«Kraftwerk siempre fueron muy de culto, pero tambiĂ©n muy Detroit por la industria de Detroit y por la mentalidad. Esa mĂșsica atrae a la gente de forma automĂĄtica, como un grito tribal⊠Sonaba como si alguien hiciera mĂșsica con martillos y clavos.»
DERRICK MAY, 1992
Para promocionar The Mix, el recopilatorio de grandes Ă©xitos remezclados de Kraftwerk de 1991, al sello americano del grupo, Elektra, se le ocurriĂł un anuncio divertido: usar la famosa y mĂtica foto del pionero del blues Robert Johnson y meter dentro de su traje el cuerpo de un robot. El juego de palabras visual era ingenioso y llamativo, pero sobre todo era certero. De la misma manera que Johnson era el padrino de la enĂ©rgica autenticidad del rock y de su convulsa catarsis, Kraftwerk inventaron el prĂstino y posthumano phuturo pop en el que ahora vivimos. La historia del techno no empieza a principios de los ochenta en Detroit, como tan a menudo se afirma, sino a principios de los setenta en DĂŒsseldorf, donde Kraftwerk crearon su fĂĄbrica de sonidos Kling Klang y empezaron a producir como salchichas temas pioneros en la combinaciĂłn de caja de ritmos y sintetizador como «Autobahn», «Trans-Europe Express» y «The Man-Machine».
En uno de esos extraños bucles histĂłricos del pop, Kraftwerk recibieron, a su vez, la influencia de Detroit âde la sublevaciĂłn cargada de adrenalina de MC5 y The Stooges (cuyo sonido, segĂșn Iggy Pop, estaba en parte inspirado en el fuerte martilleo de las fĂĄbricas de automĂłviles de la Ciudad del Motor). Como el resto de bandas de krautrock âCan, Faust, Neu!â, Kraftwerk tambiĂ©n se inspiraron en el minimalismo mĂĄntrico y los ritmos sin R&B de la Velvet Underground (John Cale produjo el primer disco de The Stooges). Sustituyendo las guitarras y las baterĂas por ritmos de sintetizador y beats programados, Kraftwerk sublimaron la aceleraciĂłn de luz blanca/calor blanco de la Velvet y la llevaron a la serenidad de controlador electrĂłnico de velocidad del motorik, un ritmo metronĂłmico regular como un carburador que fue, a la vez, postrock y prototechno. «Autobahn», un himno de veinticuatro minutos que celebra la excitaciĂłn de deslizarse por la autopista y que sonaba como unos Beach Boys estilo cĂborg, fue (en versiĂłn corta) un exitazo en las listas de 1975 de todo el mundo. Dos años despuĂ©s, en el ĂĄlbum Trans-Europe Express, el tema que da tĂtulo al ĂĄlbum âcompuesto de un infatigable ritmo mecĂĄnico y sintetizadores con efecto vibratoâ deriva en «Metal on Metal», una fundiciĂłn de hierro funky que sonaba como un megamix del manifiesto «El arte de los ruidos» de Luigi Russolo para una discoteca futurista.
«Eran tan rĂgidos que eran funky», ha dicho de Kraftwerk el pionero del techno Carl Craig. Esta paradoja âque puede traducirse eficazmente por «eran tan blancos que eran negros»â es lo mĂĄs cerca que ha estado nadie de explicar el misterio de por quĂ© la mĂșsica de Kraftwerk (y sobre todo «Trans-Europe Express», su tema mĂĄs teutĂłnico y desapasionadamente metronĂłmico) hizo tanta mella entre los jĂłvenes negros de los Estados Unidos. En Nueva York, Kraftwerk fueron prĂĄcticamente los Ășnicos padres del movimiento electro. El Ă©xito de 1982 «Planet Rock» de Africa Bambaataa & The Soulsonic Force robĂł su melodĂa fatalista de «Trans-Europe» y su ritmo de caja de ritmos del tema de Kraftwerk «Numbers», de 1981.
Pero mientras que la era del bodypopping y del electric boogaloo pasĂł rĂĄpidamente (el hip hop de Nueva York reivindicaba un enfoque de funk de los setenta mĂĄs enĂ©rgico), Kraftwerk tuvieron un impacto mĂĄs duradero en Detroit, donde la mĂșsica del grupo cuajĂł entre los negros de clase media, eurĂłfilos y con veleidades artĂsticas. Desde el «Cosmic Cars» de Cybotron de 1982 al homenaje a «Autobahn» que hizo Carl Craig en 1995 con su ĂĄlbum Landcruising, el techno de Detroit encaja en la famosa descripciĂłn de Derrick May: «como George Clinton y Kraftwerk encerrados en un ascensor con solo un secuenciador con el que entretenerse».
Los rebeldes del techno
âLa primera vez que oĂ sintetizadores en un disco fue genial⊠Como si unos ovnis aterrizaran en los discos, asĂ que me comprĂ© uno âha dicho Juan Atkinsâ. No me aficionĂ© a los sintetizadores por un grupo concreto. Pero «Flashlight» [el hit de R&B de Parliament que fue nĂșmero uno a principios de 1978] fue el primer disco que escuchĂ© en el que quizĂĄ el setenta y cinco por ciento de la producciĂłn era electrĂłnica: la lĂnea de bajo era electrĂłnica y predominaban los sintetizadores.
Atkins era entonces un chaval de diecisĂ©is años que vivĂa en Belleville, una pequeña localidad situada a unos cincuenta kilĂłmetros de Detroit, que tocaba el bajo, la baterĂa y «hacĂa un poco de primera guitarra» en varios grupos de garage-funk. Tres años antes se habĂa hecho amigo de dos chicos de su colegio un año menores: Derrick May y Kevin Saunderson.
âEn aquella Ă©poca ârecuerda Saundersonâ, Belleville era bastante racista, porque era una zona buena. TenĂas que tener un poco de dinero, las casas daban a lagos y no habĂa mucha gente negra, con lo que los tres congeniamos enseguida.
Atkins se convirtiĂł en el mentor musical de May y lo introdujo en todo tipo de cosas raras, desde Parliament-Funkadelic a Kraftwerk.
âVa en serio, tĂo âdice Mayâ. Juan fue la persona mĂĄs importante de mi vida aparte de mi madre. Si no hubiese sido por Ă©l, jamĂĄs hubiese oĂdo nada de esto. No sĂ© dĂłnde estarĂa de no haber sido por Ă©l.
A pesar de que la mĂșsica que les gustaba estaba orientada a la pista de baile, los Tres de Belleville trataban con una seriedad propia del arte y del rock lo que otros aficionados al rock entonces menospreciaban como simple «mĂșsica disco».
âPara nosotros siempre fue una dedicaciĂłn âafirma Mayâ. SolĂamos repantingarnos a filosofar sobre lo que pensaba esa gente cuando hacĂa mĂșsica y sobre hacia dĂłnde creĂan que se dirigirĂa la siguiente fase musical. Y la verdad es que la mitad de las historias que nos montĂĄbamos jamĂĄs se le pasaron a ninguno de esos mĂșsicos por la cabeza. Como Belleville era una ciudad rural, veĂamos la mĂșsica de forma algo distinta a como se percibe si la escuchas en los clubs o cuando ves bailar a otras personas. Nosotros nos echĂĄbamos en el sofĂĄ con las luces apagadas y escuchĂĄbamos discos de Kraftwerk, Funkadelic, Parliament, Bootsy y Yellow Magic Orchestra, e intentĂĄbamos entender de verdad quĂ© pensaban cuando hacĂan esa mĂșsica. JamĂĄs nos lo tomamos como un entretenimiento, para nosotros era filosofĂa seria.
A travĂ©s de Atkins, May y Saunderson entraron en contacto con toda clase de electropop europeo posterior a Kraftwerk (Gary Numan, el E=MC2 de Giorgio Moroder) y con la extravagante new wave americana tipo The B52âs. ÂżPor quĂ© esa mĂșsica europea, frĂa y sin funk tocĂł la fibra de la juventud negra de Detroit y Chicago? Atkins lo atribuye a «algo que tiene que ver con la industria y el Medio Oeste. SegĂșn los libros de historia de los Estados Unidos, cuando se formĂł el sindicato de trabajadores del automĂłvil UAW âUnited Automobile Workersâ, blancos y negros estuvieron juntos por primera vez en una situaciĂłn equiparable, luchando por lo mismo: mejores sueldos, mejores condiciones de trabajo».
Atkins, May y Saunderson pertenecĂan a una nueva generaciĂłn de jĂłvenes negros del ĂĄrea de Detroit que habĂan crecido acostumbrados al bienestar.
âMi abuelo trabajĂł en la Ford durante veinte años, era como un trabajador del automĂłvil de profesiĂłn âafirma Atkinsâ. Muchos de los hijos y de los nietos que llegaron despuĂ©s de esa integraciĂłn se acostumbraron a una vida mejor. Es curioso que Detroit sea ahora una de las ciudades mĂĄs deprimidas de Estados Unidos y que, en cambio, siga siendo la ciudad natal de los negros mĂĄs influyentes del paĂs. Si en aquel momento tenĂas trabajo en la fĂĄbrica, ganabas pasta. Y el blanco que tenĂas al lado no ganaba cinco o diez dĂłlares mĂĄs la hora. Todo el mundo era igual. Lo que pasĂł es que surgiĂł un ambiente de chavales que crecieron creyĂ©ndose lo mĂĄs porque sus padres ganaban dinero trabajando en la Ford, la General Motors o la Chrysler y los habĂan ascendido a capataces o incluso a un trabajo de cuello blanco.
SegĂșn Atkins, la eurofilia de esos jĂłvenes negros de clase media formaba parte de su intento de «distanciarse de los chavales de las casas de protecciĂłn oficial, del gueto».
Eddie Fowlkes âque pronto se convertirĂa en el cuarto miembro de la camarilla de Belleville, a pesar de ser de una zona mĂĄs dura de Detroitâ recuerda cĂłmo eran los chavales del West Side de Detroit, mĂĄs pijo.
âLes interesaban mĂĄs la ropa de marca y los coches, porque los chavales del West Side tenĂan mĂĄs dinero que los del East Side. TenĂan mĂĄs oportunidades de viajar, de comprar libros y demĂĄs. Les gustaban cosas como Cartier y todas las mierdas sobre las que leĂan en la revista GQ. Y veĂas a chicos negros del West Side que vestĂan como en GQ, y todo aquello fue creciendo y tomĂł la forma de una escena, una cultura.
SegĂșn Jeff Mills âun importante productor y DJ en los noventa, que entonces iba al Ășltimo curso del institutoâ, American Gigolo fue una pelĂcula que tuvo mucha influencia en esa juventud negra obsesionada por la moda europea, por el estilo de vida chic del personaje principal, interpretado por Richard Gere, y su gran armario repleto de montones de camisas y zapatos.
Una expresiĂłn de esta subcultura de la movilidad social ascendente eran los clubs y la mĂșsica de baile. De todas formas, no estamos hablando de discotecas, sino de clubs sociales de instituto con nombres como Snobs, Brats (Niños Mimados), Ciabattino, Rafael, Charivari. Este Ășltimo, bautizado asĂ por la tienda de ropa de Nueva York, inspirĂł lo que algunos consideran el primer track del techno de Detroit, «Sharevari», de A Number of Names. Los miembros de estos clubs alquilaban espacios y organizaban fiestas en ellos. SegĂșn Carl Craig, otro acĂłlito de May y Atkins de la primera Ă©poca:
âEstaban obsesionados con ser guays a lo GQ y con la mĂșsica italiana «progresiva», es decir, mĂșsica disco italiana, bĂĄsicamente.
Las comillas de «progresiva» se deben a que su mĂșsica derivaba mĂĄs de la mĂșsica eurodisco hecha con sintetizadores y cajas de ritmo de Giorgio Moroder que del sinfĂłnico sonido Filadelfia. Y es que artistas italianos como Alexander Robotnick, Klein & MBO y Capricorn llenaron el vacĂo dejado por la muerte de la mĂșsica disco en Estados Unidos. En el circuito de baile y fiesta de Detroit tambiĂ©n se oĂa electro-funk de Nueva York, sellos como West End y Prelude, artistas como Sharon Redd, Taana Gardner, The Peech Boys y Was (Not Was); los nuevos romĂĄnticos ingleses y artistas del synth-pop europeos como Visage, Yello, Telex, Yazoo, Ultravox, y new wave americana como The B52âs, Devo y Talking Heads.
âTĂo, no sĂ© si esto habrĂa podido pasar en otro lugar del paĂs que no fuera Detroit âse rĂe Atkinsâ. ÂżTe imaginas a trescientos o cuatrocientos chavales negros bailando al ritmo de «Rock Lobster»? ÂĄPues eso es lo que pasĂł en Detroit!
Otro factor que determinĂł los gustos eurĂłfilos de la juventud de Detroit fue el influyente DJ radiofĂłnico Charles Johnson, «the Electrifyinâ Mojo», cuyo programa The Midnight Funk Association se emitĂa todas las noches por la WGPR (la primera emisora FM negra de la ciudad) durante los Ășltimos años de la dĂ©cada de los setenta y los primeros de la de los ochenta. Junto a canciones P-Funk y temas plagados de sintetizadores de Prince como «Controversy», Mojo ponĂa «Tour de France» de Kraftwerk y otros artistas electro-pop europeos. AdemĂĄs, todas las noches soltaba su rollo nave nodriza, con el que animaba a los oyentes a encender las luces del coche o la luz de la mesita de noche para que la nave intergalĂĄtica supiera dĂłnde aterrizar.
âTenĂa la voz mĂĄs magnĂĄnima que hayas oĂdo jamĂĄs ârecuerda Derrick Mayâ. Ese tĂo tenĂa tanta imaginaciĂłn que te aturdĂa. Quedabas embelesado por la radio. Es algo que no he vuelto a oĂr y que probablemente no vuelva a oĂr.
Alrededor de 1980, Atkins y May empezaron a dar los primeros pasos para convertirse en DJ.
âJuan y yo empezamos a acariciar la idea de hacer nuestros propios remixes, en plan broma, usando el botĂłn de pause, una pletina y un plato bĂĄsico âcuenta Derrick Mayâ. CogĂamos un disco y lo pausĂĄbamos, editĂĄbamos cosas solo con la ayuda del pause. Se nos daba genial. Eso nos llevĂł a una experimentaciĂłn constante, flipĂĄbamos todo el rato e intentĂĄbamos mogollĂłn de cosas raras. Y Juan pensĂł: «Joder, tĂo, vamos a dar un paso mĂĄs, vamos a profesionalizarnos y montar nuestra empresa para pinchar». Encontramos a un tĂo que tenĂa un estudio de mĂșsica, una especie de sitio que se alquilaba, y que tambiĂ©n alquilaba el equipo. Era muy amable con nosotros y nos prestaba una sala en la parte de atrĂĄs, donde habĂa montado un par de platos y unos altavoces. Nos dejaba aquella sala durante horas ÂĄy no nos cobraba nada! AllĂ Juan me enseñó a mezclar. Recuerdo los dos singles con los que aprendĂ a mezclar: «Fashion» de David Bowie y «Rapper Dapper Snapper» de Edwin Birdsong. Me pasĂ© semanas mezclando esos dos discos mientras Juan me tocaba las pelotas cada vez que la cagaba.
Atkins y May decidieron llamarse Deep Space Soundworks y su primer trabajo como DJ fue en 1981, en una fiesta organizada por un amigo de Derrick en la que fueron teloneros del DJ mĂĄs famoso de Detroit, Ken Collier.
âEstaba a tope, pero nadie bailaba ârecuerda Mayâ. PinchĂĄbamos discos a 45 [singles de siete pulgadas] y ni siquiera tenĂamos patinadores en los platos. Madre mĂa, cuando nos sustituyĂł Collier, la pista de baile se llenĂł en 2,2 segundos. Fue la experiencia mĂĄs bochornosa de nuestras vidas, toda una lecciĂłn de humildad.
A principios de los ochenta, Detroit tenĂa un circuito de fiestas enorme y la competencia entre los cuarenta o cincuenta DJ de la ciudad era feroz. Todos los fines de semana habĂa varias fiestas, que muchas veces eran temĂĄticas (por ejemplo, todo el mundo tenĂa que llevar ropa del mismo color).
âEn todas partes tenĂas que concentrarte mucho, porque en Detroit el pĂșblico era muy especial, y si no te lo currabas o la cagabas en una mezcla, la gente te miraba y se largaba de la pista de baile. Y asĂ es como mejorĂĄbamos, porque no tenĂamos margen para el error. El pĂșblico no lo habrĂa aceptado. En Detroit una fiesta era el acontecimiento principal. La gente incluso se compraba ropa nueva.
May y Atkins aplicaron la misma intensidad teĂłrica al arte de mezclar y organizar un set que la que antes aplicaban a escuchar discos.
âDetrĂĄs del hecho de pinchar discos habĂa toda una filosofĂa elaborada por nosotros. Nos sentĂĄbamos y nos ponĂamos a elucubrar quĂ© pensaba el tĂo que habĂa grabado el disco y a buscar un disco que combinara con este para que en la pista de baile entendieran el concepto. ÂĄCuando pienso en toda la energĂa mental que dedicĂĄbamos a eso! Nos pasĂĄbamos la noche anterior a la fiesta pensando en quĂ© pondrĂamos la noche siguiente, en quĂ© gente irĂa a la fiesta, en el concepto de la clientela. ÂĄEra una locura!
Al final, Deep Space empezaron a montar sus propias fiestas.
âAlquilĂĄbamos un pub, por ejemplo, y lo convertĂamos en un club ârecuerda Eddie Fowlkes, que entonces era miembro del grupo de DJâ. El primer sitio donde organizamos una fiesta fue el Roskos, creo, que era un local cutre de mĂĄquinas recreativas. Lo que intentabas hacer era llevar a la gente a un sitio distinto, en el que no se ...