Qué es (y qué no es) la evolución
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Qué es (y qué no es) la evolución

El cĂ­rculo de Darwin

MarĂ­a Susana Rossi, Luciano Levin

  1. 136 pages
  2. Spanish
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  4. Disponible sur iOS et Android
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Qué es (y qué no es) la evolución

El cĂ­rculo de Darwin

MarĂ­a Susana Rossi, Luciano Levin

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Cuando el joven Marcos pasa la noche en el Museo de Ciencias Naturales comienzan a ocurrir fenĂłmenos muy extraños
 Pero todos se enmarcan dentro de la teorĂ­a de la evoluciĂłn: cambia, todo cambia, y las salas del museo, junto con los fantĂĄsticos personajes que cobran vida en este libro, nos van guiando por esta aventura nocturna.AsĂ­, viajaremos en el Beagle con Charles Darwin, escucharemos los entusiastas argumentos de Thomas Huxley, Ernst Mayr o Stephen Jay Gould, y hasta temblaremos cuando el ex director Burmeister haga alguno de sus trucos. Estas son algunas de las peripecias de nuestro hĂ©roe en la noche del museo, entre dinosaurios, aves y rocas. MarĂ­a Susana Rossi y Luciano Levin nos llevan de paseo por la evoluciĂłn, de la mano de los mejores guĂ­as posibles: los miembros del exclusivo cĂ­rculo de Darwin. Y, hacia el final, Marcos se preguntarĂĄ quĂ© hace con una muñeca rusa en el bolsillo y un diagrama de ĂĄrboles evolutivos en la mano
 Todo un misterio que el lector compartirĂĄ en esta travesĂ­a, mezcla de ciencia y de ficciĂłn en las dosis justas.

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Informations

Année
2019
ISBN
9789876297257
La evoluciĂłn de la evoluciĂłn
–En la Biblioteca estarán Oparin, Mayr y Gould esperándonos, deberíamos bajar –dijo Darwin.
Tomé el candelabro y nos fuimos de la sala de evolución humana. Enormes cabezas de animales embalsamados, dispuestos como si fueran trofeos de caza, constituían la anacrónica decoración del hall sur. Los ojos miraban amenazantes cuando la luz de las velas los iluminaba. Cuando atravesåbamos la sala en silencio, creí ver una luz y una sombra escaleras abajo.
–Alguien se acerca –dije, buscando con la vista a Huxley.
RetrocedĂ­ unos pasos y mirĂ© a mis acompañantes, pero la escena no logrĂł tranquilizarme. El resplandor de una luz llevĂł mi atenciĂłn al frente. Era una luz brillante que se acercaba en forma lenta y constante. RetrocedĂ­ un paso mĂĄs. Un instante despuĂ©s un tridente luminoso nos encandilĂł. Como suspendida en el aire, una enorme figura humana avanzaba hacia nosotros. El tridente, que resultĂł ser un candelabro de tres velas, volcĂł sobre la figura del hombre una luz intensa. Llevaba una larga barba blanca y una tĂșnica tambiĂ©n blanca, sujeta en la cintura. ParecĂ­a un personaje salido de una de esas biblias ilustradas que se regalan a los niños.
Darwin y el resto lo rodearon. Huxley permaneciĂł a mi lado.
–Por casualidad, ¿no estarán hablando de Historia Natural sin haberme avisado? –resonó la voz grave del hombre.
–¿QuiĂ©n es? –le pregunte con voz temblorosa a Huxley.
–
 Ăłteles –alcancĂ© a oĂ­r.
–¿QuiĂ©n? –insistĂ­.
–Aristóteles[46] –me dijo algo molesto–. Usted es un verdadero afortunado, Marcos.
Quedé pasmado. ¿Sería el gran filósofo griego? ¥Había muerto cuatro siglos antes de Cristo!
–¿Se puede saber su nombre, joven? –me preguntó.
Pasaron unos segundos que me parecieron siglos. Miré a Huxley sin saber qué hacer. Quería salir corriendo.
–Marcos, me llamo Marcos –dije, bajando la vista.
–¿Sabe usted, Marcos, cuĂĄn vieja es la idea de evoluciĂłn? –El viejo de la tĂșnica, viejo porque, si no se lo dije, era tan viejo como se puede serlo, hizo una pausa cargando la atmĂłsfera de expectativa.
Junté valor para intentar una respuesta, pero no me dio tiempo. Comenzó a bajar las escaleras e hizo señas para que lo siguiéramos. Darwin y Leakey lo siguieron de cerca mientras Huxley y yo, mås atrås, usåbamos la luz de mi vela.
–Tiene mĂĄs de dos mil años –dijo. Su voz resonaba en el hueco de la escalera. –EmpĂ©docles[47] ya pensaba en un universo que se desarrollaba gradualmente. ÂżSabe usted quiĂ©n fue EmpĂ©docles?
–¿El que se arrojĂł dentro de un volcĂĄn? –me apresurĂ© a responder.
–El mismísimo.
–¿Y cómo pudieron tomarse en serio a semejante loco?
–Mire, arrojarse dentro de un volcĂĄn para buscar a los dioses puede parecer una locura, pero proponer que el universo cambia y se desarrolla es evidencia de una mente lĂșcida. –En ese momento AristĂłteles llegĂł al pie de la escalera y levantĂł el candelabro de tres velas iluminando el Ășltimo tramo. –En el mismo siglo, yo propuse la gran cadena del ser

–Y con esa idea me las tuve que ver yo –intervino Darwin bajando pesadamente el Ășltimo peldaño–, dos mil años despuĂ©s todavĂ­a nadie se atrevĂ­a a discutirla
–Recuerde –dijo AristĂłteles acercĂĄndose a Darwin– que mis ideas fueron bendecidas varios siglos despuĂ©s por la Iglesia catĂłlica. Y esa Iglesia tuvo mucho peso en Europa, de la Edad Media en adelante.
–Bueno, pero
 ÂżquĂ© es la gran cadena del ser? –preguntĂ©.
–Es Marcos quien quiere saber. No me lo cuente a mí
 –dijo Darwin.
–SĂ­, sĂ­ –dijo AristĂłteles soltando una estruendosa carcajada. –Es que imagĂ­nese que, con mis largos dos mil años, veo en usted, mi querido Darwin, a un joven de apenas doscientos años. Un joven con semejante barba –dijo divertido.
Con la luz vacilante del candelabro en mi mano derecha trataba de iluminar lo mejor posible los pasos de Indiana Jones y Huxley, mientras dejaba vagar la mirada en el hueco de la escalera. Era la primera vez, luego de tantas visitas al museo, que observaba el diseño de la baranda de la escalera: moluscos forjados en grueso hierro negro salpicado con estrellas y conchas marinas se entrelazaban acompañando el descenso. Una cadena de organismos marinos, pensé.
En seguida me di cuenta de que Leakey y Huxley ya no estaban a mi lado. BajĂ© rĂĄpido los Ășltimos escalones. Lejos, en el pasillo de los acuarios, distinguĂ­ las tres luces del candelabro de AristĂłteles. Resignado, mirĂ© al pasar hacia la puerta de salida. SeguĂ­ mi camino para alcanzar al grupo, pero me detuve
 no habĂ­a visto a la araña de la puerta. RetrocedĂ­ un paso y volvĂ­ a mirar. Entonces la vi, sostenida por un hilo brillante. Me alejĂ© por el pasillo todo lo rĂĄpido que pude mientras la araña movĂ­a sus patas como si se riera de mĂ­.
–Vea –dijo AristĂłteles adelantĂĄndose a mi llegada. Estaba parado frente a un hermoso diorama tridimensional en el que se representa la vida en el fondo del ocĂ©ano. Su voz me tranquilizĂł un poco. –Si uno observa la naturaleza con ojo curioso, encontrarĂĄ formas de vida de complejidad muy variada, desde sencillas hasta complejas. Sencillas como esas amebas que usted ve allĂ­, de complejidad intermedia como esas esponjas, y tambiĂ©n formas cuya organizaciĂłn parece muy compleja, como esos tiburones o los delfines de allĂ­ atrĂĄs. Yo pensaba que cada organismo ocupaba un lugar fijo en una larga cadena de seres, que se iniciaba con los mĂĄs sencillos hasta los mĂĄs complejos. El hombre, por supuesto, estaba en el extremo de esa cadena

–Pero una cadena es algo rígido
 –dije.
–Es muy adecuada su objeción. La rigidez de la cadena supone que las especies son inmutables. Sin embargo, durante mucho tiempo nadie me contradijo. Y si pensaban distinto, se lo callaban.
En ese momento un temblor sacudiĂł el museo. Las maquetas del diorama vibraron a tal punto que pareciĂł que toda la escena marina se desmoronaba. Los tiburones se balancearon de atrĂĄs hacia adelante. EmbestĂ­an el vidrio cada vez con mĂĄs fuerza como si quisieran escapar. HabĂ­a un ruido infernal. Ahora, en lugar del plĂĄcido paisaje del fondo del mar estĂĄbamos frente a un maremoto.
–¿QuĂ© estĂĄ pasando? –gritĂ©.
–¡Debe de ser Burmeister otra vez! –dijo Huxley tratando de hacerse oír por sobre el ruido–. Burmeister cree que las especies son inmutables y no soporta que lo cuestionen.
A los empujones, Huxley me alejĂł de los tiburones que ya habĂ­an rajado el vidrio.
–Una cadena no permite la posibilidad de cambio, de evolución –continuó Aristóteles como si nada hubiese sucedido–. Los organismos ocupan un sitio fijo y no se mueven de allí. –Aristóteles se sustrajo de la conversación por un momento.
Miré hacia atrås temiendo lo peor, pero de pronto todo había vuelto a estar en la misma calma de siempre. Seguimos caminando hacia a la Biblioteca.
–En el siglo XVIII –intervino Huxley– un naturalista sueco llamado Linneo[48] estableció un sistema de dos nombres, que debían ser escritos en latín, para designar a los organismos vivos.
–¿ReciĂ©n en el siglo XVIII? –le preguntĂ©.
–SĂ­, pasĂł muchĂ­simo tiempo Marcos, muchĂ­simo –dijo AristĂłteles–. Dos mil años sin que una idea cientĂ­fica cambiara es casi impensable en el mundo moderno. Parte de ese perĂ­odo se conoce como “los años oscuros” y por eso se llamĂł renacimiento de la razĂłn al movimiento intelectual que hacia el siglo XV comenzĂł a revolucionar la visiĂłn del mundo.
–Volviendo a Linneo –dijo Darwin–, este naturalista describió y nombró casi la totalidad de la flora y la fauna conocida en su tiempo –unas cuatro mil especies de plantas y otras tantas de animales–. Al hacerlo intentaba reflejar el plan de la creación divina.
Eståbamos llegando al bar donde nos habíamos separado de Mayr y Gould. Me adelanté y me senté en una de las sillas. Estaba realmente cansado.
–¿Y por quĂ© Linneo usĂł dos nombres, y encima en latĂ­n, para clasificar a las especies? –dije. Todos se sentaron pero AristĂłteles comenzĂł a deambular por el bar, observando la decoraciĂłn al tiempo que hablaba.
–Veo que han cambiado el decorado desde mi Ășltima visita –dijo AristĂłteles mientras buscaba algo en el interior de su tĂșnica–. Linneo era un catalogador compulsivo y no podĂ­a pensar en nada antes de haberlo clasificado. Por decirlo de algĂșn modo, querĂ­a que todo tuviera nombre y apellido–. Vi que AristĂłteles buscaba entre los pliegues de su tĂșnica y sacaba un tomo polvoriento. Me habrĂ­a sorprendido menos si hubiera sacado un conejo. Me hizo señas para que me acercara.
–Linneo –dijo– utilizó un sistema jerárquico para agrupar a las especies y eligió el latín porque antiguamente era el lenguaje universal de la ciencia.
–El sistema de Linneo todavĂ­a se utiliza –agregĂł Darwin–, se lo llama sistema binomial. La primera palabra se refiere al gĂ©nero, y la segunda a la especie. Por ejemplo, Homo es el nombre del gĂ©nero que agrupa a varias especies de hombres. En nuestro caso particular, el nombre completo de la especie es Homo sapiens. Los gĂ©neros muy relacionados entre sĂ­ se agrupan en una misma familia

–Vea –dijo Aristóteles, y abrió el enorme libraco–. Aquí tiene la clasificación actual de la especie humana. –Un polvo fino me entro por la nariz y no tuve más remedio que estornudar.
–Las familias se agrupan en un mismo orden, los órdenes se agrupan en clases y así hasta llegar a los reinos –agregó Darwin.
REINO
ANIMAL
FILUM
CORDADO
SUBFILUM
VERTEBRADO
CLASE
MAMÍFERO
ORDEN
PRIMATE
FAMILIA
HOMÍNIDO
GÉNERO
Homo
ESPECIE
Homo sapiens
–En esta clasificaciĂłn que usted me muestra, el hombre estĂĄ incluido en el reino animal. ÂżEra asĂ­ en el sistema de Linneo? –preguntĂ©.
–Sí, pero Linneo no se atrevió a clasificarlo como un primate, aunque realmente creía que lo era.
–¿Y por quĂ© no se atreviĂł?
–Linneo era un hombre muy religioso, en un mundo muy religioso –dijo Darwin–. Se veía a sí mismo como alguien que revela la obra divina y no como un científico innovador. Todo eso lo haría dudar muchísimo, no sólo de su sistema, sino d...

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Normes de citation pour Qué es (y qué no es) la evolución

APA 6 Citation

Rossi, M. S., & Levin, L. (2019). Qué es (y qué no es) la evolución ([edition unavailable]). Siglo XXI Editores. Retrieved from https://www.perlego.com/book/1926797/qu-es-y-qu-no-es-la-evolucin-el-crculo-de-darwin-pdf (Original work published 2019)

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Rossi, María Susana, and Luciano Levin. (2019) 2019. Qué Es (y Qué No Es) La Evolución. [Edition unavailable]. Siglo XXI Editores. https://www.perlego.com/book/1926797/qu-es-y-qu-no-es-la-evolucin-el-crculo-de-darwin-pdf.

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Rossi, M. S. and Levin, L. (2019) Qué es (y qué no es) la evolución. [edition unavailable]. Siglo XXI Editores. Available at: https://www.perlego.com/book/1926797/qu-es-y-qu-no-es-la-evolucin-el-crculo-de-darwin-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Rossi, María Susana, and Luciano Levin. Qué Es (y Qué No Es) La Evolución. [edition unavailable]. Siglo XXI Editores, 2019. Web. 15 Oct. 2022.