La vuelta al mundo
en setenta y dos dĂas
CapĂtulo I:
Una propuesta de dar
la vuelta a la Tierra
ÂżCĂłmo se me ocurriĂł la idea?
A veces resulta difĂcil saber con exactitud de dĂłnde ha partido una idea. Las ideas son el principal recurso de los periodistas y, por lo general, el mĂĄs escaso en el mercado, pero a veces aparecen.
Esta idea se me ocurriĂł un domingo. HabĂa pasado la mayor parte del dĂa y la mitad de la noche intentando en vano dar con alguna idea para un artĂculo. TenĂa la costumbre de pensar en ideas el domingo y exponĂ©rselas a mi editor, para que las aprobara o rechazara, el lunes. Pero ese dĂa no se me ocurriĂł ninguna y, cuando dieron las tres de la mañana, estaba dando vueltas en la cama, agotada y con dolor de cabeza. Al final, cansada e irritada por mi lentitud para encontrar un tema, algo con lo que trabajar durante la semana, pensĂ© con fastidio: «¥OjalĂĄ estuviera en la otra punta del mundo!». «¿Y por quĂ© no? âme respondĂâ. Necesito unas vacaciones, Âżpor quĂ© no dar la vuelta al mundo?».
Es fĂĄcil ver cĂłmo un pensamiento siguiĂł al otro. La idea de viajar alrededor del mundo me atraĂa y añadĂ: «Si pudiera hacerlo igual de rĂĄpido que Phileas Fogg, deberĂa hacerlo».
Luego me preguntĂ© si serĂa posible hacer el viaje en ochenta dĂas y, despuĂ©s, caĂ dormida sin dificultad con la determinaciĂłn de saber, antes de volver a ver mi cama, si se podĂa batir el rĂ©cord de Phileas Fogg.
Aquel dĂa fui a la oficina de una compañĂa de barcos de vapor y seleccionĂ© unos horarios. Me sentĂ©, ansiosa, para repasarlos y, si hubiera encontrado el elixir de la vida, no me habrĂa sentido mejor que cuando fragĂŒĂ© la esperanza de que era posible dar la vuelta al mundo incluso en menos de ochenta dĂas.
Le planteĂ© el tema a mi editor con bastante timidez. TemĂa que la idea le pareciera demasiado loca y visionaria.
âÂżTiene alguna idea? âpreguntĂł mientras tomaba asiento junto a su escritorio.
âUna ârespondĂ en voz baja.
Se sentó a jugar con sus plumas, esperando a que continuara, asà que le espeté:
âÂĄQuiero dar la vuelta al mundo!
âÂżCĂłmo? âdijo, mirĂĄndome inquisitivo con una dĂ©bil sonrisa en sus amables ojos.
âQuiero dar la vuelta al mundo en ochenta dĂas o menos. Creo que puedo batir el rĂ©cord de Phileas Fogg. ÂżPuedo intentarlo?
Para mi consternaciĂłn, me dijo que en la redacciĂłn ya habĂa surgido antes esa misma idea y que tenĂan la intenciĂłn de enviar a un hombre. Sin embargo, me ofreciĂł el consuelo de que iba a hablar a mi favor para que fuera yo y luego se marchĂł para tratar el tema con el director.
âEs imposible que lo haga usted.âFue el terrible veredictoâ. En primer lugar, es mujer y necesitarĂa a alguien que la protegiera. Incluso aunque pudiera viajar sola, necesitarĂa llevar tanto equipaje que la retrasarĂa para hacer transbordos rĂĄpidos. AdemĂĄs, solo habla inglĂ©s, asĂ que no sirve de nada darle mĂĄs vueltas; no puede hacerlo nadie mĂĄs que un hombre.
âMuy bien âcontestĂ©, enfadadaâ. Que salga el hombre; yo saldrĂ© ese mismo dĂa para otro periĂłdico y llegarĂ© antes que Ă©l.
âEstoy convencido de que lo harĂa âdijo, lentamente.
No me atreverĂa a decir que esto influyĂł en su decisiĂłn, pero sĂ sĂ© que, antes de que nos despidiĂ©ramos, me quedĂ© contenta con la promesa de que, si ese viaje se le encargaba a alguien, deberĂa ser a mĂ.
Tras hacer los arreglos pertinentes para marchar, surgieron otros proyectos importantes para recopilar noticias y esta idea tan visionaria se dejĂł a un lado durante un tiempo.
Una tarde frĂa y hĂșmeda, un año despuĂ©s de esta conversaciĂłn, recibĂ una notita en la que se me pedĂa que fuera a la redacciĂłn de inmediato. Una convocatoria a Ășltima hora de la tarde era algo tan poco habitual para mĂ que los lectores entenderĂĄn que me pasara todo el trayecto preguntĂĄndome por quĂ© motivo me iban a reprender.
Entré y me senté junto al editor, esperando a que hablara. Levantó la vista del papel en el que estaba escribiendo y me preguntó:
âÂżPuede empezar la vuelta al mundo pasado mañana?
âPuedo empezar ahora mismo ârespondĂ, tratando de detener el rĂĄpido latido de mi corazĂłn.
âHabĂamos pensado en mandarla en el City of Paris mañana por la mañana, con lo que tendrĂa tiempo de sobra para coger el tren correo que sale de Londres. Hay una oportunidad, si el Augusta Victoria, que zarpa la mañana despuĂ©s, encuentra mal tiempo, de que no llegue a tiempo de coger el tren correo.
âProbarĂ© suerte con el Augusta Victoria y asĂ ahorrarĂ© un dĂa âdije.
A la mañana siguiente, fui a Ghormley, el costurero de moda, para encargar un vestido. Ya habĂan pasado las once cuando lleguĂ© y me llevĂł apenas unos instantes decirle lo que querĂa.
Siempre he tenido la cĂłmoda sensaciĂłn de que nada es imposible si se dedica una cierta cantidad de energĂa en la direcciĂłn adecuada. Cuando quiero que las cosas se hagan, lo cual es siempre en el Ășltimo momento, y me topo con una respuesta como: «Es demasiado tarde. No creo que pueda hacerse», yo me limito a decir: «¥TonterĂas! Si quiere hacerlo, puede hacerlo. La pregunta es: Âżquiere hacerlo?».
Nunca he conocido a un hombre o mujer a quien esa respuesta no haya motivado para dar lo mejor de sĂ.
Si queremos obtener de los demĂĄs un buen trabajo o deseamos lograr algo nosotros, jamĂĄs serĂĄ de utilidad albergar dudas con respecto al resultado de una empresa.
AsĂ pues, cuando fui a Ghormley, le dije:
âQuiero un vestido para esta noche.
âMuy bien ârespondiĂł despreocupado, como si fuera lo mĂĄs normal del mundo que una joven encargue un vestido con pocas horas de antelaciĂłn.
âQuiero un vestido que aguante un desgaste constante durante tres meses âañadĂ, y dejĂ© la responsabilidad sobre Ă©l.
SacĂł distintos materiales que fue tirando en artĂsticos pliegues sobre una mesita, estudiando el efecto en un espejo trumeau que tenĂa delante.
No lo vi nervioso ni apresurado. Todo el rato que estuvo probando los distintos efectos de los materiales, mantuvo una conversaciĂłn animada y medio graciosa. En nada de tiempo, habĂa seleccionado un velarte azul liso y un tartĂĄn de pelo de camello como la combinaciĂłn mĂĄs resistente y adecuada para un traje de viaje.
Antes de que me marchara, sobre la una, me hizo la primera prueba. Cuando volvà a las cinco para una segunda prueba, el vestido estaba terminado. Pensé que aquella prontitud y rapidez era un buen augurio, muy a tono con el proyecto.
Después de salir de Ghormley, fui a una tienda y encargué un abrigo largo. Luego, en otra modista, encargué un vestido mås ligero para ponérmelo en tierras donde fuera verano.
Compré un bolso de mano con la determinación de reducir mi equipaje a su capacidad.
Aquella noche no me quedaba mĂĄs que hacer que escribir a mis pocos amigos una lĂnea de despedida y meter las cosas en el bolso.
Preparar aquel bolso fue la empresa mĂĄs difĂcil de mi vida; habĂa muchas cosas que meter en aquel espacio tan pequeño.
Al final conseguĂ meterlo todo menos el vestido de repuesto. La cuestiĂłn se resolvĂa del siguiente modo: tenĂa que añadir un paquete a mi equipaje o dar la vuelta al mundo con un solo vestido. Siempre he odiado los paquetes, asĂ que sacrifiquĂ© el vestido, pero saquĂ© un corpiño de seda del verano anterior y, tras apretar bastante, conseguĂ embutirlo en el bolso de mano.
Creo que me fui siendo una de las chicas mĂĄs supersticiosas del mundo. Mi editor me habĂa contado, el dĂa antes de que se decidiera el viaje, un sueño agorero que habĂa tenido. Al parecer, yo habĂa ido a decirle que iba a hacer una carrera. Como dudaba de mi capacidad como corredora, pensĂł en darse la vuelta para no presenciar la carrera. OyĂł tocar a la banda, como suele pasar en esas ocasiones, y el aplauso del final. Luego me acerquĂ© a Ă©l con los ojos llenos de lĂĄgrimas y le dije: «He perdido la carrera».
âSĂ© lo que significa ese sueño âdije cuando terminĂł de contĂĄrmeloâ. Al principio conseguirĂ© algunas noticias y otra persona me vencerĂĄ.
Cuando, al dĂa siguiente, me dijeron que iba a dar la vuelta al mundo, me invadiĂł un terror profĂ©tico. Tuve miedo de que el Time ganara la carrera y de no poder hacer el viaje en ochenta dĂas o menos.
Tampoco estaba en el mejor estado de salud cuando me dijeron que fuera a dar la vuelta al mundo...