Aprender a investigar, aprender a cuidar
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Aprender a investigar, aprender a cuidar

Ramón Bayés

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Aprender a investigar, aprender a cuidar

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Una guía para estudiantes y profesionales de la salud. Aprender a investigar, aprender a cuidar estå destinado tanto a los profesionales sanitarios (médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, farmacéuticos
) y los voluntarios como a los estudiantes que estén empezando a recorrer el camino de las ciencias de la salud. Su utilidad se extiende a los cuidadores de enfermos crónicos, ancianos o personas que se encuentran al final de la vida. Esta obra aborda de forma sencilla cómo se adquieren las bases del conocimiento científico, necesario para mejorar las estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento, y cómo conseguir experiencia en el uso de dicho conocimiento para cuidar al enfermo y aliviar su sufrimiento. El mensaje que nos traslada Aprender a investigar, aprender a cuidar es claro: hay que saber investigar para incrementar nuestro conocimiento, pero este conocimiento ha de encontrarse siempre al servicio del cuidado de las personas.

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Informations

Éditeur
Plataforma
Année
2012
ISBN
9788416096985

Aprender a investigar

1. Investigar no sĂłlo es necesario, es divertido

Aunque pueda parecer increĂ­ble, a muchos estudiantes de las actuales generaciones, para empezar a investigar y adquirir conocimiento nuevo o entender simplemente hasta dĂłnde ha llegado el disponible, no precisamos de ordenador. Pero, dado que tal aparato –como la televisiĂłn, el telĂ©fono mĂłvil, el lavaplatos y el microondas– suele formar parte de nuestra cultura, si al lector le tranquiliza conectarlo y experimentar la presencia de su suave ronroneo o de sus cambiantes imĂĄgenes de fondo, puede ponerlo en marcha.
Al margen de las consabidas preguntas sobre el decisivo y trascendental partido de fĂștbol del prĂłximo fin de semana –¿por quĂ© todos los partidos del prĂłximo fin de semana serĂĄn «decisivos y trascendentales» si las ligas, las copas e incluso la famosa Champions parece que se van a repetir indefinidamente, año tras año, hasta la desapariciĂłn de la especie?–, muchos miembros de nuestra sociedad, en algunos escasos y privilegiados momentos de su vida, se formulan otro tipo de interrogantes a los que quisieran obtener respuesta: por quĂ© el cielo es azul, quĂ© habĂ­a antes del big-bang, cĂłmo se comunican las abejas, quĂ© ocurre tras la muerte, quĂ© pasarĂĄ cuando el petrĂłleo se agote, quĂ© es el amor, por quĂ© me gustan las alcachofas y detesto el bacalao y a Carlos le gusta el bacalao y detesta las alcachofas, por quĂ© me atrae tanto Sara y Ana MarĂ­a me deja frĂ­o, por quĂ© no hay un solo fin de semana sin algĂșn muerto en la carretera, por quĂ© las piedras caen y los aviones –o la gran mayorĂ­a de ellos– no, por quĂ© los italianos escriben hospital sin hache, etc. En el caso de bastantes candidatos a agente de salud, las preguntas que se formulan suelen, ademĂĄs, abarcar aspectos tales como: Âżexiste alguna relaciĂłn entre estrĂ©s y cĂĄncer?, Âżpor quĂ© y cĂłmo se produce el deterioro en la vejez?, ÂżquĂ© papel juegan la genĂ©tica y el entorno en la evoluciĂłn del ser humano?, ÂżcĂłmo saber que un tratamiento es mejor que otro?, ÂżquĂ© es una persona?, ÂżcĂłmo confortarla al final de su existencia?, etc.
«Si duermo, ¿quién me darå la luna?»
ALBERT CAMUS
Existen diversos caminos para tratar de encontrar respuesta a las variopintas preguntas que nos planteamos a lo largo de la vida. La filosofĂ­a, el arte, el sentido comĂșn, la narraciĂłn, la deliberaciĂłn, el debate y el mĂ©todo cientĂ­fico son algunos de los medios que, conscientemente o no, solemos emplear. Pero no todos sirven por un igual para afrontar y resolver un problema concreto o explicar un fenĂłmeno ni ofrecen las mismas garantĂ­as de probabilidad de acierto en las respuestas conseguidas. Las pĂĄginas que seguirĂĄn van a tratar especialmente del mĂ©todo cientĂ­fico como el instrumento idĂłneo para adquirir conocimiento, plantear proyectos de investigaciĂłn y proporcionar formaciĂłn de base a las personas que desarrollan o piensan desarrollar su actividad en el campo de la salud.
El método científico es un procedimiento que ha permitido, a partir de la mejora de las primitivas estrategias de los lejanos antepasados que un día decidieron bajar del årbol en las llanuras africanas, realizar grandes avances y encontrar respuestas cada vez mås claras e inequívocas a preguntas importantes dentro del åmbito de los llamados valores instrumentales, como, por ejemplo, descubrir antibióticos y analgésicos eficaces, construir y colocar satélites de comunicaciones en el espacio exterior, mejorar la ayuda psicológica que se presta a una persona con estrés postraumåtico o duelo complicado, aprovechar las fuentes de energía, etc.
«Para mĂ­, la ciencia no es la bĂșsqueda de la verdad eterna, sino una especie de juego, un juego al que jugamos, en parte, para divertirnos y, en parte, porque pensamos que asĂ­ aumenta nuestra comprensiĂłn de la vida.»
ROBERT C. BOLLES (1967)
Si nos hubiĂ©ramos guiado tan sĂłlo por el sentido comĂșn, los seres humanos continuarĂ­amos creyendo que la Tierra es plana, que el sol gira a su alrededor y que las estrellas son meros puntitos brillantes pegados con algĂșn tipo de cola mĂĄgica en el firmamento. La observaciĂłn empĂ­rica cuidadosa llevada a cabo a travĂ©s del mĂ©todo cientĂ­fico, para desespero de algunos poetas, nos ha demostrado que no es asĂ­.
«Con el debido respeto al renombrado Ptolomeo, lo encontramos todo exactamente al revés de lo que él había dicho.»
Uno de los capitanes de Enrique el Navegante
(1391-1460)
Por desgracia, este mismo mĂ©todo cientĂ­fico tambiĂ©n sirve para fabricar bombas y elaborar productos que contaminan el aire, el agua y la tierra. Es, asimismo, dudosamente Ăștil para profundizar en el campo de los valores intrĂ­nsecos (el amor, la amistad, la belleza, la felicidad, la solidaridad, la compasiĂłn, el sentido, etc.), los cuales tienen valor por sĂ­ mismos, nunca precio y, a fin de cuentas, son los Ășnicos que de verdad nos importan aunque pasemos gran parte de nuestra vida sin descubrirlo, permanentemente angustiados por acumular cosas con valor instrumental, en especial dinero, o con el temor de perderlas.
En este libro voy a tratar de compartir con los lectores algo de lo que he aprendido como profesor universitario dedicado a la investigaciĂłn y la docencia a lo largo de mi vida, y tambiĂ©n, mucho mĂĄs difĂ­cil, de lo que he ido incorporando como ser humano, como persona. ConfĂ­o en que mis notas, observaciones y sugerencias sean de utilidad a los lectores y, en especial, a los estudiantes, desde los que cursan bachillerato a los que preparan su doctorado –incluyendo en este grupo a muchas enfermeras a las que, recientemente, se les ha abierto el camino y la necesidad acadĂ©mica de investigar–, pues todos ellos tendrĂĄn que dedicar parte del tiempo de su formaciĂłn –horas y mĂĄs horas que pueden sentir que pasan volando o se les hacen interminables– al quehacer de adquirir conocimiento. Por mi parte, voy a tratar de utilizar un lenguaje y unas estrategias de aproximaciĂłn a algunos de los elementos esenciales del mĂ©todo cientĂ­fico que sean asequibles a todos ellos.
«Si quieres construir un barco, no empieces por hablar a tus colaboradores de las herramientas, de los presupuestos y los planos. Empieza por compartir con ellos tu pasión por el mar.»
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY
Por esto, para empezar y destinado a aquellos a los que la investigaciĂłn se les aparece como necesaria pero sosa y aburrida –tal vez un autĂ©ntico muermo–, ya puedo avanzarles que investigar puede convertirse en una actividad altamente gratificante. El ruso Konstantin Novoselov, por ejemplo, que a los treinta y seis años ha obtenido, junto a su colega AndrĂ© Geim, el Premio Nobel de FĂ­sica en 2010, manifiesta en una entrevista que le hicieron con motivo de haberlo conseguido: «La ciencia me divierte, es lo esencial».109* Es alentador subrayar que el hallazgo del grafeno por el que les han concedido a ambos tan alta distinciĂłn surgiĂł en los llamados «experimentos de los viernes», al margen del horario de trabajo, cuando, simplemente por gusto, iban al laboratorio a «probar ideas locas y divertirse un poco antes de tomarse unas cervezas».
«Tengo sed de esta agua, dijo el pequeño prĂ­ncipe, dame de beber »
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY
Aunque a los legos y los novatos les parezca increĂ­ble, investigar puede convertirse para algunos en algo tan apasionante como lo es para otros practicar el surf en pleno invierno, destilar litros de sudor en una discoteca ensordecedora los viernes por la noche, coleccionar sellos en la soledad de una polvorienta biblioteca o jugarse la vida escalando riscos. La mayorĂ­a de los verdaderos cientĂ­ficos no investigan para conseguir dinero, fama, tĂ­tulos, servir a la humanidad, adquirir conocimiento, cumplir un programa acadĂ©mico o aparecer en los libros de historia; se dedican a su tarea porque se lo pasan bien, porque se divierten, porque lo han convertido en un juego, como lo era para Ernst Lubitch, Howard Hawks, John Ford o David Lean hacer pelĂ­culas, bailar para Billy Elliot, o lo es para la mayorĂ­a de niños levantar efĂ­meros castillos de arena en la playa durante las vacaciones de verano. Éste es el secreto mĂĄs importante de la investigaciĂłn o de cualquier actividad que emprendamos: siempre que sea posible, no debe llevarse a cabo por obligaciĂłn, dinero o necesidad, sino por gusto; es urgente encontrar en la vida una actividad profesional u objetivo de investigaciĂłn con el que se disfrute; es preciso en un agente de salud, si es acadĂ©mico, pasarlo bien investigando; si es clĂ­nico, disfrutar cuidando enfermos. Es necesario convertir algunos valores intercambiables, como la actividad profesional o aficionada, en valores intrĂ­nsecos.
Desde que Linda Schielbinger –catedrĂĄtica de Historia de la Ciencia de la Universidad de Stanford, primera mujer en ganar el destacado premio de investigaciĂłn Alexander von Humboldt– llegĂł a la universidad tuvo claro que la carrera acadĂ©mica era lo suyo: «DecidĂ­ quedarme en la enseñanza porque se aprende cada dĂ­a. Me encanta el conocimiento».116
«Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, rico en experiencias y conocimiento, para que llegues a puertos nunca vistos antes »
KONSTANTINO KAVAFIS
La italiana Caterina Biscari, que trabaja desde 1983 en el Laboratorio Nacional de Frascati, uno de los principales centros de fĂ­sica nuclear de Italia, afirma que las mujeres «tenemos derecho a divertirnos trabajando, a tener una ocupaciĂłn interesante, bonita, y a no tener remordimientos por si trabajamos mucho y no vemos a la familia
 Recuerdo noches enteras trabajando en el laboratorio, salir a las siete de la mañana, comprar cruasanes para desayunar con mi niña y mi marido. Dejar a la niña en el colegio y volver a trabajar».38
Steve Jobs, el carismĂĄtico creador de Apple, fallecido a los cincuenta y seis años de cĂĄncer de pĂĄncreas, en el recordado discurso que pronunciĂł el 12 de junio de 2005 en la ceremonia de graduaciĂłn de la Universidad de Stanford,72 dijo: «Estoy convencido de que lo Ășnico que me ha permitido seguir adelante es que amaba lo que hacĂ­a. TenĂ©is que encontrar lo que os hace felices. Y esto es tan verdad en el trabajo como en la vida afectiva. El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida y la Ășnica manera de sentiros realmente satisfechos es creer que hacĂ©is un gran trabajo. Y la Ășnica manera de hacer un gran trabajo es amando lo que hacĂ©is. Si no lo habĂ©is encontrado todavĂ­a seguid buscando. No os detengĂĄis».
«El auténtico viaje de descubrimiento no consiste en ver nuevos paisajes, sino en tener una mirada nueva.»
MARCEL PROUST
En su escueto prĂłlogo a la primera ediciĂłn americana, Arthur J. Bachrach,7 en su libro de introducciĂłn a la investigaciĂłn, formula dos «leyes» que, personalmente, me han sido sumamente Ăștiles como investigador y guĂ­a de investigadores mĂĄs jĂłvenes. Las dos «leyes» de Bachrach, claras, prĂĄcticas y que, misteriosa y lamentablemente, han desaparecido de la tercera ediciĂłn americana, se formulan...

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