La bĂșsqueda de un sueño (A Dream Called Home Spanish edition)
eBook - ePub

La bĂșsqueda de un sueño (A Dream Called Home Spanish edition)

Una autobiografĂ­a

Reyna Grande

Partager le livre
  1. 352 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (adapté aux mobiles)
  4. Disponible sur iOS et Android
eBook - ePub

La bĂșsqueda de un sueño (A Dream Called Home Spanish edition)

Una autobiografĂ­a

Reyna Grande

DĂ©tails du livre
Aperçu du livre
Table des matiĂšres
Citations

À propos de ce livre

La extraordinaria historia de Reyna Grande—que comenzĂł en su exitosa autobiografĂ­a La distancia entre nosotros —continĂșa ahora en esta fabulosa travesĂ­a para encontrar su lugar en los Estados Unidos como universitaria latina de primera generaciĂłn y como escritora. Reyna Grande tenĂ­a nueve años cuando cruzĂł la frontera de MĂ©xico y los Estados Unidos buscando un hogar y el reencuentro con sus padres, quienes la habĂ­an dejado en su tierra natal para migrar a Los Ángeles en busca de una mejor vida. Sin embargo, lo que encontrĂł fue a una madre indiferente y a un padre alcohĂłlico y violento, en un paĂ­s cuyo sistema educativo menospreciaba sus raĂ­ces.Reyna se refugiĂł en las palabras. Su amor por la lectura y la escritura fueron su inspiraciĂłn para salir adelante y lograr lo que parecĂ­a imposible: ser la primera persona en su familia en asistir a la universidad. Pero la experiencia universitaria resultĂł intimidante, y muy pronto descubriĂł que desconocĂ­a lo que se requiere para forjar una carrera a partir de un sueño.Contra viento y marea, Reyna convirtiĂł su condiciĂłn de inmigrante indocumentada en la de "una escritora valiente, inteligente y brillante" (Cheryl Strayed, autora de Wild ) que "habla por millones de inmigrantes cuyas voces no han sido escuchadas" (Sandra Cisneros, autora de La casa en Mango Street ). Narrada con esa prosa conmovedora y sincera que la caracteriza, en La bĂșsqueda de un sueño Reyna Grande nos relata cĂłmo persiguiĂł sus sueños para construir lo que siempre habĂ­a anhelado: un hogar duradero.

Foire aux questions

Comment puis-je résilier mon abonnement ?
Il vous suffit de vous rendre dans la section compte dans paramĂštres et de cliquer sur « RĂ©silier l’abonnement ». C’est aussi simple que cela ! Une fois que vous aurez rĂ©siliĂ© votre abonnement, il restera actif pour le reste de la pĂ©riode pour laquelle vous avez payĂ©. DĂ©couvrez-en plus ici.
Puis-je / comment puis-je télécharger des livres ?
Pour le moment, tous nos livres en format ePub adaptĂ©s aux mobiles peuvent ĂȘtre tĂ©lĂ©chargĂ©s via l’application. La plupart de nos PDF sont Ă©galement disponibles en tĂ©lĂ©chargement et les autres seront tĂ©lĂ©chargeables trĂšs prochainement. DĂ©couvrez-en plus ici.
Quelle est la différence entre les formules tarifaires ?
Les deux abonnements vous donnent un accĂšs complet Ă  la bibliothĂšque et Ă  toutes les fonctionnalitĂ©s de Perlego. Les seules diffĂ©rences sont les tarifs ainsi que la pĂ©riode d’abonnement : avec l’abonnement annuel, vous Ă©conomiserez environ 30 % par rapport Ă  12 mois d’abonnement mensuel.
Qu’est-ce que Perlego ?
Nous sommes un service d’abonnement Ă  des ouvrages universitaires en ligne, oĂč vous pouvez accĂ©der Ă  toute une bibliothĂšque pour un prix infĂ©rieur Ă  celui d’un seul livre par mois. Avec plus d’un million de livres sur plus de 1 000 sujets, nous avons ce qu’il vous faut ! DĂ©couvrez-en plus ici.
Prenez-vous en charge la synthÚse vocale ?
Recherchez le symbole Écouter sur votre prochain livre pour voir si vous pouvez l’écouter. L’outil Écouter lit le texte Ă  haute voix pour vous, en surlignant le passage qui est en cours de lecture. Vous pouvez le mettre sur pause, l’accĂ©lĂ©rer ou le ralentir. DĂ©couvrez-en plus ici.
Est-ce que La bĂșsqueda de un sueño (A Dream Called Home Spanish edition) est un PDF/ePUB en ligne ?
Oui, vous pouvez accĂ©der Ă  La bĂșsqueda de un sueño (A Dream Called Home Spanish edition) par Reyna Grande en format PDF et/ou ePUB ainsi qu’à d’autres livres populaires dans Social Sciences et Social Science Biographies. Nous disposons de plus d’un million d’ouvrages Ă  dĂ©couvrir dans notre catalogue.

Informations

Éditeur
Atria Books
Année
2018
ISBN
9781501172083

Libro dos

YO SOY MI HOGAR

19

MI ROMANCE EN flor con Eddie me ayudó a calmar la herida del nuevo distanciamiento que tuve con mi padre después de la graduación. Una vez mås, mi papå y yo no nos hablåbamos, y eso me llevó a apegarme a Eddie de un modo que no debía. Me llevó a buscar desesperadamente su amor y aprobación para aplacar el dolor que sentí cuando mi padre regresó a Los Ángeles sin despedirse.
HabĂ­a conocido a Eddie un año antes, cuando entrĂ© a Los Mejicas. Era uno de los mejores bailarines del grupo. No sĂłlo podĂ­a seducir al pĂșblico con su carisma sobre el escenario, sino que fuera de Ă©l se mostraba aĂșn mĂĄs encantador. Era muy popular, en especial con las chicas, por su buena plĂĄtica y su increĂ­ble sentido del humor. A diferencia de otros hombres, Ă©l no me intimidaba ni intentaba dominarme con su machismo. Por mi parte, habĂ­a sufrido demasiadas decepciones con los muchachos en la universidad, que sĂłlo querĂ­an acostones de una noche y me trataban como a cualquier otra tipa que podĂ­an agregar a su lista de conquistas universitarias.
Nos convertimos en buenos amigos desde el momento en que nos conocimos, y aunque sospechaba que quizå Eddie era gay, nunca se lo pregunté ni él tampoco me lo dijo. Ademås, no era posible vivir en Santa Cruz sin jamås haber cuestionado tu sexualidad. Después de todo, aquí fue donde conocí a mis primeras amistades lesbianas, gay y bisexuales. El año anterior había tenido mi primer contacto con una chica, pero luego de besarnos, me quedó claro que cuando se trataba de miembros de mi propio sexo, sólo quería su amistad. Los hombres, especialmente Eddie, me gustaban demasiado como para ser lesbiana.
Tres meses antes de iniciar mi Ășltimo cuatrimestre, no podĂ­a creer que estaba a punto de graduarme sin haber tenido un novio universitario de la UCSC con quien platicar de nuestros sueños y sobre el futuro. QuerĂ­a encontrar a alguien que estuviera en el mismo camino que yo, que me entendiera. Estaba lista para vivir un tipo de amor distinto, con un chico que no me recordara a mi padre, para variar. PensĂ© que ese chico serĂ­a Eddie. Me sentĂ­a segura con Ă©l, con su ternura y su dulce sonrisa; la vulnerable sensibilidad que mostraba con abierta y absoluta naturalidad era algo que aĂșn no habĂ­a visto en ningĂșn otro hombre.
Un buen dĂ­a, a unas semanas de mi graduaciĂłn, terminamos cachondeando en su habitaciĂłn. Hicimos de todo menos tener sexo, ya que Ă©l no querĂ­a “llegar hasta el final”. Aseguraba estar chapado a la antigua y querĂ­a reservarse para el matrimonio. CreĂ­ que era un chico sin igual y, de hecho, me alegraba que no quisiera tener sexo conmigo.
—El sexo sĂłlo lo complica todo —asegurĂł Eddie. Era un gran admirador del escritor mexicano Carlos CuauhtĂ©moc SĂĄnchez, y me dio un ejemplar de Juventud en Ă©xtasis, que hablaba de los peligros de las relaciones premaritales, de la pureza del matrimonio y del amor. A diferencia de mi novio de la preparatoria, que me acosĂł para tener relaciones con Ă©l hasta que aceptĂ© y perdĂ­ mi virginidad porque me sentĂ­ presionada, Eddie hablaba incansablemente de los ideales de sĂłlo entregarse a alguien por amor. A los veintidĂłs años seguĂ­a siendo virgen, mientras que yo ya me habĂ­a acostado con varios hombres y me sentĂ­a avergonzada de mi vida sexual. Los libros que me prestĂł consiguieron avergonzarme todavĂ­a mĂĄs.
Quería experimentar ese amor célibe en el que él parecía creer. Estar a su lado me hacía desear ser pura e inocente, al igual que él.
Eddie naciĂł en el estado costero de Nayarit, en la parte centro occidental de MĂ©xico, y llegĂł de niño a los Estados Unidos. Algunas de sus hermanas aĂșn vivĂ­an en Nayarit y Ă©l planeaba visitarlas en cuanto terminara la universidad. Le contĂ© que nunca habĂ­a visitado otro lugar del paĂ­s que no fuera mi estado de Guerrero.
—¿Por quĂ© no me acompañas a mi pueblo natal? —me preguntĂł unas semanas antes de la graduaciĂłn.
—¿Hablas en serio? —respondĂ­. ÂżMe iba a llevar al lugar donde naciĂł? Eso sĂłlo podĂ­a significar algo: las cosas entre nosotros se estaban poniendo serias. AĂșn no me pedĂ­a que fuera su novia, pero supuse que era una cuestiĂłn de tiempo o, de lo contrario, no me llevarĂ­a a su hogar.
—SerĂĄ divertido —me aseguró—. Entonces, ÂżquĂ© dices?
Desde que entré a Los Mejicas había fantaseado con viajar por México para visitar otros estados, ademås de Guerrero, donde nacieron mis bailes favoritos: Veracruz, Jalisco, Michoacån y Nayarit.
Así que después de la graduación, cuando mis hermanos y padres regresaron a Los Ángeles, me dirigí entusiasmada a México con Eddie, con el plan de pasar parte del verano en su pueblo natal. Luego regresaría a Los Ángeles para comenzar mi nueva vida como graduada universitaria.
Llegamos a Guadalajara y tomamos el autobĂșs rumbo al pueblo de Eddie en Nayarit, que se encontraba a unas horas hacia el norte. Me emocionaba tener la oportunidad de conocer una nueva parte de MĂ©xico y de compartir esa experencia con Ă©l. AĂșn no podĂ­a creer que se interesara en mĂ­, porque los tipos populares como Ă©l nunca intentaban nada conmigo. No era hermosa ni increĂ­blemente inteligente; sĂłlo era una chica comĂșn con sueños extraordinarios, que por lo general no bastaban para impresionar a los hombres que querĂ­a impresionar.
Pero ahora estaba en MĂ©xico con el chico de quien me estaba enamorando. Mientras el autobĂșs avanzaba por la carretera, yo apoyaba la cabeza en su pecho, pensando en que la Ă­bamos a pasar de maravilla. Esperaba que por fin llevĂĄramos nuestra relaciĂłn al siguiente nivel.
Al acercarnos a nuestro destino, me contĂł acerca de sus hermanas, sus sobrinas y sobrino, y de su pueblo natal. No podĂ­a esperar para conocer a su familia y explorar su hogar. De pronto, Eddie dejĂł de hablar y se puso serio. Su sonrisa eterna desapareciĂł y me mirĂł.
—Reyna, hay algo que tengo que decirte.
Me acomodé en mi asiento para verlo a los ojos.
—¿QuĂ© pasa?
—Mira, no lo tomes a mal, ¿de acuerdo? Bueno, de verdad me agradas mucho y me divierto cuando estoy contigo, pero sólo quiero que seamos amigos.
—¿QuĂ© quieres decir? —preguntĂ©. Su cabello oscuro, como de costumbre, le caĂ­a en la frente, cubriĂ©ndole parcialmente sus ojos cafĂ©. QuerĂ­a estirar la mano y apartĂĄrselo, como habĂ­a hecho varias veces antes.
Eddie mirĂł por la ventana.
—Quiero decir que sĂłlo seamos amigos, ÂżestĂĄ bien? SĂ© que te importo mucho, y tĂș tambiĂ©n me importas a mĂ­, pero no estoy listo para una relaciĂłn.
—¿Por quĂ© estĂĄs haciendo esto? ÂżPor quĂ© aquĂ­, en el autobĂșs? Y nada menos que en MĂ©xico.
—Lo siento, no era mi intenciĂłn lastimarte —respondiĂł, mirando la mirada a sus manos—. SĂłlo que no estoy listo para un compromiso y, bueno, me siento mal porque parece que esperas mĂĄs de este viaje de lo que puedo darte. Reyna, no quiero lastimarte. CrĂ©eme. —Finalmente volteĂł a verme; sus ojos me suplicaban que no armara un escĂĄndalo—. ÂżPodrĂ­amos ser sĂłlo amigos?
No sabĂ­a quĂ© responder ni quĂ© hacer. ÂżCĂłmo rayos se suponĂ­a que debĂ­a reaccionar? Me encontraba en un autobĂșs que se dirigĂ­a a un estado desconocido, donde no conocĂ­a a nadie, de camino a la casa de un chico que adoraba, pero que me acababa de romper el corazĂłn. SĂ© que intentaba aclarar las intenciones que tenĂ­a conmigo de la mejor manera que podĂ­a, asĂ­ como acabar con aquellas pinches fantasĂ­as que me habĂ­a creado en la cabeza, pero Âżpor quĂ© diablos no terminĂł conmigo antes de que nos subiĂ©ramos al aviĂłn?
Me miré las manos, sintiéndome una cobarde por permanecer en silencio.
—Sólo disfrutemos del tiempo que pasaremos juntos, ¿está bien? —me propuso.
El conductor del autobĂșs anunciĂł nuestra llegada. RespirĂ© profundamente, me trague el llanto y me bajĂ© del vehĂ­culo despuĂ©s de Eddie. MirĂ© la taquilla, preguntĂĄndome si debĂ­a comprar el boleto de regreso a Guadalajara y luego volver a los Estados Unidos. TenĂ­a que largarme de aquĂ­. No podĂ­a quedarme en este lugar con Ă©l. No asĂ­.
Sin embargo, la hermana mayor de Eddie, sus sobrinas y sobrino ya estaban ahĂ­; tuve que apartar la vista de la taquilla y resignarme al hecho de que no habrĂ­a escapatoria.
—Ella es mi amiga Reyna —me presentó Eddie. Me estremecí ante la manera en que enfatizó la palabra “amiga”.
—Mucho gusto —le dije a su hermana, saludándola de mano. Y con un enorme suspiro fui a recoger mi equipaje, tragándome las lágrimas.
Image
Durante los siguientes días descubrí un nuevo nivel de dolor. Estar atrapada con él en casa de su hermana resultó una tortura. Eddie, con sus bromas y su risa, traía su hermosa energía a la casa. Todos adoraban estar con él. Sus sobrinas y sobrino estaban prendidos a él, igual que su hermana. Nadamos en el río, exploramos los maizales y trepamos las rocas que había a lo largo de la ribera. Recorrimos el centro de la ciudad, el mercado y las ruinas de los templos construidos por los pueblos nativos ancestrales. El lugar era muy hermoso, tal como Eddie lo había descrito. La tierra era de un color rojo intenso y los lugareños lo usaban para elaborar ceråmica. Nunca había visto algo similar. Hasta el río era rojizo, como terracota líquida. La ciudad era muy diferente de Iguala. A pesar de que los hogares estaban construidos con tabicón, sencillos y modestos, el sitio no exhibía la miseria de mi ciudad natal. Había color por todos lados: las casas estaban pintadas de un verde brillante, de amarillo y rosa mexicano; el rojo de la tierra; el azul eléctrico del cielo nayarita. Era idílico. Era el lugar perfecto para enamorarse.
La belleza de la ciudad sólo agravaba mi dolor. Desde la primera noche, lloré hasta quedarme dormida, tratando de guardar silencio para no despertar a las sobrinas de Eddie, cuya habitación compartía. Quería tener una relación con él sin que se interpusieran la confusión, el drama y los traumas psicológicos de mi crianza abusiva. Quería ser una parte importante de su vida, de la misma manera que él lo era de la mía.
Por las mañanas me despertaba con los pårpados hinchados y los ojos enrojecidos. La hermana de Eddie se compadecía de mí y me daba rebanadas de papa fresca para que la hinchazón disminuyera y no me viera como una zombie durante el día.
—No sĂ© por quĂ© lo hizo —le dije, mientras me aplicaba las rebanadas en los ojos—. Me trajo aquĂ­ sĂłlo para romperme el corazĂłn.
—Nadie se merece eso. Y me sorprende mucho su comportamiento —comentó—. Nunca he conocido a alguien más dulce que mi hermano. Espero que lo puedas perdonar.
Con el paso de los dĂ­as, no perdĂ­a la esperanza de que Ă©l recapacitara. Es una bajeza romperle el corazĂłn a una chica en un lugar donde no conoce a nadie, donde no tiene a dĂłnde ir, donde no hay alguien que pueda darle apoyo y la ayude a sanar.
De repente me di cuenta de que sĂ­ tenĂ­a un lugar a donde ir y de que contaba con alguien.
—Me marcho —le dije al siguiente día—. Me voy a Iguala.
—Lo siento, Reyna —respondió—. De verdad. ¿Me puedes llamar cuando llegues para saber que estás bien?
AsentĂ­ con la cabeza y salĂ­ por la puerta con mi maleta; me dirigĂ­ al sur hacia los brazos de mi abuelita.
Image
TardĂ© trece horas en llegar a mi ciudad natal; y llorĂ© la mayor parte del camino. Me aterraba tener que viajar de noche sola en el autobĂșs. Las veces que habĂ­a ido a Iguala, lo hice durante el dĂ­a y el recorrido habĂ­a sido de sĂłlo tres horas desde la Ciudad de MĂ©xico. Nayarit se hallaba mĂĄs al norte y tenĂ­a que atravesar tres estados para llegar a Guerrero. No conocĂ­a para nada la ruta. Me sentĂ­ perdida de mĂĄs maneras de las que podĂ­a contar, como una vagabunda en un paĂ­s que me desconcertaba mĂĄs que nunca.
Cuando lleguĂ© a Iguala entrada la noche, mi tĂ­a y mi abuelita se sorprendieron al verme, aunque habĂ­a llamado para avisarles de mi llegada. Era mi aspecto; ni aun la oscuridad podĂ­a ocultar mis ojos enrojecidos. No querĂ­a contarle a nadie que acababan de romperme el corazĂłn. Pero todos pudieron notar mi sufrimiento. Cuando mi prima Lupe limpiĂł la casa, me ofrecĂ­ a ayudarla. Puso canciones de Marco Antonio SolĂ­s “El Buki” y estallĂ© en llanto mientras trapeaba el suelo.
Te extraño mås que nunca y no sé qué hacer.
Despierto y te recuerdo al amanecer.
—¡No hay nada más difícil que vivir sin ti! —cantaba—. Sufriendo en la espera de verte llegar.
Por la tarde, me senté a la mesa del comedor con abuelita Chinta me quejé de mi vida amorosa. Ella me contó una historia que yo no conocía.
—Entiendo tu dolor, m’ija —me dijo, palmeándome la cabeza.
—Gracias, abuelita. SĂ© que sufriĂł mucho cuando muriĂł mi abuelo —le comentĂ©, tras darle un sorbo al tĂ© de canela que me habĂ­a preparado. Mi abuelo Gertrudis falleciĂł una semana antes de que yo naciera. Mi madre estaba embarazada y no asistiĂł al funeral porque los lugareños creĂ­an que era de mala suerte que un bebĂ© no nacido se expusiera a los cadĂĄveres y almas errantes que habĂ­a en el cementerio. De todos mis hermanos, yo era la Ășnica zurda, igual que mi abuelo. Siempre habĂ­a creĂ­do que ese fue su regalo especial para mĂ­ al morir.
—No hablo de tu abuelo —me confesó.
Mi abuelita me contó que cuando era una señorita se enamoró de un joven, pero su padre y sus hermanos no aprobaron la relación.
—Eliseo era pobre; un simple campesino —dijo— y mi familia no me permitiĂł estar con Ă©l. AsĂ­ que huĂ­ de casa y me fui a vivir con Ă©l, desesperada por luchar por nuestro amor. Nos amĂĄbamos como aman los jĂłvenes: con ganas y entrega total. —Se rio de su comentario, antes de continuar—. Pero mi padre y mis hermanos me fueron a buscar, me jalaron por las greñas y me sacaron arrastrando de su casa. Amenazaron con matar a Eliseo si se volvĂ­a a acercar a mĂ­, y Ă©se fue el final de nuestra ...

Table des matiĂšres