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Novelas ejemplares
Miguel de Cervantes Saavedra
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Novelas ejemplares
Miguel de Cervantes Saavedra
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Miguel de Cervantes published his Novelas ejemplares in 1613 in a collection in Madrid edited by Juan de la Cuesta. In these 12 stories he demonstrates his inventiveness by creating well crafted characters, flowing narratives, and vivid dialogue sequences. He mixes genres and balances themes of pain, humor, passion, madness, and love with trademark wit.
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Informations
La gitanilla
Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones. Nacen de padres ladrones, crĂanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes, a todo ruedo. Y la gana del hurtar, y el hurtar, son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.
Una, pues, desta naciĂłn, gitana vieja (que podĂa ser jubilada en la ciencia de Caco), criĂł una muchacha en nombre de nieta suya, a quien puso nombre Preciosa, y a quien enseñó todas sus gitanerĂas, y modos de embelecos y trazas de hurtar. SaliĂł la tal Preciosa la mĂĄs Ășnica bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la mĂĄs hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama.
Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien mĂĄs que otras gentes estĂĄn sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro, ni curtir las manos; y lo que es mĂĄs, que la crianza tosca en que se criaba no descubrĂa en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortĂ©s, y bien razonada. Y con todo esto era algo desenvuelta; pero no de modo que descubriese algĂșn gĂ©nero de deshonestidad; antes con ser aguda, era tan honesta que en su presencia no osaba alguna gitana vieja, ni moza, cantar cantares lascivos, ni decir palabras no buenas; y, finalmente, la abuela conociĂł el tesoro que en la nieta tenĂa y asĂ determinĂł el ĂĄguila vieja sacar a volar su aguilucho y enseñarle a vivir por sus uñas.
SaliĂł Preciosa rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas y de otros versos, especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire. Porque su taimada abuela echĂł de ver que tales juguetes y gracias en los pocos años y en la mucha hermosura de su nieta habĂan de ser felicĂsimos atractivos, e incentivos para acrecentar su caudal, y asĂ se los procurĂł y buscĂł por todas las vĂas que pudo, y no faltĂł poeta que se los diese; que tambiĂ©n hay poetas que se acomodan con gitanos y les venden sus obras, como los hay para ciegos que les fingen milagros y van a la parte de la ganancia (de todo hay en el mundo); y esto de la hambre tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no estĂĄn en el mapa.
CriĂłse Preciosa en diversas partes de Castilla, y a los quince años de su edad su abuela putativa la volviĂł a la corte y a su antiguo rancho, que es adonde ordinariamente le tienen los gitanos en los campos de Santa BĂĄrbara, pensando en la corte vender su mercaderĂa, donde todo se compra y todo se vende. Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid fue un dĂa de santa Ana, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano gran bailarĂn que las guiaba; y aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco fue enamorando los ojos de cuantos la miraban; de entre el son del tamborĂn y castañetas y fuga del baile saliĂł un rumor que encarecĂa la belleza y donaire de la gitanilla, y corrĂan los muchachos a verla, y los hombres a mirarla. Pero cuando la oyeron cantar, por ser la danza cantada, allĂ fue ello, allĂ sĂ que cobrĂł aliento la fama de la gitanilla, y de comĂșn consentimiento de los diputados de la fiesta, desde luego le señalaron el premio y joya de la mejor danza; y cuando llegaron a hacerla en la iglesia de Santa MarĂa, delante de la imagen de santa Ana, despuĂ©s de haber bailado todas, tomĂł Preciosa unas sonajas, al son de las cuales, dando en redondo largas y ligerĂsimas vueltas, cantĂł el romance siguiente:
Arbol preciosĂsimo
Que tardĂł en dar fruto
Años, que pudieron
Cubrirle de luto,
Y hacer los deseos
Del consorte puros,
Contra su esperanza,
No muy bien seguros;
De cuyo tardarse
NaciĂł aquel disgusto,
Que lanzĂł del templo
Al varĂłn mĂĄs justo.
Santa tierra estéril,
Que al cabo produjo
Toda la abundancia,
Que sustenta el mundo.
Casa de moneda
Do se forjó el cuño
Que dio a Dios la forma,
Que como hombre tuvo.
Madre de una hija,
En quien quiso, y pudo
Mostrar Dios grandezas
Sobre humano curso.
Por vos, y por ella
Sois Ana el refugio
Do van por remedio
Nuestros infortunios
En cierta manera
Tenéis, no lo dudo
Sobre el nieto imperio
Piadoso, y justo.
A ser comunera
Del alcĂĄzar sumo
Fueran mil parientes
Con vos de consuno
¥Qué hija y qué nieto!
¥Y qué yerno! al punto,
A ser causa justa,
CantĂĄrades triunfos
Pero vos humilde
Fuisteis el estudio,
Donde vuestra hija
Hizo humildes cursos;
Y ahora a su lado
A Dios el mĂĄs junto
GozĂĄis de la alteza,
Que apenas barrunto.
El cantar de Preciosa fue para admirar a cuantos la escuchaban. Unos decĂan: «Dios te bendiga la muchacha».
Otros: «LĂĄstima es, que esta mozuela sea gitana. En verdad en verdad, que merecĂa ser hija de un gran señor».
Otros habĂa, mĂĄs groseros, que decĂan: «Dejen crecer a la rapaza, que ella harĂĄ de las suyas a fe que se va añudando en ella gentil red barredera para pescar corazones».
Otro mås humano, mås basto, y mås modorro, viéndola andar tan ligera en el baile, le dijo: «¥A ello, hija, a ello! ¥Andad, amores, y pisad el polvito a tan menudito!».
Y ella respondió, sin dejar el baile: «Y pisarélo yo a tan menudo».
AcabĂĄronse las vĂsperas, y la fiesta de santa Ana, y quedĂł Preciosa algo cansada, pero tan celebrada de hermosa, de aguda, y de discreta y de bailadora que a corrillos se hablaba della en toda la corte.
De allĂ a quince dĂas, volviĂł a Madrid con otras tres muchachas con sonajas y con un baile nuevo, todas apercibidas de romances y de cantarcillos alegres; pero todos honestos, que no consentĂa Preciosa que las que fuesen en su compañĂa cantasen cantares descompuestos, ni ella los cantĂł jamĂĄs; y muchos miraron en ello, y la tuvieron en mucho.
Nunca se apartaba della la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen; llamĂĄbala nieta, y ella la tenĂa por abuela. PusiĂ©ronse a bailar a la sombra en la calle de Toledo y de los que las venĂan siguiendo se hizo luego un gran corro; y en tanto que bailaban, la vieja pedĂa limosna a los circunstantes, y llovĂan en ella ochavos y cuartos como piedras a tablado; que tambiĂ©n la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida. Acabado el baile dijo Preciosa:
âSi me dan cuatro cuartos, les cantarĂ© un romance yo sola lindĂsimo en extremo, que trata de cuando la reina nuestra señora Margarita saliĂł a misa de parida en Valladolid y fue a san Llorente. DĂgoles que es famoso, y compuesto por un poeta de los del nĂșmero, como capitĂĄn del batallĂłn.
Apenas hubo dicho esto, cuando casi todos los que en la rueda estaban dijeron a voces: «¥Cåntala Preciosa, y ves aquà mis cuatro cuartos!» y asà granizaron sobre e...