Retrato de una reina
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Retrato de una reina

Juan Pablo Bonilla

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  1. 270 pages
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Retrato de una reina

Juan Pablo Bonilla

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À propos de ce livre

Esta novela narra la historia de una mujer bella, exreina departamental de belleza, comunicadora social y escritora, y dicha narraciĂłn se da para el lector como una polifonĂ­a, no solo por la diversidad de voces narrativas, sino tambiĂ©n por la fusiĂłn de gĂ©neros literarios que van desde el diario, pasando por las reseñas, las biografĂ­as, los poemas, los monĂłlogos y las voces aisladas de conversaciones telefĂłnicas, que componen una realidad mĂșltiple.Retrato de una reina es una novela desestructurada, sin instrucciones de lectura, cuyos capĂ­tulos se presentan en un orden no lineal que obedece a intenciones estĂ©ticas determinadas por su autor para proponer un recorrido emocional, a la manera de una montaña rusa, con paisajes distintos e iluminaciones diversas. AsĂ­, el tiempo de la historia de la protagonista va y viene, y adentra al lector por diferentes localidades que fluyen entre BogotĂĄ, MedellĂ­n, Nueva York, Madrid (municipio de Cundinamarca y capital de España), Mayorca, Barcelona, BoyacĂĄ, los acantilados de Étretat.La historia narrada parece sugerir que, en Ășltima instancia, es el trabajo del escritor el que sobrevive a los avatares de la vida, y que todo depende de la mirada de los lectores que, en su universo de recepciĂłn, pueden alcanzar a comprender, o no, la magnitud de una existencia.Elsa Efigenia VĂĄsquez R.

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Informations

Année
2021
ISBN
9789585010734
Édition
1
Retrato de una reina
Juan Pablo Bonilla
Literatura / Novela
Editorial Universidad de AntioquiaÂź
Soy la que podrĂ­as llamar cuando la televisiĂłn te aburra.
Soy la que podrĂ­as invitar cuando alguien falte.
Soy la que no se invita a tu boda.
Soy la que no se pregunta por la foto del niño.
Soy la que no es mujer para toda la vida.
Ulla Hahn, Soy
28
Posiblemente mi mayor reto a futuro sea que mi muerte no afecte a nadie, le digo al tipo que tengo sentado frente a mĂ­, al otro lado de una mesa de lino y copas brillantes. A pesar de esa acertada frase, compuesta con la rapidez de una aguda muestra de ingenio, Ă©l sigue sonriendo. No, esperen, no sonrĂ­e: su cabeza estĂĄ congelada en una estĂșpida mueca aprendida de algĂșn gurĂș de la autoayuda que vio en YouTube tras googlear “¿CĂłmo agradarles mĂĄs a las personas?”.
ÂżQuĂ©?, dice, como si mi respuesta a su estĂșpida pregunta —“¿CuĂĄl crees que es el mayor reto que tienes por delante?”— hubiese sido un poema sufĂ­. ÂżPor quĂ© estoy comiendo con este tipo? Obviamente es un idiota. De todos los millones de hombres en Nueva York tuve que conseguir una cita con un colombiano. Solo me di cuenta cuando abriĂł la boca para saludarme y sentĂ­ ese vacĂ­o que se forma en el estĂłmago cuando uno deja las llaves dentro de la casa. Ahora acabo de pedir mĂĄs de doscientos dĂłlares de comida, mĂĄs impuestos y propinas, y todo porque me criaron para decirle sĂ­ a todo, tener una disposiciĂłn a aceptarlo todo, actitud positiva, afinidad con niños y ancianos, sonrisas para todos, acumular frases motivacionales y nunca dejar de sonreĂ­r, asĂ­ la tragedia se estĂ© alzando frente a mĂ­ dispuesta a aplastarme.
Sigue esperando una respuesta. No, ahora estĂĄ bebiendo de su Perrier y parece estar buscando al mesero.
Fue su idea venir al Four Seasons. Cuando me escribiĂł me dio una direcciĂłn equis y parecĂ­a muy orgulloso cuando tratĂł de sorprenderme invitĂĄndome a cruzar la entrada. Ha intentado ser simpĂĄtico con los meseros y conducirse como si hubiera terminado aquĂ­ la primaria: “Todo estĂĄ cambiadĂ­simo”, “QuiĂ©n sabe dĂłnde andarĂĄ Prieto; de pronto le dieron la noche libre”, “¿Y ese tipo? Debe ser nuevo”.
AceptĂ© una cita a ciegas porque llevo un mes sin hablar con nadie. Por ahĂ­ deberĂ­a empezar; sĂ­, ese es un buen comienzo: “Tras veintinueve dĂ­as sin hablar con nadie, Violeta se sentĂł en mitad del comedor del Four Seasons con un hombre que acababa de conocer”. No, no me gustan esos inicios hemingwaianos, o garciamarquianos. Estoy buscando alejarme de toda esa prosa colombiana actual. Del revival del Boom y todo eso.
—¿Hola?
—Dime.
—Te hice una pregunta y no me has respondido.
—QuĂ© pena contigo. Tuve un dĂ­a como movido

—Te preguntĂ© cuĂĄl es el mayor reto de tu carrera y te quedaste como en blanco.
Sí le respondí; él ignoró mi respuesta. Este tipo de verdad espera que me acueste con él y ni siquiera trata de comportarse como un galån corriente, decirme algo bonito, poner atención a lo que digo, así en tres meses me ignore por completo. Porque esas preguntas de estudiante de Comunicación Social no me seducen ni cinco. Tal vez como estrategia eligió impresionarme con una sensibilidad neomasculina, para la cual soy mås que un cuerpo y una cara bonita, y realmente tiene un interés en mi carrera, en mis sueños y proyectos.
—Oye, ¿te pasa algo?
Siempre estĂĄ sonriendo. Pero esa Ășltima pregunta le saliĂł con un aliento a empute que quiso hacer evidente.
—Ya te dije, estoy un poquito cansada.
—Ah, no, quĂ© pena contigo. Ok, en ese caso perdĂłname, y cuĂ©ntame entonces un poquito de tu trabajo.
Si solo pudiera. Llevo mes y medio en Nueva York, no tengo un centavo, ni he hecho otra cosa que pasearme con las manos en los bolsillos del abrigo. He dejado de fumar porque aquí ya nadie lo hace y me da pena cuando los policías se me quedan mirando. Trato de encontrar bares, en Brooklyn, en Queens, donde no sea tan caro sentarme en una mesa con una pinta de cerveza y escribir un rato. Ahora este man estå incómodo, mira el reloj y su sonrisa se desvaneció y todo porque sigo poniéndome a meditar aquí cada vez que él me hace una pregunta.
—Escribo. Estoy trabajando en una novela, por eso vine a Nueva York. Aquí es donde empieza mi novela. Así, en un restaurante caro.
Llegan las entradas; hay un poco de vino blanco en cada copa. Al tipo se le bajĂł el empute y volviĂł a su sonrisa de pendejo y ahora incluso asiente a cada una de mis palabras. Miren, el man no es feo; cara cuadrada, barba recta, ojos verdes y pelo muy negro, abundante. Se viste con camisa de marca, huele a Polo Ralph Lauren y en la muñeca lleva un Omega. Puede pagar la cuenta aquĂ­, y segĂșn Laura estamos hechos el uno para el otro. Algo en Ă©l no me gusta, punto.
—Una escritora. Mira, no se me habrĂ­a ocurrido. Cuando vi tu foto pensĂ©: modelo, actriz, presentadora o hasta cantante —y se rĂ­o aquĂ­ tan fuerte que me puse pĂĄlida de la vergĂŒenza—. Ay, quĂ© pena contigo, quĂ© pena contigo. No sĂ© nada de libros. Pero cuĂ©ntame, sobre quĂ© estĂĄs escribiendo.
Ni puta idea. ¿Por qué no me lleva a su pinche apartamentico y me coge de una vez, gran pendejo, en vez de andar jugando al inteligente?
—La vida, el amor, la soledad. Bueno, sobre la soledad de los lugares donde hay mucha gente. Como Nueva York. Toda esa gente que uno ve en Times Square o a mediodía en Central Park, pero que no se conoce entre sí. Esa es la ironía de nuestro mundo moderno.
—Laura me dijo que estudiaron juntas en la Javeriana. ¿Estudiaste para ser escritora?
DebĂ­ hacerle caso a ese artĂ­culo que leĂ­ el otro dĂ­a. Buscarme un man en Craigslist; asĂ­, a la medida. Nos vemos en un hotel, le doy su plata, me agarra del pelo, me sacude por las caderas hasta que me desmayo, Ă©l se va y yo sigo con mi vida.
—EstudiĂ© ComunicaciĂłn. Pero no conozco a Laura de ahĂ­ sino de El Espectador.
—Ya veo
 ÂżY quĂ© piensas de los escritores de hoy dĂ­a?
Ay, marica. Si se callara, si pidiera la cuenta y me sacara de aquĂ­ hasta el culo le doy.
—Hay muy buenos autores, pero sobre todo autoras. Ojalá en Colombia le pararan más bolas a las escritoras; hay de verdad muy buenas novelas, originales, inteligentes, escritas por mujeres.
—Uy, quĂ© expresiĂłn tan fea esa de “parar bolas”. La detesto. DiscĂșlpame pero me raya resto

Malas experiencias con bolas, me imagino.
—Ahora dĂ©jame preguntarte a ti, Âża quĂ© te dedicas?
—¿Cómo, Laura no te contó? —la sonrisa se acaba de evaporar—. Soy vicegerente de operaciones de Bancolombia aquí en Nueva York.
Y ahĂ­ se soltĂł: me comĂ­ los langostinos, la langosta, tres copas de sauvignon blanc y un tiramisĂș escuchando sobre transacciones, cuentas, carteras, acciones, opciones, inflaciĂłn, tasa de interĂ©s, rĂ©gimen de cambio y este man debe ser de esos que se masturba viendo el canal Bloomberg.
Al menos no me preguntĂł nada del reinado.
32
AlgĂșn dĂ­a las calles del mundo me pertenecerĂĄn.
Entonces encontraré a los míos,
y bailaremos juntos, alrededor de hogueras que iluminarĂĄn Campos Oscuros.
Nuestras cabezas, atadas, compartiendo pensamientos
que silenciosamente cantaremos
a los vestigios humeantes de los malos tiempos.
Al recuerdo de los momentos que perdimos,
mientras vivĂ­amos por otros.
AlgĂșn dĂ­a conocerĂ© la tumba de Atenea,
las hendiduras del Gran Palacio que he visto en sueños.
Recorreré la tierra, como el espíritu de todas las cosas,
en los pensamientos de quienes durmieron conmigo.
AlgĂșn dĂ­a verĂ© (no en este orden):
Un ParĂ­s vacĂ­o,
el nacimiento del Amazonas,
mi reflejo en el Folies-BergĂšre,
el solitario café de Hopper,
y los acantilados de Étretat,
donde se habrĂĄ de disolver mi mundo.
Violeta Echeverry, Mundi
26
Una noche encantadora, alrededor de una larga mesa de banquetes, comiendo nada menos que pizza a la piedra: muzzarella y fugazza; alguien pidiĂł lasaña, y otro ensalada CĂ©sar. “En honor a CĂ©sar”, dijo sin que su comentario fuera aplaudido.
CĂ©sar, como JesĂșs, ocupaba el centro de la mesa, pero quien la presidĂ­a era don Abelardo, su papĂĄ. ParecĂ­a un autĂ©ntico rey, pensĂł Violeta, y los demĂĄs presentes, sus fieles vasallos. Su esposa era una tĂ­pica rubia teñida con cara de primera dama en su tercera o cuarta cirugĂ­a plĂĄstica. Tres hijos, robustos, sonrosados, de envidiable pelo castaño cla...

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