Arte, gusto y estética en la Encyclopédie
eBook - ePub

Arte, gusto y estética en la Encyclopédie

  1. 200 pages
  2. English
  3. ePUB (mobile friendly)
  4. Available on iOS & Android
eBook - ePub

Arte, gusto y estética en la Encyclopédie

About this book

A modo de antología, se presentan unos materiales textuales, con un hilo conductor común que subraya el nuevo enfoque que el siglo XVIII concedió a las cuestiones del ámbito de 'la Estética'. Esta nueva disciplina ilustrada, intentó sistematizar diferentes términos que la Encyclopédie hizo elocuentemente suyos a lo largo de los suyos diferentes volúmenes.

Frequently asked questions

Yes, you can cancel anytime from the Subscription tab in your account settings on the Perlego website. Your subscription will stay active until the end of your current billing period. Learn how to cancel your subscription.
At the moment all of our mobile-responsive ePub books are available to download via the app. Most of our PDFs are also available to download and we're working on making the final remaining ones downloadable now. Learn more here.
Perlego offers two plans: Essential and Complete
  • Essential is ideal for learners and professionals who enjoy exploring a wide range of subjects. Access the Essential Library with 800,000+ trusted titles and best-sellers across business, personal growth, and the humanities. Includes unlimited reading time and Standard Read Aloud voice.
  • Complete: Perfect for advanced learners and researchers needing full, unrestricted access. Unlock 1.4M+ books across hundreds of subjects, including academic and specialized titles. The Complete Plan also includes advanced features like Premium Read Aloud and Research Assistant.
Both plans are available with monthly, semester, or annual billing cycles.
We are an online textbook subscription service, where you can get access to an entire online library for less than the price of a single book per month. With over 1 million books across 1000+ topics, we’ve got you covered! Learn more here.
Look out for the read-aloud symbol on your next book to see if you can listen to it. The read-aloud tool reads text aloud for you, highlighting the text as it is being read. You can pause it, speed it up and slow it down. Learn more here.
Yes! You can use the Perlego app on both iOS or Android devices to read anytime, anywhere — even offline. Perfect for commutes or when you’re on the go.
Please note we cannot support devices running on iOS 13 and Android 7 or earlier. Learn more about using the app.
Yes, you can access Arte, gusto y estética en la Encyclopédie by Autores Varios, Romà de la Calle in PDF and/or ePUB format, as well as other popular books in Art & Art Theory & Criticism. We have over one million books available in our catalogue for you to explore.

PARTE PRIMERA


En torno al concepto de Arte

Arte

Denis Diderot
(1713-1784)
Término abstracto y metafísico. Hemos comenzado haciendo observaciones sobre la naturaleza, el servicio, la utilización y las cualidades de los seres y sus símbolos; luego, hemos dado el nombre de ciencia, de arte o de disciplina en general al centro o punto de reunión al que se han conducido las observaciones hechas para así formar un sistema de reglas o de instrumentos, y reglas tendentes a una misma finalidad: eso es lo que significa disciplina en general. Ejemplo: se ha reflexionado sobre el uso y utilización de las palabras y a continuación se ha inventado el nombre Gramática. Gramática es el nombre de un sistema de instrumentos y reglas relativos a un objeto determinado; este objeto es el sonido articulado, los signos de la palabra, la expresión del pensamiento y cuanto se refiere a ello; lo mismo ocurre con las demás Ciencias o Artes.
Origen de las Ciencias y de las Artes. La industria humana aplicada a las producciones de la Naturaleza por necesidad, por lujo, por diversión o por curiosidad es lo que ha dado nacimiento a las Ciencias y a las Artes; y estos puntos de unión de nuestras diferentes reflexiones han recibido las denominaciones de Ciencia y de Arte según la naturaleza de sus objetos formales, como dicen los Lógicos. Si el objeto se cumple, el conjunto y la disposición técnica de las reglas según la cuales se lleva a cabo se denominan Arte. Si el objeto es contemplado sólo bajo diferentes aspectos, el conjunto y disposición técnica de las observaciones relativas a este objeto se denominan Ciencia; así, la Metafísica es una Ciencia y la Moral es un Arte. Lo mismo ocurre con la Teología y con la Pirotecnia.
Especulación y práctica de un Arte. De cuanto precede resulta evidente que todo Arte tiene su especulación y su práctica: su especulación, que no es otra cosa que el conocimiento no operativo de las reglas del Arte; su práctica, que no es más que el uso habitual y no reflexionado de esas mismas reglas. Es difícil, por no decir imposible, llevar lejos la práctica sin la especulación; y viceversa, poseer la especulación sin la práctica. En todo Arte hay un gran número de circunstancias relativas a la materia, a los instrumentos y a la maniobra práctica que sólo enseña el uso. Corresponde a la práctica presentar las dificultades y ofrecer los fenómenos; a la especulación, explicar los fenómenos y sortear las dificultades; de ahí se sigue que apenas haya un Artista que, sabiendo razonar, pueda hablar de su Arte.
Distribución de las Artes en liberales y mecánicas. Examinando las producciones de las Artes, se percibe que unas son más obra del espíritu que de la mano; otras, en cambio, son más obra de la mano que del espíritu. Ese es, en parte, el origen de la preeminencia otorgada a ciertas Artes respecto a otras y de la distribución que se ha hecho de las Artes en Artes liberales y Artes mecánicas. Esta distinción, aunque bien fundada, ha producido un mal efecto al degradar a gentes muy estimables y muy útiles y favorecer en nosotros no sé qué pereza natural, que nos induce demasiado a creer que aplicarse constante y continuadamente a experiencias, objetos particulares, sensibles y materiales es ir contra la dignidad del espíritu humano y que practicar, e incluso estudiar, las Artes mecánicas es rebajarse a cosas cuya investigación es laboriosa, su meditación innoble, su exposición difícil, su frecuentación deshonrosa, su número inagotable y su valor una menudencia. Minui majestatem mentis humanae, si in experimentis et rebus particularibus, etc. Bacon, Novum organum.
Un prejuicio éste que tendía a llenar las villas de orgullosos razonadores y de contemplativos inútiles y las campiñas de pequeños tiranos ignorantes, ociosos y desdeñosos. No es así como pensaron Bacon –uno de los primeros genios de Inglaterra–, Colbert –uno de los más grandes ministros de Francia– y, en fin, los buenos espíritus y personas sabias de todos los tiempos. Bacon consideraba la historia de las Artes mecánicas como la rama más importante de la verdadera filosofía y se abstenía cuidadosamente de menospreciar su práctica. Colbert consideraba la industria de los pueblos y el establecimiento de manufacturas como la riqueza más segura de un reino. A juicio de quienes hoy tienen ideas sanas del valor de las cosas, quien pobló Francia de grabadores, de pintores, de escultores y de artistas de todo género; quien descubrió a los ingleses la máquina de hacer calcetines, los terciopelos a los genoveses, los vidrios a los venecianos, no hizo menos por el Estado que quienes vencieron a sus enemigos y les quitaros sus plazas fuertes; y a ojos del filósofo, tal vez hay más mérito real en haber dado a luz a los Le Brun, Le Sueur y Audran, pintando y grabando las batallas de Alejandro y ejecutando en tapices las victorias de nuestros generales, que en haberlas logrado.
Poned en un lado de la balanza las ventajas reales de las Ciencias más sublimes y de las Artes más honoradas y en el otro las de las Artes mecánicas: veréis que el prestigio que se ha conferido a unas y el que se ha otorgado a otras no se ha distribuido con justa relación a esas ventajas, y que se ha alabado mucho más a las personas ocupadas en hacer creer que éramos felices que a las ocupadas en hacer que lo fuéramos de hecho. ¡Qué juicios tan extravagantes los nuestros: exigimos que cada cual ocupe su tiempo útilmente y despreciamos a las personas útiles!
Finalidad de las Artes en general. El hombre no es más que el ministro o el intérprete de la naturaleza: no comprende ni actúa más que en la medida que tiene conocimiento –experimental o reflexivo– de los seres que lo rodean. Su mano desnuda, por más robusta, infatigable y ágil que sea, no puede bastar más que para un pequeño número de efectos: no acaba grandes cosas más que con la ayuda de instrumentos y reglas; otro tanto hay que decir del entendimiento. Los instrumentos y las reglas son como músculos sobreañadidos a los brazos y resortes accesorios a los del espíritu. La finalidad de todo Arte en general o de todo sistema de instrumentos y reglas, que confluyen en una misma meta, es imprimir determinadas formas sobre una base dada por la naturaleza; esta base es la materia, el espíritu, alguna función del alma o alguna producción de la naturaleza. En las Artes mecánicas, a las que me dedicaré aquí más de lo que lo han hecho los autores,
el poder humano se reduce a aproximar o alejar los cuerpos naturales. El hombre lo puede todo o nada, según esa aproximación o alejamiento sea o no posible (véase Bacon, Nov. org.).
Proyecto de un tratado general de las Artes mecánicas. A menudo se ignora el origen de un Arte mecánico o no se tienen más que vagos conocimientos de sus progresos: he ahí las consecuencias naturales del desprecio que se ha tenido en todos los tiempos y en todas las naciones, tanto sabias como belicosas, hacia quienes se han dedicado a esas artes. Por eso hay que recurrir a suposiciones filosóficas, partir de alguna hipótesis verosímil o de algún evento primero y fortuito y, desde ahí, aventurarse hasta el punto que ese arte ha alcanzado. Me explicaré mediante un ejemplo que tomaré de las artes mecánicas –menos conocidas– antes que de las artes liberales –que se han presentado bajo mil formas diferentes.
Si se ignorase el origen y los progresos de la industria del vidrio o del papel, ¿qué haría un filósofo que se propusiera escribir la historia de esas artes? Haría esta suposición: un trozo de ropa ha caído por azar en una vasija llena de agua, ha permanecido allí el tiempo suficiente para disolverse y, vaciada la vasija, en vez de encontrar en el fondo un trozo de ropa, no hay más que una especie de sedimento, cuya naturaleza resulta difícil de reconocer a no ser por algunos hilos que indican que la materia primera de ese sedimento tuvo antes forma de ropa. En cuanto al vidrio, haría esta suposición: los primeros habitáculos sólidos que los hombres construyeron fueron de tierra cocida o de ladrillo; ahora bien, es imposible cocer ladrillos a grandes temperaturas sin que se vitrifique alguna de sus partes; esta es la forma como se presentó el vidrio por primera vez. Sin embargo, ¡qué enorme distancia entre esa escama sucia y verdusca y la materia transparente y pura de los cristales, etc.! Esa u otra parecida será la experiencia fortuita de la que partirá el filósofo para llegar hasta el punto que el arte del vidrio ha alcanzado actualmente.
Ventajas de este método. Siguiendo este proceder, los progresos de un arte se expondrían de manera más instructiva y clara que siguiendo su verdadera historia, si se conociera. Los obstáculos que se habrían tenido que superar para perfeccionar ese arte se presentarían en un orden enteramente natural, y la explicación sintética de los pasos sucesivos del arte facilitaría su inteligencia a los espíritus más ordinarios y situaría a los artistas en la vía que deberían seguir para acercarse antes a la perfección.
Orden que habría que seguir en un tratado semejante. En cuanto al orden que habría que seguir en un tratado de ese tipo, creo que lo más ventajoso sería relacionar las artes con las producciones de la naturaleza. Una enumeración exacta de estas producciones daría origen a muchas artes desconocidas. Otro gran número nacería de un examen detallado de los diferentes aspectos bajo los que se puede considerar la misma producción. La primera de estas condiciones exige un conocimiento muy amplio de la historia de la naturaleza; y la segunda, una gran dialéctica. Un tratado de las artes, tal como yo lo concibo, no es obra de una persona ordinaria. No se vaya a imaginar que propongo ideas vanas y prometo a la humanidad descubrimientos quiméricos.
Tras haber observado con un filósofo –al que no me canso de alabar, porque jamás me he cansado de leerlo– que la historia de la naturaleza es incompleta sin la historia de las artes; y tras haber invitado a los naturalistas a coronar su trabajo sobre los reinos vegetal, mineral y animal, etc., mediante las experiencias de las artes mecánicas, cuyo conocimiento importa mucho más a la verdadera filosofía, me atrevería a añadir a su ejemplo: Ergo rem quam ago, non opinionem, sed opus esse; eamque non sectae alicujus, aut placiti, sed utilitatis esse et amplitudinis immensae fundamenta. No se trata aquí de un sistema; no son las fantasías de una persona; son las decisiones de la experiencia y de la razón y los fundamentos de un edificio inmenso; y quien piense de manera diferente tratará de disminuir la esfera de nuestros conocimientos y de desanimar los espíritus.
Debemos al azar un gran número de conocimientos: nos ha manifestado algunos muy importantes que no buscábamos; ¿cabe suponer que no encontraremos nada añadiendo nuestros esfuerzos a su capricho y poniendo orden y método en nuestras investigaciones? Si hoy poseemos secretos que antes no se podían esperar en absoluto y si nos está permitido extraer conjeturas del pasado, ¿por qué el futuro no nos reservará riquezas con las que apenas contamos hoy?
Si a la gente que mide la posibilidad de las cosas según el alcance de su genio y no imagina nada más allá de lo que conoce se le hubiera dicho hace unos siglos que es un polvo el que rompe las rocas, el que abate las murallas más gruesas desde sorprendentes distancias, el que encerrado por el peso de algunos libros en las entrañas profundas de la tierra las remueve y sale a la luz a través de las enormes masas que lo cubren y puede abrir un agujero en que desaparecería una ciudad entera, esa gente no habría dejado de comparar esos efectos con la acción de las ruedas, poleas, palancas, contrapesas y otras máquinas conocidas, ni de decir que semejante polvo resulta una quimera y que sólo el rayo o la causa que produce los terremotos –y cuyo mecanismo es inimitable– es capaz de tales espantosos prodigios.
Así es como el gran filósofo hablaba en su siglo y en todos los siglos venideros. A su ejemplo nosotros añadiremos lo siguiente:
¿hasta qué punto el proyecto de la máquina de subir agua mediante el fuego, tal como se llevó a cabo la primera vez en Londres, no habría dado ocasión a malos razonamientos, sobre todo si el autor de la máquina hubiera tenido la modestia de presentarse como una persona poco versada en los mecanismos?
Si en el mundo no hubiera más que ese tipo de peritos para valorar las invenciones, no se harían ni grandes ni pequeñas cosas. Así pues, quienes se apresuran a pronunciarse sobre las obras que no implican ninguna incompatibilidad –a veces no son más que añadidos muy ligeros a máquinas conocidas y, como máximo, exigen la intervención de un obrero hábil–, y son bastante limitados como para juzgar que esas obras sean imposibles, saben que ellos mismos no se han instruido lo suficiente como para expresar deseos convenientes.
Es el canciller Bacon quien les dice:
Qui sumpta –o lo que aún es menos perdonable– qui neglecta ex his quae praesto sunt conjectura, ea aut impossibilia, aut minus verisimilia, putet; eum scire debere se non satis doctum, ne ad optandum quidem commode et apposite esse.
Otro motivo de investigación. Ahora bien, lo que debe animarnos aún más en nuestras investigaciones y determinarnos a observar con atención alrededor nuestro son los siglos que han pasado sin que las personas se hayan dado cuenta de las cosas importantes que tenían, por decirlo así, ante sus ojos. Por ejemplo, el arte de imprimir y el de grabar. ¡Qué caprichosa es la condición del espíritu humano!
Si se trata de descubrir, desconfía de su fuerza, se enreda con las dificultades que él mismo se fabrica, las cosas le parecen imposibles de encontrar; y una vez encontradas, no entiende cómo ha sido preciso tanto tiempo para buscarlas y se apiada de sí mismo.
Diferencia singular entre las máquinas. Después de haber propuesto mis ideas sobre un tratado filosófico de las artes en general, pasaré a algunas observaciones útiles sobre la manera de tratar ciertas artes mecánicas en particular. A veces se utiliza una máquina muy complicada para producir un efecto bastante simple en apariencia; otras veces, basta una máquina muy simple para producir una acción muy complicada: en el primer caso, dado que el efecto que se debe producir se ha concebido fácilmente y el conocimiento del mismo no enreda al espíritu ni sobrecarga la memoria, se empezará por anunciarlo y luego se pasará a la descripción de la máquina; en el segundo caso, en cambio, resulta más adecuado descender de la descripción de la máquina al conocimiento del efecto.
El efecto de un reloj es dividir el tiempo en partes iguales con ayuda de una aguja que se mueve uniforme y muy lentamente sobre una superficie con puntos. Si le muestro un reloj a alguien que desconoce esta máquina, primero tendré que instruirlo respecto a su efecto y luego pasaré al mecanismo. Me cuidaré mucho de seguir el mismo método con quien me pregunta qué es una malla de ropa, qué es el paño, el droguete, el terciopelo o el satén. En este caso empezaré por detallar los oficios que sirven para estas obras.
Cuando el desarrollo de la máquina está claro, permite que se vea su efecto de golpe, cosa que quizás fuera imposible sin esos preliminares. Para convencerse de la verdad de estas observaciones, inténtese definir exactamente qué es la gasa sin suponer ninguna noción de la máquina de confeccionarla.
Sobre la geometría de las artes. Se convendrá conmigo sin dificultad que hay pocos artistas para quienes los elementos de las matemáticas no sean necesarios; sin embargo, una paradoja, cuya verdad no se presentará enseguida, es que tales elementos les resultarían perjudiciales en muchas ocasiones si una multitud de conocimientos físicos no corrigiera sus preceptos en la práctica: conocimientos de lugares, de posiciones, de figuras irregulares, de materias, de sus cualidades, de la elasticidad, de la rigidez, de las fricciones, de la consistencia, de la duración, de los efectos del aire, del agua, del frío, del calor, de la sequía, etc.: es evidente que los elementos de la geometría de la Academia no son sino los más simples y menos complicados de entre los de la geometría de los comercios.
En la naturaleza no hay una palanca como la que Varignon supone en sus proposiciones; en la naturaleza no hay una palanca de la que se puedan calcular todas sus condiciones. Entre estas condiciones las hay en tan gran número y tan esenciales en el uso que incluso no se puede someter a esa parte del cálculo que llega hasta las diferencias más imperceptibles de las cantidades, siempre que se puedan apreciar; de ahí que quien no tenga más que la geometría intelectual es en la vida ordinaria una persona desmañada, de la misma manera que un artista que no tiene más que la geometría experimental es un obrero muy limitado.
Sin embargo, me parece que la experiencia enseña que un artista pasa más fácilmente sin la geometría intelectual que una persona, no importa quien sea, sin cierta geometría experimental. Toda la materia de las fricciones se ha quedado, a pesar de los cálculos, en un asunto de matemática experimental y de práctica ordinaria (manouvrière). Ahora bien, ¿hasta dónde llega este conocimiento solo? ¿Cuántas máquinas malas no nos proponen todos los días gentes que han imaginado que las palancas, las ruedas, las poleas, los cables actúan en una máquina como sobre un papel y que, sin haber trabajado con sus propias manos, jamás han sabido la diferencia de los efectos de una misma máquina o de su perfil?
Una segunda observación que añadiremos aquí, pues va pareja al tema, es que hay máquinas que funcionan bien en pequeño y no en grande; y viceversa, unas que funciona...

Table of contents

  1. Portada
  2. CREDITOS
  3. INTRODUCCION
  4. Parte primera - En torno al concepto de Arte
  5. Parte segunda - En torno al dominio del Gusto
  6. Parte tercera - El concepto de Crítica
  7. Parte cuarta - En torno a la Naturaleza sublimada por el arte
  8. Parte quinta - En torno a la la Estética, como nueva ciencia ilustrada
  9. BIBLIOGRAFIA