Comentario
Estupidez ilustrada surgiĂł inesperadamente del hastĂo que me embarga, desde hace años, cada vez que escribo o intento escribir algo. Considero pretensioso llamarme escritor, aunque tengo varios libros publicados. Afrontar la desgastante tarea de concebir un libro, hasta hace poco, me parecĂa imposible. Sin embargo, la pasiĂłn por la escritura jamĂĄs me ha abandonado, y a pesar de sufrirla, pocas cosas en la vida me producen tanto placer. Este libro es un intento sacrificial por reunir los pedazos dispersos de algo ya presente, pero inadvertido. El punto que articula todo es lo âirrepresentableâ, âel vacĂoâ, âlo divinoâ, âla nadaâ o como lo quieran llamar. Ya sea narrativa, ensayo o aforismos, todos ellos, en su irreductible peculiaridad ây en su aparente inconexiĂłnâ, hablan de lo mismo: expresiones de lo âirrepresentableâ. La forma en que lo despliegan puede ser el humor, el asco, el amor, el puro placer por el lenguaje, pero invariablemente se experimenta algo fuera del alcance del logos, mĂĄs allĂĄ de los fenĂłmenos, alejado de la âestupidez ilustradaâ, la nueva piel que cubre el cuerpo ajado de nuestro tiempo.
Roberto Calasso y La ruina de Kasch
Siempre se trata de un suicidio,
cuando algo auténtico muere.
NicolĂĄs GĂłmez DĂĄvila
El pensamiento de Roberto Calasso representa el Ășltimo destello del poder que dejaron los dioses⊠al retirarse; esboza la silueta del orden divino, hoy olvidado, aunque presente en cada uno de nuestros actos. La manĂa por los objetos y datos comprobables ha obcecado nuestra mente.
El poder de la pluma de Calasso se encuentra lejos de la transparencia y la caricaturesca autonomĂa de lo moderno, mĂĄs bien es una fuerza que emana de un saber crĂptico. Ăl habla a travĂ©s del mito, imĂĄgenes metamĂłrficas cuya lectura puede pasar del simple regocijo en el lenguaje, al sentido insinuado en sus mĂșltiples variantes. El mito sĂłlo es digerible mediante un proceso iniciĂĄtico, de otra forma acaba por devorar la razĂłn de quien lo contempla.
Al igual que Calasso dice que La RepĂșblica de PlatĂłn es un texto iniciĂĄtico donde âlos muchos que no lo entendieron, y no debĂan entenderlo, pensaron que tenĂan un tratado sobre el Estado perfectoâ, se puede afirmar que sus libros tambiĂ©n deben ser leĂdos bajo una cierta Ăłptica iniciĂĄtica, de no ser asĂ, los muchos que no lo entienden, y no deben entenderlo, pensarĂĄn que estĂĄn leyendo solamente un despliegue inigualable de erudiciĂłn. Hay momentos en que no basta tener una gran cultura para vislumbrar el secreto oculto en su pensamiento, de alguna forma es necesario ser un iniciado para poder reĂr junto con Ă©l, al igual que Ă©l lo hace con los dioses. La fuerza de Calasso radica en su capacidad de evocaciĂłn divina, conversa con Atenea de la misma forma en que Odiseo lo hacĂa. No olvida que el poder proviene de la âposesiĂłnâ: cada acto realizado por los hombres participa de un juego divino.
Calasso explica cĂłmo lo divino decide sacrificarse a sĂ mismo para ser dos, y asĂ dar inicio a la existencia. El motivo de este suicidio tal vez fue el aburrimiento âno debe de haber nada mĂĄs insoportable que el tedio divinoâ, ÂżquiĂ©n sabe?, lo importante es comprender que toda creaciĂłn se funda en un asesinato. Desde ese momento, el mundo vive una existencia que, sin dejar de estar atada a lo divino, goza de cierta independencia. El sacrificio es el vaso comunicante de ambos mundos. El hombre lo olvidĂł âo quiso olvidarloâ y con ello perdiĂł la relativa libertad que tenĂa. Vive un estado de indiferencia con respecto a lo divino. Pero la indiferencia no garantiza la muerte del sacrificio. El hombre continĂșa ejecutĂĄndolo, sin saberlo. Hoy en dĂa su presencia se percibe en la âproducciĂłnâ. La sociedad se produce a sĂ misma, es decir, se sacrifica a sĂ misma mediante un gasto desmesurado de energĂa âcomo señala Batailleâ, aunque ahora se trata de un sacrificio onanista, referido a sĂ mismo.
El pensamiento de Roberto Calasso difĂcilmente puede ser etiquetado. No responde a ninguna de las escuelas ni corrientes de pensamiento actuales. Es un escritor peculiar. Contamos con pensadores que han leĂdo todo, pero no saben quĂ© hacer con ello, a lo mucho utilizarlo como somnĂfero. Por otro lado, estĂĄn aquellos que destacan por su inteligencia. Calasso posee una cultura desmesurada y una inteligencia devastadora: es un monstruo.
En la obsesiĂłn por catalogarlo, se le ha tratado de ligar al pensamiento postmoderno. En algĂșn momento, alguien le preguntĂł si consideraba Las bodas de Cadmo y HarmonĂa un libro postmoderno (en la presentaciĂłn en Nueva York a cargo de Susan Sontag y Joseph Brodsky). Ăl se limitĂł a contestar: âNunca he sentido en mi vida la necesidad de usar la palabra postmodernoâ. En todo caso apuesta por un pensamiento âfuerteâ, en contraste con el âpensamiento dĂ©bilâ encabezado por Gianni Vattimo.
La formaciĂłn de Calasso dista mucho de la manĂa moderna por la especializaciĂłn. MĂĄs bien, a la manera clĂĄsica, posee un saber mĂșltiple. Conoce perfectamente Grecia, la India VĂ©dica, el budismo, a los franceses del XIX, a Plotino, Nietzsche, Marx, Stirner, Heidegger, Adorno, Kraus, Freud, Benjamin, Walser, Canetti, Kafka, Baudelaire⊠por nombrar sĂłlo algunos.
Calasso es un iniciado que juega con el saber, no intenta proponer ningĂșn sistema, eso se lo deja a la ciencia. Al igual que tampoco podemos decir que sus libros tengan una forma determinada. Lo mĂĄs aventurado, sin desvirtuar su pensamiento, serĂa decir que utiliza un mĂ©todo mĂtico-analĂłgico. Pero en realidad, como alguna vez dijo de La ruina de Kasch: âSiempre pensĂ© que la forma no podĂa ser mĂĄs que lo esencial. No se trataba de recoger los fragmentos, pĂĄginas sobre temas mĂĄs o menos ligados, sino de inventar una forma que debĂa nacer y desaparecer con el libroâ.
âRoberto Calasso naciĂł en Florencia en 1941 y hoy en dĂa vive en MilĂĄn. Se licenciĂł en literatura inglesa en la Universidad de Roma con el profesor Mario Praz, con una tesis titulada: Los jeroglĂficos de Sir Thomas Brown. Es director editorial y consejero delegado de la editorial Adelphi, con la cual ha colaborado desde su fundaciĂłn en 1962â.
Calasso proviene de una familia de intelectuales de izquierda de la alta burguesĂa italiana. Su abuelo materno âamigo de Benedetto Croceâ fue profesor de filosofĂa en la Universidad de Florencia, y fundĂł la Scuola CittĂ y la editorial La Nuova Italia. Su padre fue director de la Facultad de Derecho de la Universidad de Roma. Su madre, por su parte, estudiĂł literatura griega en la Universidad de Florencia. CreciĂł entre libros. Su infancia gira alrededor de tres bibliotecas: la de sus abuelos, la de sus padres y la Gabinetto Vieusseux, una biblioteca privada en el Palacio Strozzi. De aquĂ que ya desde pequeño se creara el âmito Calassoâ. A los trece años habĂa leĂdo todo Proust en francĂ©s, y a los catorce todo Goethe en alemĂĄn. Alrededor del joven Calasso destacan varias anĂ©cdotas extraordinarias. La mĂĄs famosa cuenta que a la edad de veinte años, en la casa de la hija de Croce, conociĂł a uno de sus escritores favoritos: Theodor Adorno. DespuĂ©s de un tiempo de estar conversando, Adorno le susurrĂł a su anfitriona: âSimpĂĄtico este muchacho, ha leĂdo todos mis libros, e incluso aquellos que no he escrito todavĂaâ.
Calasso ya era un renombrado editor antes de ser reconocido como escritor. Desde los veintiĂșn años trabaja para Adelphi, fundada por Luciano Foa, Roberto Bazlen y Ă©l, en respuesta a la estrechez de Einaudi. Hoy en dĂa Adelphi es una de las editoriales independientes mĂĄs importantes de Europa.
Calasso combina de manera esquizofrĂ©nica âcomo Ă©l mismo diceâ su vida de editor y su vida de escritor. De esta Ășltima, por cierto, no le gusta hablar mucho. Tal vez por el resentimiento y la desconfianza que provoca. Nadie se explica cĂłmo siendo editor encuentra tiempo para escribir. A lo que Ă©l contesta que escribe cada vez que tiene un momento libre, y lo hace de una forma peculiar, primero con su pluma, para despuĂ©s transcribirlo en la mĂĄquina Olivetti que Bazlen le regalĂł.
Para Italo Calvino y Leonardo Sciacia, dos de los grandes escritores que ha tenido Italia, Calasso es un monstruo de la literatura.
Constantemente es atacado por la izquierda italiana, tachĂĄndolo de derechista. Este tipo de eventos le provocan una hilaridad incontenible. Lo mismo pasa en los cĂrculos acadĂ©micos: sus libros no cumplen con los requisitos de las buenas costumbres cientĂficas. Pero estos nuevos beatos, que hacen pedazos a los grandes pensadores con sus insulsas tesis, lo Ășnico que logran es proporcionarle material para divertirse.
La ruina de Kasch narra la historia del paso de un estado de cosas a otro, del nudo de la necesidad, a la levedad del relato. Es la historia de un reino inmemorial cuyo orden descansa en el sacrificio: el poder se regenera cada tanto con su propia muerte⊠escrita en el cielo. Esta escritura prescribe los tiempos del sacrificio y debe ser observada inexorablemente. Sin embargo, un dĂa, dicho orden es revocado por un poder mayor, el poder que sĂłlo la ligereza de lo fortuito posee. Entonces el sacrificio es sustituido por el nĂșcleo, por la savia del secreto que Ă©l resguardaba de la evidencia: la desmesura, el exceso, la falta total de apoyos.
En pocas palabras, el orden del sacrificio es arruinado por la esencia del sacrificio. Este extraño evento significa el desvelamiento de lo esotérico, y con ello el fin de todo orden. Se pasa a un mundo embriagado por su propia voz, tejido por relatos que, mås que crear un orden, desatan el nudo que contiene las fuerzas del cosmos. Es la entrada de lo ilimitado, de la desmesura ahora presente en cada acto de la existencia.
Por fin podemos vislumbrar el secreto de Calasso: saber que el exceso es el corazĂłn del sacrificio. Los OlĂmpicos lo sabĂan, por eso decidieron abandonar el orden de AnankĂ© para instalarse en el espacio del simulacro. Eligieron hacerse ligeros. Sin embargo, con toda la ambigĂŒedad que ello implica, jamĂĄs dejaron de simbolizar el lĂmite, es decir: el lĂmite es el borde del principio de lo ilimitado, del secreto del secreto, aquello que no puede evidenciarse porque entonces el mundo enloquecerĂa. Y precisamente eso pasa con la irrupciĂłn del poder de Far-li-mas, el poeta, el doble, la imagen invertida de los severos sacerdotes encargados de observar, y resguardar, el orden prescrito en el cielo:
Con Far-li-mas se entra en otro reino: el reino de la palabra, despuĂ©s del de la sangre. Es un reino que no mata segĂșn el rito, sino que evoca la muerte a travĂ©s de un desorden que sobreviene rĂĄpido, indomable. Las palabras de Far-li-mas sustituyen el sacrificio: como el sacrificio, tienen el poder de hacerse obedecer, pero no tienen el poder de establecer los tiempos del ciclo. Ahora el tiempo sĂłlo es la oscilaciĂłn pendular entre un fluir vacĂo, desprovisto de apoyos, y la suspensiĂłn de la droga de la palabra. Las palabras de Far-li-mas viven con fuerza propia, pero no pueden reflejar la posiciĂłn de los astros.
Indudablemente, en el enfrentamiento ordĂĄlico entre el poder del sacrificio y el poder del relato, vence este Ășltimo. El sacrificio nada puede frente a su principio. Dicho con otras palabras: el sacrificio debe inmolarse a sĂ mismo para que el sacrificio continĂșe, Ă©sta es su eterna ironĂa. Entonces vence la vida, el poder de la palabra, que puede decir todo, incluso los secretos. Pero no deja de ser una variante âvariante extremaâ del sacrificio. No obstante, este gesto se ha olvidado, dando lugar a la creencia en el imperio de lo secular, cuando en realidad estamos en la fuente misma del sacrificio, a flor de piel, sin ningĂșn velo que lo oculte. Lo esotĂ©rico se vive como algo banal, y eso provoca la locura de todos los hombres olvidadizos, incapaces de explicarse quĂ© estĂĄ pasando, asĂ como Astrabaco y Alopeco enloquecieron cuando se toparon con el simulacro de la Artemisa TĂĄurica. Aunque esto ni siquiera es asĂ, serĂa pedir demasiado, se necesita cierta capacidad de asombro, ausente en el mundo moderno. MĂĄs bien, es como...