Noël.
Desabróchese, pues (la boca, por supuesto).
Suyo,
Guiod.
Ese tal Noël era el que estaba al mando del monte Valérien por entonces.
Guiod y Suzane eran tal para cual. Bajo el Imperio, el comandante Lienard, que había recibido la orden de entregar un lote de chatarra por trescientos francos, escribió al Ministerio de Guerra que dicho lote valía quince mil, y el general Suzane escribió a modo de respuesta:
Mi querido comandante:
El ministro me ha encargado que le recuerde que tiene prohibido hacer la menor observación a las órdenes que le envíe, y que su deber se limita a ejecutarlas.
Suzane
P. D.: ¡Pilla lo que puedas, viejo!
II
«… los miembros del Comité Central
se dispersaron en todas direcciones».
Le recuerdo que los miembros del Comité Central se habían separado a las tres y media de la madrugada del 17 al 18. Antes de levantar la sesión, se decidió que la reunión del día siguiente se celebraría a las once de la noche en la rue Basfroi, en una escuela requisada.
Pese a la avanzada hora, nada había trascendido acerca de los movimientos decididos por el Gobierno, y el Comité, que acababa de constituirse mediante el examen de los poderes y la distribución de las comisiones, no había recibido ningún aviso que le hiciera suponer la inminencia del peligro. Su comisión militar aún no se había puesto en marcha, simplemente había tomado posesión de los documentos, las notas y las actas de la precedente.
Ya sabe cómo se despertó París la mañana del 18 de marzo. Los miembros del Comité nos enteramos de los acontecimientos sucedidos gracias a los corrillos callejeros y los carteles oficiales. Yo, por mi parte, me desperté sobre las ocho, me vestí a toda prisa y me fui a la rue Basfroi atravesando la plaza de la Bastilla, que ocupaba la guardia parisina. Nada más entrar en la rue de la Roquette, vi a la gente que empezaba a organizar la defensa. Estaban levantando una barricada en la esquina de la rue Neuve-de-Lappe. Un poco más arriba me negaron el paso, pese a declararme miembro del Comité. Tuve que remontar por la rue de Charonne, por el faubourg, y volver por la rue Saint-Bernard. Nada se anunciaba aún en la rue du Faubourg Saint-Antoine, pero había una gran agitación. Por fin, llegué a la rue Basfroi sobre las diez y media y vi que estaba cerrada por los dos extremos con sendas barricadas, salvo la salida a un pequeño pasaje gobernado por los cañones aparcados en un descampado frente a la calle, que estaban transportando uno a uno hasta las diversas barricadas en construcción.
No sin grandes esfuerzos, llegué a la sala de estudio, donde ya estaban reunidos algunos de mis colegas: los ciudadanos Assi, Prudhomme, Rousseau, Gouhier, Lavalette, Geresme, Bouit y Fougeret. Justo cuando entraba yo, traían a un subteniente del Estado Mayor detenido en la rue Saint-Maur para interrogarlo. Luego trajeron a un gendarme, pero los únicos papeles que llevaba consigo eran carteles entregados a una de las mairies. Assi se ocupaba de todo ello y había organizado una especie de prisión en el patio. También vi desfilar a una quincena de civiles y militares detenidos por el pueblo. Durante ese rato, me enteré de que Bergeret había ido a dirigir Montmartre después de que la víspera lo hubieran nombrado jefe de legión. Varlin, que había llegado justo detrás de mí, se había vuelto a marchar para organizar la defensa en Batignolles. Arnold también hizo una breve aparición y volvió a tomar la defensa de su batallón. El Comité reclutó a los ciudadanos Audoyneau, Ferrat y Billioray.
A mediodía, seguíamos atentos el desarrollo de los acontecimientos sin haber decidido nada. Pedí a algunos de mis colegas que Assi dejara los interrogatorios inútiles para venir a deliberar a otra sala, puesto que la que ocupábamos se había visto poco a poco invadida por personas ajenas al Comité. Una vez instalados, pedimos a los ciudadanos de buena voluntad que se prestaran a formar parte de nuestro Estado Mayor e informarnos acerca de la situación en los distintos barrios. Se presentaron muchos y los enviamos en todas direcciones a decir a nuestros colegas que apremiaran la construcción de barricadas lo antes posible, reunieran a la Guardia Nacional, tomaran el mando y nos hicieran saber los puntos donde podíamos comunicarnos con ellos.
De todos nuestros portadores de mensajes, solo cuatro regresaron. El que habíamos enviado al vigésimo arrondissement nos explicó que el punto de reunión de Belleville estaba en la rue de Paris, y el de Ménilmontant enfrente de la nueva mairie. A Varlin le estaba costando mucho agrupar a los guardias nacionales de Batignolles. Un jefe del Estado Mayor había reunido fuerzas en la place du Trône y se había acercado a la caserna de Reuilly, pero la tropa había cerrado las verjas y adoptado una actitud de lo más amenazante. Brunel y Lisbonne se preparaban para intimidar la caserna de Château-d’Eau.
Otros mensajeros nos informaron de ...