El ojo desnudo
eBook - ePub

El ojo desnudo

Yoko Tawada

Partager le livre
  1. 200 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (adapté aux mobiles)
  4. Disponible sur iOS et Android
eBook - ePub

El ojo desnudo

Yoko Tawada

DĂ©tails du livre
Aperçu du livre
Table des matiĂšres
Citations

À propos de ce livre

ÂżQuĂ© se siente no tener nombre, identidad, idioma, hogar, paĂ­s? La protagonista de El ojo desnudo pasa de lo cotidiano a lo desconocido, de la familiaridad del encierro al desconcierto de un mundo sin fronteras, de su natal Vietnam a Alemania y de ahĂ­ a ParĂ­s. La identidad de la joven se transforma y se borra una y otra vez: vive con gente de la calle, se ofrece como voluntaria para una serie de experimentos dermatolĂłgicos falsifica su pasaporte, sobrevive a base de lo que encuentra en los botes de basura. Ese eterno estado transicional despierta en ella una obsesiĂłn por Catherine Deneuve de quien ve, una y mil veces, todas sus pelĂ­culas: "Ya no existĂ­a una mujer que se llamara "yo" porque Usted era la Ășnica mujer para mĂ­, por lo tanto yo no existĂ­a". Esta novela -que se desarrolla entre las distintas personalidades que adopta la protagonista, diferentes paĂ­ses, idiomas, sitemas polĂ­ticos; entre la adolescencia y la adultez, y las distintas formas de la sexualidad- nos ofrece una mirada desnuda al mundo contemporĂĄneo donde lo que debe ser es a veces tan terrible como lo que no deberĂ­a existir jamĂĄs.

Foire aux questions

Comment puis-je résilier mon abonnement ?
Il vous suffit de vous rendre dans la section compte dans paramĂštres et de cliquer sur « RĂ©silier l’abonnement ». C’est aussi simple que cela ! Une fois que vous aurez rĂ©siliĂ© votre abonnement, il restera actif pour le reste de la pĂ©riode pour laquelle vous avez payĂ©. DĂ©couvrez-en plus ici.
Puis-je / comment puis-je télécharger des livres ?
Pour le moment, tous nos livres en format ePub adaptĂ©s aux mobiles peuvent ĂȘtre tĂ©lĂ©chargĂ©s via l’application. La plupart de nos PDF sont Ă©galement disponibles en tĂ©lĂ©chargement et les autres seront tĂ©lĂ©chargeables trĂšs prochainement. DĂ©couvrez-en plus ici.
Quelle est la différence entre les formules tarifaires ?
Les deux abonnements vous donnent un accĂšs complet Ă  la bibliothĂšque et Ă  toutes les fonctionnalitĂ©s de Perlego. Les seules diffĂ©rences sont les tarifs ainsi que la pĂ©riode d’abonnement : avec l’abonnement annuel, vous Ă©conomiserez environ 30 % par rapport Ă  12 mois d’abonnement mensuel.
Qu’est-ce que Perlego ?
Nous sommes un service d’abonnement Ă  des ouvrages universitaires en ligne, oĂč vous pouvez accĂ©der Ă  toute une bibliothĂšque pour un prix infĂ©rieur Ă  celui d’un seul livre par mois. Avec plus d’un million de livres sur plus de 1 000 sujets, nous avons ce qu’il vous faut ! DĂ©couvrez-en plus ici.
Prenez-vous en charge la synthÚse vocale ?
Recherchez le symbole Écouter sur votre prochain livre pour voir si vous pouvez l’écouter. L’outil Écouter lit le texte Ă  haute voix pour vous, en surlignant le passage qui est en cours de lecture. Vous pouvez le mettre sur pause, l’accĂ©lĂ©rer ou le ralentir. DĂ©couvrez-en plus ici.
Est-ce que El ojo desnudo est un PDF/ePUB en ligne ?
Oui, vous pouvez accĂ©der Ă  El ojo desnudo par Yoko Tawada en format PDF et/ou ePUB ainsi qu’à d’autres livres populaires dans Literatura et Mujeres en la ficciĂłn. Nous disposons de plus d’un million d’ouvrages Ă  dĂ©couvrir dans notre catalogue.

1. RepulsiĂłn

Un ojo filmado, adherido a un cuerpo inconsciente. No ve nada porque la cĂĄmara ya le ha robado el poder de la vista. La mirada del lente anĂłnimo chupa el suelo como un detective sin gramĂĄtica. Una muñeca, otra muñeca, un florero, un cactus, una televisiĂłn, un cable, una canasta, la esquina de un sofĂĄ, un pedazo de alfombra, migajas de galleta, terrones de azĂșcar, una vieja foto de familia. AllĂ­ se ve a una joven que mira fijamente en diagonal hacia donde no hay nada. El ojo de la niña se hace cada vez mĂĄs grande, siempre se desdibuja mientras se enfoca, ahora parece una mancha sobre una hoja de papel. ÂżQuiĂ©n podrĂ­a saber despuĂ©s que alguna vez fue un ojo? La cĂĄmara retrocede lentamente. Junto a un sofĂĄ volcado hay un armario de cabeza, no se puede reconstruir ninguna historia de este paisaje en ruinas.
En esta pelĂ­cula, la vi por primera vez a USTED. Un año antes yo todavĂ­a estaba en el bachillerato de una escuela en Ho Chi Minh, que antes se llamaba SaigĂłn y que todavĂ­a con frecuencia era llamada asĂ­. Los maestros me consideraban la mejor estudiante. Mis calificaciones eran insuperables. Esa primavera, nuestra escuela recibiĂł una invitaciĂłn de la RDA para que un estudiante fuera a BerlĂ­n a una reuniĂłn internacional de jĂłvenes. QuerĂ­an escuchar una voz autĂ©ntica sobre el tema de “Vietnam como vĂ­ctima del imperialismo estadounidense”. El director de nuestra escuela tenĂ­a una buena relaciĂłn con la RDA, tambiĂ©n habĂ­a estado allĂ­. Nos habĂ­a contado varias veces sobre su estancia en BerlĂ­n y sobre un cierto “Pergamonmuseum”. “PĂ©rgamo” sonaba como a nombre de ave de paso y nos gustaba la idea del cielo de BerlĂ­n donde ese pĂĄjaro aleteaba. En una sesiĂłn extraordinaria los maestros decidieron enviarme a BerlĂ­n. En general, yo escribĂ­a trabajos muy claros, ademĂĄs tenĂ­a una voz potente, de modo que durante los festivales deportivos o la recepciĂłn de invitados especiales, con frecuencia yo participaba en las presentaciones. Aparte, quizĂĄs entre los adultos daba la impresiĂłn de que no era fĂĄcil persuadirme.
Era la primera vez que volaba en mi vida. Me entusiasmaba el viaje y no podĂ­a imaginarme que algo peligroso pudiera pasarme. Pero ya que un cierto miedo transfiguraba los rostros de los familiares y amigos que me llevaron al aeropuerto, comencĂ© a preocuparme. QuizĂĄ me habĂ­an ocultado algo para no preocuparme. ÂżPero quĂ© podrĂ­a ser? Aunque no tenĂ­a idea de la mecĂĄnica de los aviones, estaba convencida de que el mĂ­o funcionarĂ­a bien. Nunca me habĂ­a subido a un transporte tan grande, tan sĂłlido y tan limpio. La motocicleta de mi hermano mayor, por ejemplo, no era mĂĄs que una muĂ­a llena de chipotes y rayones. QuiĂ©n sabe si tenĂ­a todos los tornillos en su lugar. En comparaciĂłn con esa motocicleta, el aparato de “Interflug”, que seguramente era “made in Germany”, me daba mucha confianza.
Cuando ajusté con fuerza el cinturón de seguridad, sentí un gran alivio porque a partir de ahora no era responsable de nada de lo que pudiera pasar. Tomé el agua que me sirvieron en un vaso y me quedé dormida. De vez en cuando sentía el frío de la ventana en mi sien izquierda y despertaba.
En Berlín me recogieron dos jóvenes. Al principio me sorprendí un poco porque parecían norteamericanos. Pero cuando me saludaron en ruso me tranquilicé:
—¡Bienvenida! ¿Cómo estuvo el viaje con nuestro Interflug?
Uno de ellos tomĂł mi maleta. PareciĂł sorprenderse quizĂĄ porque era inesperadamente ligera. El otro intentĂł meter los dedos Ă­ndice y medio dentro de los bolsillos delanteros, que en realidad no existĂ­an, de sus pantalones de mezclilla. Al mismo tiempo, observaba los botones de mi blusa blanca. Cuando nuestra mirada se cruzaba, sonreĂ­a en forma maliciosa. En ciertas calles de SaigĂłn habĂ­a jĂłvenes impertinentes que sonrĂ­an de manera similar y llevaban pantalones de mezclilla que estaban hechos en Tailandia o en la RDA, y que miraban todo el dĂ­a a los transeĂșntes en lugar de ir a trabajar. Yo me preguntaba si este hombre era realmente miembro del Partido. Nuestras miradas se encontraron de nuevo y Ă©l sonriĂł esta vez en forma mĂĄs decente.
BerlĂ­n era una feria de exposiciones de palacios antiguos. Si existiera la inflaciĂłn de ruinas como existe la de dinero se verĂ­a mĂĄs o menos asĂ­. Edificios hermosos que se repetĂ­an hasta el cansancio y parecĂ­an pretenciosos y solitarios. A pesar de la belleza de la arquitectura, la ciudad no era rica porque no habĂ­a comida a la venta en la calle: no habĂ­a puestos de sopa de pasta, ni mercados de fruta, ni una vendedora de cocos. No olĂ­a a nada comestible. Mi tĂ­o me habĂ­a dicho antes de mi partida:
—¡LĂĄstima que no te han invitado a HungrĂ­a o la RepĂșblica Checa! En Bulgaria tambiĂ©n habrĂ­a sido rico. ÂĄPero en Alemania!
Al principio estaba un poco enojada por las palabras de mi poco confiable tĂ­o pero quizĂĄ tenĂ­a razĂłn. La gente en HungrĂ­a y RepĂșblica Checa sabĂ­a cĂłmo se produce buen pimiento y sabĂ­a cocinar bien. En Bulgaria no solamente se podĂ­an comer buenos pepinos, tomates y yogur, sino tambiĂ©n uno podĂ­a bañarse bien, con agua caliente o frĂ­a, como uno quisiera, dijo mi tĂ­o. El tenĂ­a una motocicleta checa muy ancha color marrĂłn que le habĂ­a comprado a un militar y que Ă©l mismo habĂ­a reparado. La limpiaba con regularidad y estaba muy orgulloso de ella. Sin embargo, mi hermano mayor les decĂ­a con menosprecio a sus amigos:
— ¡Miren, esta motocicleta es el Buda checo y gordo de nuestro tío!
Por su lado, mi tío despreciaba la pequeña y vieja Moped Honda que mi hermano había comprado usada en el mercado. No era una moto para hombres, decía el tío.
Mi presentación había sido planeada para el día siguiente. Yo estaba invitada para quedarme en el hotel durante otras cinco noches. Nunca había visto un hotel tan enorme. Era como una colmena, había incontables ventanas, de afuera no se podía ver si estaban abiertas o cerradas. Me acordé de otro tío que había estudiado agronomía aquí y que al regresar a casa había muerto. Al lado del hotel se elevaba hacia el cielo una enorme estatua que parecía una flor de berro. Su esfera brillaba como el techo de un templo tailandés.
—Esta torre es cuarenta y cuatro metros más alta que la torre Eiffel —dijo uno de los jóvenes anfitriones.
Y el otro añadió riéndose:
—Pero su raíz es corta.
—¿Han estado alguna vez en ParĂ­s? —preguntĂ©.
Los dos menearon la cabeza al mismo tiempo de izquierda a derecha. Luego los tres nos echamos a reír a carcajadas sin saber por qué.
En la recepciĂłn del hotel trabajaba una mujer, que parecĂ­a directora de escuela. Nos dio la llave y explicĂł algo en alemĂĄn que inmediatamente uno de los hombres tradujo para mĂ­ en ruso.
—Hoy hay un concierto de un grupo de rock ruso en el restaurante del hotel. Es gratuito. Quizá usted quiera asistir.
El me mostrĂł el final del corredor tenebroso donde debĂ­a estar el restaurante. Entonces nos despedimos hasta el dĂ­a siguiente. Mis cuidadores querĂ­an pasar por mĂ­ al hotel a las nueve para llevarme al lugar del evento. Yo tenĂ­a hambre. Apenas desaparecieron los dos por la puerta del hotel, me apresurĂ© hacia el restaurante. TodavĂ­a estaba cerrado. “Abierto de 18:00 a 22:00 horas”. Incluso un hotel lujoso no podĂ­a permitirse aquĂ­ servir comida mĂĄs de cuatro horas durante el dĂ­a. El abastecimiento de alimentos no parecĂ­a funcionar en forma Ăłptima en este paĂ­s. Me fui a mi habitaciĂłn que se veĂ­a ordenada, limpia, aseada y pulida. OlĂ­a a limpiador quĂ­mico.
Saqué mi manuscrito de la maleta. A pesar de haber practicado todos los días durante una semana con mi maestro de ruso para leer en voz alta el ensayo, de repente no podía recordar una sola línea. Leí todo el manuscrito en voz alta. En una tierra lejana la propia escritura parecía inverosímil.
A las seis en punto salĂ­ de mi habitaciĂłn para visitar el restaurante del hotel. La puerta del restaurante ya no estaba cerrada, pero todavĂ­a no habĂ­a ningĂșn huĂ©sped. DespuĂ©s de un rato un mesero malhumorado me trajo un menĂș bilingĂŒe, en ruso y alemĂĄn. Como ya no regresĂł me levantĂ© y caminĂ© hacia la cocina para buscarlo. Entre las grandes ollas y recipientes brillantes y plateados vi al mesero leyendo una revista.
—Quiero ordenar una sopa y una ensalada —le dije en ruso.
—NIET. No tenemos eso.
—¿QuĂ© hay entonces ?
—Bistec.
—Pero no quiero comer carne. ¿Puedo pedir sólo papas?
El mesero se levantĂł y desapareciĂł en la parte trasera. No sabĂ­a si eso significaba esperanza o renunciar a las papas.
Sobre el escenario apareciĂł un hombre con caderas estrechas que parecĂ­a un marinero y empezĂł a afinar su guitarra elĂ©ctrica. Estaba vestido con un pantalĂłn acampanado verde y una camisa ceñida de material plĂĄstico que brillaba despreocupadamente, estampada con un diseño de girasol. Caminaba dando grandes zancadas, de otra manera quizĂĄs los cables que estaban sobre el piso como una familia de serpientes lo hubieran atrapado. Sus zapatos eran angostos, afilados y de un color blanco como el de una cierta clase de tofu dulce que se comĂ­a en China como postre. Otro mĂșsico de pelo negro apareciĂł. Era exactamente igual al Nikita ...

Table des matiĂšres