Cartas de Emily Dickinson: un campo minado
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Cartas de Emily Dickinson: un campo minado

Emily Dickinson, Pura López Colomé

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Cartas de Emily Dickinson: un campo minado

Emily Dickinson, Pura López Colomé

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La Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM ha creado, para el disfrute del lector universitario y del público en general, la colección Pequeños Grandes Ensayos, la cual difundirá, en breves volúmenes como el que tienes en tus manos, el fruto de la aguda reflexión, el análisis o la crítica de célebres autores de diferentes épocas, lugares y orígenes. Ensayos, unos, sólo accesibles hasta ahora en costosas antologías, otros traducidos al español por primera vez y algunos más prácticamente desconocidos, todos los cuales conformarán este acervo que, sinduda, ampliará la perspectiva cultural de sus lectores.

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Cartas a (su mentor) T. W. Higginson

A T. W. Higginson

15 de abril de 1862

Señor Higginson:
¿Está tan profundamente ocupado como para sólo decir si mi Verso tiene vida?
La Mente está tan cerca de sí –que no puede ver con claridad– y no tengo a quién preguntarle–
Si acaso Usted pensara que alienta –y tuviera tiempo libre para decírmelo, se lo agradecería de inmediato–
Si cometo un error –que Usted por ventura me lo dijera sería para mí un honor sincero– para con Usted.
Adjunto mi nombre a esta petición*, se lo ruego –Señor– ¿me podría decir la verdad?
Que Usted no me traicionará –huelga decirlo– ya que el Honor es prenda de su propiedad–

* En lugar de firmar la carta, ED escribió su nombre en una tarjeta (y la puso en un sobrecito). Esta primera misiva a Higginson, que dio inicio a una correspondencia que duraría hasta el mes de su muerte, fue motivada por la lectura de su “Carta a un joven colaborador”, el artículo principal del Atlantic Monthly en su número de abril, en la que el autor ofrecía consejos prácticos a escritores principiantes. Ella también incluyó cuatro poemas: “A salvo en los Recintos de Alabastro”, “El sueño más próximo retrocede sin realizarse”, “Jugamos con Masa” y “Te diré cómo salió el Sol”. Cuando Higginson publicó la carta, la precedió de la
siguiente introducción: “El 16 de abril de 1862, recogí
la siguiente carta en la oficina de correos de Worcester, Mass., donde entonces vivía”.
A T. W. Higginson

25 de abril de 1862

Señor Higginson:
Su bondad exigía una previa muestra de gratitud –pero he estado enferma– y le escribo hasta hoy desde la almohada.
Gracias por la cirugía –no resultó tan dolorosa como suponía. Le envío otros poemas –en respuesta a su petición– si bien pueden no ser distintos–
Aunque mi pensamiento quedó al desnudo –puedo incluir las diferencias, pero cuando los Atavío– se ven parecidos, y entumecidos.
¿Me pregunta qué edad tengo? Nunca había escrito –más que uno o dos versos– hasta este invierno –Señor–
Alojaba un terror –desde septiembre– que no podía contarle a nadie– así que canto, como lo hace el Niño en el Campo Santo– porque tengo miedo– Me pregunta qué libros leo –entre los Poetas tengo a Keats y al señor y la señora Browning. En cuanto a Prosa –al señor Ruskin y a sir Thomas Browne*– además del Libro de las Revelaciones. Fui a la escuela –pero en respuesta a lo que Usted se refiere– no cuento con educación. De muy Pequeña, tenía un amigo, que me enseñó la Inmortalidad –pero me acerqué demasiado a él– nunca más regresó– Poco después, murió mi Tutor – y durante varios años mi Diccionario fue mi único compañero –Luego encontré otro –aunque no estuvo conforme en que yo fuera su alumna –así que partió de estas tierras.
Me pregunta por mis Compañías – las Colinas –Señor– y el Atardecer– y un Perro– de mi tamaño, que mi Padre me compró– Son mejores que los Seres –porque saben –pero no dicen– y el ruido del Estanque, al Mediodía– que supera a
mi Piano. Tengo un Hermano y una Hermana –a mi Madre no le interesa el pensamiento– y mi Padre, demasiado ocupado con sus Expedientes– no distingue lo que hacemos –me compra muchos Libros– pero me ruega que no los lea– pues teme que me enmarañen la Mente. Son religiosos –yo no– y dirigen sus palabras a un Eclipse, cada mañana– a quien llaman su “Padre”. Pero me temo que mi historia lo fatigue a Usted– me gustaría aprender – ¿Podría decirme cómo crecer –o resulta incomunicable– como la Melodía –o la Brujería?
Me habla del señor Whitman –no he leído su Libro– pero me han dicho que es ignominioso–
Leí “Circunstancia” de la señorita Prescott, pero me perseguía en la Oscuridad –así que la eludí–
Dos Editores de Revistas vinieron a la Casa de mi Padre, este invierno– y se interesaron por mi Pensamiento– y cuando yo les pregunté “Por qué”, me contestaron que revelaba parsimonia –y ellos querían usarlo para el Mundo–
No podría sopesarme yo –Yo misma–
Mi tamaño se siente pequeño –para mí– Leí sus “Capítulos” en el Atlantic– y me sentí muy honrada de comunicarme con Usted– estaba segura de que no rechazaría una pregunta confidencial–
¿Es esto –Señor– lo que le interesaba saber sobre mí?
Su amiga,
E–Dickinson.

* En su “Carta a un joven colaborador”, Higginson cita a Ruskin y a sir Thomas Browne en torno al vigor del estilo. El párrafo de su artículo acerca de “cuán deliciosa resulta la prolongada perplejidad con que se corta y entrama un decoroso atavío de palabras…” acaso explique la frase “mi pensamiento quedó al desnudo”, de ED. Se cree que el amigo que le enseñó la “Inmortalidad” era Benjamin Franklin Newton. Aunque más adelante ED hiciera frecuentes referencias a los Browning, nunca más volvió a citar a Ruskin; y a Keats, sólo en otras dos ocasiones.
A T. W. Higginson

7 de junio de 1862

Querido amigo:
Su carta no provocó ninguna Ebriedad, porque ya antes había probado el Ron– Domingo ha venido s...

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