Desafueros
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Norberto Chaves

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Desafueros

Norberto Chaves

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Über dieses Buch

En esta obra 'desaforada', Norberto Chaves, con su irrepetible estilo, ha reunido más de 500 aforismos de su puño y letra, agrupándolos en 35 temas: amor, arquitectura, arte, ciudad, consciencia, consumo, cultura, democracia, diseño, economía, estética, ética, europa, historia, inteligencia, justicia, lenguaje, libertad, literatura, masa, moda, modernización, muerte, música, poder, progreso, razón, religión, sexo, sociedad, sujeto, tecnología, turismo, verdad, vida. Estos aforismo se ven complementados por el excelente trabajo de Alejadro Ros, a cargo de las ilustraciones de cubiertas."Si algo queda claro en nuestro autor es el dominio de la estrategia del aforismo. Sabe Norberto que el aforismo va contra la lengua dominante y que logra su triunfo precisamente por su capacidad de camuflaje. La sentencia - y se llama así porque condena - destinada a desajustar las cabezas del sentido común logra su efecto porque se pliega al formato.Así puede parecer refrán, dicho, aseveración, dictamen, enunciado apodíctico (estos son tremendos: son porque sí). Pero una vez abrigada con la contención de la forma, comienza un fenómeno extraordinario: la reverberación del aforismo. Este despabila los sentidos ocultos, dormidos, y los tensa en contradicción manifiesta: mirad, por si no habíais caído, …el secreto de la milanesa es que es napolitana…Y tanto se dice en ello que requeriría de un tratado para hacer la visita guiada por los reinos del ingenio, del sinsentido y del desplazamiento radical de lo mostrenco."Del prólogo de Miguel Marinas

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Information

Jahr
2016
ISBN
9788415930662
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Publicar “Desafueros”1 fue como abrir una brecha en un dique: el bloqueo cedió y abrió paso a un torrente de frases que combinan obviedades con despropósitos. Esta segunda edición incluye íntegra a la primera, con algunos retoques y muchos agregados. Entiendo que es lo que los editores significan con “corregida y aumentada”. El aumento es significativo: unos doscientos aforismos más, que han reclamado una clasificación más detallada: 35 capítulos en lugar de los 25 iniciales.
Ese crecimiento no es fruto de ningún proyecto editorial; es simplemente el producto de una suerte de “vicio hermenéutico” que me acompaña desde que tengo memoria: una ininterrumpida mirada vivisectora que provoca al verbo. Antes y después de los libros, la palabra sigue corriendo al lado de los hechos gritándoles su verdad: una carrera sin meta que no promete nada bueno.
Desde la primera edición de Desafueros, aquel infierno del que nos hablaba Ítalo Calvino ha ampliado sus instalaciones para atender la demanda de una creciente masa de condenados. Con ello, en escasos tres años, mis pronósticos más exagerados han devenido simples titulares de periódico. La sociedad “avanzada” – o sea, la más próxima a la catástrofe – ha confirmado con creces mis anatemas: una amarga satisfacción que me da la vida.
Pero la adrenalina, la cortisona y la cocaína (la droga es femenina) tienen algo en común con la testosterona. Pues en medio del infierno convocan al Eros: esa alegría que hay en el descubrirse vivo y amante de la vida, a pesar de estar viendo el horror de frente. Que la felicidad del imbécil no es de envidiar. Y aquí paro.
Estas frases, en su práctica totalidad, fueron escritas en España; por lo tanto, se contagian con su contexto real y verbal: el pensamiento es situacional. Ello reclama cierta colaboración del lector: situarse. O no hacerlo; que el equívoco es, al final de cuentas, insorteable: siempre entenderemos lo que nos dé la gana.
Si al decir de Cristina Santamarina, “Chaves es un aforismo”, con estas quinientas frases entrego un manojo de llaves a quien quiera probarlas en sus cerraduras… o cerrazones. Y con ellas, espero provocar nuevas sonrisas de complicidad en la persona que me incitara a cometerlas – aunque ya no está con nosotros –, mi amigo Gustavo Gili.
Incluyo aquí mi agradecimiento a Mónica Gili, que me ha autorizado a esta segunda edición digital; a Alejandro Ros, que tuvo que agregar diez ilustraciones más; y, obviamente, al editor Alberto Vicente, que acogió el texto entusiastamente.
Norberto Chaves

1 Gustavo Gili. Colección Hipótesis. Barcelona, 2008.
AFORISMOS Y DESAFUEROS:
UN COMBATE MORAL CONTRA LA LENGUA COMÚN
Miguel Marinas
Chaves es un aforismo (Cristina Santamarina)
Aforismo es un término que en sí mismo lleva lo que hace: horismós es el horizonte, lo que limita. Pero ya ven qué lábil es la raya del fondo del paisaje: basta con moverse un poco y entonces… ese maldito horizonte sigue estando ahí. Esa es la paradoja indesmallable del aforismo. No estaba, parece ligero, cosa de ingenio, pero en cuanto anuda sus términos (muchos o pocos, más bien escasos) ya no te libras de él.
Apo-horismós: un enunciado que delimita, que acota lo que pone para que no se confunda con lo que no es él, o sea con el resto del mundo. Acota respecto de lo de fuera, y en eso es intransigente: el aforismo es sin mezcla, no contemporiza.
Pero por dentro es más fuerte aún. Porque no representa nada exterior: inventa un mundo.
Es poético y es filosófico. Poético porque pone algo en el mundo que antes no estaba en él. Por eso la mejor traducción de poeta es hacedor. Filosófico porque se justifica sólo en la sorpresa, en ese vértigo suspendido e inevitable que produce mirar de un cierto modo el mundo. Pues ¿y si lo que se suele decir que es así (doxa), si lo que parece normal, fuese por un momento de esta otra manera? Por eso la mejor traducción de filósofo es sorprendido. Hay que saber mantener la capacidad de hacer y de sorprenderse, de hacer algo con la propia sorpresa, para poder componer aforismos. No son para sorprender. Vienen de la sorpresa.
Si en el supuesto aforismo mandan las ganas de sorprender, se nota y decimos que es una frase ingeniosa. Pero si en lo que se enuncia hay algo que no se deja gobernar ni por quien escribe ni por quien lee, decimos que ha brotado un aforismo. Y entonces – hagamos falsos hermanos, que para eso estamos – la frase cobra aforo, se emplaza, se placea, desplaza, e incluso reemplaza mucho dicho hecho. Por eso Norberto Chaves puede hablar de desafueros: el enunciado desaforado (forcluido, fuera del fuero, a contraley). Esto es muy importante, creo yo, pues en ello está la sal del desafuero.
Porque al aforismo, como al bicho viviente, le salen trampas y señuelos, para reducirlo al zoo de los dichos hechos, aquellos que comenzaron siendo metáforas vivas y ahora son metáforas muertas o de cartón. Pero si el aforismo resiste no hay manera de domesticarlo, no hay manera de volverlo refrán. Hemos de advertir que el refrán, este pariente menenstral del aforismo, es notablemente poderoso, precisamente por sus trazas mansurronas, por su pelaje gris, por su terno de ir al colmado después de misa de nueve.
Hay un salto grande entre decir: quien come y canta / algún sentido le falta y proclamar: Böse Menschen haben keine Lieder: los hombres malvados no tienen canciones, como quien dice que no gastan canciones, que no suelen, tal como replicó el otro cuando le ofrecieron un cigarrillo: Gracias, no gasto.
Ese aforismo popular (¿los aforismos son populares o de autor?) le sirve a Friedrich Nietzsche para consagrarse como aforista o aforizontal, pues vuelve del revés los dichos para darles otro son, otro destello nuevo. El dice que filosofa con el martillo, convierte la tarea del hacedor sorprendido en una fragua. Nietzsche, como todo aquel que compone aforismos, hace cosas con palabras. Para empezar: ponerles en el camino de inventar un sentido nuevo.
Pongo un ejemplo un tanto libresco o erudito, pero es un ejemplo amigo, pues habla del interés por las palabras que es lo que venimos aquí a aprender y a cultivar leyendo a Chaves. El ejemplo es un aforismo de Séneca: lo que era filosofía se ha convertido en interés por la palabra (si me autorizan a traducir así el original latino Quae philosofia fuit philologia facta est). Pues va Nietzsche y le da un giro de tuerca: Quae philologia fuit philosofia facta est y nos pone mirando en otra dirección: resulta que el interés por las palabras… ¡es el verdadero oficio del filósofo!
El aforismo es una operación de mudar la lengua materna sin que se note.
Ya el bendito Roland Barthes habla, pero poco, de esta cosa de ser la lengua de uno precisamente llamada lengua materna. No conviene descuidar esta dimensión al hablar del trabajo, o de las andanzas, o de las travesuras del aforismo. Porque nos da la otra vertiente que Don Rolando descubre: A quienes están lejos del poder (y son legión) no les queda otra que practicar el robo del lenguaje.
Robar el lenguaje y maquillarlo. Como quien roba un pan y lo escamotea, lo esconde en la faltriquera. Como aquella mujer rural que con una compinche, cada cual con su cestito, afanan una gallina en corral ajeno y, sorprendidas in fraganti, le apostilla la primera a la segunda: Manola Tapalacola ¿has visto la gallina de la señora?
El aforismo parte de una evidencia mayor: el cierre del lenguaje. Que se diga “lengua materna” no alivia la cerrazón. A Nietzsche mismo le debemos una puntada mayor sobre el particular, que esta sí que sí: Mientras exista la gramát...

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