La palabra y la ciudad
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La palabra y la ciudad

Jesús Silva-Herzog Márquez

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  1. 200 Seiten
  2. Spanish
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La palabra y la ciudad

Jesús Silva-Herzog Márquez

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La palabra no es solamente la voz que entretiene y comunica, el vocablo que trasmite información, deseo, recuerdos, órdenes. La palabra es nuestra casa. El lenguaje es una habitación que nos esculpe. Residencia, la palabra moldea, en su voz, nuestra experiencia. Es el puño de una jaula o el aire de una plaza.

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Comienzo con lo obvio pero no es un trámite. Agradezco sinceramente a quienes han tenido la confianza de invitarme a esta casa de las letras mexicanas. Muy particularmente, doy las gracias a Julieta Fierro, a Fernando Serrano Migallón y a Eduardo Lizalde por haberme propuesto para ocupar una silla de esta Academia. En la emoción que siento en esta ceremonia se entrecruzan ideas y sentimientos, me visitan presencias entrañables. La primera emoción proviene del asombro de ingresar a esta casa que fue de Justo Sierra, Antonio Caso, Alfonso Reyes, Julio Torri, Carlos Pellicer, Salvador Novo, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, José Gorostiza, Juan Rulfo. Recorrer los nombres de esos académicos de antes, ver y escuchar a los académicos de hoy profundiza el sentido de mi gratitud. Ingresar a la Academia Mexicana de la Lengua es para mí, no un reconocimiento, sino un regalo. Muchas gracias.
Es una grata coincidencia que esta reunión suceda hoy pues precisamente hace 139 años, el 11 de septiembre de 1875 se celebró, en casa de su bibliotecario, la primera sesión de la Academia Mexicana de la Lengua. Estamos, pues, en fiesta de cumpleaños. No es casualidad, sino un segundo acto de generosidad de la Academia que la silla que ocupo sea la silla en la que se sentó mi abuelo, la silla número XIX. La coincidencia me transporta de inmediato a los recuerdos más antiguos, donde la voz gravísima, solemne, sentenciosa de mi abuelo oficiaba una ceremonia semanal. Nunca he sentido el embrujo de la palabra como en aquellas reuniones familiares. El 17 de octubre de 1956 ingresó mi abuelo a esta Academia con un discurso sobre la crítica social en Don Quijote de la Mancha. Su discurso no lo leyó él. Los ojos no se lo permitieron. Fue mi padre quien leyó ese retrato de Cervantes, el inconforme. Al recordar esto, no desenrollo hilos de linaje. Sé bien que ingreso a una casa republicana. Si lo digo es solamente para acentuar la profundidad de una emoción íntima y las raíces de mi gratitud. Desde aquel año de 1956, la silla XIX ha sido ocupada por un entendido en la “sombría ciencia”, como Carlyle llamó a la Economía. En 1987 Leopoldo Solís, el autor del clásico sobre la realidad económica mexicana, el extraordinario promotor de la profesionalización de la disciplina económica ingresó a la Academia.

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La palabra no es solamente la voz que entretiene y comunica, el vocablo que trasmite infor­mación, deseo, recuerdos, órdenes. La palabra es nuestra casa. El lenguaje es una habitación que nos esculpe. Residencia, la palabra moldea, en su voz, nuestra experiencia. Es el puño de una jaula o el aire de una plaza. La filosofía política ha trazado a lo largo de los siglos arquitecturas penitenciarias de la palabra. Ahí está la Repú­blica de Platón (sin poetas), el Leviatán de Hobbes (sin comediantes); la democracia de Rousseau (sin actores). No hay tiranía que no reconozca el inmenso poder de nombrar y que no trate, en con­secuencia, de imponer un lenguaje. Todo despotismo aspira a ser un regimiento de palabras. Fuera el poeta que reinventa el lenguaje; fuera la metáfora que subvierte los significados; fuera los discutidores que riñen, los conversadores que opinan, los comediantes que provocan risa, los dibujantes que ridicu­lizan. El súbdito demuestra su rendición re­pi­tiendo las palabras muertas del poder.
Dos escritores mexicanos han levantado, con palabras, otra arquitectura común. Vivificando nuestro lenguaje nos ofrecen otra república. No me refiero a la república de las letras, a la sociedad de los escritores, a la mafia de los intelectuales, al universo de la letra impresa. Creo que en las páginas, en los poemas, en las notas, en los ensayos de Alfonso Reyes y de Octavio Paz hay un modelo de convivencia, una es...

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