Los mayas
eBook - ePub

Los mayas

RaĂșl PĂ©rez LĂłpez-Portillo

Partager le livre
  1. 512 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (adapté aux mobiles)
  4. Disponible sur iOS et Android
eBook - ePub

Los mayas

RaĂșl PĂ©rez LĂłpez-Portillo

DĂ©tails du livre
Aperçu du livre
Table des matiĂšres
Citations

À propos de ce livre

Al borde del golfo de México, hace varios miles de años, surgió una civilización de entre los pantanos, ríos, lagunas, ciénagas y selva. Las culturas que se formaron en este entorno denominado Mesoamérica, se dispersaron por el territorio que ahora conocemos como centro y sur de México, Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y parte de Costa Rica. Si en su origen, Mesoamérica nace de la cultura olmeca, de ésta se derivan otras tantas culturas que, con los años, dan pie a una de las mås poderosas y enigmåticas de su tiempo, en América: la maya.Los mayas, en efecto, configuran desde entonces, una de las culturas mås avanzadas y aun, llena de incógnitas. El desarrollo humano de este pueblo estå llena de vicisitudes y su "desaparición" como pueblo, en una etapa histórica, sólo contribuye a acrecentar el halo de "misterio" que le rodea.Esta historia se divide en tres partes. La primera corresponde a la fase prehistórica, es decir, la mesoamericana; la segunda, a la presencia española en ese territorio americano, desde el encuentro o descubrimiento de América, y, la tercera, a la parte republicana, ya mexicana. Cada bloque tiene sus correspondientes características, pero unidas, sin embargo, por el hilo conductor de fuerzas externas que en mucho o en parte, modifican su actitud interna.Tales fuerzas externas contribuyen a moldear una cultura que, lejos de adoptar una actitud pasiva, cauta o sumisa, la hacen violentamente contestataria. Los mayas son un pueblo indómito que hace pagar muy cara su derrota. Incluso hasta nuestros días, es patente tal afån reivindicativo, cómo no, también propiciado por fuerzas externas.

Foire aux questions

Comment puis-je résilier mon abonnement ?
Il vous suffit de vous rendre dans la section compte dans paramĂštres et de cliquer sur « RĂ©silier l’abonnement ». C’est aussi simple que cela ! Une fois que vous aurez rĂ©siliĂ© votre abonnement, il restera actif pour le reste de la pĂ©riode pour laquelle vous avez payĂ©. DĂ©couvrez-en plus ici.
Puis-je / comment puis-je télécharger des livres ?
Pour le moment, tous nos livres en format ePub adaptĂ©s aux mobiles peuvent ĂȘtre tĂ©lĂ©chargĂ©s via l’application. La plupart de nos PDF sont Ă©galement disponibles en tĂ©lĂ©chargement et les autres seront tĂ©lĂ©chargeables trĂšs prochainement. DĂ©couvrez-en plus ici.
Quelle est la différence entre les formules tarifaires ?
Les deux abonnements vous donnent un accĂšs complet Ă  la bibliothĂšque et Ă  toutes les fonctionnalitĂ©s de Perlego. Les seules diffĂ©rences sont les tarifs ainsi que la pĂ©riode d’abonnement : avec l’abonnement annuel, vous Ă©conomiserez environ 30 % par rapport Ă  12 mois d’abonnement mensuel.
Qu’est-ce que Perlego ?
Nous sommes un service d’abonnement Ă  des ouvrages universitaires en ligne, oĂč vous pouvez accĂ©der Ă  toute une bibliothĂšque pour un prix infĂ©rieur Ă  celui d’un seul livre par mois. Avec plus d’un million de livres sur plus de 1 000 sujets, nous avons ce qu’il vous faut ! DĂ©couvrez-en plus ici.
Prenez-vous en charge la synthÚse vocale ?
Recherchez le symbole Écouter sur votre prochain livre pour voir si vous pouvez l’écouter. L’outil Écouter lit le texte Ă  haute voix pour vous, en surlignant le passage qui est en cours de lecture. Vous pouvez le mettre sur pause, l’accĂ©lĂ©rer ou le ralentir. DĂ©couvrez-en plus ici.
Est-ce que Los mayas est un PDF/ePUB en ligne ?
Oui, vous pouvez accĂ©der Ă  Los mayas par RaĂșl PĂ©rez LĂłpez-Portillo en format PDF et/ou ePUB ainsi qu’à d’autres livres populaires dans Histoire et Histoire du Mexique. Nous disposons de plus d’un million d’ouvrages Ă  dĂ©couvrir dans notre catalogue.

Informations

Éditeur
Punto de Vista
Année
2013
ISBN
9788415930020
Édition
1
Parte II
La España imperial
La expansiĂłn
“¡Se desmoronaron vuestros dioses,
hombres mayas!
¡Sin esperanza los adorasteis!”
Chilam Balam de Chumayel, “Los viejos y los nuevos dioses”.
La era de los descubrimientos
La división del océano
Hacia finales de la Edad Media en Europa, el Viejo Mundo se convulsiona tras una serie de crisis internas, guerra civiles, campesinas, de religiĂłn o fronterizas. Aparecen dos cabezas visibles al frente de la cristiandad, una en Roma y otra en Avignon. Se cuestiona el poder del papa.
La cultura en los reinos hispĂĄnicos en los siglos XIV y XV tiene rasgos similares en otras partes del Occidente europeo. En esta Ă©poca se produce un choque entre la cultura heredada del pasado, dominada por los eclesiĂĄsticos y al servicio de una concepciĂłn del mundo sacralizada, y el nuevo espĂ­ritu que irrumpe, de origen preferentemente urbano y de tendencia secularizadora. Frente al monopolio del latĂ­n, las lenguas vernĂĄculas constituyen el vehĂ­culo de la nueva cultura. La Iglesia continĂșa, sin embargo, desempeñando un papel decisivo en el terreno intelectual. Las universidades estĂĄn bajo su control.
Hacia el fin de la Edad Media, en Castilla, la PenĂ­nsula IbĂ©rica, hay dos universidades, la de Salamanca, sin duda la mĂĄs importante, y la de Valladolid. Se abre el camino del Humanismo, de raĂ­ces italianas. El humanismo propugna una vuelta a los modelos clĂĄsicos y a la cultura de la AntigĂŒedad, “tanto tiempo despreciada por su tufillo pagano”. Es la Ă©poca del gĂłtico, en arquitectura.
Los cristianos luchan entre sĂ­ y dirimen la supremacĂ­a en Hispania: en Navarra, AragĂłn, Castilla, o Cataluña, al tiempo que, al finalizar el siglo XIV, se reanudan las hostilidades entre Castilla y el Reino NazarĂ­ de Granada, el Ășltimo bastiĂłn del islam hispĂĄnico. Hay una gran movilizaciĂłn de guerreros contra los musulmanes: contingentes militares en proporciones nunca vistas: 10.000 caballos y 50.000 infantes; destaca la participaciĂłn de las tierras meridionales, sobre todo los grandes Consejos de la AndalucĂ­a BĂ©tica. Se combate con extraordinaria dureza, y sobresaliendo los asedios sobre las ciudades. De Norte a Sur bajan por la PenĂ­nsula IbĂ©rica los soldados cristianos y luchan contra el musulmĂĄn, a quien expulsan tras la batalla de Granada en 1492, el año del Descubrimiento de AmĂ©rica por CristĂłbal ColĂłn. El trato dado a los vencidos “es desigual”, dice Julio ValdeĂłn; depende de las condiciones de la rendiciĂłn y asĂ­, MĂĄlaga, con una poblaciĂłn de entre 10.000 Ăł 15.000 hombres, queda reducida a la esclavitud. En Granada, la rendiciĂłn “es generosa”. Los musulmanes podĂ­an permanecer en sus tierras, respetĂĄndoles su religiĂłn y sus leyes. Sin embargo, muchos granadinos emigraron hacia el norte de África.
En la lejana Europa, mås allå de los doce mil kilómetros de distancia, un trono se destaca por encima de otros y se convierte en el dador de vida. El rey dicta órdenes y éstas se cumplen por encima de todo. Sus órdenes son ley. Con los años, se convierte en la España Imperial.
El siglo XVI es esplĂ©ndido para Europa, se trata asimismo de unaĂ©poca de cambios. Los pueblos europeos rebosan de vitalidad material y espiritual. Es el siglo sin duda de España. Época de abundante y grandiosa literatura, arte y arquitectura; se sientan las bases de la ciencia moderna, el pensamiento “se emancipa” en el Renacimiento; hay grandes estadistas, soldados, marinos, papas y reformadores. “Se definĂ­an las nacionalidades y se forjaban las monarquĂ­as absolutas para elevarse a grandes destinos”, dice Robert S. Chamberlain. Es la era de los descubrimientos y las naciones que alcanzan al fin “la unidad interna” y el sentimiento nacional, se proyectan “a travĂ©s de los ocĂ©anos para formar los primeros imperios coloniales de los tiempos modernos”. Los portugueses se lanzan a Oriente bordeando África; los españoles, cruzan el AtlĂĄntico.
Isabel I la CatĂłlica y Fernando II, unifican España (Castilla y AragĂłn). No constituye sin embargo la unidad nacional, porque no se crea un estado centralista. Les llaman los Reyes CatĂłlicos y son proclives a las actividades industriales y al proteccionismo. La Corona recupera rentas y fueros, que afectan mĂĄs a las ciudades que a los nobles. Desde el punto de vista social, potencian a la alta nobleza. La legislaciĂłn favorece sin duda los intereses de los poderosos. Cataluña recupera la economĂ­a y se abre al MediterrĂĄneo. Al ganar Granada, la tierra “reconquistada” favorece la creaciĂłn de nuevos señorĂ­os. Se reactiva la economĂ­a interna y se abren nuevas rutas al comercio marino, hacia el norte de África, mientras tienen la posibilidad de contener el avance amenazador de los turcos en el mar MediterrĂĄneo. Los Reyes CatĂłlicos impulsan los proyectos mĂĄs audaces, como el de CristĂłbal ColĂłn, y Ă©ste desembarca en tierras de AmĂ©rica, el 12 de octubre de 1492, creyendo que llega a las Indias.
ColĂłn sale del puerto de Palos por primera vez en busca de una nueva ruta hacia la tierra de la especierĂ­a, en Oriente, el 3 de agosto de 1492. La gente presencia su marcha con escepticismo. Dirige una pequeña armada de tres navĂ­os: la Niña, la Pinta y la Santa MarĂ­a. Con viento a favor por los vientos alisios, tras una escala en el ArchipiĂ©lago Canario, llega a AmĂ©rica. Poco antes de alcanzar playas americanas, el 16 de septiembre, sobre las aguas los marinos ven flotar “manadas de hierba” (en el mar de los Sargazos); el 17 ven “mĂĄs yerbas” y “un cangrejo vivo”. ColĂłn escribe en su diario que el miĂ©rcoles 19, “vino a la nao un alcatraz y a la tarde vieron otro, que no suelen apartarse veinte leguas de tierra”. Sigue su ruta hacia el oeste y a pesar de las “señales de tierra”, quiere llegar a Cipango (JapĂłn). El 10 de octubre escribe que sus hombres se quejan “del largo viaje”. El honor de ver tierra en el horizonte sobre el mar, es para un joven de la Niña, Juan Rodrigo Bermejo, sevillano, de Triana.
Las consecuencias son inmediatas: repercute en la firma, en junio de 1492, del Tratado de Tordesillas, suscrito por Castilla y Portugal. AhĂ­ se reparten el ocĂ©ano AtlĂĄntico por una lĂ­nea situada en el meridiano que se hallaba 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. El espacio al oeste de dicha lĂ­nea imaginaria se reserva a Castilla, la cual “legitima”, con la anuencia del papa de Roma, su dominio sobre las tierras “reciĂ©n descubiertas”. En 1503 se crea la Casa de ContrataciĂłn con sede en Sevilla y se centraliza todo el comercio que se realizarĂĄ con el Nuevo Mundo. Un nuevo tratado entre ambos en Zaragoza en 1529, certifica una nueva lĂ­nea divisoria: España renuncia a sus posesiones en África y Asia y Portugal acepta que AmĂ©rica es la zona de influencia de España.
El español, bien de Castilla, AragĂłn, AndalucĂ­a, Valencia, Extremadura o Cataluña, “o de cualquier otra parte, era consciente de su nacionalidad”. Luchando contra los musulmanes en Granada, el Ășltimo baluarte del islam hispĂĄnico, los españoles se consideran, despuĂ©s de siete centurias, “el mejor soldado de la Cristiandad”. Y asĂ­ tambiĂ©n se lanza con sus ejĂ©rcitos formados por el Gran CapitĂĄn, Gonzalo de CĂłrdoba, en sus triunfos sobre los franceses, italianos “y cualesquiera otros que pelearan con españoles”. Chamberlain recuerda que sus marinos son excelentes y su armada poderosa; España es, en este momento, de las pocas naciones que tienen supremacĂ­a en el mar y en la tierra simultĂĄneamente.
Los primeros contactos en el Mar Caribe
Al litoral descubierto le bautizan por San Salvador. Durante tres meses, recorren las islas del Caribe; pero la civilizaciĂłn de Oriente, que ColĂłn piensa encontrar, contrasta con la realidad, sus “indios” no parecen los hombres del Gran Kan, segĂșn las descripciones que Marco Polo le hace llegar. El almirante se obsesiona. Los hombres y sus casas son muy rudimentarias. No hay leones ni elefantes. ColĂłn cree que llega a una isla de Asia, pero no tiene pruebas fehacientes de ello. “Pero lo extraordinario –dice Edmundo O’Gorman– no es sĂłlo que ColĂłn se haya convencido de que estaba en Asia (
) sino la circunstancia de haber mantenido esa creencia durante toda la exploraciĂłn a pesar de que no encontrĂł nada de lo que esperaba ver, ni nada que la demostrara de un modo indubitable”.
Llegan a HaitĂ­ y Cuba. De vuelta a España, los Reyes CatĂłlicos nombran a ColĂłn “Gran Almirante de la Mar Oceana”. En 1493, se embarca de nuevo con una flota de diecisiete carabelas. Se refuerzan algunas posesiones, Cuba, HaitĂ­ y Jamaica, pero fracasa en la bĂșsqueda de oro y especias. En España, pierde la confianza de la Corte, hasta que consigue nuevo permiso para hacerse a la mar por tercera vez, en 1498. MĂĄs al sur, en su ruta americana, alcanza Trinidad y pasa por la desembocadura del rĂ­o Orinoco. Se dirige luego al Oeste y atraca en Santo Domingo, donde gobierna Francisco de Bobadilla, con poderes para investigar quejas de mala administraciĂłn. A ColĂłn lo acusan luego de traficar oro con los nativos, lo arrestan y lo mandan a España, donde recibe mejor trato. En 1502, inicia su cuarto y Ășltimo viaje a AmĂ©rica, en una pequeña armada de cuatro navĂ­os, renovados todos sus privilegios, pero con la prohibiciĂłn de atracar en La Española. De Cuba y por el golfo de Honduras, encuentra en su ruta una canoa con mayas de YucatĂĄn, en viaje hacia Honduras. Es el primer contacto entre españoles y mayas en tierras de AmĂ©rica. Nada le indica, sin embargo, que sean miembros de una civilizaciĂłn distinta con la que se ha familiarizado en el archipiĂ©lago caribeño. Él sigue su periplo por PanamĂĄ y el istmo del DariĂ©n, pero enfermo y con naves en mal estado, regresa a Jamaica y tras una larga estancia porque no tiene barcos, vuelve finalmente a España, en busca del rey, porque su protectora, Isabel, ha muerto. ColĂłn muere el 25 de mayo de 1506, en la ciudad de Valladolid.
Legitimidad y Derecho
Muertos los Reyes CatĂłlicos, Carlos I de España o V de Alemania hereda el trono de España. Su imperio es el mĂĄs grande que ha existido, dilatado por ambos hemisferios de la Tierra, asĂ­ como el Ășltimo que pudo creerse responder al pensamiento de San AgustĂ­n, en palabras de Manuel FernĂĄndez Álvarez: Imperio universal sobre el mundo entero. Todo le pertenece: la una parte de hecho; la otra, de derecho, como decĂ­an los “teorizantes de la monarquĂ­a universal”.
Al morir el rey Fernando, los descubrimientos geogrĂĄficos se limitan a las islas del Mar Caribe y algo de las costas de Tierra Firme en el centro y sur de AmĂ©rica, bañadas por ese mar, pero las iniciativas de los exploradores españoles son muchas “y activĂ­simas, tanto que en los cuarenta años del reinado de Carlos V, se poblaron y organizaron los virreinatos, audiencias y gobernaciones”, desde MĂ©xico hasta Chile y Buenos Aires.
Carlos V, al comienzo de su carrera imperial, recibe de HernĂĄn Cortes la cĂ©lebre carta de 1522 y le comunica que las tierras de Nueva España estĂĄn “pacĂ­ficas”: “Vuestra Alteza” –escribe al rey– “se puede intitular de nuevo emperador de ella, y con tĂ­tulo y no menos mĂ©rito que el de Alemania que, por la gracia de Dios, Vuestra Sacra Majestad posee”. FernĂĄndez Álvarez dice que, contrario a la idea de CortĂ©s, que desea ver al rey como emperador no sĂłlo de Alemania o de Castilla y LeĂłn, sino tambiĂ©n de Nueva España, Carlos V no puede ser “de nuevo” emperador por “segunda vez”, porque Ă©l cree que “Imperio no era sino uno en el mundo; para Ă©l las Indias eran una prolongaciĂłn de Castilla y Ă©l habĂ­a unido España al Imperio como territorio coimperial con el de Germania”.
En Europa, el Imperio de Carlos V se mueve en torno a palpables crisis internas y externas: las guerras promovidas por las ambiciones de los Estados particulares, y frente a la “fuerza unitiva de la moral cristiana”, se opone desde Italia la “doctrina amoral y disgregante de la razĂłn de Estado” (que formula antes Maquiavelo) y “hacĂ­a que el Rey CristianĂ­simo de Francia” se aliase con los turcos “para socavar el poderĂ­o” del Imperio bimembre, a la par que el papa, unas veces con Dios y con el Diablo, apoyase a Francia en busca de equilibrio; la lucha contra Lutero y la rebeliĂłn autonomista y la guerra contra el turco amenazador. Cansado de luchar contra viento y marea, deja el gobierno del Imperio en manos de Fernando, y se retira a Bruselas en 1553; Fernando firma la paz de Augsburgo el 25 de septiembre de 1555, por la que el Imperio pierde el sentido de “universalidad” y se nacionaliza en una Alemania fraccionada: “cada regiĂłn su religiĂłn”. El rey acaba en un convento de Yuste, en España, y deja el trono en manos de su hijo Felipe II, para que luche por el cristianismo y contra el luteranismo.
AsĂ­, las tierras de “pueblos incultos” del Nuevo Mundo, “prolongaciĂłn” de España, son parte “muy considerable” del Imperio de Cristiandad, ya que “todo el descubrimiento, organizaciĂłn y gobierno se estaban llevado a cabo con un mĂłvil misional, con un primario propĂłsito de cristianizar las tierras que se iban descubriendo”. Los frailes o misioneros que acompañan a los soldados, van por tanto, revestidos de cierta autoridad “para decidir y regularizar los actos bĂ©licos que el capitĂĄn creyesen necesarios y que siempre habrĂ­an de ser en guerra defensiva, nunca agresiva”.
Al emperador Carlos V le preocupa el Nuevo Mundo desde el inicio de su gobierno y cuando los dominicos de Salamanca en 1539 le hacen dudar sobre “la legitimidad del dominio del rey de España en Indias”, su preocupaciĂłn es constante, dentro y fuera de España.
En efecto, el papa Alejandro VI, en la Bula de 1493 le deja a los Reyes CatĂłlicos la “labor misional” en AmĂ©rica; Fernando el CatĂłlico tiene la bula pontificia y el acuerdo con Portugal. Ambas gestiones, si pacifica a los pueblos cristianos entre sĂ­, no prejuzga el derecho a la soberanĂ­a de las nuevas tierras, que tienen sus “señores naturales”, defiende años despuĂ©s con ardor, el tenaz e impetuoso fray BartolomĂ© de Las Casas. El asunto pasa a manos de teĂłlogos y juristas, tras el asentamiento español en las Antillas. Luego su sucesor, Carlos V, iniciada la tarea mĂĄs difĂ­cil de conquistar MĂ©xico, resuelve en una carta al cardenal de Toledo en 1541 que es necesario “fundar el derecho de aquellas tierras, no tanto en la bula como en el hecho del descubrimiento, conquista, poblaciĂłn y posesiĂłn pacĂ­fica”. Pero ve poco clara la cuestiĂłn y manda en 1542 que una Junta de teĂłlogos y juristas examinen el derecho que le asiste al Gobierno del Nuevo Mundo y entonces estĂĄ a punto de abandonar PerĂș, renuncia que deja de hacer “siguiendo el parecer del gran teĂłlogo Francisco de Vitoria”.
En su cĂ©lebre libro La invenciĂłn de AmĂ©rica, Edmundo O’Gorman observa las prisas de la Corona española por conseguir la bula papal para que le ampare “sus derechos”, es decir, “asegurar el señorĂ­o de ellas, fueran lo que fueran”. Pero como para obtener un tĂ­tulo “era forzoso precisar su objeto, la cancillerĂ­a española se vio constreñida a tomar partido en el problema”. Sin embargo pronto se repara en el peligro “sobre las islas que se han descubierto en las Indias”. ColĂłn podĂ­a estar equivocado, dice O’Gorman y en tal caso, “un tĂ­tulo amparando regiones asiĂĄticas no servirĂ­a para proteger derechos” sobre nuevas tierras y, por tanto, “era necesario arbitrar una fĂłrmula de designaciĂłn que incluyera el mayor nĂșmero de posibilidades y eso fue lo que se hizo”. Y asĂ­, con la bula Inter Caetera del 3 de mayo de 1493, se la designa vagam...

Table des matiĂšres