Nota del autor
Durante muchos años me han pedido que hablase en reuniones polĂticas de uno u otro calado. Y durante muchos años he declinado la oferta sistemĂĄticamente. El hecho de que los libros que yo escribo sean considerados literatura de sentido comĂșn ânovelas que ilustran principios vitalesâ creo que hace que muchos polĂticos supongan que yo estoy en su bando. Sin embargo, no soy de esa clase de personas que estĂĄn «o con unos o con otros». En realidad soy mĂĄs de estar con «nosotros».
No me malinterpretes: sĂ que tengo algunos absolutos atrincherados en mi corazĂłn y en mi mente, pero soy lo suficientemente optimista como para creer que aĂșn hay terreno comĂșn incluso con aquellos con los que no estamos de acuerdo. ÂżAcaso no queremos todos lo mejor para nuestro paĂs y un futuro seguro y prĂłspero para nuestros hijos? Por supuesto que sĂ. Y creo que podemos hablar de temas que causan divisiĂłn sin gritarnos.
De algĂșn modo, en la gran mayorĂa de casos, nuestros padres y abuelos se las arreglaron para estar en desacuerdo con sus vecinos y aun asĂ seguir comportĂĄndose amigablemente. Y normalmente lo hacĂan desde sus porches delanteros. Hoy en dĂa muchos de nosotros ni siquiera tenemos porches delanteros. Nos hemos retirado al patio trasero, donde se puede aislar e imponer una Ășnica opiniĂłn con una valla privada.
Hace algunos años me hice estas tres preguntas: ÂżdĂłnde comenzaremos a encontrar terreno comĂșn con respecto a lo que queremos (o no queremos) para el futuro de Estados Unidos? ÂżEs posible escribir algo que no utilice las palabras republicano o demĂłcrata, liberal o conservador, y que aun asĂ comunique un mensaje con el que todo el mundo pueda estar de acuerdo? ÂżSe puede escribir eso de un modo conciso que permita que cualquiera pueda leerlo, entender el mensaje con claridad y sentirse fortalecido en menos de quince minutos?
AquĂ estĂĄ, pues, mi respuesta a esas preguntas.
âANDY ANDREWS
ORANGE BEACH, ALABAMA
El castigo que sufre el sabio que rehĂșsa tomar parte en el gobierno es vivir bajo el gobierno de hombres peores.1
âPLATĂN «ConocerĂ©is la verdad, y la verdad os harĂĄ libres».
Estas son, probablemente, las palabras mĂĄs famosas que se han dicho jamĂĄs acerca de la verdad. Muchos aceptamos esta frase en particular por su valor aparente. Ciertamente encuentra eco en nuestro espĂritu. Nos hace sentir bien. Pero, en realidad, ÂżquĂ© quiere decir? ÂżY alguna vez has considerado el significado que sale a la luz al darle la vuelta a este principio?
Si es correcto que «conocerås la verdad, y la verdad te harå libre», ¿entonces es posible que si no conoces la verdad, su ausencia te haga esclavo?
CUANDO ERA NIĂO, pronto aprendĂ que si alguien descubrĂa la verdad me meterĂa en problemas, o no me elegirĂan, o ya no me querrĂan tanto. Incluso mis padres me animaban a decir la verdad y me llegaban a prometer que no me pegarĂan... si decĂa la verdad.
En la Escuela Elemental Heard les contĂ© a mis compañeros de cuarto que Elvis Presley era mi primo. Supongo que entonces fue mi modo de buscar popularidad. Pero Elvis no era mi primo. Lo que habĂa declarado pĂșblicamente en la cafeterĂa no era verdad, y durante un tiempo, aunque no pareciera posible, me hice aĂșn menos popular.
Fue una buena lecciĂłn que me ayudĂł a tomar la decisiĂłn de que, en el futuro, contarĂa la verdad.
Una vez, cuando tenĂa quince años, un hombre de nuestro vecindario me dijo que me darĂa cincuenta dĂłlares si le realizaba una tarea en particular en su patio. Cuando terminĂ©, me dio veinte y me dijo que aquella era la cantidad que habĂamos acordado. Fue la primera vez que alguien me mirĂł directamente a los ojos y me dijo a propĂłsito algo que no era verdad. Me di cuenta muchos años despuĂ©s cuando fue multado y avergonzado pĂșblicamente por otro asunto âque no tenĂa nada que ver conmigoâ en el que no habĂa dicho la verdad.
Durante mis años formativos y nada mĂĄs convertirme en adulto, la verdad se convirtiĂł en una piedra de toque, una meta, algo por lo que esforzarse. Siempre tenĂa la verdad en mi punto de mira, normalmente respetada pero a veces comprometida.
Cierta vez vi en televisiĂłn cĂłmo el presidente de Estados Unidos renunciaba a su puesto despuĂ©s de haber caĂdo en desgracia. En aquel momento no se me ocurriĂł pensar que la naciĂłn estaba tan alborotada ây el presidente estaba metido en tan grandĂsimo problemaâ no a causa de lo que se habĂa hecho, sino porque Ă©l habĂa mentido acerca de ello.
CUANDO ME HICE adulto, me convertà en un estudioso de la historia. Por alguna razón, me siento fascinado por lo que la gente dijo y lo que las naciones hicieron hace muchos años. También me interesan los resultados: las consecuencias que afrontaron aquellas civilizaciones al reaccionar a lo que la gente dijo y lo que las naciones hicieron muchos años atrås.
A menudo me pregunto si esas consecuencias ...