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TU MANEJO DEL DINERO REFLEJA QUIĂN ERES
Todos requerimos criterios para el adecuado manejo del dinero y las posesiones materiales que Dios nos ha dado para administrar. Sea cual sea nuestra condiciĂłn, si estamos solteros o casados, seamos pobres o ricos, educados o no, sin importar nuestra nacionalidad o incluso nuestra condiciĂłn espiritual, este tema es ineludible.
Son mĂșltiples los problemas que se enfrentan como fruto de un manejo financiero inadecuado o, mejor dicho, no bĂblico. Matrimonios en conflicto, tensiones entre hermanos, socios que se separan e, incluso, divisiones en iglesias son algunas de las situaciones que trae consigo un mal manejo financiero. A nivel personal, cuando la perspectiva de lo material no es bĂblica, es comĂșn experimentar altos niveles de ansiedad, envidia, inseguridad, descontento, entre otras emociones, que conducen a la gente a no sentirse plena.
De ahĂ la necesidad de crecer en sabidurĂa en el ĂĄmbito del manejo de los recursos materiales. Esta sabidurĂa conlleva no solamente ser mĂĄs diestros o capaces en la forma en que administramos nuestros recursos, sino tambiĂ©n tener la perspectiva correcta de las posesiones. De esta manera, una perspectiva bĂblica de las posesiones nos permitirĂĄ gobernar esta ĂĄrea de nuestras vidas de una manera que glorifique a nuestro Dios.
MĂS QUE TĂCNICAS
Es frecuente que la gente acuda a mĂ en busca de «consejerĂa financiera ». Asumo que la razĂłn de esto es que, como ya se los he mencionado, ademĂĄs de pastor, soy economista y ejercĂ mi profesiĂłn por muchos años antes de dedicarme al ministerio. Como economista, he podido aportar «tĂ©cnicas» financieras para ayudar a los aconsejados; como pastor, he podido ver un aspecto, con frecuencia ignorado, de los problemas financieros: que la mayorĂa de ellos tiene su origen, su raĂz, en el corazĂłn humano.
Tal vez hayas abierto este libro buscando tĂ©cnicas para organizar tus finanzas y verĂĄs algo de eso en las siguientes pĂĄginas. Pero, mĂĄs que tĂ©cnicas, necesitamos primero observar las virtudes del carĂĄcter que conducen a un manejo financiero adecuado. La realidad es que hay un tipo de carĂĄcter que resulta en una vida financieramente desordenada y hay un tipo de carĂĄcter que produce un buen resultado financiero. Tus finanzas son, en gran medida, resultado de lo que eres. Por eso, es mi deseo que este libro, con la ayuda del EspĂritu Santo, conduzca al lector a identificar aquellos aspectos de su carĂĄcter que lo han conducido a un manejo errado y hasta pecaminoso de sus recursos materiales, y que pueda arrepentirse y cambiar.
ÂżPOR QUĂ LA BIBLIA HABLA TANTO SOBRE EL DINERO?
A muchos le sorprenderĂĄ saber que la Biblia tiene unos 2,350 versos que hacen referencia directa o indirecta al dinero y las posesiones materiales.* AdemĂĄs, de las treinta y ocho parĂĄbolas de JesĂșs, diecisĂ©is tienen que ver con las posesiones y el manejo financiero. De hecho, en el Nuevo Testamento se estima que un diez por ciento de sus versos hace referencia a este tema de los «tesoros terrenales».
La abrumadora presencia de este tema en la Biblia parece comunicarnos que el dinero es importante. Ciertamente el dinero importa, pero no porque sea importante en sà mismo o porque lo sea mås que otros temas como la oración, la gracia, el cielo o el infierno, que tienen en comparación menos versos que hablan de ellos. ¿Por qué entonces Dios ocupa tanto espacio de su Palabra para hablarnos sobre dinero y las posesiones materiales? Entiendo que hay al menos dos razones para eso.
En primer lugar, el dinero puede tener un potencial efecto perverso sobre nosotros. El dinero nos seduce al ofrecernos cierto grado de seguridad, bienestar, placer o poder. Sabemos que todos estos ofrecimientos son frĂĄgiles y temporales, pero no por ello dejan de ser atractivos. Su poder seductor radica en que todas estas cosas que el dinero nos ofrece son aquĂ y ahora. Es por esta razĂłn que es fĂĄcil que el ser humano haga del dinero un Ădolo. Y cuando idolatramos el dinero, cambiamos para mal nuestro enfoque en la vida, tanto en las cosas que valoramos, en la manera en que actuamos como en la forma en que nos relacionamos con los demĂĄs. En este sentido, el dinero es espiritualmente peligroso. Fue por ello que JesĂșs dijo su famosa frase: «es mĂĄs fĂĄcil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios» (Mt 19:24).
ÂżSignifica eso que los ricos no entrarĂĄn en el reino de los cielos? Por supuesto que no, porque JesĂșs añade inmediatamente despuĂ©s, «pero para Dios todo es posible» (v. 26). Ăl puede cambiar los corazones de las personas para que atesoren a Dios por encima del dinero. Pero, ciertamente, JesĂșs enseña que la riqueza hace difĂcil que alguien considere a Dios como necesario. El dinero nos hace sentir independientes de Ăl y autosuficientes. Este es un ejemplo del potencial efecto perverso que las posesiones materiales pueden tener sobre el corazĂłn humano.
En segundo lugar, otra posible razĂłn por la que Dios habla tanto sobre las posesiones materiales en su Palabra es que el manejo de estas revela el estado de nuestros corazones. AsĂ como JesĂșs dijo que nuestras bocas hablan de lo que abunda en el corazĂłn (Mt 12:34), de igual forma, podemos percatarnos de muchas cosas del carĂĄcter de alguien al ver cĂłmo maneja sus finanzas. Por ejemplo, cuando alguien gasta para ostentar, estĂĄ poniendo de manifiesto su orgullo y su inseguridad personal. De la misma forma, la avaricia se pone en evidencia cuando una persona estĂĄ dispuesta a mentir, agredir o dejar de lado su familia si es que ello le genera mĂĄs dinero. Un corazĂłn ingrato y materialista es mostrado cuando una persona compra, de manera habitual, cosas que no necesita. La falta de generosidad hacia los demĂĄs es una muestra del egoĂsmo en el corazĂłn de una persona. Es por eso que decimos que el manejo que alguien hace de sus posesiones es una clara indicaciĂłn del estado de su corazĂłn.
TU MANEJO DEL DINERO REFLEJA QUIĂN ERES
Veamos tres ejemplos bĂblicos que nos muestran la relaciĂłn entre nuestro manejo del dinero y la realidad de nuestros corazones.
1. El ejemplo de Zaqueo (Lucas 19:1-10)
Muchos cristianos conocen la historia de Zaqueo. Aquel hombre pequeño, recaudador de impuestos, que se subiĂł a un ĂĄrbol para ver a JesĂșs pasar caminando cerca de Ă©l en medio de una multitud. Entonces, JesĂșs le dijo: «Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa». MĂĄs adelante leemos:
SegĂșn JesĂșs, Zaqueo se convirtiĂł al Evangelio, lo que implica que se arrepintiĂł de sus pecados, y aceptĂł a JesĂșs como el MesĂas prometido. A partir de ese momento, este hombre se considerĂł un discĂpulo de JesĂșs. Luego de esto, ÂżquĂ© hizo Zaqueo? Su primera decisiĂłn fue tratar el dinero de una manera distinta. Quiso restituir el dinero que habĂa robado y acumulado. Quiso ser econĂłmicamente responsable por lo que habĂa hecho en el pasado. El nuevo nacimiento espiritual hizo que Ă©l tratara sus posesiones materiales de manera distinta.
ÂżPuedes ver cĂłmo el manejo del dinero es una evidencia de lo que pasa en el corazĂłn?
2. El joven rico (Mateo 19:16-26)
En una ocasiĂłn, un joven rico se acercĂł a JesĂșs para preguntarle: «Maestro, ÂżquĂ© cosa buena harĂ© para obtener la vida eterna?». JesĂșs le respondiĂł: «Si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos» y le citĂł algunos de los Diez Mandamientos. El joven le respondiĂł diciendo: «Todo esto lo he guardado; ÂżquĂ© me falta todavĂa?».
La respuesta de JesĂșs al joven rico podrĂa llevar a algunos a concluir que la salvaciĂłn que JesĂșs ofrece se consigue dando nuestras posesiones a los pobres o haciendo algĂșn tipo de sacrificio. Pero esa serĂa una conclusiĂłn incorrecta.
La Biblia es clara en enseñar que nuestra salvaciĂłn ni se gana, ni se logra, ni se alcanza con mĂ©ritos personales, ni con el desarrollo de ciertas virtudes o con sacrificios autoimpuestos. Tal y como lo dice el apĂłstol Pablo, «Porque la paga del pecado es muerte, pero la dĂĄdiva de Dios es vida eterna en Cristo JesĂșs Señor nuestro» (Ro 6:23). Nuestra salvaciĂłn es un regalo de Dios gracias a los mĂ©ritos de Cristo en nuestro favor. Esto es consistente con lo que JesĂșs le dice al joven rico, cuando luego de entregar sus bienes a los pobres, le dice «. . .y ven, sĂ© Mi discĂpulo». La salvaciĂłn estĂĄ en seguir a JesĂșs. Ăl es «el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por MĂ» (Jn 14:6).
Seguirlo a Ăl implica darle el primer lugar, por encima de nuestras posesiones. Si Ăl nos pide que vendamos todo y lo demos a los pobres, deberĂamos estar dispuestos a hacerlo, puesto que Ăl es Señor. De ahĂ que el joven «al oĂr estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes» (Mt 19:22). PrefiriĂł su riqueza al señorĂo de Cristo. Lo material lo tenĂa «atrapado». Inmediatamente despuĂ©s de este encuentro, JesĂșs dice: «En verdad les digo que es difĂcil que un rico entre en el reino de los cielos» (Mt 19:23).
AquĂ se ve lo contrario a la experiencia de Zaqueo. Este es otro ejemplo de cĂłmo la forma en que manejamos lo material pone de manifiesto lo que hay en el corazĂłn, y lo que habĂa en este joven rico era idolatrĂa por sus posesiones.
3. La predicaciĂłn de Juan el Bautista (Lucas 3:3-14)
El ministerio de Juan el Bautista consistĂa en preparar a la gente para la llegada de JesĂșs como MesĂas. Su ministerio fue confrontador y, por ende, fue un llamado al arrepentimiento y a que las personas «enderecen el camino del Señor» (Jn 1:23). En una ocasiĂłn, le dijo al pueblo:
Ante tal confrontación, muchas personas se le acercaron a preguntarle: «¿Qué, pues, haremos?» (v. 10). Entonces, leemos:
Sorprende ver que los «frutos dignos de arrepentimiento» a los que se refiere Juan el Bautista en esta ocasiĂłn tenĂan que ver con la forma en la que ellos manejaban sus posesiones y cĂłmo se sentĂan con respecto a ellas. LlamĂł a las personas a la generosidad, los mandĂł a dejar la avaricia y la corrupciĂłn, y les hablĂł del contentamiento. Una vez mĂĄs vemos que la forma en que se maneja lo material es una indicaciĂłn del estado del corazĂłn.
EL PELIGRO DE LA AVARICIA Y EL MATERIALISMO
A la luz de todo lo anterior, es fĂĄcil entender por quĂ© Dios condena y prohĂbe la avaricia: «Sea el carĂĄcter de ustedes sin avaricia, contentos con lo que tienen» (Heb 13:5). De hecho, la avaricia es considerada como idolatrĂa (Col 3:5).
La palabra para «avaricia» en griego es pleonexia y se compone de pleon, «mås», y exo, «tener». Es pocas palabras, es el deseo de tener mås. Y puede suceder en cualquier åmbito, es decir, la avaricia induce a querer mås de lo que se tiene de cualquier cosa. En otras palabras, es el deseo que dice: «yo quiero tener mås, quiero lo mås nuevo, lo mås bonito, quiero algo diferente, quiero mucho de todo».
Esa actitud es muy comĂșn hoy en dĂa. Deseamos vivir en otro lugar, tener otro vehĂculo, tener otro celular, tener otro tipo de ropa, cambiar a nuestros hijos de colegio y algunos hasta cambiar de cĂłnyuge. Por supuesto, hay un grado de deseo y aspiraciĂłn en la vida que es legĂtimo. Pero hay un punto en donde esto se convierte en avaricia y es cuando dejamos de estar contentos con lo que tenemos.
De ahĂ que JesĂșs dice: «EstĂ©n atentos y cuĂdense de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes» (Lc 12:15). Para JesĂșs la «vacuna» ...