V
He aquĂ que va a comenzar la Ășltima cena en que se hallarĂĄn reunidos JesĂșs y sus doce discĂpulos16. EstĂĄn en una «sala alta, grande, alfombrada», segĂșn Marcos. El dueño de la casa, menos afortunado que JosĂ© de Arimatea, que Nicodemo, que SimĂłn de Cirene y aun que Malco, se ha quedado sin nombre en los evangelios17.
[Mc., 14; 15]
Ahora, en esta cena, Judas, el traidor de la cristiandad, va a nacer para la Historia. Hasta este momento ha s ido el discĂpulo que «traĂa la bolsa», el Ășnico extranjero entre los galileos. En los anales de la congregaciĂłn a que pertenece no se refiere quĂ© hacĂa antes de unirse a JesĂșs y a su grupo, cuĂĄndo lo hizo, cĂłmo ni por quĂ©. SĂłlo es posible decir de Ă©l, si bien no podrĂamos afirmarlo de manera rotunda, que protestĂł, junto con sus compañeros o con alguno de ellos, por el derroche habido en el ungimiento de Betania, cinco dĂas atrĂĄs. Al iniciarse la cena es una figura tan sin importancia desde el punto de vista histĂłrico como la mayorĂa de los discĂpulos. Y he aquĂ que de pronto, en pocas horas va a convertirse en la contraparte de JesĂșs, en el arquetipo del traidor. Va a iniciarse ahora el acto postrero del drama en que se resuelven las pugnas entre una ley rĂgida y una doctrina de amor; y en tal momento Judas surgirĂĄ de la oscuridad en que viviĂł siempre para morar en un nicho de amargura tanto tiempo como JesĂșs en el suyo de la luz18.
Aunque, refiriĂ©ndose a las protestas de cinco dĂas antes, Juan ha llamado a Judas ladrĂłn, he aquĂ que el Iscariote llega a la cena final siendo todavĂa el tesorero del grupo. El propio Juan darĂĄ fe de ello cuando refiere que al decirle JesĂșs: «Lo que has de hacer, hazlo pronto. Ninguno de los que estaban a la mesa conociĂł a quĂ© propĂłsito decĂa aquello. Algunos pensaron que, como Judas tenĂa la bolsa, le decĂa JesĂșs: compra lo que necesitemos para la fiesta, o que diese algo a los pobres. Ăl, tomando el bocado, se saliĂł luego; era de no che». La fiesta era de la Pascua, dos dĂas despuĂ©s, y si los discĂpulos entendieron que JesĂșs mandaba a Judas a comprar lo que hacĂa falta para la congregaciĂłn, o que diese algo a los pobres, no hay duda de que hasta ese momento era Judas quien compraba lo que la congregaciĂłn necesitaba y quien daba las limosnas, en una palabra, era el tesorero, y por tanto merecĂa la confianza de JesĂșs y de todos, aun en el momento de abandonar la sala de la cena, aquel jueves de tan alta categorĂa histĂłrica.
[Jn., 13; 27 al 30]
Si hemos de atenernos a los hechos, y no a los dogmas, debemos convenir en que al levantarse Judas de la mesa y salir, no ha sido identificado todavĂa como aquel de los discĂpulos que habĂa de entregar a su maestro. ÂżCĂłmo se explica entonces que Mateo afirme que allĂ, en la cena, JesĂșs dijo a Judas que Ă©l era el llamado a traicionarle? Mateo cuenta: «llegada de la tarde, se puso a la mesa con los doce discĂpulos, y mientras comĂa dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregarĂĄ. Muy entristecidos comenzaron a decirle cada uno: ÂżSoy, acaso, yo, Señor? Ă©l respondiĂł: El que conmigo mete la mano en el plato, Ă©se me entregarĂĄ. El Hijo del hombre sigue su camino, como de Ăl estĂĄ escrito; pero ÂĄdesdichado de aquel por quien el Hijo del hombre serĂĄ entregado!; mejor le fuera no haber nacido. TomĂł la palabra Judas, el que iba a entregarle, y dijo: Âżsoy, acaso yo, RabbĂ?, y Ăl respondiĂł: «TĂș lo has dicho».
[Mt., 26; 20 al 25]
De haber ocurrido las cosas como las cuenta Mateo es inaudito que Judas siguiera en la cena, y es inconcebible que despuĂ©s los discĂpulos entendieran que la frase de JesĂșs («Lo que has de hacer, hazlo pronto») dirigida a Judas âla Ășnica que aparece como dicha por el Maestro a Judas antes de la aprehensiĂłnâ, es inconcebible, decĂamos, que sea interpretada como queriendo decir que comprara algo para la fiesta del sĂĄbado o que diera dinero a los pobres. Ante ese «TĂș lo has dicho» tan directo no cabe ignorancia; y es probable que de haberlo dicho JesĂșs, la congregaciĂłn se habrĂa levantado colĂ© rica contra Judas y allĂ mismo hubiera Ă©l dejado de ser su compañero, y, sobre todo, el tesorero del grupo. Si en el momento de la cena Judas estĂĄ en tratos con CaifĂĄs para entregar a su maestro, Âżse concibe que al oĂr ese «TĂș lo has dicho» se quede sentado a la mesa, se concibe que los demĂĄs lo permitan?AdemĂĄs, si segĂșn Mateo ya JesĂșs ha dicho quiĂ©n es el traidor, cuando a las preguntas de «¿Soy, acaso, yo, Señor?» que le hacen todos los discĂpulos, ha contestado afirmando que es el «que conmigo mete la mano en el plato», Âżpor quĂ© no ven los discĂpulos quiĂ©n es ese que «mete la mano en el plato», y por quĂ© tiene Judas que preguntar otra vez, insistiendo en lo que ya han dicho todos, si Ă©l es el llamado a ser traidor?19.
MĂĄs lĂłgico que el de Mateo es en este caso el evangelio de Marcos. Marcos refiere que «Llegada la tarde vino con los doce, y, recostados y comiendo, dijo JesĂșs: En verdad os digo que uno de vosotros me entregarĂĄ; uno que come conmigo. Comenzaron a entristecerse y a decirle uno en pos de otro: ÂżSoy yo? Ăl les dijo:uno de los doce, el que moja conmigo en el plato, pues el Hijo del Hombre sigue su camino, segĂșn de Ăl estĂĄ escrito; ÂĄpero ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre serĂĄ entregado! mejor le fuera a ese hombre no haber nacido».
[Mc., 14; 17 al 21]
Esta versiĂłn es mĂĄs natural, si bien tampoco se explica que al decir JesĂșs que: «uno de los doce, el que moja conmigo en el plato», no se señale a seguidas quiĂ©n era ese que mojaba con el maestro en el plato. El evangelio de Marcos no lo menciona. No hay en Ă©l, mientras describe la cena, acusaciĂłn alguna contra Judas, ni directa ni indirecta. No se ve a Judas preguntando, ansioso, si el traidor va a ser Ă©l, ni se oye a JesĂșs mencionarle, y mucho menos señalarle diciĂ©ndole: «TĂș lo has dicho».
Mucho mĂĄs lĂłgica, y tan sobria y hermosamente descrita que resulta convincente, es la versiĂłn de la cena que ofrece Lucas. Este evangelista refiere asĂ: «cuando llegĂł la hora se puso a la mesa, y los apĂłstoles con Ăl. Y dĂjoles:Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que no la comerĂ© mĂĄs hasta que sea cumplida en el reino de Dios. Tomando el cĂĄliz dio las gracias y dijo:Tomadlo y distribuidlo entre vosotros; porque os digo que desde ahora no beberĂ© el fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios. Tomando el pan, dio gracias, lo partiĂł y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mĂa. Asimismo el cĂĄliz despuĂ©s de haber cenado diciendo: este cĂĄliz es la nueva alianza de mi sangre, que es derramada por vosotros20, mir ad, la mano del que me entrega estĂĄ conmigo a la mesa. Porque el Hijo del hombre va su camino, segĂșn estĂĄ decretado, pero ÂĄay de aquel por quien serĂĄ entregado! Ellos comenzaron a preguntarse unos a otros sobre quiĂ©n de ellos serĂa el que habĂa de hacer esto».
[Lc., 22; 14 al 23]
Si hemos de atenernos a hechos y no a dogmas, repetimos, esta es la versiĂłn correcta; pues estĂĄ dicho en ella que «la mano del que me entrega estĂĄ conmigo a la mesa», no que el que «conmigo mete la mano en el plato, Ă©se me entregarå». Habiendo dicho JesĂșs que «la mano del que me entrega estĂĄ conmigo a la mesa», se explica que «ellos comenzaron a preguntarse unos a otros sobre quiĂ©n de ellos serĂa el que habĂa de hacer esto». Pues todos tenĂan «la mano a la mesa», y en esa forma JesĂșs lanzaba la advertencia sobre la congregaciĂłn entera, no sobre uno solo de ellos.
ÂżPor quĂ© ni Marcos, que ha oĂdo a SimĂłn Pedro relatar todos los incidentes de la vida de JesĂșs, ni Lucas, que ha consultado documentos y ha interrogado a testigos, afirman que JesĂșs acusĂł a Judas en la cena? ÂżPor quĂ© Mateo pone en boca de JesĂșs, contra la lĂłgica de los acontecimientos, ese «TĂș lo has dicho» que su maestro va a decir al dĂa siguiente ante CaifĂĄs, y, en tĂ©rminos muy parecidos, ante Pilatos?
Pero hay mĂĄs: ÂżPor quĂ© Juan, el que mĂĄs menciona el nombre de Judas en su evangelio, y el que lo hace siempre con evidente saña, no oyĂł ese «TĂș lo has dicho» que oyĂł Mateo? Juan es el Ășnico que hace acusaciones directas contra Judas, en una ocasiĂłn llamĂĄndole ladrĂłn y en otra asegurando que JesĂșs señalĂł ante Ă©l al Iscariote como traidor; Juan, en cambio, no oyĂł el «TĂș lo has dicho». Antes de entrar en la versiĂłn de la cena que se da en el evangelio de Juan debemos convenir en que Mateo no testimoniĂł correctamente. De haber sido como Ă©l lo cuenta, otro hubiera sido el curso de los acontecimientos, pues probablemente Judas no habrĂa podido salir de la cena indemne, por sĂ solo, como lo hizo, y ademĂĄs cumpliendo una orden de JesĂșs.
Juan comienza su testimonio refiriéndose a Judas. Dice: «y comenzada la cena, como el diablo hubiese ya puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle...».
[Jn., 13; 2 y 3]
Sin embargo no lo parece. Si en el corazĂłn de Judas habĂa tal propĂłsito, Âżpor quĂ© no es Ă©l sĂłlo quien pregunta si a Ă©l le tocarĂĄ el triste papel de ser traidor; por quĂ© lo preguntan todos, dato en el que estĂĄn de acuerdo Mateo, Marcos y Lucas? AdemĂĄs, esa es una opiniĂłn de Juan, no un relato de hechos. Y aquĂ no estamos consultando opiniones, sino estudiando hechos. Juan persiste en mantener opiniones adversas a Judas.
Inmediatamente despuĂ©s de haber dicho que «el diablo habĂa puesto en el corazĂłn de Judas Iscariote, hijo de SimĂłn, el propĂłsito de entregarle», inicia el relato del lavatorio de los pies. Ăl es el Ășnico evangelista que evoca esa lecciĂłn de humildad y ternura. Recuerda, al paso, que SimĂłn Pedro protestĂł diciendo: «JamĂĄs me lavarĂĄs tĂș los pies. Le contestĂł JesĂșs: Si no te los lavarĂ©, no tendrĂĄs parte conmigo. SimĂłn Pedro le dijo: Señor, entonces no sĂłlo los pies, sino tambiĂ©n las manos y la cabeza. JesĂșs le dijo: el que se ha bañado no necesita lavarse, estĂĄ todo limpio; y vosotros estĂĄis limpios, pero no todos».
[Jn., 13; 8 al 10]
Inmediatamente despuĂ©s viene la otra opiniĂłn de Juan, tratando de explicar ese «pero no todos» de su maestro: «Porque sabĂa quiĂ©n habĂa de entregarle, y por eso dijo: No todos estĂĄis limpios».
[Jn., 13; 11]
Hasta aquĂ el relato de Juan coincide, fundamentalmente en lo que se refiere a la acusaciĂłn, con los de sus compañeros evangelistas; esto es, a lo largo de la cena, bien en la escena del lavatorio, bien en la de la reparticiĂłn del vino y del pan, JesĂșs ha estado diciendo que allĂ, y entre los doce discĂpulos, hay uno que va a entregarle.
ÂżQuĂ© podĂa entender JesĂșs por «entregarle»? ÂżQue alguien lo identificara fĂsicamente, ya mediante un beso, ya señalĂĄndole con el dedo, ya diciendo que Ă©se era el predicador de Nazareth?
Probablemente, no. JesĂșs era demasiado conocido, a esas alturas, en JerusalĂ©n, para que hiciera falta que una persona lo identificara. HabĂa entrado en la ciudad en medio de una muchedumbre que lo aclamaba, que lo recibĂa con palmas y hosanas21; habĂa predicado repetidas veces en el templo; habĂa echado de allĂ a los vendedores; numerosos agentes y espiones del SanhedrĂn le conocĂan y le habĂan provocado en diversas ocasiones; otros habĂan querido apedrearle, allĂ, en JerusalĂ©n, por dos veces. Y toda esa gente, la que le perseguĂa, la que le interrogaba con fines siniestros, la que pretendĂa apedrearle; los que le hicieron la pregunta del tributo, los que le llevaron a la adĂșltera, los que quisieron saber de dĂłnde le venĂa su potestad; toda esa gente le conocĂa bien. Y le conocĂa bien el pueblo, que le seguĂa, en medio del cual no podĂa faltar algĂșn desalmado capaz de identificarle por un vaso de vino.
No, seguramente lo que JesĂșs temĂa, lo que calificaba en la cena como entrega a sus enemigos, era que alguno de sus discĂpulos se prestara a testimoniar contra su maestro; a contar que en las cercanĂas de CesĂĄrea de Filipo admitiĂł, con su silencio, que era el Cristo de Dios, por ejemplo, o que habĂa resucitado muertos, como en el caso de la hija de Jairo. Ăl debĂa saber que los sacerdotes del SanhedrĂn buscaban testigos que le acusaran, y que no podĂan juzgarle sin esos testigos, pues tal como su amigo el fariseo Nicodemo â«principal entre los judĂos», esto es, miembro del SanhedrĂnâ habĂa dicho: «¿Acaso nuestra Ley condena a un hombre antes de oĂrle y sin averiguar lo que hizo?».
JesĂșs debĂa saber que se andaba en pos de esos testigos âcomo veremos mĂĄs tardeâ, tal vez porque el propio Nicodemo o JosĂ© de Arimatea, miembro del Consejo, se lo hubieran comunicado. ÂżY quiĂ©n duda de que supiera algo mĂĄs; que estuviera enterado, sin saber cuĂĄl de ellos, de que uno de sus discĂpulos visitaba la casa de AnĂĄs?
AnĂĄs era llamado pontĂfice sin ser, sin embargo, el sumo sacerdote. Este puesto lo ocupaba su yerno CaifĂĄs. Pero AnĂĄs habĂa sido el sumo sacerdote durante años, y de hecho Ă©l escogĂa a los altos jefes del SanhedrĂn. Tanta era su autoridad que ante Ă©l fue llevado JesĂșs la noche de su aprehensiĂłn, antes que a la casa de CaifĂĄs. Y habĂa uno de los discĂpulos que visitaba a AnĂĄs y que tenĂa trato con el cĂrculo familiar del anciano saduceo, al extremo que conocĂa los nombres de los siervos de CaifĂĄs.
ÂżSabĂa Cristo de quiĂ©n dudaba?
A pesar del testimonio siguiente de Juan, que vamos a ver dentro de poco, ni aun momentos antes de ser aprehendido conocĂa JesĂșs al traidor. Sospechaba que iba a ser uno de ellos, eso sĂ. EstĂĄ dicho por los cuatro evangelistas, y dicho de forma tan parecida que no puede caber duda de que Mateo y Juan, que estuvieron presentes, lo oyeron; y que lo oyeron los testigos que informaron a Marcos y a Lucas.
En cuanto a que JesĂșs sabĂa tambiĂ©n que los sacerdotes estaban buscando testimonios contra Ă©l para proceder a juzgarlo, lo dicen claramente tres de los evangelistas, los tres cuando describen la escena del juicio. Mateo refiere: «Los que prendieron a JesĂșs le llevaron a casa de CaifĂĄs, el pontĂfice, donde los escribas y los ancianos se habĂan reunido. Pedro le siguiĂł de lejos hasta el palacio del pontĂfice, y entrando dentro, se sentĂł con los servidores para ver en quĂ© paraba aquello. Los prĂncipes de los sacerdotes y todo el SanhedrĂn buscaban falsos testimonios contra JesĂșs para condenarle a muerte, pero no los hallaban, aunque se habĂan presentado muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos, que dijeron: Ăste ha dicho:Yo puedo destruir el templo de Dios y en tres dĂas edificarlo. LevantĂĄndose el pontĂfice dijo: ÂżNada respondes? ÂżQue dices a lo que Ă©stos testifican contra ti? Pero JesĂșs callaba. El pontĂfice le dijo: Te conjuro por Dios vivo: Di si eres tĂș el MesĂas, el Hijo de Dios. DĂjole JesĂșs:TĂș lo has dicho. Y os digo que un dĂa verĂ©is al Hijo del hombre, sentado a la diestra del poder y venir sobre las nubes del cielo. Entonces el pontĂfice rasgĂł sus vestiduras diciendo: Ha blasfemado. ÂżQuĂ© necesidad tenemos de mĂĄs testigos? AcabĂĄis de oĂr la blasfemia. ÂżQuĂ© os parece? Ellos respondieron: reo es de muerte».
[Mt., 26; 57 al 66]
El evangelio de Marcos sigue casi al pie de la letra al de Mateo, excepto en que dice que los dos testigos sobre la destrucciĂłn y la reedificaciĂłn del templo no estaban de acuerdo entre sĂ22.
Lucas cuenta: «Cuando fue de dĂa se reuniĂł el consejo de los ancianos del pueblo, y los prĂncipes de los sacerdotes y los escribas, y le condujeron ante su tribunal, di ciendo: Si eres el MesĂas, dĂnoslo. Ăl les contesto: Si os lo dijere, no me creerĂ©is; y si os preguntare, no responderĂ©is; pero el Hijo del hombre estarĂĄ sentado desde ahora a la diestra del poder de Dios. Todos dijeron: ÂżLuego eres tĂș el Hijo de Dios? DĂjoles:Vosotros lo decĂs, yo soy. Dijeron ellos: ÂżQuĂ© necesidad tenemos ya de testigos? Porque nosotros mismos lo hemos oĂdo de su boca».
[Lc., 22; 66 al 71]
ÂżQuĂ© es lo que se desprende de lo que refieren Mateo, Marcos y Lucas? Que el SanhedrĂn tenĂa la necesidad de testigos para juzgar a JesĂșs, y que estaba en busca de esos testigos.
Si JesĂșs no llega a admitir en presencia de sus jueces que es el Hijo de Dios, no habrĂan podido condenarle. Los propios jueces lo dicen: «¿QuĂ© necesidad tenemos ya de testigos?». En una ciudad de pulso eminentemente religioso como JerusalĂ©n no era posible guardar secreto sobre las gestiones para buscar testigos, y mucho menos si en el seno del SanhedrĂn habĂa, como es el caso, amigos del perseguido. Los discĂpulos lo sabĂan, pues si no, Âżde dĂłnde aparecerĂa en dos evangelios la noticia concreta de que en pos de testimonios contra JesĂșs, el SanhedrĂn dio al fin con testigos?Y si lo sabĂan los discĂpulos, necesariamente debĂa saberlo tambiĂ©n JesĂșs. AsĂ, pues, lo que evidentemente agobia a JesĂșs en la cena es la sospecha de que uno de los suyos pueda servir a sus enemigos para ejecutar sus propĂłsitos.
Ese testigo no fue Judas. MĂĄs he aquĂ que ahora aparece Juan en escena para afirmar que JesĂșs le dijo a Ă©l, y sĂłlo a Ă©l, que Judas serĂa el traidor. Hasta el momento en que Juan rinde esta acusaciĂłn, nadie sabe, excepto Ă©l y JesĂșs âo JesĂșs y Ă©l, para ser correctosâ, que Judas, el guardador de los dineros comunes, el Ășnico extranjero entre los discĂpulos, va a traicionar. Puesto que Ă©sta es la sola vez que se dice antes de la aprehensiĂłn que Judas va a ser traidor, estamos en el deber de estudiar con esmero las palabras de Juan. Debemos estudiarlas en sĂ mismas, en relaciĂłn con cuanto de la cena dice Juan y en relaciĂłn con todos los circunstantes.
El testimonio de Juan es Ă©ste: «Dicho esto, se turbĂł JesĂșs en su espĂritu, y demostrĂĄndolo, dijo: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregarĂĄ.
[Jn., 13, 21 al 30]
Se miraban los discĂpulos unos a otros, sin saber quiĂ©n hablaba. Uno de ellos,...