No se trata de usted
Cuando Blake regresó a su oficina, ya tenía un correo electrónico de Debbie con los nombres de los hombres y mujeres del antiguo grupo de su padre. A juzgar solo por sus títulos, parecía un grupo ecléctico: un director ejecutivo, una juez, el líder de una gran organización sin ánimo de lucro, un entrenador de fútbol de instituto y una superintendente de una escuela.
Blake empezó a hacer llamadas y a programar reuniones. Estaba encantado de ver que todos a los que llamaba parecían genuinamente interesados en reunirse con él.
Su primera reunión tendría lugar al cabo de una semana.
• • •
El lunes por la mañana a las 7:00, Blake se encontraba parado en el bordillo delante de un viejo edificio en el corazón de la ciudad. No estaba solo; dos docenas de personas esperaban también que las puertas se abrieran. Mientras Blake miraba su reloj de pulsera, tenía la sensación de que a nadie más del grupo le preocupaba la hora. Aunque intentaba no ser crítico, supuso, basándose en su aspecto, que sus compañeros de acera eran todos personas sin hogar. La muchedumbre se había reunido en Heaven’s Kitchen, una organización sin ánimo de lucro iniciada por Chad Culpepper. Chad era el miembro más joven del pequeño grupo de su padre. Se había unido justo al salir de la universidad.
Sobre las 7:05 se abrieron las puertas. Blake y los demás entraron en una gran sala con mesas largas. Los hombres y mujeres que habían estado esperando formaron una fila en un extremo de la habitación. Parecían conocer la rutina.
Blake observó cómo la gente seguía la fila y tomaba lo que parecían gachas y una tostada. Al final, donde se esperaría que hubiera una caja registradora, un joven saludaba a cada huésped. Aunque Blake no oía lo que decían, notó que las conversaciones eran breves; todas parecían empezar con un apretón de manos y acabar con un abrazo.
Después de observar durante unos cinco minutos, Blake se dio cuenta de que probablemente debería buscar a Chad. Se acercó a una de las camareras del comedor.
—Hola, estoy buscando a Chad.
La mujer señaló al hombre al final de la fila. Era aquel con el que todos hablaban antes de sentarse a comer.
Justo entonces, Chad llamó la atención de Blake y le hizo gestos para que se acercara. Chad estaba de pie con un hombre que parecía tener 80 años. Blake sabía que probablemente su aspecto avejentado se debía a la vida en la calle.
Chad habló en primer lugar cuando Blake se aproximó.
—Usted debe de ser Blake. Gracias por venir. Quiero presentarle a alguien. Este es Larry. Larry, este es Blake. Blake es el hijo de Jeff Brown.
—Jeff Brown fue el mejor hombre que he conocido —dijo Larry.
Blake estaba atónito.
—¿Conocía a mi padre?
—¿Que si le conocía? Era mi héroe. Él solía estar donde ahora está Chad. Fue él quien estableció el ritual del apretón de manos y el abrazo. Nos enseñó, no, nos mostró que éramos importantes independientemente de nuestras circunstancias. Nos mostró el honor, la dignidad y el respeto… y nos amó.
Blake se quedó allí parado, literalmente sin palabras.
Chad rompió ese silencio incómodo.
—Larry ha pasado una mala época, pero está saliendo adelante. Ahora trabaja varios días a la semana. También ha estado recientemente en la escuela para aprender el oficio de mecánico.
—Un semestre más —sonrió Larry.
—Aquí estamos para ayudarle hasta que pueda volver a valerse por sí mismo. Gracias por venir hoy, Larry.
—Gracias, Chad. —Larry abrazó a Chad, se giró y también abrazó a Blake.
Blake aún intentaba ubicarse. Se sentía superado. El lugar, la gente, la necesidad, los abrazos, que Larry conociera a su padre. En aquel momento era demasiado.
Chad se dirigió a él.
—Sentémonos —dijo.
Hizo gestos a alguien para que viniera a sustituirlo al final de la fila. El apretón de manos y el abrazo seguirían siendo parte de la visita de cada huésped.
—Gracias por venir hoy, Blake.
—Larry conocía a papá —dijo Blake, aún intentando procesar lo que acababa de descubrir.
—Sí, muchos de los hombres y mujeres que hay aquí esta mañana conocían a su padre.
—¿De qué lo conocían? —preguntó Blake.
—Venía mucho por aquí. Como ha dicho Larry, se paraba ahí a dar la mano y abrazos.
—No lo sabía. ¿Cómo es posible que no lo supiera?
—Su padre no venía aquí buscando atención; venía para darla. Quizá por eso no se lo dijo.
—Vaya. Sabía que mi padre era un gran líder, pero no conocía esta faceta suya.
—Quizá esté descubriendo por qué era un gran líder —añadió Chad—. En fin, ¿por qué quería verme?
—Ah, sí. Estoy intentando reforzar mi carácter de liderazgo. Debbie Brewster me sugirió que me reuniera con usted.
—¡Me encantan estas reuniones! —La energía de Chad aumentó de nivel—. Antes de continuar, ¿con quién más se ha reunido?
—Usted es el primero de la lista.
—Me encanta ser el primero.
—¿Por qué?
—Porque creo que lo que tengo que decir es lo más importante.
—¿De verdad? ¿Por qué lo que tiene que compartir conmigo es lo más importante?
—¿Ya le enseñaron el dibujo del iceberg?
—Sí, me lo hizo Debbie.
—Genial, nos lo saltaremos. Pero recuerde, el liderazgo es tanto lo que hay sobre el agua…
—Las habilidades —interrumpió Blake.
—Sí, las habilidades. Pero la mayoría del liderazgo es lo que hay bajo la línea de flotación. Eso es lo que está intentando aprender: el ...