CĂMO VENCER LA ADVERSIDAD
Si usted estĂĄ levantando una tormenta,
no espere una navegaciĂłn despejada.
âP. P. SULLIVAN
Ya sea en el trabajo independiente o en equipo con otros, podemos esperar dificultades. Por tanto, el modo en que decidamos responder a la adversidad puede preparar o destruir nuestra habilidad para lograr los propĂłsitos tras los que decidimos ir. Por fortuna, gran parte de las dificultades que enfrentamos en la vida obran finalmente a nuestro favor. Nos desafĂan. Nos enseñan. Nos hacen llegar un poco mĂĄs alto y un poco mĂĄs hondo.
Los principios que ayudan a vencer los obstĂĄculos de la vida incluyen:
Adaptabilidad
Magnanimidad
Perseverancia
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ADAPTABILIDAD
En cuanto hay vida hay peligro.
âRALPH WALDO EMERSON
Aunque algunos individuos dejan que la adversidad incline o destruya sus espĂritus, otros rĂĄpidamente se adaptan al entorno y vencen las dificultades. La habilidad de adaptarse y de dar lo mejor en situaciones difĂciles es una prueba segura de Grandeza para cada dĂa.
A lo largo de los años Selecciones de Readerâs Digest ha publicado cientos de historias conmovedoras y dramĂĄticas de individuos que han vencido toda clase de impedimentos imaginables: ataques fĂsicos, pĂ©rdida de seres queridos, desesperaciĂłn econĂłmica, desastres naturales, etc. Recuerde, por ejemplo, las primeras historias de esta recopilaciĂłn, que incluyen a John Baker, Betty Ford, Walt Disney, Maya Angelou y Luba Gercak. Cada uno es relato de cĂłmo vencer la adversidad. Aunque cada sufrimiento es tan exclusivo como el individuo que lo enfrentĂł, hay algunas perlas comunes en cĂłmo se adaptan y conquistan los vencedores. Varias de ellas se demuestran en «El mensaje de los arces» y en las otras dos historias de adaptabilidad que le siguen.
EL MENSAJE DE LOS ARCES
Edward Ziegler
Lo conozco como un hombre sabio, que vive en reclusiĂłn con su esposa, pero dispuesto, dijo, a recibirme si alguna vez estaba en esa parte de Nueva Inglaterra.
Lo habĂa oĂdo hablar hace años y recientemente habĂa leĂdo varios de sus libros. Ahora lo estaba buscando, porque tenĂa esperanzas de que su sabidurĂa pudiera aliviar la melancolĂa que me consumĂa y que oscurecĂa mis dĂas. Las pĂ©rdidas econĂłmicas y una antigua discapacidad se habĂan combinado para quitarle gran parte de sabor a mi vida.
En un dĂa claro de invierno, lo encontrĂ© en su granja cerca de Corinth, Vermont, rodeado de campos y bosques salpicados por la nieve. Tras años de escribir, dar conferencias y ayudar a los demĂĄs, como ministro y como «mĂ©dico del alma», Edgar N. Jackson estaba poniendo en prĂĄctica ahora su propia sabidurĂa consigo mismo. HabĂa sido golpeado por un grave derrame cerebral. Lo dejĂł paralizado del costado derecho e imposibilitado de hablar.
El pronĂłstico inicial habĂa sido grave. Le dijeron a Estelle, su esposa durante cincuenta y tres años, que era improbable que recuperara el habla. Sin embargo, al cabo de pocas semanas habĂa vuelto a obtener su capacidad de hablar y estaba decidido a recuperar todavĂa mĂĄs de sus facultades.
Se puso de pie para saludarme. Era un hombre de aspecto distinguido, de mediana estatura, que se movĂa con lentitud, ayudado por un bastĂłn, y que tenĂa una inequĂvoca chispa en la mirada. Me condujo hasta su estudio. Estaba lleno de libros, nuevos y viejos, todos rodeando un escritorio donde habĂa una computadora, resmas de papel y revistas.
Me dijo que le alegraba oĂr que sus libros me habĂan ayudado. De hecho, asĂ fue, les dije, pero aun asĂ, se habĂan sumado una serie de infortunios a una angustia que no estaba seguro de poder dominar.
âEntonces, en un sentido, ha sido golpeado por la pena âdijo.
âPero no he perdido a nadie cercano ârespondĂ.
âNo importa, lo que estĂĄ atravesando estĂĄ relacionado con el dolor. Lo esencial es hacer el duelo total por sus pĂ©rdidas y encontrar solaz aprendiendo a vivir con ellas. Las personas que no lo hacen âañadiĂłâ, terminan amargadas y desilusionadas por la angustia. No son capaces de encontrar solaz. Pero otros que usan creativamente el hecho del duelo pueden obtener una nueva sensibilidad y una fe mĂĄs rica. Por eso escucha tantas veces que tenemos que desahogar nuestros sentimientos, expresar nuestras emociones. Eso es parte del proceso de duelo. Solo asĂ puede seguir la sanidad.
âDĂ©jeme mostrarle algoâ, ofreciĂł, señalando a travĂ©s de la ventana un sitio de arces desnudos, impasibles ante el fuerte viento que daba tirones a sus ramas yermas y enviaba hacia abajo un polvo del tenue brillo de la nevada de ayer. Un dueño anterior habĂa plantado los arces en el perĂmetro de un campo de forraje de tres acres de superficie.
Salimos por una puerta lateral y nos movimos lentamente sobre la nieve crujiente hacia los pastos. En verano era un espacio rocoso con cĂ©sped y flores silvestres, pero ahora era de color marrĂłn y estaba marchito por las heladas. AdvertĂ que entre cada ĂĄrbol grande habĂa hileras de alambre de pĂșas.
«Hace sesenta años, el hombre que plantĂł estos ĂĄrboles los usaba para resguardar la pastura y esto le ahorraba mucho trabajo de cavar agujeros para los postes. Era un trauma para los ĂĄrboles jĂłvenes tener alambre de pĂșas clavado en su tierna corteza. Algunos lucharon contra ellos. Otros se adaptaron. AsĂ, por ejemplo, el alambre de pĂșas ha sido aceptado e incorporado en la vida de este ĂĄrbol, pero no en la del que estĂĄ mĂĄs allå».
SeñalĂł un viejo ĂĄrbol severamente desfigurado por el alambre. «¿Por quĂ© ese ĂĄrbol se daña a sĂ mismo luchando contra el alambre de pĂșas, mientras que este que estĂĄ aquĂ se convirtiĂł en amo del alambre en lugar de ser su vĂctima?»
El ĂĄrbol cercano no mostraba ninguna marca. En lugar de las cicatrices largas y dolorosas, parecĂa que el alambre habĂa penetrado por un lado y salido por el otro, casi como si hubiera sido introducido por medio de un taladro.
«He pensado mucho acerca de esta arboleda», dijo mientras regresĂĄbamos a la casa. «¿QuĂ© fuerzas internas posibilitan vencer una herida como la del alambre de pĂșas, en lugar de permitir que desfigure el resto de su vida? ÂżCĂłmo puede una persona transformar el duelo en un nuevo crecimiento en lugar de permitir que se convierta en una invasiĂłn que le destruye la vida?»
Edgar no podĂa encontrar explicaciĂłn a lo que les pasaba a los arces, admitiĂł. «Pero con las personas», continuĂł, «las cosas son mucho mĂĄs claras. Hay maneras de enfrentar la adversidad y hacerse camino a travĂ©s de ese perĂodo de pena. Primero, hay que tratar de mantener un aspecto juvenil. Luego, no tener resentimientos. Y quizĂĄ lo mĂĄs importante de todo consista en hacer todos los esfuerzos necesarios para ser amable consigo mismo. Eso es lo difĂcil. Uno tiene que pasar mucho tiempo consigo mismo y la mayorĂa solemos ser demasiado crĂticos. Firme un tratado de paz consigo mismo, le digo. PerdĂłnese por los tontos errores que ha cometido».
DespuĂ©s de otra mirada pensativa a la arboleda de arces, me condujo de regreso a la casa. «Si somos sabios en la manera en que manejamos el duelo, si podemos guardar un luto rĂĄpido y pleno, el alambre de pĂșas no gana. Podemos vencer toda angustia y vivir la vida triunfante».
Estelle apareciĂł con una porciĂłn de pastel de manzanas y una taza de cafĂ©. «Intento mantener un margen de crecimiento en mi vida, buscando nuevos conocimientos, nuevas amistades, nuevas experiencias», continuĂł Edgar, mirando la nueva computadora y una media decena de libros nuevos en su escritorio. HabĂa estado librando su propia batalla. AĂșn se sentĂa frustrado por la parĂĄlisis parcial de su costado derecho, pero no le daba lugar a la derrota.
«Podemos usar nuestras experiencias dolorosas como excusas para replegarnos. O podemos aceptar las promesas de resurrección y renacimiento». Su mirada se desvió hacia el forraje con un manto de nieve al otro lado del camino.
âUsted tiene sus problemas. Yo tengo mis propias luchas. Yo voy a trabajar en las mĂas âme ofreciĂłâ, si usted trabaja en los suyos.
âGracias, lo harĂ© âprometĂ y nos dimos la mano. HabĂamos hecho un trato. SentĂ que habĂa obtenido una nueva forma de entender y ahora tenĂa una estrategia para manejar mis penas.
Mientras conducĂa por el valle, pude dar un vistazo a su granja entre las praderas. El viento jugaba con las partes encumbradas de esos postes de cerca vivientes que, aunque seguĂan siendo misteriosos, tenĂan mucho que decirnos a todos.
Muchas adversidades de la vida son a corto plazo y se detienen rĂĄpidamente cuando encontramos un nuevo empleo, solucionamos una discusiĂłn, o nos recuperamos de un resfriado. Pero otras formas de adversidad son a largo plazo: la pĂ©rdida de un ser querido, una dolencia fĂsica permanente, una relaciĂłn familiar desalentadora o un trĂĄgico accidente no son temporales, ni se quitan fĂĄcilmente. En tales casos, los arces de Edgar Jackson proporcionan esperanza y guĂa. Nos enseñan el poder de confrontar la adversidad, adaptarnos y seguir adelante.
A veces la adaptación significa «haga lo que debe hacer». El joven de la siguiente historia sabe muy bien cómo hacerlo.
EL COMPETIDOR
Derek Burnett
Kyle Maynard estaba tratando arduamente de no perder ante el tipo del parque de atracciones Six Flags. Con el transcurso de los años, habĂa desarrollado un repertorio de tĂĄcticas de persuasiĂłn; desde recurrir al encanto hasta sus proezas de fuerza, por ejemplo, hacer dos docenas de abdominales. Pero el operador de la montaña rus...