Parte II
La España imperial
La expansiĂłn
âÂĄSe desmoronaron vuestros dioses,
hombres mayas!
ÂĄSin esperanza los adorasteis!â
Chilam Balam de Chumayel, âLos viejos y los nuevos diosesâ.
La era de los descubrimientos
La división del océano
Hacia finales de la Edad Media en Europa, el Viejo Mundo se convulsiona tras una serie de crisis internas, guerra civiles, campesinas, de religiĂłn o fronterizas. Aparecen dos cabezas visibles al frente de la cristiandad, una en Roma y otra en Avignon. Se cuestiona el poder del papa.
La cultura en los reinos hispĂĄnicos en los siglos XIV y XV tiene rasgos similares en otras partes del Occidente europeo. En esta Ă©poca se produce un choque entre la cultura heredada del pasado, dominada por los eclesiĂĄsticos y al servicio de una concepciĂłn del mundo sacralizada, y el nuevo espĂritu que irrumpe, de origen preferentemente urbano y de tendencia secularizadora. Frente al monopolio del latĂn, las lenguas vernĂĄculas constituyen el vehĂculo de la nueva cultura. La Iglesia continĂșa, sin embargo, desempeñando un papel decisivo en el terreno intelectual. Las universidades estĂĄn bajo su control.
Hacia el fin de la Edad Media, en Castilla, la PenĂnsula IbĂ©rica, hay dos universidades, la de Salamanca, sin duda la mĂĄs importante, y la de Valladolid. Se abre el camino del Humanismo, de raĂces italianas. El humanismo propugna una vuelta a los modelos clĂĄsicos y a la cultura de la AntigĂŒedad, âtanto tiempo despreciada por su tufillo paganoâ. Es la Ă©poca del gĂłtico, en arquitectura.
Los cristianos luchan entre sĂ y dirimen la supremacĂa en Hispania: en Navarra, AragĂłn, Castilla, o Cataluña, al tiempo que, al finalizar el siglo XIV, se reanudan las hostilidades entre Castilla y el Reino NazarĂ de Granada, el Ășltimo bastiĂłn del islam hispĂĄnico. Hay una gran movilizaciĂłn de guerreros contra los musulmanes: contingentes militares en proporciones nunca vistas: 10.000 caballos y 50.000 infantes; destaca la participaciĂłn de las tierras meridionales, sobre todo los grandes Consejos de la AndalucĂa BĂ©tica. Se combate con extraordinaria dureza, y sobresaliendo los asedios sobre las ciudades. De Norte a Sur bajan por la PenĂnsula IbĂ©rica los soldados cristianos y luchan contra el musulmĂĄn, a quien expulsan tras la batalla de Granada en 1492, el año del Descubrimiento de AmĂ©rica por CristĂłbal ColĂłn. El trato dado a los vencidos âes desigualâ, dice Julio ValdeĂłn; depende de las condiciones de la rendiciĂłn y asĂ, MĂĄlaga, con una poblaciĂłn de entre 10.000 Ăł 15.000 hombres, queda reducida a la esclavitud. En Granada, la rendiciĂłn âes generosaâ. Los musulmanes podĂan permanecer en sus tierras, respetĂĄndoles su religiĂłn y sus leyes. Sin embargo, muchos granadinos emigraron hacia el norte de Ăfrica.
En la lejana Europa, mås allå de los doce mil kilómetros de distancia, un trono se destaca por encima de otros y se convierte en el dador de vida. El rey dicta órdenes y éstas se cumplen por encima de todo. Sus órdenes son ley. Con los años, se convierte en la España Imperial.
El siglo XVI es esplĂ©ndido para Europa, se trata asimismo de unaĂ©poca de cambios. Los pueblos europeos rebosan de vitalidad material y espiritual. Es el siglo sin duda de España. Ăpoca de abundante y grandiosa literatura, arte y arquitectura; se sientan las bases de la ciencia moderna, el pensamiento âse emancipaâ en el Renacimiento; hay grandes estadistas, soldados, marinos, papas y reformadores. âSe definĂan las nacionalidades y se forjaban las monarquĂas absolutas para elevarse a grandes destinosâ, dice Robert S. Chamberlain. Es la era de los descubrimientos y las naciones que alcanzan al fin âla unidad internaâ y el sentimiento nacional, se proyectan âa travĂ©s de los ocĂ©anos para formar los primeros imperios coloniales de los tiempos modernosâ. Los portugueses se lanzan a Oriente bordeando Ăfrica; los españoles, cruzan el AtlĂĄntico.
Isabel I la CatĂłlica y Fernando II, unifican España (Castilla y AragĂłn). No constituye sin embargo la unidad nacional, porque no se crea un estado centralista. Les llaman los Reyes CatĂłlicos y son proclives a las actividades industriales y al proteccionismo. La Corona recupera rentas y fueros, que afectan mĂĄs a las ciudades que a los nobles. Desde el punto de vista social, potencian a la alta nobleza. La legislaciĂłn favorece sin duda los intereses de los poderosos. Cataluña recupera la economĂa y se abre al MediterrĂĄneo. Al ganar Granada, la tierra âreconquistadaâ favorece la creaciĂłn de nuevos señorĂos. Se reactiva la economĂa interna y se abren nuevas rutas al comercio marino, hacia el norte de Ăfrica, mientras tienen la posibilidad de contener el avance amenazador de los turcos en el mar MediterrĂĄneo. Los Reyes CatĂłlicos impulsan los proyectos mĂĄs audaces, como el de CristĂłbal ColĂłn, y Ă©ste desembarca en tierras de AmĂ©rica, el 12 de octubre de 1492, creyendo que llega a las Indias.
ColĂłn sale del puerto de Palos por primera vez en busca de una nueva ruta hacia la tierra de la especierĂa, en Oriente, el 3 de agosto de 1492. La gente presencia su marcha con escepticismo. Dirige una pequeña armada de tres navĂos: la Niña, la Pinta y la Santa MarĂa. Con viento a favor por los vientos alisios, tras una escala en el ArchipiĂ©lago Canario, llega a AmĂ©rica. Poco antes de alcanzar playas americanas, el 16 de septiembre, sobre las aguas los marinos ven flotar âmanadas de hierbaâ (en el mar de los Sargazos); el 17 ven âmĂĄs yerbasâ y âun cangrejo vivoâ. ColĂłn escribe en su diario que el miĂ©rcoles 19, âvino a la nao un alcatraz y a la tarde vieron otro, que no suelen apartarse veinte leguas de tierraâ. Sigue su ruta hacia el oeste y a pesar de las âseñales de tierraâ, quiere llegar a Cipango (JapĂłn). El 10 de octubre escribe que sus hombres se quejan âdel largo viajeâ. El honor de ver tierra en el horizonte sobre el mar, es para un joven de la Niña, Juan Rodrigo Bermejo, sevillano, de Triana.
Las consecuencias son inmediatas: repercute en la firma, en junio de 1492, del Tratado de Tordesillas, suscrito por Castilla y Portugal. AhĂ se reparten el ocĂ©ano AtlĂĄntico por una lĂnea situada en el meridiano que se hallaba 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. El espacio al oeste de dicha lĂnea imaginaria se reserva a Castilla, la cual âlegitimaâ, con la anuencia del papa de Roma, su dominio sobre las tierras âreciĂ©n descubiertasâ. En 1503 se crea la Casa de ContrataciĂłn con sede en Sevilla y se centraliza todo el comercio que se realizarĂĄ con el Nuevo Mundo. Un nuevo tratado entre ambos en Zaragoza en 1529, certifica una nueva lĂnea divisoria: España renuncia a sus posesiones en Ăfrica y Asia y Portugal acepta que AmĂ©rica es la zona de influencia de España.
El español, bien de Castilla, AragĂłn, AndalucĂa, Valencia, Extremadura o Cataluña, âo de cualquier otra parte, era consciente de su nacionalidadâ. Luchando contra los musulmanes en Granada, el Ășltimo baluarte del islam hispĂĄnico, los españoles se consideran, despuĂ©s de siete centurias, âel mejor soldado de la Cristiandadâ. Y asĂ tambiĂ©n se lanza con sus ejĂ©rcitos formados por el Gran CapitĂĄn, Gonzalo de CĂłrdoba, en sus triunfos sobre los franceses, italianos ây cualesquiera otros que pelearan con españolesâ. Chamberlain recuerda que sus marinos son excelentes y su armada poderosa; España es, en este momento, de las pocas naciones que tienen supremacĂa en el mar y en la tierra simultĂĄneamente.
Los primeros contactos en el Mar Caribe
Al litoral descubierto le bautizan por San Salvador. Durante tres meses, recorren las islas del Caribe; pero la civilizaciĂłn de Oriente, que ColĂłn piensa encontrar, contrasta con la realidad, sus âindiosâ no parecen los hombres del Gran Kan, segĂșn las descripciones que Marco Polo le hace llegar. El almirante se obsesiona. Los hombres y sus casas son muy rudimentarias. No hay leones ni elefantes. ColĂłn cree que llega a una isla de Asia, pero no tiene pruebas fehacientes de ello. âPero lo extraordinario âdice Edmundo OâGormanâ no es sĂłlo que ColĂłn se haya convencido de que estaba en Asia (âŠ) sino la circunstancia de haber mantenido esa creencia durante toda la exploraciĂłn a pesar de que no encontrĂł nada de lo que esperaba ver, ni nada que la demostrara de un modo indubitableâ.
Llegan a HaitĂ y Cuba. De vuelta a España, los Reyes CatĂłlicos nombran a ColĂłn âGran Almirante de la Mar Oceanaâ. En 1493, se embarca de nuevo con una flota de diecisiete carabelas. Se refuerzan algunas posesiones, Cuba, HaitĂ y Jamaica, pero fracasa en la bĂșsqueda de oro y especias. En España, pierde la confianza de la Corte, hasta que consigue nuevo permiso para hacerse a la mar por tercera vez, en 1498. MĂĄs al sur, en su ruta americana, alcanza Trinidad y pasa por la desembocadura del rĂo Orinoco. Se dirige luego al Oeste y atraca en Santo Domingo, donde gobierna Francisco de Bobadilla, con poderes para investigar quejas de mala administraciĂłn. A ColĂłn lo acusan luego de traficar oro con los nativos, lo arrestan y lo mandan a España, donde recibe mejor trato. En 1502, inicia su cuarto y Ășltimo viaje a AmĂ©rica, en una pequeña armada de cuatro navĂos, renovados todos sus privilegios, pero con la prohibiciĂłn de atracar en La Española. De Cuba y por el golfo de Honduras, encuentra en su ruta una canoa con mayas de YucatĂĄn, en viaje hacia Honduras. Es el primer contacto entre españoles y mayas en tierras de AmĂ©rica. Nada le indica, sin embargo, que sean miembros de una civilizaciĂłn distinta con la que se ha familiarizado en el archipiĂ©lago caribeño. Ăl sigue su periplo por PanamĂĄ y el istmo del DariĂ©n, pero enfermo y con naves en mal estado, regresa a Jamaica y tras una larga estancia porque no tiene barcos, vuelve finalmente a España, en busca del rey, porque su protectora, Isabel, ha muerto. ColĂłn muere el 25 de mayo de 1506, en la ciudad de Valladolid.
Legitimidad y Derecho
Muertos los Reyes CatĂłlicos, Carlos I de España o V de Alemania hereda el trono de España. Su imperio es el mĂĄs grande que ha existido, dilatado por ambos hemisferios de la Tierra, asĂ como el Ășltimo que pudo creerse responder al pensamiento de San AgustĂn, en palabras de Manuel FernĂĄndez Ălvarez: Imperio universal sobre el mundo entero. Todo le pertenece: la una parte de hecho; la otra, de derecho, como decĂan los âteorizantes de la monarquĂa universalâ.
Al morir el rey Fernando, los descubrimientos geogrĂĄficos se limitan a las islas del Mar Caribe y algo de las costas de Tierra Firme en el centro y sur de AmĂ©rica, bañadas por ese mar, pero las iniciativas de los exploradores españoles son muchas ây activĂsimas, tanto que en los cuarenta años del reinado de Carlos V, se poblaron y organizaron los virreinatos, audiencias y gobernacionesâ, desde MĂ©xico hasta Chile y Buenos Aires.
Carlos V, al comienzo de su carrera imperial, recibe de HernĂĄn Cortes la cĂ©lebre carta de 1522 y le comunica que las tierras de Nueva España estĂĄn âpacĂficasâ: âVuestra Altezaâ âescribe al reyâ âse puede intitular de nuevo emperador de ella, y con tĂtulo y no menos mĂ©rito que el de Alemania que, por la gracia de Dios, Vuestra Sacra Majestad poseeâ. FernĂĄndez Ălvarez dice que, contrario a la idea de CortĂ©s, que desea ver al rey como emperador no sĂłlo de Alemania o de Castilla y LeĂłn, sino tambiĂ©n de Nueva España, Carlos V no puede ser âde nuevoâ emperador por âsegunda vezâ, porque Ă©l cree que âImperio no era sino uno en el mundo; para Ă©l las Indias eran una prolongaciĂłn de Castilla y Ă©l habĂa unido España al Imperio como territorio coimperial con el de Germaniaâ.
En Europa, el Imperio de Carlos V se mueve en torno a palpables crisis internas y externas: las guerras promovidas por las ambiciones de los Estados particulares, y frente a la âfuerza unitiva de la moral cristianaâ, se opone desde Italia la âdoctrina amoral y disgregante de la razĂłn de Estadoâ (que formula antes Maquiavelo) y âhacĂa que el Rey CristianĂsimo de Franciaâ se aliase con los turcos âpara socavar el poderĂoâ del Imperio bimembre, a la par que el papa, unas veces con Dios y con el Diablo, apoyase a Francia en busca de equilibrio; la lucha contra Lutero y la rebeliĂłn autonomista y la guerra contra el turco amenazador. Cansado de luchar contra viento y marea, deja el gobierno del Imperio en manos de Fernando, y se retira a Bruselas en 1553; Fernando firma la paz de Augsburgo el 25 de septiembre de 1555, por la que el Imperio pierde el sentido de âuniversalidadâ y se nacionaliza en una Alemania fraccionada: âcada regiĂłn su religiĂłnâ. El rey acaba en un convento de Yuste, en España, y deja el trono en manos de su hijo Felipe II, para que luche por el cristianismo y contra el luteranismo.
AsĂ, las tierras de âpueblos incultosâ del Nuevo Mundo, âprolongaciĂłnâ de España, son parte âmuy considerableâ del Imperio de Cristiandad, ya que âtodo el descubrimiento, organizaciĂłn y gobierno se estaban llevado a cabo con un mĂłvil misional, con un primario propĂłsito de cristianizar las tierras que se iban descubriendoâ. Los frailes o misioneros que acompañan a los soldados, van por tanto, revestidos de cierta autoridad âpara decidir y regularizar los actos bĂ©licos que el capitĂĄn creyesen necesarios y que siempre habrĂan de ser en guerra defensiva, nunca agresivaâ.
Al emperador Carlos V le preocupa el Nuevo Mundo desde el inicio de su gobierno y cuando los dominicos de Salamanca en 1539 le hacen dudar sobre âla legitimidad del dominio del rey de España en Indiasâ, su preocupaciĂłn es constante, dentro y fuera de España.
En efecto, el papa Alejandro VI, en la Bula de 1493 le deja a los Reyes CatĂłlicos la âlabor misionalâ en AmĂ©rica; Fernando el CatĂłlico tiene la bula pontificia y el acuerdo con Portugal. Ambas gestiones, si pacifica a los pueblos cristianos entre sĂ, no prejuzga el derecho a la soberanĂa de las nuevas tierras, que tienen sus âseñores naturalesâ, defiende años despuĂ©s con ardor, el tenaz e impetuoso fray BartolomĂ© de Las Casas. El asunto pasa a manos de teĂłlogos y juristas, tras el asentamiento español en las Antillas. Luego su sucesor, Carlos V, iniciada la tarea mĂĄs difĂcil de conquistar MĂ©xico, resuelve en una carta al cardenal de Toledo en 1541 que es necesario âfundar el derecho de aquellas tierras, no tanto en la bula como en el hecho del descubrimiento, conquista, poblaciĂłn y posesiĂłn pacĂficaâ. Pero ve poco clara la cuestiĂłn y manda en 1542 que una Junta de teĂłlogos y juristas examinen el derecho que le asiste al Gobierno del Nuevo Mundo y entonces estĂĄ a punto de abandonar PerĂș, renuncia que deja de hacer âsiguiendo el parecer del gran teĂłlogo Francisco de Vitoriaâ.
En su cĂ©lebre libro La invenciĂłn de AmĂ©rica, Edmundo OâGorman observa las prisas de la Corona española por conseguir la bula papal para que le ampare âsus derechosâ, es decir, âasegurar el señorĂo de ellas, fueran lo que fueranâ. Pero como para obtener un tĂtulo âera forzoso precisar su objeto, la cancillerĂa española se vio constreñida a tomar partido en el problemaâ. Sin embargo pronto se repara en el peligro âsobre las islas que se han descubierto en las Indiasâ. ColĂłn podĂa estar equivocado, dice OâGorman y en tal caso, âun tĂtulo amparando regiones asiĂĄticas no servirĂa para proteger derechosâ sobre nuevas tierras y, por tanto, âera necesario arbitrar una fĂłrmula de designaciĂłn que incluyera el mayor nĂșmero de posibilidades y eso fue lo que se hizoâ. Y asĂ, con la bula Inter Caetera del 3 de mayo de 1493, se la designa vagam...