Retrato de una reina
Juan Pablo Bonilla
Literatura / Novela
Editorial Universidad de AntioquiaÂź
ColecciĂłn Literatura / Novela
© Juan Pablo Bonilla
© Editorial Universidad de AntioquiaŸ
ISBN: 978-958-501-072-7
ISBNe: 978-958-501-073-4
Primera ediciĂłn: diciembre del 2021
Motivo de cubierta: Juliana DomĂnguez. Refugio. Tinta, acrĂlico y lĂĄmina iridiscente sobre papel tibetano. 47 x 75 cm. 2020
Diseño de cubierta y diagramación: Imprenta Universidad de Antioquia
Hecho en Colombia / Made in Colombia
Prohibida la reproducciĂłn total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propĂłsito, sin la autorizaciĂłn escrita de la Editorial Universidad de Antioquia
Editorial Universidad de AntioquiaÂź
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Soy la que podrĂas llamar cuando la televisiĂłn te aburra.
Soy la que podrĂas invitar cuando alguien falte.
Soy la que no se invita a tu boda.
Soy la que no se pregunta por la foto del niño.
Soy la que no es mujer para toda la vida.
Ulla Hahn, Soy
28
Posiblemente mi mayor reto a futuro sea que mi muerte no afecte a nadie, le digo al tipo que tengo sentado frente a mĂ, al otro lado de una mesa de lino y copas brillantes. A pesar de esa acertada frase, compuesta con la rapidez de una aguda muestra de ingenio, Ă©l sigue sonriendo. No, esperen, no sonrĂe: su cabeza estĂĄ congelada en una estĂșpida mueca aprendida de algĂșn gurĂș de la autoayuda que vio en YouTube tras googlear âÂżCĂłmo agradarles mĂĄs a las personas?â.
ÂżQuĂ©?, dice, como si mi respuesta a su estĂșpida pregunta ââÂżCuĂĄl crees que es el mayor reto que tienes por delante?ââ hubiese sido un poema sufĂ. ÂżPor quĂ© estoy comiendo con este tipo? Obviamente es un idiota. De todos los millones de hombres en Nueva York tuve que conseguir una cita con un colombiano. Solo me di cuenta cuando abriĂł la boca para saludarme y sentĂ ese vacĂo que se forma en el estĂłmago cuando uno deja las llaves dentro de la casa. Ahora acabo de pedir mĂĄs de doscientos dĂłlares de comida, mĂĄs impuestos y propinas, y todo porque me criaron para decirle sĂ a todo, tener una disposiciĂłn a aceptarlo todo, actitud positiva, afinidad con niños y ancianos, sonrisas para todos, acumular frases motivacionales y nunca dejar de sonreĂr, asĂ la tragedia se estĂ© alzando frente a mĂ dispuesta a aplastarme.
Sigue esperando una respuesta. No, ahora estĂĄ bebiendo de su Perrier y parece estar buscando al mesero.
Fue su idea venir al Four Seasons. Cuando me escribiĂł me dio una direcciĂłn equis y parecĂa muy orgulloso cuando tratĂł de sorprenderme invitĂĄndome a cruzar la entrada. Ha intentado ser simpĂĄtico con los meseros y conducirse como si hubiera terminado aquĂ la primaria: âTodo estĂĄ cambiadĂsimoâ, âQuiĂ©n sabe dĂłnde andarĂĄ Prieto; de pronto le dieron la noche libreâ, âÂżY ese tipo? Debe ser nuevoâ.
AceptĂ© una cita a ciegas porque llevo un mes sin hablar con nadie. Por ahĂ deberĂa empezar; sĂ, ese es un buen comienzo: âTras veintinueve dĂas sin hablar con nadie, Violeta se sentĂł en mitad del comedor del Four Seasons con un hombre que acababa de conocerâ. No, no me gustan esos inicios hemingwaianos, o garciamarquianos. Estoy buscando alejarme de toda esa prosa colombiana actual. Del revival del Boom y todo eso.
âÂżHola?
âDime.
âTe hice una pregunta y no me has respondido.
âQuĂ© pena contigo. Tuve un dĂa como movidoâŠ
âTe preguntĂ© cuĂĄl es el mayor reto de tu carrera y te quedaste como en blanco.
SĂ le respondĂ; Ă©l ignorĂł mi respuesta. Este tipo de verdad espera que me acueste con Ă©l y ni siquiera trata de comportarse como un galĂĄn corriente, decirme algo bonito, poner atenciĂłn a lo que digo, asĂ en tres meses me ignore por completo. Porque esas preguntas de estudiante de ComunicaciĂłn Social no me seducen ni cinco. Tal vez como estrategia eligiĂł impresionarme con una sensibilidad neomasculina, para la cual soy mĂĄs que un cuerpo y una cara bonita, y realmente tiene un interĂ©s en mi carrera, en mis sueños y proyectos.
âOye, Âżte pasa algo?
Siempre estĂĄ sonriendo. Pero esa Ășltima pregunta le saliĂł con un aliento a empute que quiso hacer evidente.
âYa te dije, estoy un poquito cansada.
âAh, no, quĂ© pena contigo. Ok, en ese caso perdĂłname, y cuĂ©ntame entonces un poquito de tu trabajo.
Si solo pudiera. Llevo mes y medio en Nueva York, no tengo un centavo, ni he hecho otra cosa que pasearme con las manos en los bolsillos del abrigo. He dejado de fumar porque aquĂ ya nadie lo hace y me da pena cuando los policĂas se me quedan mirando. Trato de encontrar bares, en Brooklyn, en Queens, donde no sea tan caro sentarme en una mesa con una pinta de cerveza y escribir un rato. Ahora este man estĂĄ incĂłmodo, mira el reloj y su sonrisa se desvaneciĂł y todo porque sigo poniĂ©ndome a meditar aquĂ cada vez que Ă©l me hace una pregunta.
âEscribo. Estoy trabajando en una novela, por eso vine a Nueva York. AquĂ es donde empieza mi novela. AsĂ, en un restaurante caro.
Llegan las entradas; hay un poco de vino blanco en cada copa. Al tipo se le bajĂł el empute y volviĂł a su sonrisa de pendejo y ahora incluso asiente a cada una de mis palabras. Miren, el man no es feo; cara cuadrada, barba recta, ojos verdes y pelo muy negro, abundante. Se viste con camisa de marca, huele a Polo Ralph Lauren y en la muñeca lleva un Omega. Puede pagar la cuenta aquĂ, y segĂșn Laura estamos hechos el uno para el otro. Algo en Ă©l no me gusta, punto.
âUna escritora. Mira, no se me habrĂa ocurrido. Cuando vi tu foto pensĂ©: modelo, actriz, presentadora o hasta cantante ây se rĂo aquĂ tan fuerte que me puse pĂĄlida de la vergĂŒenzaâ. Ay, quĂ© pena contigo, quĂ© pena contigo. No sĂ© nada de libros. Pero cuĂ©ntame, sobre quĂ© estĂĄs escribiendo.
Ni puta idea. ¿Por qué no me lleva a su pinche apartamentico y me coge de una vez, gran pendejo, en vez de andar jugando al inteligente?
âLa vida, el amor, la soledad. Bueno, sobre la soledad de los lugares donde hay mucha gente. Como Nueva York. Toda esa gente que uno ve en Times Square o a mediodĂa en Central Park, pero que no se conoce entre sĂ. Esa es la ironĂa de nuestro mundo moderno.
âLaura me dijo que estudiaron juntas en la Javeriana. ÂżEstudiaste para ser escritora?
DebĂ hacerle caso a ese artĂculo que leĂ el otro dĂa. Buscarme un man en Craigslist; asĂ, a la medida. Nos vemos en un hotel, le doy su plata, me agarra del pelo, me sacude por las caderas hasta que me desmayo, Ă©l se va y yo sigo con mi vida.
âEstudiĂ© ComunicaciĂłn. Pero no conozco a Laura de ahĂ sino de El Espectador.
âYa veo⊠¿Y quĂ© piensas de los escritores de hoy dĂa?
Ay, marica. Si se callara, si pidiera la cuenta y me sacara de aquĂ hasta el culo le doy.
âHay muy buenos autores, pero sobre todo autoras. OjalĂĄ en Colombia le pararan mĂĄs bolas a las escritoras; hay de verdad muy buenas novelas, originales, inteligentes, escritas por mujeres.
âUy, quĂ© expresiĂłn tan fea esa de âparar bolasâ. La detesto. DiscĂșlpame pero me raya restoâŠ
Malas experiencias con bolas, me imagino.
âAhora dĂ©jame preguntarte a ti, Âża quĂ© te dedicas?
âÂżCĂłmo, Laura no te contĂł? âla sonrisa se acaba de evaporarâ. Soy vicegerente de operaciones de Bancolombia aquĂ en Nueva York.
Y ahĂ se soltĂł: me comĂ los langostinos, la langosta, tres copas de sauvignon blanc y un tiramisĂș escuchando sobre transacciones, cuentas, carteras, acciones, opciones, inflaciĂłn, tasa de interĂ©s, rĂ©gimen de cambio y este man debe ser de esos que se masturba viendo el canal Bloomberg.
Al menos no me preguntĂł nada del reinado.
32
AlgĂșn dĂa las calles del mundo me pertenecerĂĄn.
Entonces encontrarĂ© a los mĂos,
y bailaremos juntos, alrededor de hogueras que iluminarĂĄn Campos Oscuros.
Nuestras cabezas, atadas, compartiendo pensamientos
que silenciosamente cantaremos
a los vestigios humeantes de los malos tiempos.
Al recuerdo de los momentos que perdimos,
mientras vivĂamos por otros.
AlgĂșn dĂa conocerĂ© la tumba de Atenea,
las hendiduras del Gran Palacio que he visto en sueños.
RecorrerĂ© la tierra, como el espĂritu de todas las cosas,
en los pensamientos de quienes durmieron conmigo.
AlgĂșn dĂa verĂ© (no en este orden):
Un ParĂs vacĂo,
el nacimiento del Amazonas,
mi reflejo en el Folies-BergĂšre,
el solitario café de Hopper,
y los acantilados de Ătretat,
donde se habrĂĄ de disolver mi mundo.
Violeta Echeverry, Mundi
26
Una noche encantadora, alrededor de una larga mesa de banquetes, comiendo nada menos que pizza a la piedra: muzzarella y fugazza; alguien pidiĂł lasaña, y otro ensalada CĂ©sar. âEn honor a CĂ©sarâ, dijo sin que su comentario fuera aplaudido.
CĂ©sar, como JesĂșs, ocupaba el centro de la mesa, pero quien la presidĂa era don Abelardo, su papĂĄ. ParecĂa un autĂ©ntico rey, pensĂł Violeta, y los demĂĄs presentes, sus fieles vasallos. Su esposa era una tĂpica rubia teñida con cara de primera dama en su tercera o cuarta cirugĂa plĂĄstica. Tres hijos, robustos, sonrosados, de envidiable pelo castaño cla...