Libro II 13
Llegamos a MilĂĄn a primera hora de la mañana y nos descargaron en el depĂłsito de mercancĂas. Una ambulancia me llevĂł al hospital estadounidense. Tumbado en la camilla de la ambulancia no pude ver por quĂ© parte de la ciudad pasamos, pero cuando bajaron la camilla vi un mercado y una bodega abierta y una joven que barrĂa la puerta. Estaban regando la calle y olĂa a madrugada. Dejaron la camilla en el suelo y entraron. Volvieron con el portero. TenĂa bigotes grises, llevaba una gorra de conserje e iba en mangas de camisa. La camilla no cabĂa en el ascensor y se pusieron a discutir si serĂa mejor bajarme de la camilla y coger el ascensor o subirme por las escaleras. Estuve escuchĂĄndoles. Optaron por el ascensor. Me bajaron de la camilla.
âDespacio âles dijeâ, con cuidado. âEl ascensor era muy estrecho y al doblarme las piernas me dolieron muchoâ. Estiradme las piernas âdije.
âNo podemos, signor tenente. No hay sitio.
El hombre que hablĂł me rodeaba con el brazo y yo tenĂa el mĂo en torno a su cuello. NotĂ© su aliento en la cara y su olor metĂĄlico a ajo y vino.
âCon cuidado âdijo el otro.
âHijo de puta, ÂĄya voy con cuidado!
âTe digo que tengas cuidado ârepitiĂł el que me sujetaba por los pies.
El portero cerrĂł las puertas del ascensor y la reja y pulsĂł el botĂłn del cuarto piso. ParecĂa preocupado. El ascensor subiĂł despacio.
âÂżPeso mucho? âle preguntĂ© al del ajo.
âNada ârespondiĂł. TenĂa el rostro sudoroso y soltĂł un gruñido.
El ascensor siguiĂł subiendo y se detuvo. El hombre que me sujetaba por los pies abriĂł la puerta y saliĂł. EstĂĄbamos en un pasillo. HabĂa varias puertas con pomos de latĂłn. El que me llevaba por los pies apretĂł un botĂłn que accionaba un timbre. Lo oĂmos sonar detrĂĄs de las puertas. Nadie respondiĂł. Luego llegĂł el conserje por las escaleras.
âÂżDĂłnde estĂĄn? âpreguntaron los camilleros.
âNo lo sĂ© âdijo el porteroâ. Duermen abajo.
âVaya a buscar a alguien.
El conserje accionó el timbre, luego llamó a la puerta con los nudillos, por fin abrió y entró. Volvió con una mujer con gafas y entrada en años. Llevaba el pelo suelto y despeinado y uniforme de enfermera.
âNo comprendo âdijoâ. No entiendo el italiano.
âYo hablo inglĂ©s âdijeâ. Preguntan dĂłnde pueden dejarme.
âLas habitaciones aĂșn no estĂĄn listas. No esperĂĄbamos a ningĂșn paciente.
Se arreglĂł el pelo y me echĂł una mirada miope.
âIndĂqueles una habitaciĂłn a la que puedan llevarme.
âNo sĂ© âdijoâ. No esperĂĄbamos a ningĂșn paciente. No puedo instalarle sin mĂĄs en cualquier sitio.
âCualquiera servirĂĄ âdije. Luego añadĂ en italiano, dirigiĂ©ndome al conserjeâ: Busque una habitaciĂłn vacĂa.
âTodas lo estĂĄn ârespondiĂł el conserjeâ. Es usted el primer paciente.
Se quedĂł mirando a la vieja enfermera con la gorra en la mano.
âPor el amor de Dios, llĂ©venme a una habitaciĂłn.
Con las piernas dobladas, el dolor habĂa ido en aumento y notaba punzadas que me llegaban hasta el hueso. El portero se fue con la mujer de cabello gris y volviĂł enseguida.
âSĂganme âdijo. Me llevaron por un largo pasillo hasta una habitaciĂłn con las persianas echadas. OlĂa a muebles nuevos. HabĂa una cama y un enorme armario ropero con un espejo. Me tumbaron en la cama.
âNo puedo poner sĂĄbanas âdijo la mujerâ. EstĂĄn bajo llave.
No le respondĂ.
âLlevo dinero en el bolsillo âle dije al porteroâ. En el bolsillo abotonado. âSacĂł el dinero mientras los dos camilleros esperaban junto a la cama con la gorra en la manoâ. Deles cinco liras a cada uno y coja cinco para usted. Mis papeles estĂĄn en el otro bolsillo. Puede dĂĄrselos a la enfermera.
Los camilleros saludaron y me dieron las gracias.
âAdiĂłs âdijeâ. Y muchas gracias.
Volvieron a saludar y se marcharon.
âEsos papeles âle dije a la enfermeraâ, describen mi caso y el tratamiento que he recibido hasta ahora.
La mujer los cogió y los miró a través de las gafas. Eran tres hojas dobladas.
âNo sĂ© quĂ© hacer âdijoâ. No entiendo el italiano. No puedo hacer nada sin las instrucciones del mĂ©dico. âSe echĂł a llorar y se guardĂł los papeles en el bolsillo del delantalâ. ÂżEs usted norteamericano? âpreguntĂł entre sollozos.
âSĂ. Por favor, deje los papeles en la mesita.
La habitaciĂłn estaba fresca y oscura. Desde la cama se veĂa el gran espejo que habĂa al otro lado de la habitaciĂłn, pero no acertĂ© a distinguir lo que reflejaba. El conserje se quedĂł junto a la cama. TenĂa una cara agradable y era muy amable.
âPuede irse. Y usted tambiĂ©n âle dije a la enfermeraâ. ÂżCĂłmo se llama?
âSoy la señora Walker.
âPuede irse, señora Walker. Creo que voy a dormir un poco.
Me quedĂ© solo en la habitaciĂłn. Estaba fresca y no olĂa a hospital. El colchĂłn era firme y cĂłmodo y me quedĂ© inmĂłvil, sin apenas respirar, feliz al notar cĂłmo disminuĂa el dolor. Al cabo de un rato me entraron ganas de beber un poco de agua y encontrĂ© el cordĂłn del timbre al lado de la cama; llamĂ©, pero no acudiĂł nadie. Me dormĂ.
Cuando despertĂ©, mirĂ© a mi alrededor. La luz del sol se colaba entre las persianas. Vi el gran armario, las paredes desnudas y dos sillas. Mis piernas con los vendajes sucios asomaban sobre la cama. Tuve cuidado de no moverlas. Estaba sediento y alarguĂ© el brazo para llamar al timbre y oprimĂ el botĂłn. OĂ cĂłmo se abrĂa la puerta, mirĂ© y resultĂł ser una enfermera. Era joven y guapa.
âBuenos dĂas âdije.
âBuenos dĂas ârespondiĂł, y se acercĂł a la camaâ. No hemos podido localizar al mĂ©dico. Ha ido al lago de Como. Nadie sabĂa que fuese a venir un paciente. ÂżQuĂ© le ocurre?
âEstoy herido. En las piernas y los pies y tambiĂ©n en la cabeza.
âÂżCĂłmo se llama?
âHenry. Frederic Henry.
âLe lavarĂ©. Pero no podemos tocar los vendajes hasta que llegue el mĂ©dico.
âÂżEstĂĄ aquĂ la señorita Barkley?
âNo, no hay nadie que se llame asĂ.
âÂżQuiĂ©n era la mujer que se echĂł a llorar cuando lleguĂ©?
La enfermera se echĂł a reĂr.
âLa señora Walker. Estaba de guardia y se habĂa quedado dormida. No contaba con que viniese nadie.
Mientras hablamos me fue desvistiendo, y cuando me quedé desnudo, excepto por las vendas, me lavó con mucho cuidado y delicadeza. Me vino muy bien. Llevaba la cabeza vendada, pero me lavó en torno al borde del vendaje.
âÂżDĂłnde le hirieron?
âEn el Isonzo, al norte de Plava.
âÂżDĂłnde estĂĄ eso?
âAl norte de Gorizia.
Vi que ninguno de aquellos nombres le decĂa nada.
âÂżLe duele mucho?
âNo. Ahora no.
Me puso el termĂłmetro en la boca.
âLos italianos lo ponen debajo del brazo âdije.
âCalle.
Cuando sacĂł el termĂłmetro lo mirĂł y lo sacudiĂł.
âÂżQuĂ© temperatura tengo?
âEn teorĂa no debo decĂrselo.
âDĂgamelo.
âCasi la normal.
âCasi nunca tengo fiebre. Y eso que tengo las piernas llenas de hierro viejo.
âÂżA quĂ© se refiere?
âA que tienen un montĂłn de fragmentos de granadas de mortero, tornillos viejos, muelles de colchĂłn y cosas por el estilo.
MoviĂł la cabeza y sonriĂł.
âSi tuviese usted algĂșn cuerpo extraño en las piernas, se le habrĂan inflamado y tendrĂa fiebre.
âMuy bien âdijeâ. Ya veremos lo que sacan.
SaliĂł de la habitaciĂłn y volviĂł con la enfermera entrada en años que habĂa visto por la mañana. Entre las dos hicieron la cama conmigo encima. Fue una novedad de una destreza admirable.
âÂżQuiĂ©n estĂĄ al mando?
âLa señorita Van Campen.
âÂżCuĂĄntas enfermeras hay?
âSolo nosotras dos.
âÂżNo van a enviar mĂĄs?
âVan a llegar unas cuantas.
âÂżCuĂĄndo llegarĂĄn?
âNo lo sĂ©. Es usted muy preguntĂłn para ser un chico enfermo.
âNo soy un enfermo âdijeâ. Estoy herido.
HabĂan terminado de hacer la cama y estaba tendido con una sĂĄbana limpia debajo y otra encima. La señora Walker saliĂł y volviĂł con una chaqueta de pijama. Me la pusieron y me sentĂ muy limpio.
âSon ustedes muy buenas conmigo âdije. La enfermera llamada señorita Gage soltĂł una risitaâ. ÂżPuedo beber un poco de agua? âpreguntĂ©.
âPues claro. Luego le traeremos el desayuno.
âNo quiero desayunar. ÂżLes importarĂa abrir las persianas, por favor?
La luz de la habitación era muy tenue y cuando abrieron las persianas se llenó de luz, miré hacia el balcón y vi las tejas y las chimeneas de los tejados. Por encima de los tejados vi unas nubes blancas y el cielo de un azul muy intenso.
âÂżNo sabe cuĂĄndo llegarĂĄn las otras enfermeras?
âÂżPor quĂ©? ÂżEs que no le cuidamos bien?
âSon muy amables.
âÂżQuiere usar la cuña?
âPuedo intentarlo.
âMe ayudaron y me sujetaron, pero fue inĂștil. DespuĂ©s me tumbĂ© y mirĂ© hacia el balcĂłn por las ventanas abiertas.
âÂżCuĂĄndo llegarĂĄ el mĂ©dico?
âCuando vuelva. Hemos intentado telefonearle al lago de Como.
âÂżY no hay mĂĄs mĂ©dicos?
âĂl es el mĂ©dico del hospital.
La señorita Gage me llevĂł una jarra de agua y un vaso. BebĂ tres vasos y luego se marcharon y me quedĂ© un rato mirando por la ventana hasta que volvĂ a quedarme dormido. AlmorcĂ© un poco y por la tarde la señorita Van Campen, la directora, fue a verme. No le gustĂ© y ella a mĂ tampoco. Era bajita, suspicaz y se creĂa demasiado buena para aquel puesto. Me hizo muchas preguntas y me dio a entender que le parecĂa una deshonra que me hubiera enrolado con los italianos.
âÂżPuedo tomar vino con las comidas? âle preguntĂ©.
âSolo si lo prescribe el mĂ©dico.
âÂżY no puedo beber nada hasta que llegue?
âPor supuesto que no.
âÂżTiene pensado avisarle algĂșn dĂa?
âLe hemos telefoneado al lago de Como.
Se fue y volvió la señorita Gage.
âÂżPor quĂ© ha sido grosero con la señorita Van Campen? âpreguntĂł despuĂ©s de hacer algo por mĂ con suma habilidad.
âNo era mi intenciĂłn. Pero es una engreĂda.
âElla dice que ha sido usted grosero y autoritario.
âNo es cierto. Pero Âżde quĂ© sirve un hospital sin mĂ©dico?
âNo tardarĂĄ en volver. Le han telefoneado al lago de Como.
âÂżQuĂ© estĂĄ haciendo? ÂżNadar?
âNo. Tiene una ...