II
12
Enero.
Aquel enero hubo de todo. Y hubo algo casi sĂłlido, como una puerta. El frĂo encerraba la ciudad en una cĂĄpsula gris. Enero era todos aquellos momentos, y tambiĂ©n era todo un año. Enero dejaba caer los momentos y los congelaba en su memoria: la mujer que a la luz de una cerilla miraba ansiosamente los nombres grabados en una puerta oscura, el hombre que garabateĂł un mensaje y se lo tendiĂł a su amigo antes de irse juntos por la acera, el hombre que corriĂł toda una manzana para alcanzar por fin el autobĂșs. Cualquier acto humano parecĂa desvelar algo mĂĄgico. Enero era un mes de dos caras, campanilleando como los cascabeles de un bufĂłn, crujiendo como una capa de nieve, puro como los comienzos y sombrĂo como un viejo, misteriosamente familiar y desconocido al mismo tiempo, como una palabra que uno estĂĄ a punto de definir, pero no puede.
Un joven llamado Red Malone y un carpintero calvo trabajaban con ella en el decorado de Llovizna. El señor Donohue estaba muy contento de todo. Dijo que le habĂa pedido al señor Baltin que fuera a ver el trabajo de Therese. El señor Baltin era un graduado de una academia rusa y habĂa diseñado unos cuantos decorados para teatro en Nueva York. Therese nunca habĂa oĂdo hablar de Ă©l. IntentĂł que el señor Donohue le arreglase una cita con Myron Blanchard o Ivor Harkevy, pero el señor Donohue no le prometiĂł nada. Therese supuso que le era imposible.
Una tarde apareciĂł el señor Baltin. Era un hombre alto y encorvado, con un sombrero negro y un abrigo raĂdo, y mirĂł resueltamente el trabajo que ella le mostraba. Ella sĂłlo habĂa llevado tres o cuatro maquetas al teatro, las mejores que tenĂa. El señor Baltin le hablĂł de una obra que iba a empezar a producirse al cabo de un mes y medio. Ăl estarĂa encantado de recomendarla como ayudante, y Therese dijo que le irĂa muy bien porque de todas maneras iba a estar fuera de la ciudad hasta entonces. En los Ășltimos dĂas, todo estaba saliendo muy bien. El señor Andronich le habĂa prometido un trabajo de dos semanas en Filadelfia a mediados de febrero, que serĂa justo el momento en que volviera de su viaje con Carol. Therese apuntĂł el nombre y la direcciĂłn del hombre que conocĂa el señor Baltin.
âEstĂĄ buscando a alguien, asĂ que llĂĄmele a principios de semana âdijo el señor Baltinâ. SerĂĄ sĂłlo un trabajo de ayudante, pero su primer ayudante, un alumno mĂo, ahora trabaja con Harkevy.
âÂĄOh! ÂżCree que usted o Ă©l podrĂan conseguirme una cita con el señor Harkevy?
âNada mĂĄs fĂĄcil. Lo Ășnico que tiene que hacer es llamar al estudio de Harkevy y preguntar por Charles, Charles Winant. DĂgale que ha hablado conmigo. DĂ©jeme pensar, sĂ, llĂĄmele el viernes. El viernes por la tarde, a eso de las tres.
âDe acuerdo, muchas gracias.
Faltaba toda una semana para el viernes. Therese habĂa oĂdo decir que Harkevy era inaccesible y tenĂa fama de no conceder nunca citas y de no acudir jamĂĄs a las que habĂa concedido, porque estaba muy ocupado. Pero tal vez el señor Baltin le conociera mejor.
âY no se olvide de llamar a Kettering âle dijo el señor Baltin al salir.
Therese mirĂł otra vez el nombre que Ă©l le habĂa dado: Adolph Kettering, Inversiones Teatrales, y una direcciĂłn privada.
âLe llamarĂ© el lunes por la mañana. Muchas gracias.
AquĂ©l era el sĂĄbado en que habĂa quedado con Richard en el Palermo despuĂ©s del trabajo. Era el 17 de enero, once dĂas antes de la fecha en que Carol y ella tenĂan planeado irse. Vio a Phil de pie con Richard en el bar.
âÂżQuĂ© tal estĂĄ el viejo Black Cat? âle preguntĂł Phil, arrastrando una silla para ellaâ. ÂżTambiĂ©n trabajĂĄis los sĂĄbados?
âLos actores no, sĂłlo mi departamento âdijo ella.
âÂżCuĂĄndo es el estreno?
âEl 21.
âMira âdijo Richard, y señalĂł una mancha verde oscuro en su falda.
âYa lo sĂ©. Me la hice hace dĂas.
âÂżQuĂ© quieres beber? âle preguntĂł Phil.
âNo lo sĂ©. Una cerveza quizĂĄ, gracias.
Richard le habĂa vuelto la espalda a Phil, que estaba al otro lado de Ă©l, y ella notĂł que algo iba mal entre ellos.
âÂżHas pintado algo hoy? âle preguntĂł a Richard.
Richard tenĂa las comisuras de los labios curvadas hacia abajo.
âA un chĂłfer le ha dado un pasmo y he tenido que sustituirle. Me he quedado tirado sin gasolina en medio de Long Island.
âÂĄVaya faena! QuizĂĄ prefieras pintar en vez de salir mañana.
HabĂan hablado de ir a Hoboken al dĂa siguiente, para dar una vuelta y comer en el Clam House. Pero Carol iba a estar en la ciudad y habĂa prometido llamarla.
âPintarĂ© si tĂș posas para mĂ âdijo Richard.
Therese dudĂł, incĂłmoda.
âEstos dĂas no me siento con ĂĄnimos de posar.
âMuy bien, no tiene importancia âsonriĂłâ. ÂżPero cĂłmo voy a pintarte si nunca posas?
âÂżY por quĂ© no me pintas de memoria?
Phil sacĂł la mano del bolsillo y cogiĂł el vaso de Therese.
âNo tomes esto. TĂłmate algo mejor. Yo estoy tomando un whisky de centeno con agua.
âVale, probarĂ©.
Phil estaba de pie, al otro lado de Therese. ParecĂa animado, pero tenĂa ojeras. Durante la semana anterior, mientras estaba de un humor taciturno, habĂa estado escribiendo una obra. HabĂa leĂdo en voz alta algunas escenas en su fiesta de Año Nuevo. SegĂșn Ă©l, era una continuaciĂłn de la Metamorfosis de Kafka. Ella le habĂa dibujado un boceto provisional para la mañana del Año Nuevo y se lo enseñó a Phil cuando fue a visitarle. Y, de pronto, se le ocurriĂł que Richard estaba enfadado por eso.
âTerry, me gustarĂa que hicieras una maqueta que se pudiera fotografiar a partir del boceto que me hiciste. Me gustarĂa tener un decorado para presentarlo con el guiĂłn. âPhil empujĂł su whisky con agua hacia ella y se inclinĂł hacia la barra acercĂĄndosele mucho.
âSĂ, se podrĂa hacer âdijo Thereseâ. ÂżVas a intentar que te la produzcan?
âÂżPor quĂ© no? âLos ojos de Phil la desafiaron por encima de su sonrisa. ChasqueĂł los dedos hacia el camareroâ. ÂĄLa cuenta, por favor!
âPago yo âdijo Richard.
âNo, no, esto es cosa mĂa. âPhil tenĂa en la mano su vieja cartera negra.
Nunca le producirĂan la obra, pensĂł Therese, quizĂĄ ni siquiera la acabara, porque Phil tenĂa un humor muy inestable.
âEstarĂ© por ahĂ âdijo Philâ. PĂĄsate por allĂ pronto, Terry. Hasta luego, Richard.
Ella le observĂł salir y subir la pequeña escalera frontal, mĂĄs andrajoso que nunca con sus sandalias y su raĂdo abrigo cruzado, aunque con una atractiva indiferencia hacia su aspecto. «Como un hombre que se pasea por su casa con su viejo albornoz favorito», pensĂł Therese. Le saludĂł con la mano a travĂ©s de la ventana.
âHe oĂdo que le llevaste cerveza y bocadillos a Phil el dĂa de Año Nuevo âdijo Richard.
âSĂ. LlamĂł y me dijo que tenĂa resaca.
âÂżPor quĂ© no me lo habĂas contado?
âSupongo que se me olvidĂł, no tenĂa importancia.
âNo tenĂa importancia. Si tĂș... âRichard hizo un gesto lento y desesperado con su rĂgida manoâ. ÂżNo tiene importancia pasarse la mitad del dĂa en el apartamento de un tĂo y llevarle cerveza y bocadillos...? ÂżNo se te ocurriĂł que quizĂĄ yo tambiĂ©n querrĂa unos bocadillos?
âSi querĂas, mucha gente te los podrĂa haber llevado. Nos habĂamos comido y bebido todo lo que habĂa en casa de Phil, Âżno te acuerdas?
Richard asintiĂł con su larga cabeza, sonriendo aĂșn con la misma sonrisa malhumorada y de soslayo.
âY estabas a solas con Ă©l, los dos solos.
âOh, Richard. âElla lo recordĂł. No tenĂa la menor importancia. Aquel dĂa Dannie no habĂa vuelto de Connecticut. HabĂa pasado el Año Nuevo en casa de uno de sus profesores. Ella esperaba que Dannie volviera aquella tarde a la casa que compartĂa con Phil, pero probablemente Richard nunca hubiera pensado ni sospechado que ella preferĂa con mucho a Dannie.
âSi lo hubiera hecho cualquier otra chica, yo habrĂa sospechado que se estaba cociendo algo y habrĂa acertado âcontinuĂł Richard.
âCreo que te estĂĄs portando como un tonto.
âYo creo que tĂș te estĂĄs portando como una ingenua. âRichard la miraba inflexible, resentido, y Therese pensĂł que su resentimiento no se debĂa sĂłlo a eso. SentĂa que ella no fuera y nunca pudiera ser la chica que Ă©l habrĂa deseado, una chica que le amara apasionadamente y quisiera ir a Europa con Ă©l. Una chica tal como era ella, con su cara, sus ambiciones, pero que le adoraseâ. No eres el tipo de Phil, Âżsabes?
âÂżY quiĂ©n ha dicho nunca que lo fuera? ÂżPhil?
âEse desgraciado, ese absurdo diletante âmurmurĂł Richardâ. Y esta noche ha tenido la jeta de afirmar que tĂș no darĂas un centavo por mĂ.
âNo tiene ningĂșn derecho a decir eso. Yo no le hablo de ti.
âAh, muy buena respuesta. Eso quiere decir que si le hablaras de mĂ, sabrĂa que no das ni un centavo por mĂ, Âżno? âRichard lo dijo con calma, pero su voz estaba llena de irritaciĂłn contenida.
âÂżQuĂ© es lo que tiene de pronto Phil contra ti? âpreguntĂł ella.
âÂĄĂse no es el tema!
âÂżY cuĂĄl es el tema? âdijo ella con impaciencia.
âBueno, Terry, vamos a dejarlo.
âPuedes pensar el tema que quieras âle dijo, pero al verle darse la vuelta y apoyar los codos en la barra, casi como si sus palabras le dolieran fĂsicamente, ella sintiĂł una sĂșbita compasiĂłn por Ă©l. No habĂa sido ese momento, no habĂa sido aquella semana lo que le habĂa herido, sino toda la futilidad pasada y futura de sus sentimientos hacia ella.
Richard aplastĂł su cigarrillo en el cenicero.
âÂżQuĂ© quieres hacer esta noche? âpreguntĂł.
«CuĂ©ntale lo del viaje con Carol», pensĂł ella. Dos veces habĂa estado a punto de decĂrselo y luego lo habĂa dejado.
âÂżQuieres que hagamos algo? âdijo Therese, enfatizando la Ășltima palabra.
âClaro âdijo Ă©l, deprimidoâ. ÂżQuĂ© te parece cenar y luego llamar a Sam y Joan? QuizĂĄ podamos subir un rato a verles esta noche.
âMuy bien âdijo. A ella le horrorizaba. Eran dos de las personas mĂĄs aburridas que habĂa conocido, un dependiente de una zapaterĂa y una secretaria, felizmente casados en la calle Veinte Oeste, y sabĂa que Richard pretendĂa mostrĂĄrselos como un ideal de vida, para recordarle que ellos tambiĂ©n podĂan vivir juntos algĂșn dĂa. Ella los odiaba y cualquier otra noche habrĂa protestado, pero sentĂa compasiĂłn por Richard y la compasiĂłn despertaba un amorfo sentimiento de culpabilidad y una necesidad de conciliaciĂłn. De pronto, se acordĂł de una excursiĂłn que habĂan hecho el verano anterior, merendaron junto a la carretera, cerca de Tarrytown, y recordĂł a Richard echado en la hierba, descorchando muy lentamente la botella, mientras hablaban Âżde quĂ©? RecordĂł aquel momento tan alegre, aquella convicciĂłn de que aquel dĂa compartĂan algo maravillosamente real y extraño, y se preguntĂł adĂłnde habrĂa ido a parar, o en quĂ© se habrĂa basado. Ahora su larga y lisa figura de pie junto a ella parecĂa oprimirla con su peso. Ella intentĂł contener su resentimiento, pero sĂłlo consiguiĂł intensificarlo en su interior, como si tomara cuerpo. MirĂł las figuras regordetas de dos trabajadores italianos que habĂa de pie en la barra, y a las dos chicas del fondo del bar, a las que habĂa visto antes. Mientras salĂan, se fijĂł en ellas. Llevaban pantalones holgados. Una llevaba el pelo cortado a lo chico. Therese mirĂł a otra parte, consciente de que las estaba evitando, evitan...