MarĂ­a si fuĂ©ramos como tĂș
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MarĂ­a si fuĂ©ramos como tĂș

José Kentenich

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  1. 260 pages
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MarĂ­a si fuĂ©ramos como tĂș

José Kentenich

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Plåticas del Padre José Kentenich en Milwaukee, Estados Unidos, en el que nos da a conocer a María como educadora y nos explica de manera sencilla la alianza de amor.

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Informations

Année
2010
ISBN
9789567598656



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CapĂ­tulo VI
Nuestra Alianza
de Amor con
MarĂ­a

La esencia de la
Alianza
No es nueva para nosotros la expresión "alianza de amor", pero puede ser que sólo intuimos débilmente su profundo contenido. Introduciéndonos por unos instantes en su sentido, queremos ocuparnos de su significado dentro del plan del mundo.
¿Cuål es el sentido de la creación? ¿Para qué existen plantas y animales, montes y colinas, sol y estrellas, todas las creaturas animadas e inanimadas? Por un amor sin límites. Dios les ha dado el ser y su tarea es alabar su amor, su sabiduría y poder, y toda creatura irracional lo hace con perfección. El Benedicite, el himno de los tres jóvenes en el horno, es un canto a la creación, un magnífico canto de alabanza. Si el sentido de toda la creación es la alabanza a Dios, la glorificación de Dios, entonces el hombre, corona de la creación, debe tomar parte en forma eminente en la glorificación de Dios. La alabanza del hombre a Dios debe tener una forma especial, tal como él la quiere: "Dios ha creado al hombre para sellar con él una alianza de amor".
Una alianza es un contrato, un pacto mutuo; por lo tanto se requieren dos para contraerla. AdemĂĄs es necesaria cierta igualdad en los contrayentes. Sin embargo, el anhelo de alianza pide a la vez una cierta desigualdad.

Igualdad y desigualdad
en la alianza
Un hombre no puede sellar ningĂșn contrato con un animal, pues ambas partes deben ser "capaces del contrato". Un animal, que no puede considerar como propiedad suya "la libre voluntad", no puede sellar alianza con otro ser. La igualdad de los contrayentes es, por lo tanto, fundamento para sellar una alianza.
La desigualdad de las partes es fundamental para la necesidad de complementación de los contrayentes. Los contrayentes de una alianza se comprometen a determinada complementación. Pensemos, por ejemplo, en un contrato de compra y venta. Comprador y vendedor, en cierto sentido, se complementan; no sólo son capaces de complementación, sino también estån necesitados de tal complementación y así intercambian objetos y dinero; cada uno da lo que el otro necesita y pide.
Pensemos también en un contrato matrimonial; hombre y mujer pueden y deben complementarse; hay un mutuo obtenerse lo necesario. Uno necesita al otro para complementarse. Hombre y mujer son «capaces de alianza» porque son capaces de complementación y necesitados de ella. Por lo tanto, estas condiciones antes citadas son necesarias para toda alianza.

La alianza con Dios
¿Cómo se da esto en relación a nuestra alianza con Dios? ¿Son ambos contrayentes posibles y capaces de sellar una alianza? ¿Encontramos en ambos contrayentes la igualdad y desigualdad, fundamentos de "capacidad de complementación" y "necesidad de comple-mentación"? ¿En qué son Dios y el hombre semejantes y en qué diferentes? ¿Qué otro tipo de alianza puede darse?
En el relato de la creación se lee: "Y dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza..." Dios dio al hombre un alma inmortal, un alma espiritual; el hombre es también espíritu como lo es Dios, con ambas facultades: entendimiento y voluntad. En este sentido, el hombre tiene una cierta semejanza con Dios. El alma en gracia es mås propiamente imagen de Dios; ella toma parte de la vida divina creada. La gracia santificante no es otra cosa que ese tomar parte en la vida divina.
Que somos desiguales no es necesario demostrarlo demasiado. No somos dioses. Dios es el «Increado», nosotros, sus creaturas. Él es el «Infinito», nosotros, seres limitados. Él es la «perfecciĂłn». ÂĄCuĂĄnto experimentamos nosotros nuestra imperfecciĂłn! Por lo tanto, hay igualdad, o mejor, semejanza y tambiĂ©n desigualdad y asĂ­ somos capaces de alianza. El hombre estĂĄ tambiĂ©n necesitado de alianza; no puede existir ni un instante sin Dios; no puede respirar ni una vez, ni hacer un movimiento de mano sin Dios. Pero Dios no estĂĄ necesitado de alianza, no nos necesita, es perfectamente feliz sin nosotros. Sin embargo, Ă©l estĂĄ dispuesto a hacer alianza y la quiere; quiere sellar una alianza con el hombre. Para eso nos creĂł. La tarea del hombre es sĂłlo "responder al llamado de alianza de Dios".

Tipos de alianza
La alianza, a la que Dios llama al hombre y a la cual Ă©ste le responde, no es una alianza cualquiera sino una "alianza de amor".
¿Qué otro tipo de alianza puede haber?
Puede haber una alianza de derecho. Dios, que nos ha creado y conserva, posee todos los derechos de Creador sobre nosotros. Puede hacer con nosotros lo que quiera ya que él nos ha creado y las obras pertenecen a su autor. Si nosotros creamos algo, fabricamos algo, bien podemos hacer con ésa, nuestra obra, lo que queremos. Ahora, si nuestra obra se sublevara contra nosotros, ¿qué querríamos hacer con ella? Justamente eso es lo que el hombre, la creatura, ha hecho frente a su Creador.
Si hacemos una comparaciĂłn con una alianza de derecho en la vida diaria, por ejemplo, un contrato de compra-venta, tenemos que reconocer que por una ruptura a este contrato, necesariamente se sigue un juicio y que la culpa debe ser castigada.
Sí, nuestra alianza con el Creador es también una Alianza de derecho. Pero si fuera sólo una alianza de derechos, mal lo pasaríamos los seres humanos. ¥Cuåntas veces nos hemos rebelado frente al Creador! Por cierto, somos creaturas limitadas, incapaces de satisfacer al Creador infinito. Con temblor rezamos en la secuencia de difuntos:

¿Qué he de decir entonces yo, miserable?
ÂżA quĂ© valedor acudirĂ© cuando aĂșn el justo
penas estarĂĄ seguro?

Rey de terrible majestad
que a los que se han de salvar
los salvas gratuitamente,
sĂĄlvame, fuente de bondad.

Gimo como reo; la culpa ruboriza mi cara.
Perdona, Señor, al que te lo suplica.
Mis plegarias no son dignas,
pero tĂș, muĂ©strate compasivo
para que no arda yo en el fuego eterno.
TendrĂ­amos muchos motivos para temer ante el ‘Rey de tremenda majestad’ si nuestra alianza fuera sĂłlo de derecho. Pero nuestra alianza es tambiĂ©n una alianza de confianza. Creemos que a pesar de lo mucho que lo hemos ofendido, sin embargo, todavĂ­a se preocupa y nos deja perdernos.
Por eso cantamos en la secuencia:

Al buscarme, fatigado te sentaste;
me redimiste sufriendo en la cruz;
que no sea vano tanto trabajo.

TĂș que perdonaste a MarĂ­a Magdalena
y oĂ­ste al buen ladrĂłn,
y a mĂ­ mismo me diste esperanza...

En todas las preocupaciones de la vida diaria nos volvemos confiados al buen Dios y esperamos de Ă©l todo cuanto necesitamos.
Pero, ademås, podemos decir con justicia que Dios tiene también confianza en nosotros. Nos confía sus bienes naturales y sobrenaturales, y confía en que no abusaremos de ellos. De esta manera la relación de confianza es mutua.
La confianza en la alianza estĂĄ fundada en nuestra fe en el poder, en la fidelidad y en el amor de Dios. El puede ayudarnos porque tiene el poder para hacerlo; Ă©l nos debe ayudar porque es el infinitamente fiel y no sĂłlo nos ha llamado sino, aun mĂĄs, nos ha invitado a abandonarnos en Ă©l ciegamente. Él quiere ayudarnos porque nos ama. Con amor eterno, nos ha creado. Con amor eterno nos ha amado. Con amor eterno nos conserva y dirige.
Nuestra alianza es, en primer lugar, alianza de amor. Tiene su origen en Dios y su fin es hacernos volver al hogar, al Dios de amor. Ruth Schaumann dice en forma tan hermosa, en un canto de atardecer, del que tomamos casi sĂłlo las terminaciones de algunas estrofas.

...A amar hemos venid,
para amar estamos.

... Para amar estamos en la tierra
para pasar amando.

... Amor, elévanos del suelo
y guĂ­anos en amor al hogar.

Procedemos del amor y nuestro fin es el Amor. El camino hacia ese fin es el camino de la alianza de amor y de fidelidad.
Quisiéramos meditar la Sagrada Escritura, en el Antiguo o en el Nuevo Testamento o mirar en nuestra propia historia de vida. Sagrada Escritura e historia de vida son historias de alianza, de alianza de amor.

La alianza de amor en el ParaĂ­so
Recordemos que Dios creó a la humanidad para una alianza. ¿Cómo era esta alianza divina? ¿Cuål era el contenido de este contrato bilateral entre Dios y el hombre? Podemos imaginarnos que Dios dijo a Adån y Eva mås o menos lo siguiente: Someted la tierra. Yo pongo toda la tierra a vuestra disposición. Podéis hacer con ella lo que queråis. Sólo una cosa no podéis hacer: no podéis comer de este årbol...
Dios, el contrayente eterno de la alianza, los dotó ricamente de todos sus bienes. De bienes sobrenaturales: tomar parte de su vida divina; de sus bienes preternaturales: estar libres de la muerte, de enfermedades y de la concupiscencia, de las gracias de un claro entendimiento y de una fuerte voluntad. Como contrapartida, exigía de sus contrayentes sólo una cosa: Vosotros debéis reconocerme como a Dios. Vosotros debéis reconoceros dependientes de mí... Como expresión de esta dependencia, Adån y Eva debían solamente acatar un mandato: de este årbol no debían comer.
Alegre, Adån y Eva entraron en esta alianza. Eran felices en el Paraíso, sentían el amor del Padre, su preocupación, su protección. Como auténticos hijos se sentían dependientes de ese Padre y, a cambio, le entregaban gustosos su amor.
Y luego vino el demonio, el seductor que envidiaba el amor de Dios al hombre; envidiaba toda su felicidad; reflexionaba cĂłmo destruirla. ÂżCĂłmo podrĂ­a hacerlo? QuerĂ­a seducir a AdĂĄn y a Eva; no debĂ­an atenerse a la condiciĂłn puesta por Dios. DebĂ­an llegar a ser libres de Dios, no mĂĄs dependientes de Ă©l.
AdĂĄn y Eva cayeron; rompieron el vĂ­nculo con Dios. La alianza se rompiĂł. Pronto reconocieron su gran falta y amargos remordimientos les pesaron.
El Dios bueno, en su infinita misericordia y fidelidad, no podĂ­a condenar a muerte eterna al hombre que Ă©l habĂ­a creado y que amaba. El hombre lo habĂ­a ofendido gravemente, a pesar de que Ă©l sĂłlo le habĂ­a dado amor y bondad. Infiel y orgulloso, el hombre habĂ­a r...

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