Energy Flash
eBook - ePub

Energy Flash

Un viaje a travĂ©s de la mĂșsica rave y la cultura de baile

Simon Reynolds, María Vergés Parisi, Begoña Martínez Sarrà, Gabriel Cereceda Oyón, Silvia Guiu Navarro

Partager le livre
  1. 688 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (adapté aux mobiles)
  4. Disponible sur iOS et Android
eBook - ePub

Energy Flash

Un viaje a travĂ©s de la mĂșsica rave y la cultura de baile

Simon Reynolds, María Vergés Parisi, Begoña Martínez Sarrà, Gabriel Cereceda Oyón, Silvia Guiu Navarro

DĂ©tails du livre
Aperçu du livre
Table des matiĂšres
Citations

À propos de ce livre

En su doble faceta de historiador y "observador participante", crĂ­tico musical y fan, intelectual y noctĂĄmbulo, Simon Reynolds ha escrito el que estĂĄ considerado como el mejor libro sobre la cultura de baile y la mĂșsica rave. En esta ediciĂłn ampliada de ENERGY FLASH, el autor deRetromanĂ­ayPostpunk: Romper todo y empezar de nuevoentrega el que probablemente sea su mejor y mĂĄs ambicioso ensayo.Desde los orĂ­genes de la cultura de baile con el sofisticado techno de Detroit, el hedonismo toxicĂłmano del house de Chicago y el fervor bacanaliano del garage de Nueva York, pasando por la eclosiĂłn del acid house y el rave en el Reino Unido a finales de los ochenta, que nacieron de la cultura balearic importada de Ibiza, de la proliferaciĂłn de pastillas de Ă©xtasis y de las primeras fiestas ilegales en naves industriales, Reynolds da cuenta de la explosiĂłn de un nuevo tipo de cultura hedonista propulsada por las drogas que darĂĄ lugar a una de las grandes revoluciones de la historia de la mĂșsica. Con sus infinitas ramificaciones, gĂ©neros y subgĂ©neros, la cultura rave muta a la misma velocidad con la que las drogas que frecuentan cada escena lo hacen en el metabolismo de sus actores. Reynolds retrata con una intensidad y brillantez inusitadas algunos de los movimientos musicales mĂĄs locos y perturbadores de todos los tiempos: Madchester, el hardcore britĂĄnico, la escena de raves del entorno Spiral Tribe, las radios piratas, el advenimiento del jungle y su frenesĂ­ polirrĂ­tmico, el particular y exacerbado rave estadounidense, el furor del gabba belga, el narcotizado trip hop, el trance
 hasta llegar a la dispersiĂłn genĂ©rica del postrave, cuyas variantes estilĂ­sticas han estallado en infinitas y heterĂłclitas direcciones, como el dubstep o la EDM.A partir de entrevistas con algunos de los principales productores, DJ y personajes clave de cada escena —Juan Atkins, Derrick May, Carl Craig, Paul Oakenfold, Richard D. James (Aphex Twin), Goldie, Tricky, Jeff Mills, Richie Hawtin, DJ Shadow, entre muchos otros—, Reynolds revela y analiza con un estilo trepidante, conceptualmente exuberante y sazonado de algunos de los mejores pasajes de la literatura musical las claves creativas de la mĂșsica y la cultura rave, con especial Ă©nfasis en la faceta mĂĄs hardcore, hedonista y toxicĂłmana.ENERGY FLASH es un libro sobre algunos de los sonidos mĂĄs radicales de la mĂșsica de los Ășltimos treinta años. Reynolds es un maestro cuando se trata de aprehender el espĂ­ritu y la intensidad de untrack, y el libro es una mina inextinguible que nos descubre los tesoros mejor guardados del underground mĂĄs reciente.

Foire aux questions

Comment puis-je résilier mon abonnement ?
Il vous suffit de vous rendre dans la section compte dans paramĂštres et de cliquer sur « RĂ©silier l’abonnement ». C’est aussi simple que cela ! Une fois que vous aurez rĂ©siliĂ© votre abonnement, il restera actif pour le reste de la pĂ©riode pour laquelle vous avez payĂ©. DĂ©couvrez-en plus ici.
Puis-je / comment puis-je télécharger des livres ?
Pour le moment, tous nos livres en format ePub adaptĂ©s aux mobiles peuvent ĂȘtre tĂ©lĂ©chargĂ©s via l’application. La plupart de nos PDF sont Ă©galement disponibles en tĂ©lĂ©chargement et les autres seront tĂ©lĂ©chargeables trĂšs prochainement. DĂ©couvrez-en plus ici.
Quelle est la différence entre les formules tarifaires ?
Les deux abonnements vous donnent un accĂšs complet Ă  la bibliothĂšque et Ă  toutes les fonctionnalitĂ©s de Perlego. Les seules diffĂ©rences sont les tarifs ainsi que la pĂ©riode d’abonnement : avec l’abonnement annuel, vous Ă©conomiserez environ 30 % par rapport Ă  12 mois d’abonnement mensuel.
Qu’est-ce que Perlego ?
Nous sommes un service d’abonnement Ă  des ouvrages universitaires en ligne, oĂč vous pouvez accĂ©der Ă  toute une bibliothĂšque pour un prix infĂ©rieur Ă  celui d’un seul livre par mois. Avec plus d’un million de livres sur plus de 1 000 sujets, nous avons ce qu’il vous faut ! DĂ©couvrez-en plus ici.
Prenez-vous en charge la synthÚse vocale ?
Recherchez le symbole Écouter sur votre prochain livre pour voir si vous pouvez l’écouter. L’outil Écouter lit le texte Ă  haute voix pour vous, en surlignant le passage qui est en cours de lecture. Vous pouvez le mettre sur pause, l’accĂ©lĂ©rer ou le ralentir. DĂ©couvrez-en plus ici.
Est-ce que Energy Flash est un PDF/ePUB en ligne ?
Oui, vous pouvez accĂ©der Ă  Energy Flash par Simon Reynolds, MarĂ­a VergĂ©s Parisi, Begoña MartĂ­nez SarrĂ , Gabriel Cereceda OyĂłn, Silvia Guiu Navarro en format PDF et/ou ePUB ainsi qu’à d’autres livres populaires dans Medien & darstellende Kunst et Musik. Nous disposons de plus d’un million d’ouvrages Ă  dĂ©couvrir dans notre catalogue.

Informations

Éditeur
Contra
Année
2020
ISBN
9788418282041
Édition
1
Sous-sujet
Musik

1 UNA HISTORIA,
TRES CIUDADES

EL TECHNO DE DETROIT, EL HOUSE DE CHICAGO Y EL GARAGE DE NUEVA YORK
«Kraftwerk siempre fueron muy de culto, pero tambiĂ©n muy Detroit por la industria de Detroit y por la mentalidad. Esa mĂșsica atrae a la gente de forma automĂĄtica, como un grito tribal
 Sonaba como si alguien hiciera mĂșsica con martillos y clavos.»
DERRICK MAY, 1992
Para promocionar The Mix, el recopilatorio de grandes Ă©xitos remezclados de Kraftwerk de 1991, al sello americano del grupo, Elektra, se le ocurriĂł un anuncio divertido: usar la famosa y mĂ­tica foto del pionero del blues Robert Johnson y meter dentro de su traje el cuerpo de un robot. El juego de palabras visual era ingenioso y llamativo, pero sobre todo era certero. De la misma manera que Johnson era el padrino de la enĂ©rgica autenticidad del rock y de su convulsa catarsis, Kraftwerk inventaron el prĂ­stino y posthumano phuturo pop en el que ahora vivimos. La historia del techno no empieza a principios de los ochenta en Detroit, como tan a menudo se afirma, sino a principios de los setenta en DĂŒsseldorf, donde Kraftwerk crearon su fĂĄbrica de sonidos Kling Klang y empezaron a producir como salchichas temas pioneros en la combinaciĂłn de caja de ritmos y sintetizador como «Autobahn», «Trans-Europe Express» y «The Man-Machine».
En uno de esos extraños bucles histĂłricos del pop, Kraftwerk recibieron, a su vez, la influencia de Detroit —de la sublevaciĂłn cargada de adrenalina de MC5 y The Stooges (cuyo sonido, segĂșn Iggy Pop, estaba en parte inspirado en el fuerte martilleo de las fĂĄbricas de automĂłviles de la Ciudad del Motor). Como el resto de bandas de krautrock —Can, Faust, Neu!—, Kraftwerk tambiĂ©n se inspiraron en el minimalismo mĂĄntrico y los ritmos sin R&B de la Velvet Underground (John Cale produjo el primer disco de The Stooges). Sustituyendo las guitarras y las baterĂ­as por ritmos de sintetizador y beats programados, Kraftwerk sublimaron la aceleraciĂłn de luz blanca/calor blanco3 de la Velvet y la llevaron a la serenidad de controlador electrĂłnico de velocidad del motorik, un ritmo metronĂłmico regular como un carburador que fue, a la vez, postrock y prototechno. «Autobahn», un himno de veinticuatro minutos que celebra la excitaciĂłn de deslizarse por la autopista y que sonaba como unos Beach Boys estilo cĂ­borg, fue (en versiĂłn corta) un exitazo en las listas de 1975 de todo el mundo. Dos años despuĂ©s, en el ĂĄlbum Trans-Europe Express, el tema que da tĂ­tulo al ĂĄlbum —compuesto de un infatigable ritmo mecĂĄnico y sintetizadores con efecto vibrato— deriva en «Metal on Metal», una fundiciĂłn de hierro funky que sonaba como un megamix del manifiesto «El arte de los ruidos» de Luigi Russolo para una discoteca futurista.
«Eran tan rĂ­gidos que eran funky», ha dicho de Kraftwerk el pionero del techno Carl Craig. Esta paradoja —que puede traducirse eficazmente por «eran tan blancos que eran negros»— es lo mĂĄs cerca que ha estado nadie de explicar el misterio de por quĂ© la mĂșsica de Kraftwerk (y sobre todo «Trans-Europe Express», su tema mĂĄs teutĂłnico y desapasionadamente metronĂłmico) hizo tanta mella entre los jĂłvenes negros de los Estados Unidos. En Nueva York, Kraftwerk fueron prĂĄcticamente los Ășnicos padres del movimiento electro. El Ă©xito de 1982 «Planet Rock» de Africa Bambaataa & The Soulsonic Force robĂł su melodĂ­a fatalista de «Trans-Europe» y su ritmo de caja de ritmos del tema de Kraftwerk «Numbers», de 1981.
Pero mientras que la era del bodypopping y del electric boogaloo pasĂł rĂĄpidamente (el hip hop de Nueva York reivindicaba un enfoque de funk de los setenta mĂĄs enĂ©rgico), Kraftwerk tuvieron un impacto mĂĄs duradero en Detroit, donde la mĂșsica del grupo cuajĂł entre los negros de clase media, eurĂłfilos y con veleidades artĂ­sticas. Desde el «Cosmic Cars» de Cybotron de 1982 al homenaje a «Autobahn» que hizo Carl Craig en 1995 con su ĂĄlbum Landcruising, el techno de Detroit encaja en la famosa descripciĂłn de Derrick May: «como George Clinton y Kraftwerk encerrados en un ascensor con solo un secuenciador con el que entretenerse».

Los rebeldes del techno

—La primera vez que oĂ­ sintetizadores en un disco fue genial
 Como si unos ovnis aterrizaran en los discos, asĂ­ que me comprĂ© uno —ha dicho Juan Atkins—. No me aficionĂ© a los sintetizadores por un grupo concreto. Pero «Flashlight» [el hit de R&B de Parliament que fue nĂșmero uno a principios de 1978] fue el primer disco que escuchĂ© en el que quizĂĄ el setenta y cinco por ciento de la producciĂłn era electrĂłnica: la lĂ­nea de bajo era electrĂłnica y predominaban los sintetizadores.
Atkins era entonces un chaval de dieciséis años que vivía en Belleville, una pequeña localidad situada a unos cincuenta kilómetros de Detroit, que tocaba el bajo, la batería y «hacía un poco de primera guitarra» en varios grupos de garage-funk. Tres años antes se había hecho amigo de dos chicos de su colegio un año menores: Derrick May y Kevin Saunderson.
—En aquella Ă©poca —recuerda Saunderson—, Belleville era bastante racista, porque era una zona buena. TenĂ­as que tener un poco de dinero, las casas daban a lagos y no habĂ­a mucha gente negra, con lo que los tres congeniamos enseguida.
Atkins se convirtiĂł en el mentor musical de May y lo introdujo en todo tipo de cosas raras, desde Parliament-Funkadelic a Kraftwerk.
—Va en serio, tĂ­o —dice May—. Juan fue la persona mĂĄs importante de mi vida aparte de mi madre. Si no hubiese sido por Ă©l, jamĂĄs hubiese oĂ­do nada de esto. No sĂ© dĂłnde estarĂ­a de no haber sido por Ă©l.
A pesar de que la mĂșsica que les gustaba estaba orientada a la pista de baile, los Tres de Belleville trataban con una seriedad propia del arte y del rock lo que otros aficionados al rock entonces menospreciaban como simple «mĂșsica disco».
—Para nosotros siempre fue una dedicaciĂłn —afirma May—. SolĂ­amos repantingarnos a filosofar sobre lo que pensaba esa gente cuando hacĂ­a mĂșsica y sobre hacia dĂłnde creĂ­an que se dirigirĂ­a la siguiente fase musical. Y la verdad es que la mitad de las historias que nos montĂĄbamos jamĂĄs se le pasaron a ninguno de esos mĂșsicos por la cabeza. Como Belleville era una ciudad rural, veĂ­amos la mĂșsica de forma algo distinta a como se percibe si la escuchas en los clubs o cuando ves bailar a otras personas. Nosotros nos echĂĄbamos en el sofĂĄ con las luces apagadas y escuchĂĄbamos discos de Kraftwerk, Funkadelic, Parliament, Bootsy y Yellow Magic Orchestra, e intentĂĄbamos entender de verdad quĂ© pensaban cuando hacĂ­an esa mĂșsica. JamĂĄs nos lo tomamos como un entretenimiento, para nosotros era filosofĂ­a seria.
A travĂ©s de Atkins, May y Saunderson entraron en contacto con toda clase de electropop europeo posterior a Kraftwerk (Gary Numan, el E=MC2 de Giorgio Moroder) y con la extravagante new wave americana tipo The B52’s. ÂżPor quĂ© esa mĂșsica europea, frĂ­a y sin funk tocĂł la fibra de la juventud negra de Detroit y Chicago? Atkins lo atribuye a «algo que tiene que ver con la industria y el Medio Oeste. SegĂșn los libros de historia de los Estados Unidos, cuando se formĂł el sindicato de trabajadores del automĂłvil UAW —United Automobile Workers—, blancos y negros estuvieron juntos por primera vez en una situaciĂłn equiparable, luchando por lo mismo: mejores sueldos, mejores condiciones de trabajo».
Atkins, May y Saunderson pertenecĂ­an a una nueva generaciĂłn de jĂłvenes negros del ĂĄrea de Detroit que habĂ­an crecido acostumbrados al bienestar.
—Mi abuelo trabajĂł en la Ford durante veinte años, era como un trabajador del automĂłvil de profesiĂłn —afirma Atkins—. Muchos de los hijos y de los nietos que llegaron despuĂ©s de esa integraciĂłn se acostumbraron a una vida mejor. Es curioso que Detroit sea ahora una de las ciudades mĂĄs deprimidas de Estados Unidos y que, en cambio, siga siendo la ciudad natal de los negros mĂĄs influyentes del paĂ­s. Si en aquel momento tenĂ­as trabajo en la fĂĄbrica, ganabas pasta. Y el blanco que tenĂ­as al lado no ganaba cinco o diez dĂłlares mĂĄs la hora. Todo el mundo era igual. Lo que pasĂł es que surgiĂł un ambiente de chavales que crecieron creyĂ©ndose lo mĂĄs porque sus padres ganaban dinero trabajando en la Ford, la General Motors o la Chrysler y los habĂ­an ascendido a capataces o incluso a un trabajo de cuello blanco.
SegĂșn Atkins, la eurofilia de esos jĂłvenes negros de clase media formaba parte de su intento de «distanciarse de los chavales de las casas de protecciĂłn oficial, del gueto».
Eddie Fowlkes —que pronto se convertiría en el cuarto miembro de la camarilla de Belleville, a pesar de ser de una zona más dura de Detroit— recuerda cómo eran los chavales del West Side de Detroit, más pijo.
—Les interesaban más la ropa de marca y los coches, porque los chavales del West Side tenían más dinero que los del East Side. Tenían más oportunidades de viajar, de comprar libros y demás. Les gustaban cosas como Cartier y todas las mierdas sobre las que leían en la revista GQ. Y veías a chicos negros del West Side que vestían como en GQ, y todo aquello fue creciendo y tomó la forma de una escena, una cultura.
SegĂșn Jeff Mills —un importante productor y DJ en los noventa, que entonces iba al Ășltimo curso del instituto—, American Gigolo fue una pelĂ­cula que tuvo mucha influencia en esa juventud negra obsesionada por la moda europea, por el estilo de vida chic del personaje principal, interpretado por Richard Gere, y su gran armario repleto de montones de camisas y zapatos.
Una expresiĂłn de esta subcultura de la movilidad social ascendente eran los clubs y la mĂșsica de baile. De todas formas, no estamos hablando de discotecas, sino de clubs sociales de instituto con nombres como Snobs, Brats (Niños Mimados), Ciabattino, Rafael, Charivari. Este Ășltimo, bautizado asĂ­ por la tienda de ropa de Nueva York, inspirĂł lo que algunos consideran el primer track del techno de Detroit, «Sharevari», de A Number of Names. Los miembros de estos clubs alquilaban espacios y organizaban fiestas en ellos. SegĂșn Carl Craig, otro acĂłlito de May y Atkins de la primera Ă©poca:
—Estaban obsesionados con ser guays a lo GQ y con la mĂșsica italiana «progresiva», es decir, mĂșsica disco italiana, bĂĄsicamente.
Las comillas de «progresiva» se deben a que su mĂșsica derivaba mĂĄs de la mĂșsica eurodisco hecha con sintetizadores y cajas de ritmo de Giorgio Moroder que del sinfĂłnico sonido Filadelfia. Y es que artistas italianos como Alexander Robotnick, Klein & MBO y Capricorn llenaron el vacĂ­o dejado por la muerte de la mĂșsica disco en Estados Unidos. En el circuito de baile y fiesta de Detroit tambiĂ©n se oĂ­a electro-funk de Nueva York, sellos como West End y Prelude, artistas como Sharon Redd, Taana Gardner, The Peech Boys y Was (Not Was); los nuevos romĂĄnticos ingleses y artistas del synth-pop europeos como Visage, Yello, Telex, Yazoo, Ultravox, y new wave americana como The B52’s, Devo y Talking Heads.
—TĂ­o, no sĂ© si esto habrĂ­a podido pasar en otro lugar del paĂ­s que no fuera Detroit —se rĂ­e Atkins—. ÂżTe imaginas a trescientos o cuatrocientos chavales negros bailando al ritmo de «Rock Lobster»? ÂĄPues eso es lo que pasĂł en Detroit!
Otro factor que determinĂł los gustos eurĂłfilos de la juventud de Detroit fue el influyente DJ radiofĂłnico Charles Johnson, «the Electrifyin’ Mojo», cuyo programa The Midnight Funk Association se emitĂ­a todas las noches por la WGPR (la primera emisora FM negra de la ciudad) durante los Ășltimos años de la dĂ©cada de los setenta y los primeros de la de los ochenta. Junto a canciones P-Funk y temas plagados de sintetizadores de Prince como «Controversy», Mojo ponĂ­a «Tour de France» de Kraftwerk y otros artistas electro-pop europeos. AdemĂĄs, todas las noches soltaba su rollo nave nodriza4, con el que animaba a los oyentes a encender las luces del coche o la luz de la mesita de noche para que la nave intergalĂĄtica supiera dĂłnde aterrizar.
—Tenía la voz más magnánima que hayas oído jamás —recuerda Derrick May—. Ese tío tenía tanta imaginación que te aturdía. Quedabas embelesado por la radio. Es algo que no he vuelto a oír y que probablemente no vuelva a oír.
Alrededor de 1980, Atkins y May empezaron a dar los primeros pasos para convertirse en DJ.
—Juan y yo empezamos a acariciar la idea de hacer nuestros propios remixes, en plan broma, usando el botĂłn de pause, una pletina y un plato bĂĄsico —cuenta Derrick May—. CogĂ­amos un disco y lo pausĂĄbamos, editĂĄbamos cosas solo con la ayuda del pause. Se nos daba genial. Eso nos llevĂł a una experimentaciĂłn constante, flipĂĄbamos todo el rato e intentĂĄbamos mogollĂłn de cosas raras. Y Juan pensĂł: «Joder, tĂ­o, vamos a dar un paso mĂĄs, vamos a profesionalizarnos y montar nuestra empresa para pinchar». Encontramos a un tĂ­o que tenĂ­a un estudio de mĂșsica, una especie de sitio que se alquilaba, y que tambiĂ©n alquilaba el equipo. Era muy amable con nosotros y nos prestaba una sala en la parte de atrĂĄs, donde habĂ­a montado un par de platos y unos altavoces. Nos dejaba aquella sala durante horas ÂĄy no nos cobraba nada! AllĂ­ Juan me enseñó a mezclar. Recuerdo los dos singles con los que aprendĂ­ a mezclar: «Fashion» de David Bowie y «Rapper Dapper Snapper» de Edwin Birdsong. Me pasĂ© semanas mezclando esos dos discos mientras Juan me tocaba las pelotas cada vez que la cagaba.
Atkins y May decidieron llamarse Deep Space Soundworks y su primer trabajo como DJ fue en 1981, en una fiesta organizada por un amigo de Derrick en la que fueron teloneros del DJ mĂĄs famoso de Detroit, Ken Collier.
—Estaba a tope, pero nadie bailaba —recuerda May—. Pinchábamos discos a 45 [singles de siete pulgadas] y ni siquiera teníamos patinadores en los platos. Madre mía, cuando nos sustituyó Collier, la pista de baile se llenó en 2,2 segundos. Fue la experiencia más bochornosa de nuestras vidas, toda una lección de humildad.
A principios de los ochenta, Detroit tenĂ­a un circuito de fiestas enorme y la competencia entre los cuarenta o cincuenta DJ de la ciudad era feroz. Todos los fines de semana habĂ­a varias fiestas, que muchas veces eran temĂĄticas (por ejemplo, todo el mundo tenĂ­a que llevar ropa del mismo color).
—En todas partes tenĂ­as que concentrarte mucho, porque en Detroit el pĂșblico era muy especial, y si no te lo currabas o la cagabas en una mezcla, la gente te miraba y se largaba de la pista de baile. Y asĂ­ es como mejorĂĄbamos, porque no tenĂ­amos margen para el error. El pĂșblico no lo habrĂ­a aceptado. En Detroit una fiesta era el acontecimiento principal. La gente incluso se compraba ropa nueva.
May y Atkins aplicaron la misma intensidad teĂłrica al arte de mezclar y organizar un set que la que antes aplicaban a escuchar discos.
—DetrĂĄs del hecho de pinchar discos habĂ­a toda una filosofĂ­a elaborada por nosotros. Nos sentĂĄbamos y nos ponĂ­amos a elucubrar quĂ© pensaba el tĂ­o que habĂ­a grabado el disco y a buscar un disco que combinara con este para que en la pista de baile entendieran el concepto. ÂĄCuando pienso en toda la energĂ­a mental que dedicĂĄbamos a eso! Nos pasĂĄbamos la noche anterior a la fiesta pensando en quĂ© pondrĂ­amos la noche siguiente, en quĂ© gente irĂ­a a la fiesta, en el concepto de la clientela. ÂĄEra una locura!
Al final, Deep Space empezaron a montar sus propias fiestas.
—Alquilábamos un pub, por ejemplo, y lo convertíamos en un club —recuerda Eddie Fowlkes, que entonces era miembro del grupo de DJ—. El primer sitio donde organizamos una fiesta fue el Roskos, creo, que era un local cutre de máquinas recreativas. Lo que intentabas hacer era llevar a la gente a un sitio distinto, en el que no se ...

Table des matiĂšres