Parte III.
Conservadora
Impotente frente a la reacciĂłn contra BolĂvar
Cuando BolĂvar saliĂł de Caracas el 5 de julio de 1827, MarĂa Antonia no sabĂa que serĂa la Ășltima vez que lo verĂa y que, a partir de ese momento, el predominio polĂtico de su hermano empezarĂa a declinar con la misma velocidad con la que crecerĂa el rechazo a sus proyectos, a sus ideas y a su persona.
El mismo año de 1827, la oposiciĂłn a BolĂvar en BogotĂĄ se expresaba por la prensa sin eufemismos. Los periĂłdicos El Buscaniguas, El Fuete, El GavilĂĄn, El Batuecano, El Bobo Entrometido, El Zurriago, fustigaban al Libertador, rechazaban su conducciĂłn polĂtica del problema con PĂĄez y se declaraban abiertamente a favor de la disoluciĂłn de la Gran Colombia.
Vicente Azuero, uno de los mĂĄs encarnizados opositores a BolĂvar, editor de El Conductor y El Granadino, lo acusaba de haber «violado todas las leyes», de ser un individuo que «detestaba las instituciones » y de ser el «responsable directo de todos los males del paĂs».
En las sesiones del Congreso de Colombia con sede en BogotĂĄ, sus enemigos denunciaban su vocaciĂłn por el «absolutismo y la tiranĂa» y exponĂan que «... poner a los pueblos bajo la autoridad de BolĂvar era como poner a un niño cristiano bajo la direcciĂłn de un mahometano para que le enseñase el evangelio».[61]
Uno de los blancos fundamentales de los ataques era su proyecto de ConstituciĂłn para la RepĂșblica de Bolivia, en la cual se consagraba la figura de la Presidencia vitalicia y una alta concentraciĂłn del poder en manos del Ejecutivo.
En el periĂłdico El Zurriago de BogotĂĄ, salĂa publicado en diciembre de 1827 un elocuente epitafio a la mencionada ConstituciĂłn, el cual decĂa como sigue:
Bajo este mĂĄrmol triste y tenebroso
descansa en paz la carta boliviana;
caminante no turbes su reposo,
ni digas que su muerte fue temprana,
deja que la solloce el ambicioso destructor de la carta colombiana;
pasa la losa con furor eterno
que ella contiene el parto del averno[62]
HabĂa, pues, una clara tendencia polĂtica que adversaba a BolĂvar y a sus ideas polĂticas.
En abril de 1828 se reuniĂł la ConvenciĂłn de Ocaña con representantes de todos los departamentos que conformaban la Gran Colombia. AllĂ se puso en evidencia la fortaleza de la oposiciĂłn a BolĂvar. No hubo manera de llegar a acuerdos entre las partes en conflicto y un mes despuĂ©s de su instalaciĂłn la reuniĂłn se disolviĂł.[63]
El resultado inmediato de la disoluciĂłn de la ConvenciĂłn fue la instauraciĂłn de la dictadura del Libertador. El 13 de junio, tres dĂas mĂĄs tarde de firmarse el acta que declaraba disuelta la reuniĂłn de Ocaña, una Asamblea reunida en BogotĂĄ solicitĂł a BolĂvar que se encargara del mando supremo de la repĂșblica con plenitud de facultades, ya que solo mediante el ejercicio de un gobierno fuerte y enĂ©rgico se podrĂa «hacer el bien y reprimir el mal en toda su extensiĂłn».[64] El 24 de junio, en BogotĂĄ, BolĂvar se encargĂł del poder ejecutivo con atribuciones dictatoriales.
NumerosĂsimos pronunciamientos similares al de BogotĂĄ se produjeron a lo largo y ancho del territorio grancolombiano. En Caracas, el propio PĂĄez, en su condiciĂłn de jefe civil y militar de Venezuela, lanzĂł una proclama el 15 de julio en la cual manifestaba que el Libertador era llamado a salvar a la repĂșblica y que Ă©l esperaba que asĂ lo hiciera. Ese mismo dĂa se pronunciĂł la Municipalidad de Valencia y el 18, una Asamblea presidida por el intendente de Caracas, don Esteban Palacios y Blanco, el tĂo del Libertador, ratificĂł el llamado general para que «... el Libertador Presidente se encargue exclusivamente del Gobierno supremo con plenitud de facultades».[65]
Inmediatamente, el intendente Palacios hizo un llamado a los habitantes de la ciudad para que adornasen y alumbrasen sus casas durante tres dĂas y celebrar asĂ el «glorioso acontecimiento».
MarĂa Antonia fue una de las primeras en acatar el llamado de su tĂo, el intendente. Su casa de habitaciĂłn en la esquina de Sociedad se llenĂł de guirnaldas y antorchas. Muchos de los seguidores de BolĂvar se sumaron al jolgorio. El domingo 20 de julio se celebrĂł un tedĂ©um en la catedral, hubo un desfile de la guarniciĂłn de la ciudad por la mañana y en la noche la plaza se llenĂł de gente, se escucharon canciones patriĂłticas y hubo mĂșsica con orquesta militar.
El momento cumbre de la velada fue el de la ceremonia, mediante la cual, con toda pompa y boato, una guardia de honor y un cortejo adecuado se dirigieron a la casa de MarĂa Antonia para retirar el retrato del Libertador y conducirlo a la plaza a fin de exhibirlo y rendirle honores, tal como era la costumbre en tiempos de la monarquĂa, cuando se paseaba el retrato del rey y se colocaba en la plaza para que los sĂșbditos le manifestasen su fidelidad al monarca.
La ceremonia colocĂł a MarĂa Antonia en el centro de los acontecimientos: primero, cuando el cortejo se dirigiĂł a su casa en busca del retrato; luego, al presidir ella misma la procesiĂłn que acompañó el retrato hasta la plaza y, finalmente, al declararse decidida y entusiasta defensora de la dictadura de su hermano.
MarĂa Antonia, desde su visiĂłn de la polĂtica, compartĂa plenamente este desenlace que investĂa a BolĂvar de poderes dictatoriales y lo convertĂa en «Jefe Supremo de la RepĂșblica». En sus cartas, infinidad de veces le habĂa dicho que la soluciĂłn a los males de la repĂșblica estaba en su persona y que solo con medidas fuertes y enĂ©rgicas podrĂan contenerse la anarquĂa y el caos. Estimaba, pues, que la dictadura de su hermano era, sin lugar a dudas, el remedio mĂĄs expedito para alcanzar la tranquilidad y la estabilidad de los colombianos, la Ășnica garantĂa para recuperar el imperio del orden, valor especialmente apreciado por esta criolla principal.
Sin embargo, el entusiasmo de MarĂa Antonia muy rĂĄpidamente se vio oscurecido por las reacciones que en sentido contrario promovieron quienes no vieron con buenos ojos el predominio absoluto del Libertador.
Los enemigos de la dictadura esparcĂan todo tipo de rumores y dejaban saber por la prensa sus crĂticas y rechazo a la omnipotencia polĂtica del Libertador. DecĂan que BolĂvar tenĂa el propĂłsito de coronarse, que la dictadura no era sino la antesala a un gobierno de clara tendencia monarquista, que su popularidad y liberalismo eran aparentes, que lo que buscaba era esclavizar a los pueblos, que harĂa lo imposible para perpetuarse en el poder, que se recuperarĂan los privilegios y las jerarquĂas de antaño, que se restablecerĂan los tĂtulos nobiliarios, que se renovarĂan el fuero eclesiĂĄstico y la preponderancia de los curas, que el imperio de la desigualdad estarĂa a la orden del dĂa. Se perderĂa, pues, todo aquello por lo cual se habĂa combatido durante la guerra.
Los improperios y calumnias que se venĂan sobre el hermano de MarĂa Antonia alcanzaban niveles inusitados que involucraban, inclusive, el pasado familiar. Un ejemplo de ello era la especie que se habĂa extendido entre el populacho segĂșn la cual la maldad de BolĂvar y su desprecio por los negros y las clases inferiores era innata. Desde su mĂĄs tierna infancia, segĂșn se decĂa, el niño SimĂłn BolĂvar habĂa dado demostraciones de crueldad extrema.
La versiĂłn que se dejaba oĂr en las esquinas era que BolĂvar cuando niño «... se divertĂa en matar negritos con un cortaplumas y que su madre le daba gusto en ello: que cuando el hijo lloraba salĂa al balcĂłn y gritaba a sus esclavos: este niño no tiene con quĂ© jugar, ya se la acabaron los negritos. Vayan a la hacienda a traerle mĂĄs».[66]
Era natural que MarĂa Antonia viese con horror y el mĂĄs justificado estupor el tipo de locuras que llegaban a decirse sobre su hermano y, peor aĂșn, sobre su propia madre ya que, segĂșn el citado comentario, la mismĂsima doña ConcepciĂłn Palacios y Blanco era la principal cĂłmplice de los caprichos del crĂo. Un desvarĂo como ese era, sencillamente, ajeno del todo a la realidad. A quiĂ©n podĂa ocurrĂrsele una cosa parecida, se decĂa MarĂa Antonia, ÂĄcuando un niño esclavo podĂa alcanzar un valor superior a los 100 pesos!
Pero la campaña contra BolĂvar no solamente llegaba al extremo de convertirlo en un monstruo desde su niñez, sino que ademĂĄs, en la prensa y los pasquines, se podĂan leer los mĂĄs variados insultos contra el Libertador Presidente: «tirano», «dĂ©spota », «usurpador», «hipĂłcrita» «criminal», «malvado», «ambicioso », «ingrato» y «fementido» eran algunos de los preferidos por sus enemigos.
En el periĂłdico Atalaya, publicado en Lima, salĂa a la luz una «CanciĂłn patriĂłtica» cuyo coro decĂa asĂ:
Guerra eterna a BolĂvar por tirano y traidor
se ha hecho liberticida ya no es Libertador[67]
Las noticias que llegaban desde BogotĂĄ tampoco eran tranquilizadoras. Se comentaba con insistencia que se habĂa constituido una «Sociedad de Salud PĂșblica», fiel reproducciĂłn de las que instauraron los revolucionarios franceses en los momentos mĂĄs cruentos de la revoluciĂłn. El propĂłsito de la «Sociedad» era exterminar a los enemigos de la libertad: BolĂvar era el primero de la lista.
A manos de MarĂa Antonia llegĂł un libelo que contenĂa una estrofa proferida a voz en cuello en la ciudad de BogotĂĄ por uno de los miembros de la mencionada sociedad, Luis Vargas Tejada, en la cual se llamaba a acabar con la vida del Libertador:
Si de BolĂvar la letra con que empieza
y aquella con que acaba le quitamos,
«Oliva» de la paz sĂmbolo hallamos.
Esto quiere decir que la cabeza
al Tirano y los pies cortar debemos
Si es que una paz durable apetecemos[68]
No transcurriĂł mucho tiempo para que se cumpliese el llamado de Vargas Tejada. La noche del 25 de septiembre un grupo de individuos asaltĂł el palacio de San Carlos, sede del Poder Ejecutivo, donde se encontraba BolĂvar, para intentar asesinarlo, pero este logrĂł escapar. Los involucrados en el hecho fueron sometidos a juicio; se decĂa que Santander era el promotor del magnicidio. Vargas Tejada huyĂł y se escondiĂł en una cueva; no se sabĂa nada de Ă©l. La ocasiĂłn fue propicia para que se exacerbaran las pasiones: unos para repudiar el nefando episodio; otros para lamentarse por su fracaso. Definitivamente, la figura de BolĂvar dividĂa y polarizaba a los habitantes de la Gran Colombia y de ello era parte MarĂa Antonia.
En el mismo periĂłdico Atalaya del PerĂș, aun antes de conocerse la noticia del atentado contra BolĂvar se publicaba una «Marcha nacional» en la cual se arengaba a los peruanos a acabar con la vida de BolĂvar:
Libertad, Libertad sea el voto
Que a los cielos emita el peruano
y que tiemble el infame tirano
y que tiemble el odioso SimĂłn
A la voz de la patria ultrajada
Empuñad el acero invencible
y clamad en acento terrible:
ÂĄMuera, muera el injusto agresor!
Marchad pues a la lucha, peruanos,
no temĂĄis: el honor os convida.
Destrozad al tirano homicida
Arrancadle ese aliento infernal
Derramad en torrentes su sangre
Sobre el campo de Marte tremendo,
Y el cañón en horrĂsono estruendo
Lance ruinas, estragos y horror[69]
Desde BogotĂĄ, el Libertador presidente intentaba en vano apaciguar los ĂĄnimos, pero la efervescencia polĂtica estaba desbordada. Con el fin de salvar la unidad colombiana convocĂł, el 28 de diciembre de 1828, un proceso eleccionario para que fuesen designados los miembros del Congreso Admirable a realizarse en BogotĂĄ comenzando el año de 1830. Inmediatamente tuvo que marcharse al Ecuador con la esperanza de impedir la ...